|
Cuba |
|
Una identità in movimento | ||
|
Miguel Barnet: Una pequeña antología
Miguel Barnet
Sobre la presencia china en Cuba, se encuentran en el Sitio:
Patria A J.L.B. Revolución Che Ante la tumba del poeta desconocido El oficio Fe de erratas Memorándum XII Oriki para Bola de Nieve Canción I Cuba. Una identità in movimento
En el barrio chino
(La Habana, 1940)
Yo te espero
bajo los signos rotos
del cine cantonés.
Yo te espero
en el humo amarillo
de una estirpe deshecha.
Yo te espero
en la zanja donde navegan
ideogramas negros
que ya no dicen nada.
Yo te espero a las puertas
de un restaurante
en un set de la Paramount
para una película que se filma a diario.
Dejo que la lluvia me cubra
con sus raíles de punta
mientras presiento tu llegada.
En compañía de un coro de eunucos,
junto al violín de una sola cuerda
de Li Tai Po,
yo te espero.
Pero no vengas
porque lo que yo quiero realmente
es esperarte.
Poema chino III
Pregunté qué fruta era ésa
que colgaba en ramos de un árbol
tan fino como las venas de la princesa Fu Peng.
— Ciruelas, me contestó el edecán.
Pregunté si la grulla esculpida
a las puertas del pabellón de las Bodas
era de jade legítimo.
— No hay otro, me contestó el edecán.
Pregunté a la hora de la cena,
si la raíz de loto era realmente
la comida preferida de la emperatriz.
— Lo era, me contestó el edecán.
Pregunté, al pie de la muralla
si la sangre derramada allí por millones de hombres
que dejaron sus casas enlutadas no era monumento
a la historia de China.
— Lo es, me contestó, grave, el edecán.
Pregunté si aquel dragón tallado en la piedra
Era un símbolo imperial.
— Lo es, me contestó el edecán.
Pregunté si era un dragón con cabeza de león
O un león con cabeza de dragón.
— Lo es y no lo es, me contestó con ironía el edecán.
(De La piedra fina y el pavorreal)
No puedo esperar más
digo y vuelvo a repetir ahora
que cada día que pasa
quiero más este viento debajo de las hojas.
Esta casa que mis ojos han visto diariamente
que yo sabré cuidar
y la sombra del jagüey
y la tierra.
Pero no basta. Ahora van a oírme una voz
templada en el fuego
porque han preguntado por mí.
Y me parece que se trata
de un amigo cercano
y mi corazón me entiende
y yo sé que a mi lado, en los pueblos, lejos, en el campo
hay una fuerza como el viento
que está dispuesta a defender la vida.
(De Otros poemas)
Yo también pienso en las cosas
que pudieron ser y no fueron
Pero son cosas que tú y yo
no compartiríamos
Por ejemplo, que el rostro de Helena
quedara o no en la historia.
Que Beda llegara o no a escribir
el tratado de mitología sajona
que tú, severamente, le impusiste
Lo que me importa son otras cosas,
mucho menos tantálicas,
las manos que no pude tocar,
los ojos que una vez me miraron con terror
y que amé,
la culpa que quedó atrapada
en la rama de un árbol,
el pájaro que no cantó porque le apretaron
el cuello y que no aparece en ningún tratado
de ornitología,
la muerte que no tendré, abismal y catártica
junto a la fuente de Antinoo,
el espejo y el tigre de tu oscuro laberinto,
El Borges que no fui por culpa de Borges
(De Dice Ifá y otros poemas)
Entre tú y yo
hay un montón de contradicciones
que se juntan
para hacer de mí el sobresaltado
que se humedece la frente
y te edifica
Peregrinos del alba
Extranjero, tú que no pudiste ver los ahorcados,
abuelos, padres, alucinados alguna vez, constructores
del marfil en Ifé o Benin, príncipes amurallados
Tú que no puedes imaginar este mar lleno de muertos
Este país como una obscena laguna,
como un umbral de maliciosos recuerdos
Quiero que conozcas la impiedad del yugo
Que te avergüences también
de la sangre aminorada.
Escucha, extranjero
Sé tú mi única ventura
Déjame darles a estos ojos un sosiego
A este remordimiento una salvación
Acompáñame hasta el amanecer
Te parecerá mentira una isla así tan sola
y estos peregrinos inaugurando el alba siempre.
(De Carta de noche)
Che, tú lo sabes todo,
los recovecos de la Sierra,
el asma sobre la hierba fría,
la tribuna,
el oleaje en la noche
y hasta de qué se hacen
los frutos y las yuntas
No es que yo quiera darte
pluma por pistola
pero el poeta eres tú.
(De Carta de noche)
Ante esta tumba
inclínate, pastor, y arroja tus semillas
Haz tu mejor discurso, hombre de barricada,
ante estos huesos verdes ya del moho de la noche
Y tú, mujer, recuerda que aquí yace uno
que cantó a tu belleza
solo, en un cuarto oscuro de una casa de huéspedes cualquiera
Niño gentil, deposita aquí tu flor pequeña,
ésta es también la tumba de un soldado.
(De Carta de noche)
Quédate con tu misterio,
describe la mesa, el animal doméstico,
el delantal floreado de la madre,
el presuroso amor si lo deseas,
pero no lo digas todo en el poema,
que permanezca siempre una puerta abierta y golpeando,
un campo no surcado a la intemperie,
deja para el otro que vendrá, amigo o enemigo,
esa leve ambigüedad, ese otro poema.
(De La Sagrada familia)
Donde dice un gran barco blanco
debe decir nube
donde dice gris
debe decir un país lejano y olvidado
donde dice aroma
debe decir madre mía querida
donde dice César
debe decir muerto ya reventando
donde dice abril
puede decir árbol o columna o fuego
pero donde dice espalda
donde dice idioma
donde dice extraño amor aquel
debe decir naufragio
en letras grandes.
(De Poesía inédita)
Nada se interpone entre nosotros
Los dados sobre la mesa
presagian buena fortuna.
El moscón posado en el florero
anuncia tu llegada
el yin y el yan tintinean
armónicamente en la palma de mi mano
Desde mi ventana el mar es un disco azul,
metálico.
La noche nos espera sin flaquezas
Sólo en el ópalo de la tarde
aparecen vetas oscuras,
ajenas a la felicidad.
(De Orikis y otros poemas)
Caballero de Olmedo,
juglar herido por la flecha de Ochosi, el cazador,
ven en tu trineo de yaguas
y enciende las calabazas.
Dueño de la fragua y del colmillo del jabalí,
sumérgete en la espuma de las cinco palanganas de Ochún.
Entra, con tus calderos de cobre,
al monte carulé,
apaga los grillos,
estruja las esponjas,
que aquí estamos flautas, arcángeles
péndulos silbantes
para oír cómo crujen tus viejos caracoles.
Vamos, despréndete de los cascos,
salta estremecido del Puente a la Alameda
y déjanos tu capa de lagarto raída,
tu ronquera ancestral,
tu canto antiguo.
Zumba la curiganga
mi negro
¡Zumba!
Zumba la curiganga
mi negro
¡Zumba!
(De Orikis y otros poemas)
Te quedaste con todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor
Pero yo tengo tus ojos
y de vez en cuando
me miro en ellos — tan tristes y huidizos–para que tú me lo devuelvas todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor.
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados