Cuba

Una identità in movimento


El Barrio Chino visto por Carpentier

María Elena Balán


Pequeñas ciudades dentro de la gran ciudad tenía La Habana de las primeras décadas del siglo XX. Entre ellas estaba el Barrio Chino, descrito por Alejo Carpentier en una de sus magistrales conferencias en la capital en 1976 y recogidas en un volumen por la Editorial Letras Cubanas.

Destacaba Carpentier que a partir de la denominada Danza de los Millones, motivada por un alza en los precios del azúcar durante la Primera Guerra Mundial, el Barrio Chino tomó una importancia enorme y se llenó de mercaderes ricos, que vendían sus diversos artículos, los cuales constituían puntos de atracción para los numerosos transeúntes.

Allí se celebraban las fiestas del Dragón, todo un espectáculo, mientras el teatro Shangai fue en una época uno de los más extraordinarios de América Latina.

Relataba Alejo Carpentier en una conferencia sobre las tres primeras décadas de este siglo en La Habana, el auge que tuvo el Barrio Chino.

Ricos mercaderes se sentaban a la entrada de sus tiendas, ofreciendo al transeúnte información sobre las vajillas, sederías y perfumes que allí vendían, así como las más eficaces mercancías, llegadas desde el oriente asiático.

Fueron esos hombres acaudalados quienes contrataron en Cantón, Shangai y San Francisco, a algunas de las compañías chinas de artes dramáticas más importantes de ese tiempo.

Así pudo verse en La Habana durante todo un año a una de las más grandes actrices chinas de la pasada centuria, llamada Won Sin Fon. Mujer de belleza extraodinaria, bailarina y un poco acróbata, conocía todos los papeles y representó los grandes clásicos del teatro de su país.

Recordaba Alejo Carpentier en una conferencia magistral recogida en un libro por la editorial Letras Cubanas que para él y sus amigos, el teatro chino colmaba el deseo de exotismo, encendido tras la lectura de poesías de Rubén Darío, Julián del Casals y Poveda.

Todos ellos iban al teatro chino a ver a Won Sin Fon y aprendieron la simbología de aquel arte, como que el personaje vestido de azul es invisible y que una varilla con unos nudillos y unos nudos de cinta eran un caballo.

Reconocía Carpentier, al referirse a esa época de esplendor del Barrio Chino en La Habana y del teatro, en específico, cómo él y sus amigos conocieron con cierta envidia que un joven cubano de la época llegó a tener amores con la famosa actriz, para ellos la materialización del exotismo chino.



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