Durante algunos años esperamos pacientemente, en clara competencia con la milenaria tradición china, por la salida de un libro que de antemano sabíamos representaría un clásico de los estudios migratorios: léase demográficos, geográficos, antropológicos e históricos, entre otros campos que estudian las ciencias sociales. Se encuentra relacionado muy especialmente con la inmigración contratada en el Caribe y las múltiples vicisitudes de cientos de miles de personas que salían con la esperanza de regresar algún día y mejorar su vida personal y familiar, y en definitiva dieron lugar a nuevas naciones. Se convirtieron así en genitores de pueblos que se han venido mezclando día a día y durante muchas generaciones.
Nosotros los cubanos somos el fruto de esa mezcla y de las relaciones transculturales con el resto de los pueblos del Caribe y América. Los chinos son tan padres nuestros como el substrato indígena que no pudo desaparecer, junto con las oleadas de inmigrantes hispánicos y africanos, fusionados entre sí para gestar uno de tantos pueblos nuevos de América.
Desde que busqué apoyo en Argeliers León, Isaac Barreal, Pedro Deschamps y Juan Pérez de la Riva, a principios de los años setenta, para los cursos sobre Etnología de Cuba que impartimos a dirigentes y promotores del trabajo cultural, ya Juan había escrito en 1967 todo el texto de Los culíes chinos en Cuba. Sin embargo, el manuscrito durmió un sueño más allá de lo necesario, y tras otra historia de tribulaciones y desventuras, al fin lo tenemos ante el público como un significativo bien patrimonial en esta X Feria Internacional del Libro de La Habana.
La Editorial de Ciencias Sociales (ahora Nuevo Milenio) se viste de gala por el contenido de una obra que, inteligentemente, su autor nos venía adelantando en pequeñas dosis a través de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, en Contribución a la historia de la gente sin historia (1974) y en El barracón y otros ensayos (1975), para alimentar esa gran expectativa generada, y a la vez satisfecha, por el libro que ahora tengo el honor de volver a presentar.
Hace pocos meses nos vimos en la Casa de Artes y Tradiciones del Barrio Chino de La Habana cuando dimos a conocer por primera vez esta obra que Juan Pérez de la Riva venía amasando como el más celoso alfarero, a la vez que enseñaba sólo partes de sus piezas, mientras discutía en aulas, pasillos y cubículos sobre el vacío que representa desconocer la historia de los millones que la hacen, respecto de los pocos que la escriben de modo oficial, muchas veces para su autocomplecencia. Por eso prefirió "abollar" algunas imágenes de venerables patricios de la burguesía cubana, aunque luego vinieran otros a "chapistearlas" para la posteridad.
Recientemente, el Consejo Científico de la Fundación Fernando Ortiz otorgó por unanimidad el "Premio Catauro Cubano" a lo que consideramos la mejor obra de nuestro perfil de trabajo publicada en el año 2000 y recayó, precisamente, en Los culíes chinos de Cuba. Todas estas razones son motivo de regocijo que me permiten felicitar la cuidadosa edición de Ernesto Chávez Álvarez y Gladys Alonso González, dos amigos que prestigian cualquier publicación de las ciencias sociales en nuestro país.
Esta obra estudia las características históricas de Cuba colonial como esencial receptora de inmigrantes empleados como fuerza de trabajo fundamental y las condiciones ominosas de los hombres contratados en relación con la plantación esclavista moderna. Lo anterior le posibilita analizar el proceso de la "trata amarilla" y la fuerte implicación de la burguesía cubana y del gobierno colonial español.
Cuando evalúa las condiciones materiales de la inmigración china en Cuba considera la situación de ésta a nivel mundial a mediados del siglo XIX, su acelerado crecimiento demográfico y las difíciles condiciones de vida, propiciadoras del éxodo masivo y la diversidad de su distribución internacional. Esto le sirve de precedente para valorar la significación social del culí en tanto contratado, pero en condiciones de servidumbre semejantes, en muchas ocasiones peores, que los africanos esclavizados y sus descendientes de esa misma condición social.
Su formación y ejercicio de geógrafo le facilitó analizar el área territorial de Guangdong y Fuchién, la composición étnica de los grupos y nacionalidades, así como las condiciones históricas en que se efectúa el proceso emigratorio hacia Cuba. De modo sincrónico evalúa la función que ejercieron Macao y Hong Kong en el financiamiento y ejecución del tráfico, así como el proceso inicial de los destinados a Cuba, para lo cual no sólo emplea la documentación de la época sino los testimonios de los negociantes en el lugar de origen.
El estudio de la ruta de los culíes confirma que, respecto de todos los procesos migratorios hacia Cuba, este fue sin duda, no sólo "el viaje más largo", sino el más difícil y riesgoso. Los clípers recorrían unas 13 mil millas náuticas de Macao a La Habana durante tres o cuatro meses. Esto explica el alto índice de mortalidad a bordo, los innumerables motines y las crueldades de la tripulación para no perder la preciada mercancía humana, que llegaba en condiciones peores a cualquier otro tráfico marítimo.
Este negocio altamente rentable generó rivalidades imperialistas de Inglaterra contra China en torno a la contratación de culíes para Cuba y Perú, pero el pueblo chino reaccionó contra la trata e influyó fuertemente en la abolición definitiva del tráfico interoceánico.
La presencia en Cuba de unos 150 mil culíes representó una importante masa humana que contribuyó a la crisis general de la esclavitud. Si bien las condiciones de trabajo significaron un impacto cultural profundamente regresivo que condujo a la perdida de la condición humana y por lo tanto a un tipo de suicidio masivo (el mayor del mundo por millón de habitantes en la década de 1850-1860), éste adquirió voz propia como elocuente denuncia social de lo que significa el tráfico humano. También la alta proporción de chinos en las guerras de independencia trascienden la liberación personal y envuelven toda la historia de la formación nacional cubana.
Este libro, que atrapa de modo brillante el tráfico desde el Río de las Perlas a la Perla de las Antillas, cuenta con un amplio anexo documental y una abundante referencia bibliográfica. Se convierte así en una de las obras imprescindibles para conocer la historia de las gentes sin historia y una parte de los componentes étnicos asiáticos de la nación cubana.
Los culíes chinos de Cuba es, además, un espacio muy entrañable de la vida de Juan Pérez de la Riva, que muestra sus dotes de agudo investigador y entrenado polemista. Tras las vicisitudes del libro ya podemos decir, como en el I Chin (Yijing) o Libro de los cambios de Confucio, que la obra ha pasado del reino del silencio al de la buenaventura. La mítica tortuga sagrada que descubrió el emperador Fuxi hace más de cuatro mil cuatrocientos años, en la que descifró los ocho trigramas de su caparazón, ha propiciado un signo positivo que evoluciona hacia el conocimiento verdadero de esta larga historia compartida.