Cuba

Una identità in movimento


De la Africanía en Cuba (Parte I)

Heriberto Feraudy Espino


Cuentan que poco después del inicio de nuestra era, en el año 96, Apolonio de Tiana, en Asia Menor, se encontraba disertando en los jardines de Efeso cuando de pronto enmudeció repentinamente y, asombrado por lo que veía, dijo:

    — ¡Hoy ha sido asesinado el tirano! ¡Qué digo hoy! Ahora mismo, en Roma acaba de suceder...

¿Era posible estar en suelo asiático y "ver" y compartir algo que ocurría en el corazón de Italia?

El día 16 de septiembre de aquel mismo año, en el mismo momento en que Apolonio tenía esta extraña visión, en el lejano este del Mediterráneo, el emperador romano Tito Flavio Domiciano moría en el Tíber, víctima de una conspiración.

Michael de Nostredame, más conocido por Nostradamus, fue un médico del siglo XVI que se hizo famoso por sus memorables Centurias, de cuyas interpretaciones existen bibliotecas completas.

Mucho antes de que naciera Napoleón, Nostradamus profetizó:

    — Un emperador nacerá cerca de Italia. Después de empezar como simple soldado llegará a gobernar un imperio. Y llegó a profetizar hasta cómo vestiría Napoleón.

Profetizó también cómo sería la muerte del rey Enrique II, cómo se produciría la Revolución francesa, la llegada de Hitler al poder, el asesinato de Kennedy y otros hechos bien conocidos internacionalmente.

Catalina de Médicis, esposa del rey Enrique II, quedó tan impresionada por las profecías de Nostradamus que solicitó su presencia en París para consultarse con él y convertirlo en Consejero de la Corte. Ha sido tanta su fama que durante los sucesos de las torres gemelas de Nueva York los ínter nautas de todo el mundo, entre los primeros 20 temas que buscaron en Internet, el primero fue Nostradamus.

Se cuenta también que el 23 de marzo de 1865 Abraham Lincoln invitó a dos amigos a cenar con él en la Casa Blanca y les contó que había tenido un sueño espantoso. Dos días antes, después de arduas tareas se acostó muy fatigado; se durmió de inmediato y soñó algo terrible.

Él se encontraba en una tumba, y en torno suyo se escuchaban sollozos reprimidos, como si llorasen muchos hombres. Se levantó con gran inquietud, abandonó su dormitorio y bajó las escaleras para dirigirse a un salón de la Casa Blanca, donde siguió oyendo voces plañideras, pero sin ver a nadie. Sobrecogido por el pánico, en su sueño recorrió varios salones más y llegó por fin a una habitación cuyas ventanas miraba hacia el Este.

Unos soldados hacían guardia junto a un sarcófago, al que rodeaban muchas personas llorosas, y que como pudo observar al acercase, se encontraba abierta. A su pregunta:

    — ¿Quién ha muerto en la Casa Blanca?

Alguien respondió:

    — El Presidente ha sido asesinado.

Entonces despertó bañado en sudor.

El 15 de abril Lincoln fue asesinado y se reprodujo la misma escena soñada por él.

El santo Francisco de Paolo causó gran sensación en el año 1507 por su misteriosa insensibilidad corporal; él podía introducir sus brazos en una cazuela de aceite hirviente y no recibir quemaduras.

Se dice que Goethe, cuando un día le hablaron de un sueño profético, replicó:

    — Eso se haya dentro de los límites de la naturaleza, aunque no tengamos todavía la clave para comprenderlo.

A Sócrates le impresionaban mucho los fenómenos ocultos. De acuerdo con su lema Conócete a ti mismo, estudiaba su yo y trataba de penetrar en sus misterios.

A Platón, su discípulo más importante, le preocupaba el éxtasis como fenómeno psíquico "una cualidad divina que nos prestan los dioses; de theia mania", como él le llamaba. Mediante ella el hombre podía conocer el presente, el pasado y también el futuro.

Una mirada retrospectiva a la historia demuestra, sin lugar a dudas; que tanto en la antigüedad, como en las edades Moderna y Contemporánea, el hombre ha vivido siempre en un gran misterio.

Con la llegada del siglo XIX parecía aproximarse la época en que desaparecerían todos los antiguos conceptos mágicos, porque entonces se inició, saludada con grandes expresiones de júbilo, la ansiada era de la Ilustración o el Siglo de las Luces.

Y llegó el siglo XX, en cuyos finales se anunciaba el fin de la historia, cuando en realidad lo que se ponía en juego era la posibilidad de crear un mundo mejor. Se creó entonces un siglo con dos rostros: uno prometedor y otro tétrico y lúgubre. En el primero tuvieron lugar los mayores descubrimientos y avances científicos; fueron descubiertas las oscilaciones electromagnéticas, la radioactividad, se produjo la declaración de Einstein de que la materia contiene inmensas energías, lo cual condujo al estudio profundo de la Física nuclear.

Fue la etapa del nacimiento de la telegrafía, el teléfono, la radio y la televisión; los autos y los aviones, la computadora y el fenómeno de Internet. Aparecieron los cerebros electrónicos, y por primera vez, se "paseó" por el cosmos, por la Luna, y el hombre se aproximó a Marte. Las ciencias se desarrollaron como nunca antes.

El otro rostro, el feo, ha estado marcado por el hecho más sangriento de la historia: cien millones de muertos.


¿Y qué decir del siglo XXI?

Hoy un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la incertidumbre. Parecería que lo único cierto en este tercer milenio es la inseguridad colectiva e individual con respecto al porvenir y que según una sentencia africana: Lo único que el hombre tiene por seguro es que nace y muere.

Sin lugar a dudas, estamos ante una crisis sin precedentes; no sólo en el orden material, sino también en el espiritual. Hasta el mismo Dios de los cristianos se ha puesto en crisis, una vez más. Hoy nombrarlo no es fácil. ¿Seremos los olvidados de Dios?

El 13 de marzo del 2003 la CNN en español, con el título SAN PEDRO PIERDE SUS LLAVES EN EL VATICANO, daba la siguiente noticia:

    "Las autoridades vaticanas buscaban el jueves la mano izquierda — la que llevaba las llaves —, de una estatua de mármol del siglo XIII del Apóstol, que desapareció misteriosamente en la Basílica de San Pedro".

Nada, que ya ni en el cielo nos quieren.

Hay una crisis globalizada: crisis de valores, de ideas, de sentimientos; una verdadera crisis general de la convivencia humana. El pragmatismo, el individualismo, el egoísmo, el oportunismo, la lucha por la subsistencia o la existencia a costa de todos y de todo; el conformismo, la violencia, la drogadicción, el sexismo, flagelos como el VIH/SIDA, el racismo y la discriminación en sus distintas manifestaciones, el sentimiento de impotencia ante la inefabilidad de las leyes mercantiles; el consumismo inusitado, incitado por la publicidad, la nueva realidad tecnológica y los problemas ecológicos y sociales acumulados, se convierten en rasgos consustanciales de una cultura que se impone y conduce a la desesperanza.

En los últimos tiempos, a partir de la existencia de un mundo unipolar donde prima la arrogancia del imperio, una nueva amenaza deja sin dormir al mundo: la amenaza del terrorismo imperial.

Hasta el clima es insoportable. Los registros indican que el pasado siglo XX ha sido el más caluroso desde los últimos mil años. Se pronosticó que el 2003 sería el más caliente de los 143 años que existen registrados científicamente.

Por primera vez en la historia del planeta, la raza humana ha alcanzado la capacidad para exterminarse a sí misma por medio del suicidio ambiental y persiste la amenaza terrible del fin de la civilización.


Lo más seguro hoy en día es la seguridad de la inseguridad

Las personas se cansan de la lógica y la ética del pasado; la religión occidental no da respuestas a la crisis existencial de nuestra época. Se ha afirmado que el cristianismo está nuevamente en crisis (como también lo ha estado el islamismo), precisamente porque la modernidad ha puesto en cuestión desde sus más hondos fundamentos, todo el marco en que la experiencia cristiana se había moldeado y configurado. A esta realidad se añade que la crisis nace justamente porque los moldes culturales se han roto.

Hasta hace bien poco desconocíamos la otra historia del cristianismo, la que durante siglos nos ha sido oculta por la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Ahora resulta que María Magdalena no era tan puta como decían y hasta se afirma todo lo contrario, que fue de Jesús su compañera, su consorte, su mujer y hasta su esposa, a quien le parió un hijo o hija.

Para llegar a estas y otras consideraciones sobre la verdadera historia del cristianismo ha sido necesario que un día del mes de Diciembre de 1945 mientras caminaba por las montañas del Alto Egipto, cerca de un lugar conocido como Nag Hammadi, un campesino árabe descubriera unos documentos que permanecieron enterrados casi 1600 años y que fueran escrito durante los siglos I y II. Estos documentos han sido conocidos como los Evangelios Perdidos o Evangelios Gnósticos. Fueron justamente estos textos los que sirvieron de trasfondo para el surgimiento de uno de los libros más importante y polémico de los últimos tiempos, El Código Da Vinci y otra obra que no se queda atrás, Los Secretos del Código. La guía no autorizada a los misterios detrás del Código Da Vinci".

En uno de los Evangelios Gnósticos, en el Evangelio de Felipe, a María Magdalena se le describe como una de las tres que siempre acompañaban al Señor: María su madre, su hermana y Magdalena, aquella a quien llamaba su compañera. Su hermana y su madre eran, ambas María. Y la compañera del Salvador es María Magdalena. La palabra griega koinonos empleada para describir a María Magdalena, aunque a menudo es traducida como "compañera", se traduce más correctamente como "pareja" o "consorte", una mujer con la que el varón tiene relaciones sexuales. Dos páginas más adelante hay otro pasaje que amplía con imaginería sexual la relación ya descrita:

    "Pero Cristo la amaba más que a todos los discípulos y acostumbraba besarla en la boca frecuentemente."

Los otros discípulos se escandalizaban y expresaban su desaprobación. Le dijeron:

    "¿Por qué la amas más que a todos nosotros?"

El Salvador les respondió diciendo,

    "¿Por qué no os amo como la amo?" (Los Secretos del Código... p. 63).

Precisamente en un análisis crítico sobre El Código Da Vinci se afirma que

    "... el gran secreto herético, tan odiado y temido por la Iglesia, es efectivamente la sexualidad como sacramento, la divinidad femenina. Eso sí era un secreto que involucraba a Jesús y a María Magdalena y que tenía que ser protegido por la Iglesia. El verdadero papel de ella como sacerdotisa es la clave que, si fuera conocida, habría abierto el camino para que la gente desarticulara la enseñanza de la Iglesia, en particular sobre el lugar de la mujer — y finalmente concluyen los autores — hasta podría llegar a sostenerse que Magdalena es la mujer más importante que jamás haya vivido, sencillamente porque, debido al odio y miedo a su verdadero poder, como se muestra en los Evangelios Gnósticos perdidos, la Iglesia reprimió a generaciones y generaciones de mujeres y degradó toda la sexualidad femenina en su nombre" (Los Secretos del Código... p. 353).

Vale señalar que a esta conclusión se llega sin tener en cuenta los relatos de los propios Evangelios Cristianos donde se señala como María Magdalena fue una de las principales seguidora de Jesús. Fue ella quien le sirvió, se dice que financió, sus peregrinaciones contribuyendo a los gastos de sus seguidores, fue de las mujeres que permanecieron con él durante la crusificación, mientras los hombres salían huyendo del lugar, fue de las pocas que se mantuvieron hasta el final al pie de la cruz. Fue testigo de cómo su cuerpo fue puesto en el sepulcro de José Arimatea. Fue a ella a quien Jesús se le apareció en la resurrección y fue en María Magdalena en quien Jesús confió para que trasmitiera al mundo su mensaje, sus ideas.

La clave en toda esta historia de ocultaciones, tergiversaciones y mentiras que ha durado más de dos mil años esta en el célebre Concilio de Nicea uno de los eventos más importante en la historia del Cristianismo

La historia nos demuestra que al principio no existía un cristianismo sino varios. Uno de estos era representado por los Gnósticos que tenían una concepción distinta a la de los ortodoxos y que hoy podría considerarse cono un cristianismo de izquierda. Para lograr la primacía los primitivos Padres de la Iglesia creían que debían convertir el cristianismo ortodoxo en una fuerza que uniera y fortaleciera al Imperio y que fuera coherente con los valores, la política y las infraestructuras política y militar de este. Esto mismo pensaba el emperador Constantino un hombre lleno de ambiciones y sin escrúpulos No sería una exageración si llegáramos a calificar a Constantino como uno de los primeros grandes oportunistas de la historia, sino el primero. Es bien conocido que este Emperador se convirtió tardíamente al cristianismo para, en una gran e histórica maniobra política, ganarse el apoyo de la Iglesia católica.

Constantino necesitaba una ideología y esta se la podía facilitar la Iglesia, un texto sagrado para su conveniencia y esto lo lograba con la conformación de una Biblia que a su vez determinaba que forma debía tener el cristianismo. Teniendo estos elementos como parte de su estrategia y además en consideración de que la Iglesia Romana se encontraba en una encrucijada teológica es que el emperador Constantino convoca en el 325 a todos los obispos del mundo a una reunión en Nicea una ciudad de la que hoy es Turquia. Es lo que se conoce como el Concilio de Nicea, allí fue donde se impuso el cristianismo que conocemos al mundo, donde fueron aprobadas las escrituras que valdrían para todos los tiempos. Se dice que Constantino intervino y presidió personalmente en el Concilio y que llegó incluso a acuñar parte del lenguaje que se empleo para emitir las opiniones que fueron presentadas como la ultima palabra en estas discusiones.

En el Concilio de Nicea se dijo lo que debía decirse en adelante sobre el cristianismo que conocemos hoy en día, todo cuanto se había dicho y hecho por los otros era pura herejía y como tales había que perseguirlos. Fue así como a partir del siglo IV toda la historia del cristianismo ha estado llena de ocultamientos y falsedades.

Para que se tenga una idea de la clase de cristiano y oportunista que era este Constantino baste conocer que según aparece en Los Secretos del Código

    "... el Emperador cristiano regresó a casa desde Nicea e hizo que su mujer fuese sofocada y su hijo asesinado. Se mantuvo sin bautizar en forma deliberada hasta su lecho de muerte de modo de poder continuar con sus atrocidades y aún así recibir el perdón de los pecados y un lugar en el cielo al recibir el bautismo a último momento" (Secretos del Código... p. 180).

Así se inició la historia del Cristianismo. No en vano se ha afirmado que la historia la escriben los que vencen.

Se habla del surgimiento de una nueva religiosidad como un fenómeno masivo que responde a una insatisfacción generalizada, pero lo cierto es que estamos ante la expresión del deseo de la inscripción en una nueva identidad, frente al vacío al que conduce una modernidad mal dominada, estratificadora y devastadora. Es el resultado de una crisis que sobrepasa la religión y llega más allá de la búsqueda de una nueva religiosidad.

¿Qué hacer? Ya no se trata, como dijera Nicolás Guillén, de "¡Qué enigma entre las aguas!", sino de ¡Que enigma sobre el ser!

Ha sido justamente esta interrogante ante el incesante incremento de ansiedades e incertidumbres lo que, entre otras cosas, ha motivado ese surgimiento del interés por determinadas manifestaciones religiosas en el hemisferio occidental, entre ellas, las de raíces africanas y particularmente el ifaismo, la conocida en Cuba como Regla de Osha o Santería, y la Regla de Palo Monte o Mayombe.

El surgimiento de esta explosión en el ifaismo, la Regla de Osha u otras; no se debe a un retorno a la religión debido sólo a los males señalados anteriormente; tampoco es la expresión de una religiosidad desbordante. Más bien se trata de una ruptura de estos tiempos modernos, no del resurgimiento de un repentino deseo de lo sagrado. Es, como hemos dicho, señales de manifestación de una crisis — que por cierto, no es una crisis cualquiera —, tal vez se trate de los peores momentos de la humanidad. Y en época de crisis, el hombre siempre acude a una tabla de salvación espiritual que le ofrezca soluciones positivas o vías para llegar a ellas.

Uno de los principios básicos del ifaismo es justamente el de enfrentar los momentos de crisis; uno de sus basamentos es el pragmatismo y la búsqueda de soluciones a partir de fórmulas concretas.


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