Estas propiedades naturales permitieron el asentamiento alrededor de la costa interior de poblaciones de pescadores que, poco a poco, se concentraron y especializaron en distintos tipos de funciones económicas relacionadas con la actividad portuaria, incluyendo la del transporte marítimo. Unidas a éstas, las de tipo militar, religioso, etc., coadyuvaron al desarrollo de identidades locales muy particulares.[2] Ambos pertenecientes a la actual provincia Ciudad de La Habana.
Por todos los motivos previamente expuestos, fue muy usual, desde antaño, la afluencia de numerosos barcos y de marineros, hacia este Puerto y Bahía. La navegación de cabotaje por la costa norte, tuvo como destino principal al Puerto de La Habana.
Los peligros naturales que amenazan a toda travesía marítima — por ejemplo, los ciclones tropicales, propios de la temporada que tiene lugar de julio a noviembre — muchas veces fueron aumentados a causa de la persecución practicada por corsarios y piratas europeos enemigos de España.
De modo tal, que el arribo a la Bahía, Puerto y ciudad de San Cristóbal de la Habana, bajo el abrigo de sus fortificaciones, fue para los marinos, soldados y comerciantes, sus asiduos visitantes, símbolo de una gran seguridad. Ellos agradecían, o, solicitaban tal favor, según su filiación religiosa (generalmente católica en el caso de los españoles), a los santos (el protector de la ciudad era San Cristóbal), y/ o, las santas, cuyas devociones eran atendidas regularmente en las iglesias, capillas y santuarios, cercanos al puerto y a sus lugares de alojamiento. Esas acciones se pueden considerar parte de la vida cotidiana habanera.[3]
¿Qué relación hubo entre aquella necesidad de protección y la erección de un Santuario de la Virgen de la Regla dentro de la Bahía de la Habana? ¿Por qué fue escogida esta Virgen y no otra?
Origen del mito católico de la Virgen de la Regla
La devoción a la Virgen de la Regla es originaria de África. Según cuenta la historia religiosa, durante el siglo IV de n.e. la imagen de la Virgen María ofreciendo el don de la Gracia Divina, se le manifestó en un sueño a quien sería canonizado posteriormente como San Agustín. Era conocido por el sobrenombre de "El Africano", porque había nacido en la ciudad de Tagaste, al norte de África. El monje, fundador de una de las reglas más antiguas del catolicismo, eligió una madera propia del lugar, oscura y duradera, para hacer, con sus propias manos la talla original de la imagen que había percibido de forma tan extraordinaria. A los pies de la figura grabó el nombre de la Virgen.
El paso del tiempo trajo como consecuencia la desaparición total de aquella primitiva inscripción, e, irremediablemente, su nombre se borró también de la memoria colectiva. La imagen había sido identificada siempre como el símbolo sagrado de la Regla de San Agustín, de manera que, a falta de otra denominación, comenzó a ser llamada "Virgen de la Regla de San Agustín", o , sencillamente la "Virgen de la Regla".
En Hipona, ciudad de la provincia romana de Numidia, al norte de África, San Agustín fomentó la devoción a su Virgen, cuando aún ocupaba la función de Obispo de aquella urbe. Allí murió y fueron sepultados sus restos mortales. Un siglo después , en 453 d.n.e., al ocurrir la invasión vandálica de Gensérico,[4] un diácono, llamado Cipriano, salvó la imagen de la Virgen, al embarcar en un bote y trasladarla hasta la playa y villa de Chipiona, ubicada en Cádiz. Cipriano, no era marinero y cruzó sin percance alguno el peligrosísimo Estrecho de Hércules, hoy Gibraltar. Tal acontecimiento fue considerado sorprendente por los hombres de mar de aquel tiempo y se asumió como un "milagro", el primero realizado por la Virgen, en medio del mar y en camino hacia el puerto de Cádiz.
El suceso fue difundido rápidamente entre los pescadores y otros hombres de mar del pueblo de Chipiona, y dio lugar al conocimiento y expansión de la devoción por la Virgen africana en tierra hispano-europea. Desde entonces la Virgen de la Regla es muy apreciada por los marineros católicos.
Durante 258 años la imagen permaneció en una ermita fundada por devotos pertenecientes a la Orden de San Agustín en la propia Chipiona. En 711, el Prior del Convento de Ermitaños de Chipiona salvó la imagen de la Virgen de ser destruida por la invasión de los árabes, guardándola dentro de un pozo cubierto por una piedra. Al parecer la ermita fue arrasada. Según afirman la tradición y la historia religiosa, siete siglos después, hacia 1330, la antigua imagen fue encontrada y rescatada por un canónigo regular de San Agustín — que vivía en León,[5] precisamente en el Convento de "Santa María de la Regla" — gracias a un sueño revelador que lo condujo hasta el sitio exacto donde se hallaba aquella reliquia en Cádiz.
Don Pedro Ponce de León, señor de la Villa de Chipiona, al conocer este nuevo "milagro" cedió su castillo a la Orden de San Agustín para la fundación de un monasterio en el que se le ofreciera culto a la imagen, que desde entonces fue llamada "Nuestra Señora Santa María de la Regla", en honor a la Madre de Jesucristo y al convento de León de donde procedía el monje que había realizado el hallazgo.
Es probable que en ese monasterio, o, en sus alrededores, don Pedro de Aranda, castellano, o señor, del castillo de San Salvador de la Punta, una de las principales fortalezas que protegen la entrada a la Bahía y al Puerto de La Habana, comprase una réplica de la primitiva representación de la Virgen, también tallada en madera oscura, y que, alrededor de 1690, trasladara la imagen desde Cádiz hasta el sitio donde se levantaría el primitivo asentamiento ultramarino de Regla.
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