Cuba

Una identità in movimento


La Arquitectura Antillana del Siglo XX: El Sindrome de la plantación (Parte III)

Roberto Segre


Hábitat: dependencia y participación popular

La vivienda típica antillana es el resultado de varios componentes básicos: a) los antecedentes indígenas originarios; b) la cabaña de los pueblos africanos[54]; c) la tipología de la vivienda popular europea; d) la estructura balloon frame y e) el modelo inglés del bungalow. De la articulación entre los factores citados y la incidencia de atributos disímiles, se forja, a finales del siglo XIX e inicios del XX, la tipología dominante del hábitat caribeño. Se trata de una concepción global que luego adquiere múltiples variantes, tanto en el contexto rural y urbano como en los modelos adoptados por los distintos grupos sociales. Paralelamente subsiste la vertiente hispánica de la casa mediterránea de mampostería ubicada dentro de los límites de la manzana cartesiana, bloqueada externamente e introvertida hacia el patio porticado interior. Se trata de la alternativa urbana predominante en Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, similar a la mayoría de las soluciones difundidas por el continente latinoamericano, que caracteriza el período colonial. Esta tipología no incide en el proceso de renovación del hábitat de finales de siglo y reaparecerá en la década de los años veinte, reintepretada por el estilo Neocolonial.

La imagen de la prístina cabaña vitruviana constituye el modelo universal de la célula habitacional campesina. Realizada en piedra, ladrillo, madera o tabla de palma, en concordancia al contexto ecológico en el cual se ubica, define una unidad espacial que se origina en los componentes constructivos y la dimensión fijada por el núcleo familiar básico. De allí el nexo directo que existe entre los "bugios" o "conucos" de caribes, taínos o siboneyes[55] las cabañas de las tribus africanas o los habitáculos de los campesinos pobres canarios[56]. Resultan restringidas las variaciones de los prototipos básicos — planta circular o rectangular, techos cínicos o a dos aguas, uso de la madera, palma, yagua y guano —, elaborados por los pobladores autóctonos[57]. Sus relaciones espaciales — internas y a escala urbanística —, y las alternativas tipológicas establecidas por las jerarquías sociales y la organización de la vida comunitaria de los indígenas quedan truncas una vez que los conquistadores españoles cambian el régimen productivo y diezman la población local. Las configuraciones distributivas de los pueblos africanos no se reproducen en las Antillas, al sustituir los esclavistas la vivienda individual familiar por las condiciones infrahumanas imperantes en el barracón de ingenios y plantaciones[58].

El bohío se convierte en un elemento aislado, autónomo, símbolo del campesino libre o de la ansiada libertad comprada por el esclavo africano. La abolición de la esclavitud en el siglo XIX facilita la creación de comunidades campesinas al margen de las plantaciones. Estructuradas con una distribución arbitraria o desordenada; linealmente a lo largo de caminos y vías de comunicación, ellas recuperan el concepto de vida comunitaria y establecen una variación regional de la tipología de la vivienda vernácula[59]. Con la difusión de los elementos tipificados de madera (ballon frame), y el uso de la cubierta de chapa de zinc que se generalizan en toda la región, la vivienda campesina tiende a romper con la monótona seriación de la imagen, para identificar la personalidad del usuario. No sólo las unidades quedarín diferenciadas por los materiales, el marco ecológico — por ejemplo, el tipo palafético en zonas anegables —, las dimensiones de las células básicas[60] y su esquema de crecimiento, sino también por los valores culturales que identifican el carácter de la entrada — como representación del tránsito de la agresividad del mundo exterior a la protección del núcleo familiar —, su ubicación en la fachada, los componentes decorativos y el tratamiento del espacio interior, el mobiliario y los atributos simbólicos y religiosos que responden a ancestrales tradiciones populares. La case o kaz (en creóle) condensa y representa los mitos de una civilización, haciéndolos visibles al mundo exterior a través de la experiencia individual. Es algo similar a los mensajes gráficos y figurativos que aparecen en todos los microómnibus de Haití: la modernidad de la vida urbana no puede eliminar la espontánea creatividad de los miembros de la comunidad.

Los estudios realizados por Jack Berthelot y Martine Gaumé, demostraron las complejas variaciones existentes entre las viviendas vernáculas de cada una de las islas, motivadas por las disímiles tradiciones culturales de los usuarios. En ellas se manifiestan particularidades comunes con las múltiples lenguas habladas en el Caribe, el sincretismo religioso y las mezclas raciales de diferente origen. A pesar de los limitantes materiales y técnicos, esta arquitectura "sin arquitectos" posee una personalidad propia que la diferencia de las construcciones espontáneas de otras regiones de América Latina. Esta originalidad expresiva de la participación popular, duradera en el medio rural, se pierde en el contexto urbano. Cuando las viviendas de madera son construídas por especuladores o empresarios — en Panamá para albergar a los trabajadores del Canal[61]; en La Habana, los solares o cuarterías en el barrio de Cayo Hueso para los tabaqueros[62], o en la nueva zona de expansión de Puerta de Tierra, San Juan de Puerto Rico[63] —, y adoptan la típica solución de viviendas pareadas o en tira, desaparecen los rasgos identificadores de la célula individual.

Si nos referimos al hábitat de la clase media urbana o rural, encontramos una menor participación a escala del usuario, pero al mismo tiempo, una mayor diversidad de las tipologías planimétricas, espaciales y simbólicas. Aquí no sólo aparece una técnica constructiva importada de Norteamérica — el balloon frame[64] —, sino un sistema proyectual basado en la difusión de modelos de viviendas por medio de catálogos. A raíz del fuerte crecimiento poblacional en Estados Unidos, con posterioridad a la Guerra de Secesión y la expansión hacia el oeste, se hace presionante la demanda de viviendas urbanas y rurales. Por una parte, la proliferación de pueblos en California por la fiebre del oro (1848); luego la ocupación de los territorios arrebatados a México y el desarrollo industrial en las ciudades del Medio Oeste, asienta una población necesitada de un hábitat que excede sobremanera las posibilidades de diseño de los arquitectos existentes. La visión de futuro de algunos profesionales encuentra la solución del problema: realizar proyectos típicos, con una considerable variedad de tamaños y características formales — divididos en dos grandes grupos: para clima frío (gótico); para clima cálido (villa italiana mediterránea); para ambiente rural (rústico o pintoresco); para exigencias heterodoxas (estilo oriental o morisco). Samuel Sloan, George E. Woodward, Andrew Jackson Downing y otros, publican libros y carpetas por miles de ejemplares con perspectivas, planos y detalles constructivos de viviendas — básicamente de madera —, que se ejecutarán masivamente en el país y serán exportados al extranjero[65]. Toda la cuenca del Caribe es sometida a esta influencia, no sólo por las soluciones "tropicales" de algunos de los proyectos, sino debido al peso alcanzado por los inversionistas norteamericanos, quienes equipan con infraestructuras los nuevos latifundios adquiridos en Centroamérica y las Antillas.

A esto se agrega la búsqueda de soluciones arquitectónicas idóneas para la faja "cálida" del planeta, en su mayor parte integrada al Imperio de la Reina Victoria. Las posesiones británicas en Africa, India y el Caribe, requieren viviendas adecuadas para los administradores de los territorios coloniales. De la arquitectura popular hindú se extrae el modelo típico del bungalow — el banggolo, cabaña rural en Bengala —, de una sola planta cuadrada simétrica, con galería perimetral — la verandah — y techo en pendiente a cuatro aguas: esta imagen se convierte en el símbolo del poder imperial inglés[66]. En un comienzo, se construyen artesanalmente, con los materiales locales — madera, ladrillo y techo de tejas o paja —, luego, en la medida en que aumenta la demanda de viviendas para los diferentes niveles de la estructura jerárquica del ejército, la administración, y los técnicos diseminados por el mundo para instalar los ferrocarriles o explotar las minas, se desarrollan empresas productoras de modelos prefabricados de madera, hierro, chapa metálica, zinc corrugado y a principios del siglo XX, también de asbesto-cemento. En los proyectos, al aspecto constructivo se suma la adecuación al clima: se elaboran sofisticados sistemas de ventilación forzada; detalladas carpinterías y celosías para evitar la entrada del sol y los insectos; soluciones de techo inclinado y cielorraso plano que favorezcan el aislamiento térmico[67].

Si bien los primeros esquemas de la vivienda colonial inglesa poseen un carácter predominantemente funcional, en la medida en que se diferencian social y económicamente los usuarios surge la necesidad de otorgarle atributos simbólicos. Proceso similar al que ocurre en Estados Unidos en los proyectos contenidos en los catálogos. La primacía de las soluciones de techos inclinados — apropiados para las zonas de copiosas lluvias — favorece el uso de elementos decorativos medievales sobre la reposada geometría de los ordenes clásicos. Aunque se difundieron ejemplos de casas de madera con ornamentación grecorromana — mansiones situadas entre Virginia y Nueva Orléans —, el carácter volumétrico de la tradición clásica no se prestaba a las exigencias decorativas de las estructuras laminares de madera. Se justifica entonces, la adpción del Neogótico en los modelos diseñados por Downing, — creador del carpenter gothic —, basados en la libertad decorativa orgánica de las formas vegetales fácilmente realizadas con plantilla para su ejecución con las sierras mecánicas. El "estilo" gingerbread se generaliza en Estados Unidos, Inglaterra y se extiende a toda la región caribeña[68]. Su complejidad formal resulta una compensación visual a la hipotética pérdida de jerarquía arquitectónica, al sustituírse la piedra, el ladrillo y el mármol por la madera, ajena ya a la "modenatura" volumétrica de la cultura clásica. La filigrana del gótico, en cambio, carente de espesor y factible de ejecutar en los repetitivos movimientos de la máquina, deja amplio margen a la imaginación creadora de una infinitud de trazados geométricos curvilíneos que a la vez cumplen la función de tamizar la luz tropical y filtrar la indispensable brisa hacia los espacios interiores.

Aunque los catálogos constituyen el punto de partida de la tipología de la vivienda caribeña de madera, no se trató de una traslación mecánica de diseños norteamericanos, ingleses o franceses a las islas. Gran parte de las casas se construían in situ con carpinteros locales quienes interpretaban libremente los planos originales. Ello produce una variedad regional de motivos ornamentales del gingerbread — por ejemplo se reconoce fácilmente el arco trilobulado de Puerto Plata en República Dominicana[69] —, o la similitud de detalles en sitios distantes entre sí, debido a la movilidad de los artesanos — predominantemente West Indians — por las Antillas y en Centroamérica en busca de trabajo[70]. Excede los límites de este estudio un análisis detallado de los modelos de casas victorianas antillanas y sus relaciones con los paradigmas norteamericanos[71], pero cabe señalar que la mayoría de las islas poseen ejemplos de mansiones o modestas viviendas ricamente elaboradas, en términos planimétricos, espaciales y decorativos: citemos las existentes en Port Antonio, Jamaica; Puerto Plata y Santiago de los Caballeros en República Dominicana; Puerto Príncipe y Jacmel en Haití; Santiago de Cuba, Matanzas y Varadero en Cuba; San Germán y Ponce en Puerto Rico[72] y en la mayoría de las capitales de las Antillas Menores. La proyección de esta tipología de la vivienda a escala mundial, desde comienzos del siglo XX, ha identificado el gingerbread — por el arquitecto Bruno Stagno[73] —, como el primer "Estilo Internacional", en el cual la masividad no queda reñida con la diversidad y originalidad de las soluciones. Por ejemplo, existe una diversidad de esquemas de ventanas, cuya concepción difiere en cada una de las islas: la caja perforada que la enmarca en Barbados o el volumen triangular de la demara window en Guyana[74]. Todavía hoy se admira la modestia naíve de los diseños; el equilibrio existente entre la expresión individual y la unidad contextual; el orden y la honestidad impuesta por los materiales y las técnicas constructivas, ajenas a las arbitrariedades kitsch actuales de usuarios y proyectistas.

El aporte más significativo en la definición de una expresión antillana está presente en el tratamiento del espacio interior. La reducción del tamaño de los terrenos y del número de miembros de la familia y de la servidumbre hace imposible conservar los dilatados patios interiores de las viviendas coloniales. Por lo tanto se reduce el ámbito a la interperie y éste se convierte en un espacio cubierto: el zaguán es ahora el corazón de la casa. Cumple varias funciones: primero, elemento de conexión entre las diversas habitaciones; segundo, núcleo de la vida social, desempeña el papel de sala o eventualmente comedor — en la mansión del doctor Yamil Galib (originaria de Ortiz Perichi) en San Germán, Puerto Rico —; por último, establece el efecto chimenea en la ventilación cruzada creada en el interior de la vivienda. Su cubierta ligera — en algunos casos con lucernarios — se eleva por encima de los techos de las habitaciones, ubicándose en los paños laterales, tablillas de madera o cristal que permiten la salida del aire caliente. El zaguán cumple la doble función de cohesionador social y componente técnico y ecológico de la residencia. La tradicional casa-patio es reinterpretada en la modernidad por la casa-zaguán.

El desarrollo del sistema habitacional promovido por la dimensión latifundista de la plantación condiciona, a su vez, el carácter de las estructuras urbanas. Las instalaciones de la United Fruit y de los centrales azucareros requieren de una multiplicidad de pequeños pueblos, tanto en las áreas agrícolas como en las zonas portuarias a lo largo de las costas: en Panamá surgen Colón, Balboa, vinculadas a la creación del Canal, mientras la exportación de frutas tropicales genera Ancón, Corozal, Almirante y Bocas del Toro; Puerto Limón en Costa Rica. En República Dominicana se fundan, como apoyo al azúcar, Sánchez, en la bahía de Samaná, y La Romana en proximidad de San Pedro de Macorís. En Puerto Rico, el Central Aguirre constituye la principal fábrica de azúcar de la isla[75]. En Cuba se produce un fenómeno de colonización por grupos de agricultores norteamericanos y de origen europeo — alemanes y suecos —, que se instalan en diversas regiones del país para impulsar las plantaciones de cítricos: entre las más importantes se encuentra el pueblo de Nueva Gerona en la Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud); en Camagüey se fundan La Gloria Colony donde se asientan tres mil norteamericanos (1914), Ceballos, Palm City, Riverside y Canet[76]. En la provincia de Oriente, culmina el Ferrocarril Central llevado a cabo por Sir William Van Horne quien crea el puerto de Antilla (1907) en la Bahía de Nipe en coordinación con la United Fruit, cuyas principales instalaciones se ubican en el pueblo de Banes en la provincia de Holguín[77]. Paralelamente surgen los colosos cubanos de la industria azucarera — el central Hersey (1919) en la provincia de La Habana; el Jaronú (1921) en Camagüey; el Chaparra (1901) y el Delicias (1911) en Las Tunas; el Preston (1907) en Holguín.

En la mayoría de los casos se adopta una cuadrícula regular, cuyo centro está formado por un parque rodeado de los servicios comunitarios esenciales. Las viviendas de madera, responden a esquemas diversos de acuerdo con la categoría social de los usuarios. En los bateyes azucareros existe una férrea segregación de clase que se expresa en las características diferenciadas de la arquitectura, desde la residencia aislada del propietario o administrador, rodeada de fuentes y jardines, hasta el barracón de los cortadores de caña, negros, chinos o jamaiquinos, que mantiene las características originales de las viviendas de los esclavos. Entre ambos extremos se encuentran las casas de los empleados norteamericanos, de los cubanos, de los técnicos de la industria, cada una de ellas con dimensiones y formas de agrupamiento diferentes: a) el modelo de bungalow aislado; b) las tiras de casas de madera pareadas con galerías a lo largo de las calles; c) el sistema planimétrico curvilíneo "pintoresco" aplicado en el central Aguirre de Puerto Rico. Resulta una excepción el batey del central Jaronú en Camagüey (1919-1921) — uno de los mayores del mundo, perteneciente a la American Sugar Refining Co., con propiedades en Hawai y Filipinas —, construído en mampostería con motivos clásicos palladianos y reminiscentes de Boullèe y de las Salinas Reales de Ledoux que unifican el tratamiento de todos los edificios, desde la mansión del administrador hasta el barracón de los trabajadores manuales[78].

En resumen, mientras las estructuras de hierro aplicadas a los edificios sociales conservan la trama urbana compacta de las ciudades caribeñas, el hábitat surgido de la técnica del balloon frame se corresponde con el asentamiento disperso que genera el modelo anglosajón, basado en la autonomía de la vivienda individual. O sea, que los primitivos núcleos coloniales de trazado unitario, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se complementan con los barrios residenciales suburbanos que reproducen el esquema de la Ciudad Jardín. La "provisionalidad" de la arquitectura de madera asumida de la plantación ha entrado en algunas ciudades antillanas con un efecto disgregador y desintegrador de los esquemas planimétricos originarios.


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    Citas

      [54] Marianno Carneiro da Cunha, Da Senzala ao Sobrado, Arquitetura Brasileira na Nígeria e na República Popular do Benim. Fotos Pierre Verger, Editora Nobel, EDUSP, San Pablo, 1985.

      [55] Alicia García, Trinidad, arquitectura doméstica y sociedad colonial (en prensa), La Habana, 1986. Cita de Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, pág. 163: "Las casas en que moraban (...) llaman buhio en estas islas todas (lo que quiere decir casa o morada)".

      [56] Jesús Guanche, "Vivienda campesina tradicional e identidad cultural cubana". Temas No. 5, Estudios de la Cultura Cubana, La Habana, 1985, pág. 87.

      [57] Eugenio Pérez Montás, República Dominicana. Monumentos Históricos y arqueológicos. Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México, 1984, pág. 18. Ver también: Manuel García Arévalo, El arte taíno en la República Dominicana. Artes Gráficas Manuel Pareja, Barcelona, 1977.

      [58] Juan Pérez de La Riva, El barracón y otros ensayos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pág. 43; y Louisa Mathilde Woodruff, My Winter in Cuba, E.P. Dutton & Co., Church Press, Nueva York, 1871, pág. 187. Reproducido en: Nara Araújo (Rec.), Viajeras al Caribe, Casa de las Américas, La Habana, 1983, pág. 312. "El barracón: una estructura cuadrangular cuyo exterior sólo presenta a la vista una pared alta, sin otra abertura que un arco macizo y sombrío cerrado por un portón de hierro... Nada agradable allí adentro, ningún verdor fuera, ninguna amplitud o variación, ningún retiro saludable..."

      [59] Aparece detalladamente registrada en: Arquitectura tradicional del Caribe, CARIMOS. Exposición en la Facultad de Arquitectura, Recinto Universitario de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, San Juan, 1985.

      [60] Jack Berthelot, Martine Gaumè, L'Habitat populaire aux Antilles. Editions Perspectives Creóles, Pointe-á-Pitre, 1982, pág. 22. En Barbados predomina la dimensión de la célula de 3x6 m., de acuerdo con el modelo traído de Boston; en Guadalupe, Puerto Rico y Aruba, el módulo es de 3x3, proveniente de Louisiana.

      [61] Samuel A. Gutiérrez, Arquitectura de la época del Canal (1880-1914), y sus paralelos norteamericanos, franceses y caribeños. EUPAN, Ciudad de Panamá, 1984, pág. 126.

      [62] Roberto Segre, La vivienda en Cuba en el siglo XX: República y Revolución. Editorial Concepto, México, 1980, pág. 11.

      [63] Aníbal Sepúlveda, San Juan. Historia ilustrada de su desarrollo urbano, 1508-1898. Carimar, San Juan, 1989, pág. 144.

      [64] James Marston Fitch, American Building 1: The Historical Forces That Shaped It. Schocken Books, Nueva York, 1973, pág. 121. El autor cita Augustine Taylor como inventor del sistema, a partir de la tesis doctoral de Walker Field. Sin embargo Sigfried Giedion atribuye su primera aplicación a George Washington Snow (1797-1870), op. cit., pág. 370.

      [65] Sloan's Victorian Buildings. Illustrations and Floor Plans for 56 Residences and Other Structures. Introduction: Harold N. Cooledge. Dover Publications Inc., Nueva York, 1980; Woodward's Victorian Architecture and Rural Art. American Life Foundation, Watkins, Glen., Nueva York, 1978; A.J. Downing, The Architecture of Country Houses, Introduction, J. Steward Johnson. Dover Publications Inc., Nueva York, 1969.

      [66] Anthony D. King, The Bungalow. The Production of a Global Culture. Routledge & Kegan Paul, Londres, 1984, pág. 14.

      [67] Anthony D. King, op. cit., pág. 116. Los diferentes tipos "tropicales" de viviendas son exportados por empresas de Londres, Glasgow, Liverpool, Norwich. En 1880, Boulton & Paul de esta ciudad, envía casas a Africa y América Latina. En 1910/20, G.S. Samson publica Houses, Villas, Cottages and Bungalows for Britishers and American Abroad. En 1910, Turner Brothers, The British Uralite Company y Bell's United Asbestos Company, producen la vivienda de asbesto cemento. En 1895 el Dr. John Murray, plantea la importancia de la ventilación en los climas cálidos, en el libro: How to Live in Tropical Africa.

      [68] John Maas, The Gingerbread Age. A View of Victorian America. Greenwich House, Nueva York, 1983, pág. 64.

      [69] José Augusto Puig Ortiz, Robert S. Gamble, Puerto Plata: La conservación de una ciudad. Inventario. Ensayo histórico arquitectónico. Editorial Alfa y Omega, Santo Domingo, 1978.

      [70] Samuel A. Gutiérrez, La arquitectura en dos archipiélagos caribeños, op. cit. pág. 33. El autor realiza un exhaustivo estudio de las relaciones que se establecen entre las viviendas de madera construídas en Bocas del Toro, Colón, San Andrés, Bluefilds, Puerto Limón, Kingston, Nueva Orleáns, etc.

      [71] Virginia y Lee McAlester, A Field Guide to American Houses, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1990. Los autores realizaron una exhaustiva clasificación de las viviendas unifamiliares suburbanas en Estados Unidos, que permitiría clasificar los modelos asumidos en el contexto antillano.

      [72] Cabe señalar la importante tarea de documentación y levantamiento de las principales mansiones de San Germán, realizada por el Colegio de Arquitectos de Puerto Rico, bajo la dirección de Jorge Rigau, con estudiantes de la Facultad de Arquitectura. Asmismo, diversos libros han documentado las casas de madera de las islas. Entre otros, ver: Geoffrey de Sola Pinto, Anghelen Arrington Phillips, Jamaican Houses. A Vanishing Legacy. Stephenson Litho Press, Kingston, 1982.

      [73] Bruno Stagno, "El primer estilo internacional en arquitectura", Habitar No. 14, San José, mayo 1984, pág. 18.

      [74] Yolanda Wood, "Repertorio de la plástica guyanesa", Del Caribe No. 18, Año VII, Santiago de Cuba, 1990, pág. 42.

      [75] Enrique Vivoni, "Aguirre en la memoria", El Nuevo Día, San Juan, 28/1/1989. pág. 1.

      [76] Enrique Cirules, Conversación con el último norteamericano. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1988, pág. 7.

      [77] José Vega Suòol, "La colonización norteamericana en el territorio nororiental de Cuba, 1898-1933", Anales del Caribe No. 10, Casa de las Américas, La Habana, 1990, pág. 227.

      [78] Clara Caballero, Evolución del hábitat en los bateyes azucareros: República y Revolución. Tesis de Graduación, Facultad de Arquitectura, ISPJAE, La Habana, 1987. A su vez, el martiniqueño Claude Yacoub y el chileno radicado en Costa Rica, Bruno Stagno, rescatan las categorías de "criolla" y "mestiza", al referirse a la arquitectura realizada en nuestra región. Más que el sitio o el contexto — elementos estables y constantes —, se otorga mayor importancia a la mezcla e interrelación de razas, etnias, idiomas, tradiciones y culturas. Sin embargo, discrepando del enfoque conceptual de Graziano Gasparini, es lícita su duda ante el carácter restrictivo y localista de estos términos, originados en una particular expresión de las edificaciones populares coloniales).

 

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