Cuba

Una identità in movimento


Una interpretación de la historia de Cuba desde el 2001 (Parte IV)

Armando Hart Dávalos


Por analogía me he acogido a un antiguo principio del Derecho Romano en cuanto a que se podían asumir las herencias a beneficio de inventario. Aconsejo a mis descendientes asumir la tradición socialista del siglo XX a beneficio de inventario y, por tanto, sometiéndola a un riguroso análisis y reflexionando acerca de el porqué no resultó mejor.

La historia de Cuba muestra que la necesidad de la moral está insertada como un elemento sustantivo en el nacimiento y desarrollo de la nación y que ella está presente de manera insoslayable en la práctica de una política culta. La evolución de la sociedad cubana de estos dos siglos probó que un elemento básico de la comunicación social consiste en desarrollar fundamentos éticos que respondan a los intereses comunes que se resume en la frase de Martí, "con todos y para el bien de todos". Por esta vía llegamos nosotros a una fundamentación de las aspiraciones socialistas de la nación cubana.

Desde luego, recibimos también la influencia de las luchas independentistas de Nuestra América. Bolívar era y es uno de nuestros grandes paradigmas; Martí se consideró siempre discípulo de Bolívar, dándole continuidad, a fines del siglo XIX, a las ideas que expuso a comienzos de ese siglo.

Influyó en nosotros la cultura europea más avanzada y, obviamente, el pensamiento socialista, la Revolución mexicana de 1910; la rusa de 1917. Los combates antimperialistas que nos simbolízamos en Augusto César Sandino y las luchas antifascistas, especiaimente las de la España republicana, tenían un gran peso en todos nosotros. Con cuánta atención los adolescentes y jóvenes cubanos de los años 30 y 40 seguíamos el curso de la guerra que felizmente condujo a la derrota del nazismo. Pero, en el trasfondo de nuestras ideas y sentimíentos, estaba el hecho de que en los años 50 existía un gran vacío ético en la superficie política de la sociedad cubana. Hoy reflexionamos sobre los vacíos éticos y los efectos desastrosos que pueden ocasionarle al desenvolvimiento histórico de diversos países y de la humanidad. También en nuestro país los debemos tener, y los tenemos muy presentes.

La corrupción había penetrado por todos sus poros en el sistema cubano hasta hacerlo inoperante para enfrentar los retos del país. Desde el seno de la tradición revolucionaria de 1930, Eduardo Chibás promovió una destacada acción política contra la inmoralidad que corroía todos los estratos de la vieja sociedad. Se suicidó el 5 de agosto de 1951. El vacío creado por su muerte lo aprovechó Fulgencío Batista para dar el golpe de estado el 1° de marzo de 1952.

Los grupos burgueses nacidos a la sombra del imperialismo cayeron en una contradicción definitiva. Los más reaccionarios apoyaron la tiranía en alianza con una parte del lumpen de donde precisamente había surgido Fulgencio Batista y que constituía la espina dorsal de las Fuerzas Armadas.

A los burgueses derrocados del poder político en 1952, que tenían una cierta aspiración democrática, no les fue posible adscribirse oficialmente al gobierno tiráníco, porque éste los había desplazado del dominio público; de haberlo hecho hubieran dejado de ser demócratas y habrían caído en la peor ignominia ante el pueblo. Pero ellos no podían ofrecer una fórmula revolucionaria ya que su debilidad como grupo social era muy grande. Entre la corrupción de las costumbres públicas, el enriquecimíento de sus principales personeros, la vacilación y entrega al imperialismo yanqui, les resultaba imposible enfrentar una tarea de restauración democrática de carácter burgués.

Así las cosas, los estudiantes y trabajadores irrumpieron con fuerza propia en el escenario político, en defensa de la Constitución de la República.

Así surgió la acción revolucionaría del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Fidel. Este hecho produjo un movimiento moral y cultural de vasto alcance social. Es que, como hemos insistido, la realidad no se halla sólo en los fenómenos que se aprecian a simple vista, sino también en las necesidades que se encuentran en el sustrato y las esencias de la vida social. Captarlas y asumirlas de forma práctica para satisfacerlas es el mérito de los grandes forjadores de la historia.

El asalto a la segunda fortaleza militar del país significó la réplica necesaria a las implicaciones del golpe de Estado de Fulgencio Batista con el beneplácito y apoyo norteamericano. La heroicidad y audacia de los combatientes repercutieron decisivamente en la situación política y social.

La génesis de la Revolución Cubana, que en 1961 proclamó su carácter socialista, está en el Moncada. Aunque la gesta iniciada entonces no revelaba ese contenido, si se hallaba en sus exigencias económicas, sociales y morales que, más tarde, desde 1959 y hasta 1961, sirvieron de presupuesto para un programa de esta naturaleza.

¿Cuál era el contenido presente en el programa y las aspiraciones del Movimiento 26 de Julio, que como una constante recorren la historia de la Revolución durante casi cuarenta y cinco años? Se halla en que se fusionaron las mejores tradiciones éticas de la sociedad cubana con la necesidad de medidas emancipadoras, económicas y sociales.

Sentido ético de la vida y programa de redencíón humana y social estuvieron presentes en la médula de aquellos acontecimientos que Fidel describió con magnífica prosa en el documento fundador La historia me absolverá. La necesidad de llegar a un gran público, tal como lo impone el quehacer político, obliga a una literatura que para ser con secuente con los objetivos propuestos debe poseer rigor intelectual.

Hay un hecho objetivo: la Revolución cubana fue la primera y hasta hoy la única de inspiración socialista que triunfó en occidente. Si partimos del hecho objetivo de que las últimas cuatro décadas están marcadas por el declive del socialismo en Europa y en la URSS que condujera al derrumbe del muro de Berlín y la desaparíción del Estado soviético, llegaríamos a la conclusión de que la proeza revolucionaria cubana y la sabiduría política con que se manejó por Fidel Castro todo este proceso es realmente singular. Pero lo es no sólo por los indiscutibles méritos personales de Fidel Castro, sino porque él representa una tradición revolucionaría cubana y latinoamericana que es necesario tomar muy en cuenta. No lo estoy diciendo hoy, lo hemos creido siempre. En novíembre de 1959, cuando se produjo una complejísima discusión en el Consejo de Ministros en relación con el socialismo y cuando aún no se había declarado este formalmente por la Revolución, dije:

Cuba siempre ha insertado los valores universales de la cultura occidental a su propio desarrollo, pero los ha asumido con carácter propio y transformándolos y enriqueciéndolos.

Así fue con el ideal cristiano, con la modernidad europea y ocurrió con el socialismo. Para entender a Cuba hoy y las razones de su capacidad de resistencia hay que estudiar la evolución económico-social del país y cómo ésta se reveló en el desarrollo de las ideas.

La significación internacional de nuestro país no se generó por una prepotencia ni por un ridículo nacionalismo estrecho, sino por la geografía, la economía y la historia de la "Llave del Golfo". Ello está determinado por factores objetivos que no resultan simplemente coyunturales y que generaron una capacidad de resistencia en nuestros pueblo frente a las fuerzas que a lo largo de casi dos siglos se opusieron, primero a que Cuba fuera nación, y después trataron de aplastarla o absorberla.

Esta nación se forjó con la oposición de los mayores poderes de la época: España, Estados Unidos e Inglaterra; irrumpió el 10 de Octubre de 1868; libró una batalla de 30 años contra el poder colonial hispánico en América, cuando la metrópoli concentró todas sus energías para evitar su independencia; fue escenario de la primera guerra imperialista moderna en 1898 y, por consiguiente, del ascenso de Estados Unidos a potencia mundial, que aún cuando desvió y retrasó su desarrollo libre, no pudo aplastar, como mostró el proceso iniciado en el Moncada, la tradición patriótica que venía de la pasada centuria, en octubre de 1962 estuvo en el vórtice del suceso potencialmente más dramático y decisivo de la guerra fría, es decir, la "crisis de los cohetes", y aunque se ha mantenido contra ella el acoso imperial más violento durante casi cuatro décadas, ha resistido y mantiene en alto las banderas de su soberanía e independencia.

La idea martiana de ayudar con la independencia de Cuba y las Antillas al equilibrio del mundo tiene antecedentes en las advertencias de José María Heredia al Presidente Adams. Este último había dicho que Cuba no podía ser libre porque se apoderaría de ella un estado europeo. El insigne poeta le respondió que, en tal caso, se provocaría una convulsión social en toda la civilización occidental. A la vez, esta situación se colocó, 150 años más tarde, cuando la Crisis de Octubre, en el centro de los más graves conflictos internacionales de la guerra fría. Potencialmente fue, sin dudas, la contradicción más peligrosa entre la URSS y los Estados Unidos.

En cierta ocasión, alguien nos preguntó que si Cuba se había podido mantener después del derrumbe porque tenía alianza secreta con un país poderoso. Le respondimos: es que los norteamericanos deben calcular lo que ocurriría con un Vietnam en el Caribe. Sus efectos sobre el equilibrio del mundo serían incalculables.

Una nación que ha tenido esta capacidad de combate y resistencia para enfrentar tan graves obstáculos durante cerca de 150 años, saldrá victoriosa en los enfrentamientos sociales, económicos y políticos generados por las novísimas formas de internacionalización de las riquezas. Estos son los problemas esenciales que se plantean a la Cuba de hoy y de mañana pero, desde luego — sépase Con claridad — concierne no sólo a nuestro país, sino que ellos involucran a la moderna civilización capitalista e incluso a la humana.

Estos retos los asumimos en la Cuba actual a partir de esta gran historia y, en particular, de la conciencia revolucionaria fortalecida en estas cuatro décadas en que el sentimiento universal e internacionalista del país creció en medio de innumerables dificultades. Cuando jóvenes, se nos decía que Cuba siempre tenía que depender de un país extranjero, que Cuba no podía mantenerse sola, aislada. Luego que se hizo la Revolución con nuestras propias fuerzas, con nuestros propios empeños, nos confirmamos que podíamos tener un destino realmente independiente en el mundo. Pero como ha dicho el compañero Fidel Castro, no escogimos el mundo en que triunfó la Revolución, y lo que pensábamos en 1959 es lo que deseamos esencialmente hoy con mayor experiencia.

Hay que recordar que en los umbrales de 1960, éramos un país sometido al neocolonialismo norteamerícano, estábamos en un mundo dividido en esferas de influencia entre las potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial con la singularidad de que se enmarcó en el conflicto ideológico, cultural y político entre el ideal socialista y el sistema capitalista mundial y en medio de acentuada campaña anticomunista de los primeros quince años de la guerra fría.

En contraste con este panorama internacional, sonó en todo el país una expresión popular que decía: ¡Si Fídel es comunista, que me pongan en la lista! Esta frase sintetizó la evolución de forma natural de lo que estaba aconteciendo en la conciencia patriótica de la inmensa mayoría del pueblo. Ella marcó para siempre la originalidad de nuestro proceso a partir de la tradición revolucionaria que hemos descrito aquí.

Estamos iniciando el siglo XXI y, por tanto, el tercer milenio de la era cristiana. Nuestra Revolución, la que forjó una nación en los tiempos de La Demajagua y la que ha mantenido en alto sus ideales independentistas durante estos 140 años, se enfrenta a nuevos desafíos. En estas primeras décadas del siglo XXI nuevas generaciones tomarán las banderas de este legado histórico que se llama Cuba. Con las experiencias de todos estos años podemos hoy analizar el reto que el país tiene delante. En todo caso, se trata de una nueva situación a enfrentar. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar, hay que caracterizar y actualizar la naturaleza del imperialismo; en segundo lugar, es necesario asumir de manera cada vez mas profunda las ideas cubanas tal y como pueden ser aplicadas en tiempos radicalmente diferentes al de los siglos XIX y XX.

Debemos estudiar la sociedad norteamericana, es decir, el carácter postmoderno del imperialismo — para emplear su propia expresión. Desde hace 200 años las oligarquías dominantes en Ñorteamérica han considerado a Cuba parte de su territorio; es una herencia ídeológica que tienen que superar si no quieren poner en peligro al mundo. La idea de que Cuba les pertenece estuvo en la mente de los fundadores del Norte. El espíritu de la Doctrina Monroe se halla vivo en la mala conciencia de la sociedad norteamericana que domina sus decisiones y lo hace incurrir en locuras cada vez más evidentes que pueden llevarlos a la propia ruina del sistema norteamericano. Este hecho está siempre presente, mientras no haya un cambio radical de la política interna y externa de Estados Unidos — y no hay duda de que la habrá —, pero mientras tanto, por un tiempo que puede ser más o menos prolongado, el peligro existe.

Hoy tenemos que enfrentar estos retos en el momento en que se aprecia un declive pronunciado de la vida espiritual norteamericana. Es cada vez más evidente, lo cual hace cada vez más peligrosa — si cabe — la situación y nos obliga, con mayor razón a desarrollar contactos con el pueblo de Estados tjnidos y a profundizar en el plano de la batalla de ideas y de la cultura. Analicemos el asunto a la luz de las ideas culturales.

El carácter esencial de las contradicciones de este tipo en el mundo actual y del futuro viene dado por la capacidad que tengan las diversas culturas de ser factor de integración y o de serlo de desequilibrio, desunión y desintegración. Veamos ahora cómo se comporta objetivamente en Norteamérica.

Como queda dicho, la integración o desintegración es ele hecho central del debate cultural del siglo XXI. La situación en Norteamérica presente señales evidentes de fractura que han sido expuestas por eminentes personalidades académicas de ese país. El profesor de la Universidad de Harvard, Daniel Bell, señala lo siguiente:

Luego señala:

Más adelante plantea:

Así están las cosas en el mundo al que nos invitan a pertenecer. No nos negamos al diálogo constructivo, pero tiene que fundamentarse en el principio martiano de que el mundo se injerte en nuestro país, pero que el tronco sea de nuestro país. No hay otra alternativa para entenderse no ya con el gobierno, sino con la nación, la historia y la sociedad representadas por José Martí en el siglo XIX y por Fídel Castro en el siglo XX.

En el mundo actual es deber moral de los hombres y mujeres de todas las edades y en especial de los intelectuales, estudiar los elementos desintegradores de la modernidad norteamericana. Martí, hace más de cien años, denunció la existencia en Estados Unidos de los gérmenes funestos que amenazaban con destruir ese país y precisó sus raíces fundamentales. Las describió en el divorcio, por él denunciado, que existía entre el desarrollo económico individualista y las limitaciones de la vida espiritual en Norteaméríca.

Alguien me dijo una vez críticamente que yo consideraba que todo era cultura. Le respondí: ella está en todo y donde no se halla se encuentra la ignorancia, el camino de la barbarie y también la mediocridad carente de entusiasmo creativo. Recordaba Luz y Caballero que el entusiasmo nunca fue patrimonio de los mediocres.

Nuestras ideas de hoy se afincan en la tradición espiritual de la nación cubana y están presentes en la política de nuestra Revolución triunfante el 10 de Enero de 1959, Félix Varela - dijo Luz y Caballero - nos enseñó a pensar. Podríamos agregar: Luz y Caballero nos enseñó a conocer, José Martí a actuar y Fidel Castro a vencer.

Todo este aporte del patrimonio cultural cubano, de la unión entre pensar, conocer, actuar y vencer resulta cada día más necesario para enfrentar los retos políticos, ideológicos y culturales del siglo XXI. Debemos asumír plenamente estos desafíos con Martí y sus radicales concepciones acerca de la educación como medio eficaz para alcanzar la felicidad y el mejoramiento humano. Ser culto es el único modo de ser libre.

El drama ha tomado dimensión infinitamente superior al de cualquier época anterior y las dificultades son también infinitamente mayores que nunca antes, pero no deja de ser el drama humano y como tal hay que enfrentarlo. Cuandó se debata acerca del futuro de la civilización y de la idea del progreso en estos comienzos de siglo y de milenio hay que tomar en cuenta un princioio esencial de la filosofía de Marx y Engels. No se trata de describir los fenómenos, sino de que el hombre emprenda las acciones necesarias a favor de la liberación humana.

Ha llegado la era de que la filosofia se ocupe, además de interpretar el mundo, de transformarlo. Filosofía que no encierre la idea o la aspiración de transformación no tiene valor para abordar los temas claves de nuestra época. No se trata de plantearse un modelo, sino de un principió ético universal: la liberación del hombre por el hombre sin la cual la historia habrá concluido y no precisamente al modo que predijo un tecnócrata del imperio, sino de verdad.

Para defender los intereses de las masas trabajadoras y explotadas, que son los de la humanidad, y enfrentar los elementos del desorden que el sistema social imperialista está generando, debemos exaltar la historia de la cultura humana desde la más remota antigüedad hasta este fin de milenío sin traumas ni "ismos" ideologizantes que desde el mítico Prometeo encadenado, víene imponiéndole freno de forma dramáticamente recurrente a la imaginación, la inteligencia, la ternura y al espíritu solidario y asociativo que se halla potencialmente vivo en la conciencia y naturaleza humana.

Desde Cristo y Espartaco hasta Che Guevara hay una historia de retrocesos y avances, pero ha quedado en pie, erguida la imagen de los grandes forjadores de las ideas redentoras y es obligación de quienes sentimos el ideal cubano orientados en el pensamiento de José Martí, alertar sobre los gravisimos problemas de desintegración cultural que una nueva fase de internacionalizacíón de la riqueza desarrollada sobre bases imperialístas está creando en el mundo.

Cuba presenta como respuesta a la fragmentación y decadencia de las ideas modernas que se observa hoy en el mundo, la solidez de un pensamiento cultural orientado a la integración y el equilibrio que tiene raíces en la mejor tradición occidental, la que desde José Martí los cubanos venimos renovando y actualizando con los progresos de la ciencia y la cultura universal.

Un pensamiento de Fidel Castro nos puede servir de guía esencial para emprender esta tarea:




Parte IParte IIParte III — Parte IV




Tomado de: Dr. ARMANDO HART DÁVALOS, Una interpretación de la historia de Cuba desde el 2001, Collección Pensamiento, Oficina del Programa Martiano, La Habana, 2001.


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