Cuba

Una identità in movimento


FAU 1960-1975: Los "años de fuego" de la cultura arquitectónica cubana (Parte III)

Roberto Segre


También se iniciaron intercambios con profesionales extranjeros de prestigio. La Universidad de La Habana, a partir de los años setenta, organizó cursos de verano, y en Arquitectura estuvo presente el equipo de diseñadores franceses formado por Michel Courajoud, Michel Allegret y Borja García-Huidobro. A la especialidad de Planificación Física fue invitado Kevin Lynch, quién en varias oportunidades impartió cursos en La Habana. Al acometerse en el Micons el plan de construcciones escolares, Josefina Rebellón aglutinó en el taller un equipo de jóvenes arquitectos de talento y se relacionó con la Escuela para desarrollar cursos y seminarios. Fernando Salinas asumió esta responsabilidad y logró que se celebrara en 1972 un ciclo de conferencias impartidas por Claude Schnaidt, Gui Bonsiepe y Tomás Maldonado.


Las bases teóricas en la formación del arquitecto

Históricamente la Universidad adquiere prestigio tanto por la calidad de los profesionales que forma como por la generación de ideas y planteamientos teóricos renovadores. De allí la existencia, en los principales centros docentes del mundo, de editoriales universitarias que difunden las investigaciones y el pensamiento de los miembros de la comunidad pedagógica. En Cuba, durante la primera mitad del siglo, pocos recursos tuvo la Universidad de La Habana para imprimir libros especializados. En la Facultad de Arquitectura, sólo aparecieron folletos de las cátedras — la Cátedra "M" de Historia del Ornamento, dirigida por Pedro Martínez Inclán, quién difundió algunos textos de urbanismo —, y excepcionalmente un pequeño libro de Joaquín E. Weiss[37]. En la mayoría de los casos, las publicaciones eran financiadas por los profesores, como ocurrió con los dos tomos de historia escritos por Joaquín Weiss, La arquitectura de las grandes culturas. Tampoco se traducían libros extranjeros: primero, porque la demanda era muy pequeña y no justificaba la inversión; segundo, porque se importaban las ediciones originales, tanto de Estados Unidos, España o la Argentina, que cubrían los principales temas relacionados con la arquitectura. La biblioteca de la Facultad y del Colegio de Arquitectos mantenían una relativa actualización, tanto en las suscripciones de revistas como en los libros requeridos por alumnos y arquitectos. Por último, dado el carácter restringido del acceso a la universidad, en general los estudiantes disponían de recursos económicos para la adquisición de las publicaciones.


Con el advenimiento de la Revolución, la entrada masiva de alumnos a la Universidad y el inmediato bloqueo económico a Cuba por Estados Unidos, produjo una crisis en el abastecimiento de materiales docentes ante la imposibilidad de obtener los textos básicos necesarios provenientes de los países capitalistas. La drástica solución consistió en reproducir — las llamadas ediciones "fusiladas" — los libros indispensables en cada carrera: en la Facultad de Tecnología, The Engineer’s Manual de Hudson[38] inauguró esta apropiación "revolucionaria", mientras en la Escuela, tuvo la prioridad el Saber ver la arquitectura de Bruno Zevi. Fernando Salinas y Raúl González Romero, asumieron la responsabilidad de la selección de los textos a editarse, ayudados por las sugerencias del colectivo de profesores. Anteriormente, con recursos económicos del Micons, fueron adquiridos para la biblioteca todos los libros de arquitectura que aún existían en las librerías de La Habana. En un gesto de particular generosidad, el profesor René Calvache donó toda su biblioteca a la Facultad. Años después Segre descubrió, abandonada en un almacén, la colección de libros de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Villanueva, que engrosó el acervo de la Cujae.


Si bien al inicio los títulos editados por la Cooperativa de la Facultad, se vendían a los estudiantes a precios irrisorios, al instaurarse el sistema de becas en la Cujae a partir de 1965, los manuales utilizados en cada asignatura fueron entregados gratuitamente a todos los alumnos, lo que representó un gigantesco esfuerzo económico por parte del Estado. De allí la cuidadosa selección de libros que abarcasen la mayor latitud temática en cada especialidad, y cuyos contenidos conceptuales, reflejaran las diferentes tendencias del pensamiento arquitectónico contemporáneo: entre otros, en diseño se reprodujo el Arte de Proyectar en la Arquitectura de Neufert; Teoría de la Arquitectura de Enrico Tedeschi; Alcances de la arquitectura integral de Walter Gropius; el Diccionario Ilustrado de la Arquitectura Contemporánea; en urbanismo, Ideología Urbanística de Fernando Ramón; Ciudades en evolución de Patrick Geddes; Diseño de núcleos urbanos de Frederick Gibberd y La imagen de la ciudad de Kevin Lynch; en fundamentos, La nueva visión de Lázlo Moholy-Nagy; Fundamentos del diseño de Robert Gillam Scott; en estructuras, el Razón y ser de los tipos estructurales de Eduardo Torroja; en historia, primero la Historia de la arquitectura moderna de Bruno Zevi; posteriormente los dos tomos de Leonardo Benévolo, el Esquema de la arquitectura europea de Nikolaus Pevsner y la Historia de la arquitectura en Iberoamérica de Mario J. Buschiazzo. Nunca hasta entonces, los estudiantes de arquitectura dispusieron de una biblioteca personal especializada como ocurrió en esta década.


Dentro de la vorágine que se vivía en esos años, resultaba difícil la concentración necesaria para escribir textos o realizar investigaciones. Sin embargo, en la Escuela se acometieron algunas líneas básicas de trabajo: a) la edición de folletos con los temas impartidos en las asignaturas; b) el estudio de la arquitectura y el urbanismo en Cuba; c) la difusión de la obra de la Revolución; d) el conocimiento de la experiencia soviética. Por su formación teórica, Rallo y Segre produjeron la mayor parte de las publicaciones de los años sesenta: el primero, dedicado a los temas del color y el asoleamiento[39] — había logrado construir en la Escuela un "heliodón", para verificar el asoleamiento en las maquetas de los edificios proyectados —; el segundo, redactando la totalidad de las clases de historia de la arquitectura, desde la Edad Media hasta el siglo XX[40]. Ante la celebración del Congreso de la UIA en La Habana, Rallo fué encargado de redactar un panorama de la arquitectura y el urbanismo en Cuba, desde sus orígenes hasta nuestros días, en colaboración con el fotógrafo Paolo Gasparini, un equipo de estudiantes y el apoyo logístico del Minfar, reuniéndose la mayor colección de fotos aéreas de las ciudades cubanas. Sin embargo, por contradicciones entre Rallo y funcionarios del Ministerio de Cultura, el libro ya emplanado con espectaculares ilustraciones no se editó[41]. El intento de lograr una lectura marxista de la evolución territorial y urbana de Cuba, fue continuada por Segre, al organizar un grupo de trabajo dedicado al estudio de La Habana — Grupo de Investigaciones Históricas de la Arquitectura y el Urbanismo (GIHAU) —, que dibujó todas las fachadas del centro histórico de la ciudad y colaboró en la intepretación de las principales etapas del desarrollo urbano[42].


Tempranamente comenzó a difundirse la obra arquitectónica de la Revolución. A raíz de la celebración del Congreso de la UIA en La Habana (1963), un equipo de arquitectos y profesores de la Escuela redactó la ponencia de Cuba[43] con un detallado análisis de los antecedentes históricos y documentando las principales obras sociales de los primeros años, luego reafirmadas en la revista Arquitectura Cuba 331 dedicada al evento. En 1965, en la misma publicación (333), apareció un número monográfico dedicado a las escuelas y al asumir la dirección de la revista el profesor Mario Coyula, organizó un balance crítico de las obras del primer quinquenio[44]. Segre, formuló un resumen inicial de la década del sesenta, que editara en un folleto la Facultad de Arquitectura de Montevideo (1968), tema luego ampliado en un libro sobre la arquitectura de la Revolución cubana[45]. Poco acceso se tenía en aquel entonces a las fuentes de la arquitectura de los países socialistas. Cabe recordar los estrechos vínculos establecidos con algunos profesionales soviéticos, a través del profesor Basilio Piasecki (de origen ruso), entre los que sobresalió, por su devoción a Cuba, la arquitecta Natalia Filipovskaya, autora del primer libro sobre la arquitectura de la Revolución publicado en la URSS[46]. Mientras Piasecki tuvo a su cargo la traducción de un texto de A.K. Burov, miembro de la vanguardia constructivista de los años treinta, Salinas escribió el prólogo de la edición en español del ensayo de Vittorio de Feo, dedicado a los primeros años de la Revolución de Octubre[47].


Aunque la profusión de libros impresos en Cuba demostró el fervor por mantener viva la cultura arquitectónica, a pesar de las agudas dificultades materiales existentes en la década del sesenta, las publicaciones periódicas que se sucedieron entre 1960 y 1975, expresaron con mayor dinamismo el caldero de ideas y tendencias formuladas en la Escuela. Se intentó revivir infructuosamente la revista Espacio: en 1961, bajo la dirección de Emilio Escobar, aparece lujosamente editado el primer número de la segunda serie; luego en 1964, Juan Silva, logra imprimir un modesto segundo número; pero evidentemente no existían las condiciones propicias para mantener la revista estudiantil. En ambas, los temas artísticos tuvieron una significativa presencia con textos de Ricardo Porro y Hugo Consuegra, amén de un original diseño gráfico en ambas; el primero de Raúl Martínez y el segundo de Heriberto Duverger. En 1965, bajo la responsabilidad de Roberto Segre y con la participación de Mario Coyula y Hugo Consuegra se inició la precaria edición mimeografiada del Boletín de la Escuela de Arquitectura, que alcanzó los seis números hasta septiembre de 1966. Surgió con el objetivo de difundir los libros y revistas de arquitectura que llegaban a la biblioteca de la Facultad de Tecnología, y progresivamente incrementó el número de páginas y albergó traducciones de artículos publicados en el extranjero y escritos de los profesores de la Escuela. Con la presencia constante de ensayos de Segre, Rallo, Coyula y Lápidus, fueron seleccionados contenidos que demostraran la perspectiva creadora del diseño "científico" — en aquella década en Europa y Estados Unidos —, y la posibilidad de adaptar dicha metodología a las condiciones del Tercer Mundo. De allí el primer contacto establecido con arquitectos y diseñadores progresistas como Tomás Maldonado, Gui Bonsiepe y Claude Schnaidt. De este último, Rallo tradujo su revelador libro sobre Hannes Meyer, publicado en Suiza en 1965, que marcó una línea de pensamiento en la Facultad, no sólo por los posteriores seminarios impartidos por Schnaidt en Cuba, sino por el movimiento que surgió en la década del setenta bajo la orientación del profesor Elmer López[48], quién intentó rescatar en los cursos de Diseño Básico, los aportes creadores de la experiencia alemana.


En 1969, al asumir el ingeniero Diosdado Pérez Franco la dirección del Centro de Información Científica y Técnica de la Universidad de La Habana, nos dió la oportunidad de editar dos series de boletines de la Escuela con mayor calidad gráfica que los anteriores: una, dedicada a textos originales de los profesores; otra a traducciones de publicaciones extranjeras. Los cuatro de la primera serie y los siete de la segunda, aparecidos hasta julio de 1974, formaron un cuerpo de doctrina, cuya homogeneidad marcó la orientación de la Escuela a inicios de la década del setenta[49]. Por una parte, a pesar del bloqueo y las dificultades materiales, se deseaba mantener al día los alumnos sobre el pensamiento crítico surgido en diferentes partes del mundo, cuya confrontación permitía esclarecer el propio camino. Por otra, se participó acaloradamente en el debate internacional, definiendo las posiciones estéticas e ideológicas de Cuba socialista frente al mundo desarrollado, mostrando un camino válido dentro de las alternativas existentes en el llamado Tercer Mundo[50].


Al cabo de cuatro décadas, decantando aquellas experiencias, no renunciamos a los ideales que nos llevaron, a un grupo de profesores, a asumir aquella posición de apoyo a la metodología de diseño, a la integración de las escalas proyectuales que definimos con Salinas como "Diseño Ambiental", a la problemática ideológica y a la crítica del despilfarro, de la agresión a la ecología y el medio natural; al formalismo y al esteticismo gratuito, en aquel entonces asociado al Brutalismo, antecesor del inmediato furor postmodernista que se difundió en el Primer Mundo. Sin duda, llenos de ilusiones y esperanzas, veíamos en el progreso científico-técnico y su intepretación humanizada en la arquitectura del Tercer Mundo, a partir de la relación dialéctica con la participación popular, la posibilidad — parafraseando al Che Guevara —, de "salir del reino de la necesidad y entrar en el de la libertad"[51], definido por la belleza del entorno natural y construído, acompañando la felicidad cotidiana de la comunidad. Creímos en la integración de los talentos y las vocaciones en una acción coral de urbanistas, arquitectos, diseñadores y artistas plásticos, con total libertad expresiva y en diálogo constante con los miembros de la sociedad, asimilando y respondiendo a sus necesidades, deseos, sueños y fantasías. Identificados con estos objetivos, intentamos formar a nuestros estudiantes en el rigor del trabajo intelectual y profesional, en la pasión por la crítica y el cuestionamiento de la fealdad, la mediocridad y la injusticia; en el amor al arte, la arquitectura y la cultura y en los fundamentos éticos y morales de la belleza al alcance de todos. Por ello luchamos hace cuarenta años, y seguimos en la misma batalla, esperanzados en las perspectivas de igualdad, justicia y democracia que se abren en este nuevo siglo.

 

La Habana/Río de Janeiro, febrero/marzo, 2000

 

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    Notas

      [37] Joaquín E. Weiss, Medio siglo de arquitectura cubana, Facultad de Arquitectura, Universidad de La Habana, Imprenta Universitaria, La Habana, 1950.

      [38]Diosdado Pérez Franco, op. cit., pág. 141.

      [39] Joaquín Rallo, Introducción al estudio del color, Publicaciones de la Asociación de Estudiantes de Tecnología, La Habana, 1962; Sombrigramas de La Habana, (edición original, 1964), reeditado por la Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1975.

      [40] Algunos de los folletos fueron reelaborados posteriormente y publicados como libros: Roberto Segre, Arquitectura y urbanismo modernos. Capitalismo y socialismo, Editorial de Arte y Literatura, La Habana, 1988; Historia del arte y la arquitectura barroca europea, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1995.

      [41] El libro, con un subtítulo asumido del argentino Jorge Vivanco, "De uno en uno a uno en un millón", fue censurado por los párrafos finales que criticaban el compromiso con la burguesía de la mayoría de los arquitectos cubanos de los años cincuenta. Casi dos décadas después pudo rescatars y publicarse: Joaquín Rallo, Roberto Segre, Introducción histórica a las estructuras territoriales y urbanas de Cuba: 1519-1959, Facultad de Arquitectura, ISPJAE, La Habana, 1978.

      [42] Los cientos de planos elaborados por los alumnos de la Facultad, fueron entregados a Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana. El texto fue publicado en: Roberto Segre et alt. Transformación urbana en Cuba: La Habana, Gustavo Gili, Barcelona, 1974, reproducción del número monográfico de Arquitectura Cuba 340, "Habana 1", La Habana, 1971.

      [43] Cuba. Architecture in countries in the process of development. VII Congress of the International Union of Architects, Havana, 1963.

      [44] El número de Arquitectura Cuba 333 (1965) dedicado a las escuelas fue realizado por Josefina Rebellón, Héctor Ruiz Calcines y Andrés Garrudo. En 1996, apareció el número 336 dedicado al balance de cinco años con la participación de Fernando Salinas, José Antonio Portuondo y Joaquín Rallo.

      [45] Roberto Segre, Diez años de arquitectura en Cuba revolucionaria, Ediciones Unión, UNEAC, La Habana, 1970. En el mismo año el libro apareció en España e Italia con el título Cuba. Arquitectura de la Revolución.

      [46] Natalia Filipovskaya, La arquitectura de Cuba revolucionaria, Ediciones de Literatura sobre la Construcción, Moscú, 1965 (en ruso).

      [47] A.K Burov, Sobre la Arquitectura, Editorial Estatal de Construcción, Arquitectura y Materiales de Construcción, Moscú, 1960 (nunca se logró publicar en Cuba); Vittorio de Feo, La arquitectura en la URSS. 1917-1936, Ediciones de Arte y Sociedad, Instituto del Libro, La Habana, 1968. Burov había colaborado con Le Corbusier en el edificio del Centrosoyus. Cuando Stalin impuso el realismo socialista, proyectó edificios académicos. En 1943/44, en plena guerra, escribe este texto arrepintiéndose de haber cedido ante las imposiciones del poder político. A su vez Salinas, señala la importancia de estudiar aquella etapa de la arquitectura "socialista" para "conocer estas experiencias y encontrar nuestro propio camino".

      [48] En marzo de 1966, apareció el Boletín de la Escuela de Arquitectura No. 4 dedicado al Bauhaus, con la versión completa del libro de Schnaidt, textos de Gropius, Giulio Carlo Argan y la polémica establecida entre Gropius y Maldonado sobre la vigencia actual del Bauhaus, a partir de la experiencia de la Escuela de Diseño de Ulm. La presencia de Schnaidt en la Facultad ha quedado recientemente documentada en: Claude Schnaidt, Ce n’est pas fini, école d’architecture Paris-Villemin; Instituto Superior Politécnico "José Antonio Echeverría", París, La Habana, 1999.

      [49] Entre 1969 y 1974, aparecieron los siguientes boletines: en la serie "Actualidades de la Arquitectura", el No. 1 (enero 1969) se dedicó a "Arquitectura, ciencia y diseño"; No. 2 (julio 1969) a "Arquitectura, ciencia y planificación"; No. 3 (julio 1970), a "Arquitectura, diseño básico y diseño industrial"; No. 4 (julio 1972), a "Problemas actuales del diseño ambiental" (monográfico con textos de Reyner Banham); No. 5 (diciembre 1972), "Conceptos generales de perspectiva lineal; No. 6 (julio 1973), "Ensayos sobre ambiente humano, ecología e ideología" (monográfico con textos de Tomás Maldonado); No. 7 (julio 1974), "Arquitectura y clima". En la serie 4/Arquitectura, No. 1 (noviembre 1969), Ing. J. Stork, "Algunos problemas de la prefabricación de viviendas"; No. 2 (mayo 1970), "Ensayos sobre arquitectura e ideología en Cuba revolucionaria"; No. 3 (julio 1970), Mario González, "El entorno vial"; No. 4 (julio 1972), Roberto Segre y Fernando Salinas, "El diseño ambiental en la era de la industrialización".

      [50] En aquellos años, algunas publicaciones europeas se hicieron eco de las formulaciones ideológicas sobre la arquitectura elaboradas en la Escuela: Roberto Segre, "Architecture, sous-développement et révolution", L’Architecture d’Aujourd’Hui No. 140, París, octubre/noviembre 1968, pág. 77; Roberto Segre, "Presenza di Cuba nella cultura architettonica contemporanea", Op. Cit. No. 15, Selezione della critica d’arte contemporanea, Nápoles, mayo 1969, pág. 5.

      [51] Ernesto Che Guevara, "El socialismo y el hombre en Cuba", op. cit., pág. 47. También afirmó en el Discurso en el Encuentro de Estudiantes de Arquitectura (1963) (se) "debe luchar porque el arma de la técnica sea puesta al servicio de la sociedad, y por eso rescatar antes a la sociedad para que toda la técnica sirva a la mayor cantidad posible de seres humanos".

 

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