Cuba

Una identità in movimento


FAU 1960-1975: Los "años de fuego" de la cultura arquitectónica cubana (Parte I)

Roberto Segre


... si no creyera en el delirio,
si no creyera en la esperanza,
si no creyera en la balanza,
en la razón del equilibrio,
si no creyera en mi camino...
(César Vallejo)

Educación, academia y modernidad

Difícil y desgarrador resultó en nuestra América, el proceso de superación de las ataduras académicas en la enseñanza de la arquitectura. Dos factores marcaron una trayectoria de luchas y tensiones que duró casi medio siglo: la persistencia de los estilos clásicos en los talleres de proyecto y las relaciones afectivas o antagónicas con los ingenieros. A partir del siglo XVIII, Francia irradiará al mundo los enunciados básicos de la metodología docente; primero, desde la Académie Royale d’Architecture, bajo la tutela de François Blondel y Claude Perrault; segundo, con el modelo pedagógico establecido en el siglo XIX por Julien Guadet en la école des Beaux-Arts de París[1], cuya influencia, aunque de signo contrario, perduró hasta nuestros días[2]. Paradigma asumido casi contemporáneamente en España — con la creación de la Academia de San Fernando en Madrid (1742) —, y en América Latina: la Real Academia de San Carlos de Nueva España inició sus actividades en 1785 en México; seguida por la de San Luis en Santiago de Chile[3]. Estructuras educativas que no prosperaron en Cuba colonial, delimitada la formación profesional al restringido marco de los maestros de obras, agrimensores y aparejadores[4].

Con el advenimiento de los gobiernos republicanos, florecieron las nuevas escuelas de arquitectura en el continente y en el Caribe hispánico. La difusión del pensamiento positivista decimonónico aproximó la formación del arquitecto a los estudios ingenieriles, a partir de la Revolución Francesa — vinculados a la école Polytechnique (1794) y los rigurosos estudios funcionales, estructurales y tipológicos de J.N.L. Durand y Augusto Choisy —, sin por ello perder las ataduras con los principios de la cultura proyectual clásica: en México, el arquitecto italiano Javier Cavallari crea en 1856 la Escuela de Arquitectura e Ingeniería Civil, mientras las dos primeras surgidas en el siglo XX — en La Habana y Buenos Aires —, quedan estrechamente ligadas a la formación tecnológica. En Cuba, el Gobierno Interventor norteamericano, a través del pedagogo Enrique José Varona, abre en 1900 la Escuela de Ingenieros y Arquitectos en la Universidad de La Habana — ambas se independizan a partir de 1943 —; mientras en la Argentina un año después, la Escuela de Arquitectura es integrada en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires[5]. Sin embargo, los campos de acción de estos profesionales quedaron claramente definidos: por una parte, los calculistas y constructores; por otra los proyectistas y diseñadores, munidos de los conocimientos estilísticos, artísticos y ornamentales. Tuvo que transcurrir casi medio siglo para que el Movimiento Moderno ganara la batalla contra la academia y, parafraseando a Le Corbusier, los arquitectos recurrieran a "las herramientas de su tiempo"[6].

Las transformaciones económicas y sociales generadas por el desarrollo industrial, tanto en el mundo capitalista como en el incipiente socialista, incidieron en la renovación pedagógica de las escuelas de arquitectura y diseño y en su distanciamiento del sistema de las bellas artes. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Bauhaus en Weimar, Alemania (1919), bajo la dirección de Walter Gropius, superó la dimensión artística y artesanal integrándose al proceso de recuperación económica del país después de la crisis generada por la derrota militar[7]. Casi al mismo tiempo en Rusia, se fusionaron en la Vhutemas, estructurada en los Talleres Superiores Técnico-Artísticos dedicados al diseño industrial, la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú con la Escuela de Artes Aplicadas Strogonoff. Paralelamente surgió el WASI (Instituto Superior de Arquitectura y Construcción), dependiente del Comisariado Popular de la Industria Pesada, o sea, estrechamente asociada a los nuevos procesos productivos que se iniciaban con la Revolución de Octubre[8].

En América Latina, los cambios educacionales dependieron de la renovación política, social y económica ocurrida en cada país. Una vez estabilizada la Revolución mexicana, ante los planes de obras sociales promovidas por el Estado, se contrapusieron la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura y la Escuela Técnica de Constructores, integradas al Instituto Politécnico Nacional (1937), a la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, heredera de la Real Academia de San Carlos. Allí se planteó la definición de "arquitectura técnica" — antítesis de la tradicional "arquitectura estética" —, como expresión de la imperiosa necesidad de asumir los programas masivos de construcción, dentro de los parámetros formales del racionalismo europeo[9]. A su vez, se impulsó por intermedio de Hannes Meyer, invitado a México por la Secretaría de Educación Pública, la creación del Instituto de Planificación y Urbanismo (1939), para afrontar científicamente el diseño del territorio[10]. En Brasil, el ascenso al poder de Getulio Vargas en 1930, colocó a Lucio Costa en la dirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro (1930), quién sustituyó los inamovibles académicos y a su obsoleta pedagogía por los jóvenes arquitectos de la vanguardia local, abriendo una brecha en las rígidas estructuras docentes: entre otros, participaron Gregory Warchavchik; Affonso Eduardo Reidy y Alexander Buddeus[11]. Por último, en la Argentina, la renovación de la enseñanza de la arquitectura aconteció, primero, después de la caída del gobierno del general Perón (1955)[12]; y posteriormente, con la finalización de dos décadas de represión de las dictaduras militares (1966-1984), período en que fueron perseguidos y expulsados de las aulas universitarias los mejores profesores y arquitectos del país.

En Cuba, durante la primera mitad del siglo no se produjeron drásticos cambios en los planes de estudio, sino graduales mejoras en los contenidos de las asignaturas o en la inserción de nuevos temas: los profesores Alberto Camacho y Joaquín E. Weiss apoyaron la enseñanza de la arquitectura moderna y cubana; el urbanismo y la planificación aparecieron por iniciativa de Pedro Martínez Inclán[13]. La orientación general privilegiaba la formación artística y el diseño, con un significativo espacio otorgado a las técnicas de representación, los cursos de historia de la arquitectura y del arte y la teoría de la arquitectura, como complemento de la dedicación principal a los talleres. A lo largo de su desarrollo, la Facultad de Arquitectura mantuvo una estructura monolítica definida por la prolongada estancia de arquitectos de prestigio en la dirección de las cátedras, que actuaban tanto en la docencia, la actividad profesional y las responsabilidades en el Colegio de Arquitectos[14]. El riguroso control sobre la entrada de alumnos a la universidad, reducía al mínimo la participación estudiantil en las decisiones sobre la estructura pedagógica, que sin embargo se radicalizó en los períodos de represión política: durante el régimen de Gerardo Machado (1925-1933) y en la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). La crisis del diseño académico ocurre en 1948 al exigir el alumnado el abandono de los estilos en los talleres, manifestando su protesta con la quema de ejemplares del Viñola en el patio central de la Escuela.

Pese a la agudización de las contradicciones sociales durante la dictadura de Batista, la década de los años cincuenta tuvo un particular esplendor tanto en la definición de los paradigmas edilicios del Movimiento Moderno cubano como en la efervescencia alcanzada en las aulas universitarias. La orientación progresista de algunos talleres — donde enseñaban Aquiles Capablanca, Antonio Quintana, Mario Romañach, Alberto Prieto, Manuel de Tapia Ruano —; la activa participación crítica de los alumnos frente a las faraónicas obras estatales — por ejemplo, la posición agresiva mantenida en la revista Espacio (1952-1955) contra los proyectos de la Plaza Cívica —; las iniciativas culturales, expresadas en los contactos con profesores extranjeros — impartieron conferencias Josef Albers, Richard Neutra, Walter Gropius, José Luis Sert —, y las exposiciones de prestigiosos artistas locales — Wifredo Lam, Raúl Milián, Luis Martínez Pedro, Sandú Darié —, convirtió a la escuela en un centro de la cultura arquitectónica habanera[15]. A su vez, un equipo de estudiantes obtuvo el primer premio en el concurso de Escuelas de Arquitectura en la III Bienal de San Pablo (1955)[16]. Sin embargo, al recrudecer la represión de la dictadura, la lucha estudiantil tuvo una significativa presencia en la carrera: eran estudiantes de arquitectura el líder de la FEU, José Antonio Echeverría, muerto el 13 de marzo de 1957 en la acción de la toma de Radio Reloj; y Osmani Arenados, Rubén Batista Rubio y José Ramón Rodríguez, asesinados por las fuerzas policiales. Con el cierre de la Universidad en 1956, la dinámica arquitectónica y cultural se transformó en movimiento insurreccional[17].


Planes y protagonistas en la renovación docente

La vorágine de los acontecimientos políticos, sociales y económico que se desencadenaron a partir del 1° de enero de 1959, marcaron el rumbo de la enseñanza universitaria, en particular de la Escuela de Arquitectura, por los cambios de contenido en la inmediata acción constructiva de la Revolución. En el mes de febrero se crea el INAV (Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda) que acomete la realización de conjuntos de vivienda popular en todo el país, impulsados por Pastorita Nuñez. El arquitecto Osmundo Machado, en el Departamento de Proyección Social de la Junta Nacional de Planificación (Revolucionaria), elabora un plan para el desarrollo de centros comunales en la Sierra Maestra; y el Ministerio de Bienestar Social, dirigido por Raquel Pérez, procede a la erradicación de los barrios insalubres. Quedaba así definida la orientación de la arquitectura en función de los planes estatales expuestos por Fidel Castro en el Colegio Nacional de Arquitectos a inicios de ese año: la respuesta de los profesionales "tradicionales", que concentraban los grandes encargos privados y gubernamentales, fue la progresiva salida del país hacia los Estados Unidos[18].

En la Universidad, el proceso de reorganización resultó más lento. A mediados del año 1959, una de las primeras medidas consistió en depurar a los profesores que apoyaron la dictadura batistiana. En Arquitectura, el prolongado tiempo de inactividad había alejado ya a un grupo de docentes y al reabrirse los cursos en 1960, quedó sólo un puñado de profesores, que ante la dinámica del proceso que se estaba viviendo, optaron también por retirarse[19]. El Consejo Universitario inició la reforma institucional y crea la Facultad de Tecnología integrando las diferentes especialidades de ingeniería y arquitectura, dirigida por el ingeniero Diosdado Pérez Franco, quién a lo largo de su trayectoria, siempre respetó y defendió la autonomía de los arquitectos dentro del predominante contexto ingenieril, todavía hegemónico en el actual Instituto Superior Politécnico "José Antonio Echeverría". Siguiendo el modelo napoleónico de la école Polytechnique y la vinculación con la producción establecida en las revoluciones rusa y mexicana, en Cuba, la arquitectura no logró independizarse, ni acercarse al sistema artístico, como aspiraron numerosos profesionales en los acalorados debates efectuados en 1964, en las vísperas del traslado de la sede de la Colina a la Ciudad Universitaria del Central Toledo.

 

La Habana/Río de Janeiro, febrero/marzo, 2000

 

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    Notas

      [1] Hanno-Walter Kruft, Historia de la teoría de la arquitectura. Desde el siglo XIX hasta nuestros días. Tomo II, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pág, 483.

      [2] Nos referimos a las relaciones existentes entre las ramificaciones de la école des Beaux-Arts de París — la Escuela de La Villette, a través de los proyectos de colaboración con el profesor Raúl Pastrana y los intercambios docentes con la Escuela de Paris-Villemin, centrados en la figura de Claude Schnaidt -, y la FAU del ISPJAE en La Habana.

      [3] Ramón Gutiérrez, Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica, Ediciones Cátedra, Madrid, 1983, pág. 237.

      [4] Llilian Llanes, Apuntes para una historia sobre los constructores cubanos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1985, pág. 17. En 1863 se creó la Escuela Profesional de Maestros de Obras, Agrimensores y Aparejadores.

      [5] Ramón Gutiérrez (Edit.) Sociedad Central de Arquitectos. 100 años de compromiso con el país, 1886/1896, SCA, Buenos Aires, 1993, pág. 307.

      [6] Le Corbusier, Hacia una arquitectura, F. Conti, Impresor, Buenos Aires, 1929, pág. 17.

      [7] Walter Gropius, La Nueva Arquitectura y el Bauhaus, Editorial Lumen, Bacelona, 1966, pág. 59. El Bauhaus surgió de la fusión de las Escuelas de Artes y Oficios y de Bellas Artes, integradas en la Hochschule für Gestaltung, o Das Staatliche Bauhaus, Weimar.

      [8] Sobre el tema ver: Claude Schnaidt, Hannes Meyer. Buildings, projects and writings, A Niggli, Zurich, 1965; Salim Khan Magomedov, Vhutemas. Moscou 1920-1930, éditions du Regard, París, 1990, 2 tomos.

      [9] Rafael López Rangel, Orígenes de la arquitectura técnica en México. 1920-1933. La Escuela Superior de Construcción, UAM, Unidad Xochimilco, México, 1984, pág. 34. Aquí enseñaron Juan Legarreta, Juan O’Gorman, álvaro Aburto, Enrique Yáñez y otros partícipes de la renovación arquitectónica.

      [10] Adrián Gorelik, Jorge Francisco Liernur, La sombra de la vanguardia. Hannes Meyer en México, 1838-1949, Proyecto Editorial, SCA, CEA, FADU, IAA, Buenos Aires, 1993, pág. 36.

      [11] Hugo Segawa, Arquitecturas no Brasil. 1900-1990, Edusp. San Pablo, 1998, pág. 78.

      [12] Ante la obligatoriedad de los profesores universitarios de inscribirse en el Partido Justicialista, la Facultad había perdido sus mejores profesores. Con la vuelta a la democracia, los talleres de diseño fueron dirigidos por reconocidos arquitectos: Wladimiro Acosta, Alfredo Casares, Juan Manuel Borthagaray, Justo Solsona, Carlos Coire, Odilia Suárez y otros.

      [13] Pedro Martínez Inclán, "Escuela de Planificación Urbana y Rural", Arquitectura No. 166, Año XV, La Habana, mayo, 1947, pág. 165.

      [14] Diosdado Pérez Franco, Los estudios de ingeniería y arquitectura en La Habana, Ediciones ISPJAE, La Habana, 1996, pág. 68. Entre 1930 y 1950, participan de la docencia universitaria los arquitectos responsables de las principales obras construídas en La Habana: José Pérez Benitoa, Esteban Rodríguez Castells, Emilio de Soto, Miguel ángel Moenck, Luis Varela, Horacio Navarrete, Pedro Martínez Inclán, Joaquín E. Weiss, Aquiles Capablanca, Víctor Morales, Manuel Copado, Agustín Soreghi, Manuel de Tapia Ruano, José Roberto Chomat, Alberto Prieto y otros. En la década del cincuenta, se integraron algunos arquitectos jóvenes: Antonio Quintana, Elena Pujals, Mario Romañach, José Vicente Lanz. Ver también: Información General, 1952-53, Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, La Habana, 1953; interesante folleto con los programas de las asignaturas y trabajos de los alumnos.

      [15] Florencia Peñate Díaz, "La revista Espacio, testigo de una época", Revista Bimestre Cubana No. 10, Volumen LXXXV, época III, La Habana, enero-junio 1999, pp. 97-116.

      [16] Formaban el equipo de alumnos, Serafín Leal, Isaac Sklar, Jorge del Río, José F. de la Torre y Mario Lens. El jurado estuvo formado por prestigiosos arquitectos brasileños: Oscar Niemeyer, Sergio Bernardes, Jorge Machado Moreira, Eduardo Kneese de Mello, Francisco Beck y Arthur Bratke. El proyecto consistía en una colonia de vacaciones para obreros en la playa de Rancho Luna en Cienfuegos.

      [17] Roberto Segre, "Contenido de clase en la arquitectura cubana de los años 50", en R.S., Lectura crítica del entorno cubano, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990, pp. 117-153. Con diferentes grados de participación, numerosos estudiantes se integraron en la lucha revolucionaria: entre ellos, Julio García Oliveras, Osmundo Machado Ventura, Osmany Cienfuegos, Mario Coyula, Emilio Escobar, Reynaldo Estévez, Eduardo Granados, Ricardo Porro. Con una concepción despolitizada, en 1953 había comenzado a funcionar la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Villanueva que se inició con 23 alumnos. Entre los profesores citemos a Eugenio Batista, Nicolás Quintana, Ignacio Guerra y Felipe Gómez Albarrán.

      [18] Roberto Segre, Arquitectura y urbanismo de la Revolución cubana, Editorial Pueblo y Educación, 1989, pág. 24.

      [19] Según testimonio de Raúl González Romero (2000), en 1960, formaban parte del claustro los arquitectos Serafín Leal, Luis Morera, Joaquín Weiss, Helena Pujals, Alberto Prieto, Manuel de Tapia Ruano y Roberto Chomat. Al inicio de las clases regulares, ninguno de ellos permaneció en la Escuela. Sólo Weiss siguió vinculado a ella, al recibir el encargo de finalizar su monumental obra sobre la arquitectura colonial cubana que sería publicada después de su fallecimiento, acaecido en 1968.

 

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