El primer objeto de preocupación de la Regla de Ocha o
Santería es dar atención y alternativas de solución a los problemas
individuales de los consultantes, en su medio y contexto contemporáneos.
En otras religiones ocurre todo lo contrario, en las cuales se pone
énfasis para alcanzar un paraíso después de la muerte.
De manera que algunos de los problemas de la espiritualidad de los
hombres, encuentran escasas alternativas en la recurrencia hacia
religiones canónicas, sobre todo en aquellas, donde el canon es para
obligatorio cumplimiento de los hombres en la tierra.
Por eso es muy clara la diferencia entre estas religiones que solo
velan por la supuesta felicidad espiritual después de la muerte y
aquellas culturas supuestamente más "atrasadas" que como la Regla de
Ocha, cuyo fin es permitirle al individuo el saneamiento de sus
dificultades para asegurar su bienestar.
En virtud de estas características que perfilan el Culto de los
Orichas, como una actividad "religiosa" para la mejor realización
personal y que, asume alternativas de solución a la problemática
individual y social, es evidente que no tiene por sus propósitos de
realización, ningún aspecto que pugne o antagonice con los códigos
éticos o políticos de ninguno de los regímenes sociales con los cuales
ha tenido que convivir.
Por el contrario, asume en su contenido y como una constante, buscar posibles soluciones que garantizan o pretenden una mejor plenitud en la realización existencial y con ello, una sociedad más equilibrada y menos compulsada. Este tema, sin lugar a dudas, aún no ha sido abordado todavía por las Ciencias Sociales contemporáneas.
Cuando se va penetrando en el umbral de una práxis consecuente, por
los iniciados en el culto a los orichas, si se es observador del
fenómeno de la vida que lleva cada uno, desde el punto de vista
socio antropológico se comprende que el código de comportamiento ético es
único.
Este responde a los intereses individuales, lo que equivale a decir
que se ajustan las propuestas de soluciones a cada persona, de acuerdo
con su papel histórico, psicológico, biológico y social.
El código ético del culto a los orichas, no es una relación de
preceptos y observancias que se conozcan de antemano y que regulen una
vida ejemplar en un contexto social, tampoco es resultado del criterio
personal de un grupo de sacerdotes líderes, a los que el iniciado se
debe someter.
Luego el código de observancia de un iniciado, no es por tanto, la
motivación de su iniciación.
Tampoco es una convicción o conversión a un credo que se asuma por
convencionalismos sociales y contribuyan a proporcionarnos, un estado de opinión favorable en un consenso de la sociedad.
Tampoco es, en modo alguno, un crédito o curriculum sacrosocial, sino que por el contrario resulta ser una consecuencia del proceso iniciático y por ende, no solo se desconoce, sino que simplemente, no existe hasta tanto el individuo se inicie en el culto.
Luego el verdadero código ético personal de los consagrados se
obtiene a partir de una serie de ceremonias, aquella en la cual se
depositan sobre la fontanela craneal determinados componentes de origen vegetal y animal, de muy meticulosa selección y preparados en
condiciones semihúmedas, que por ósmosis interesarán nuestro cerebro.
A través de ello es que se logra el proceso de sintonía con la macro energía natural, para la cual estábamos programados y, en consecuencia, se facilita el proceso de la sintonización e inducción energética regulada y su concreción objetiva al medio material, que resulta ser el oráculo.
Esto hace tangible la alternativa de la revelación kármica
individual, siempre y cuando se haya respetado en su especificidad el
proceso de iniciación del individuo.
Si tenemos en consideración que en los procesos de deificación de los Yorubás están recreadas únicamente las esencias básicas de los orígenes de la vida, tierra, aire, agua, fuego, trabajo, creación humana, entre otras y que los mismos aspectos que se constituyen en estas esencias sirven en la vida real para caracterizar a las personas resulta elemental que algunos elementos sean antagónicos.
Estos pueden convertirse en una serie de limitaciones, advertencias y prohibiciones a tener en consideración por los iniciados entre sí, del mismo modo que los aspectos afines, convergentes o compatibles devienen en las recomendaciones que deberán tener en cuenta para el buen vivir y establecer las mejores relaciones con el mundo en general, como parte de su convivencia, ajustada a una cultura naturista preconizada.
De esta manera se logra alcanzar el bienestar y la mejor comunión en relación con sus congéneres.
Por lo tanto a partir del trascendental registro del Itá y lo que del mismo resulte, teniendo en alta consideración la definición del
arquetipo específico de la personalidad del iniciado, es que viene a
tomar forma, más bien a concretarse el código ético personal, que regirá para el resto de la vida de las personas consagradas.
Las recomendaciones a seguir, limitaciones, prohibiciones, los
consejos y las advertencias sobre las precauciones a tomar con relación a todo lo que resulta pernicioso (a su molde tipificado de
individualidad), así como las orientaciones sobre los requerimientos
necesarios de su régimen alimenticio, higiénico sanitario son bien
explicadas durante esa importante ceremonia oracular.
La necesidad de respetar ciertos horarios para determinadas
actividades, el esclarecimiento de la conducta a asumir frente a
situaciones y personas, los colores y formas de la vestimenta, los
lugares y ocasiones recomendables o limitados de visitar, la conducta
adecuada en evitación de frustraciones personales, las facultades o
aptitudes innatas para la mejor realización de un perfil profesional (en
general laboral), los niveles de iluminación necesarios durante las
horas de sueño, las tendencias al padecimiento de ciertas enfermedades, también quedan debidamente descritas en el Itá.
En fin, prácticamente no hay un solo aspecto de la vida del iniciado, que no sea objeto de análisis crítico y de sana recomendación.
Como se puede apreciar, es extraordinario el número de aspectos que
recoge el Itá de un iniciado, aún cuando no los hemos relacionado todos, queda constancia que éste constituye un elemento regulador de su vida, a través de lo cual se establece un código ético de carácter personal.
Esto hace que el individuo en su aplicación tenga un modo propio de
vivir y realizarse en un contexto general y, por consiguiente, responde a una forma cultural determinada.
Si tenemos en consideración el número de personas iniciadas en este
culto religioso, entonces estaremos en presencia de un estrato social
numéricamente importante, con un modelo cultural homogéneo y, en
consecuencia, una extraordinaria influencia de todas estas manifestaciones de la cultura, que en principio pueden ser articulares
de los iniciados pero que en definitiva llega a abarcar un significativo sector poblacional con la consecuente repercusión en la tesitura de la cultura general de la sociedad.
Nelson Aboy Domingo es Investigador de Antropología Religiosa, Yoruba y Bantú.
Sacerdote de Cultos Afrocubanos.
Consejo Científico de la Casa de África, La Habana, Cuba.