En sentido general se puede afirmar, que todas las religiones poseen un código o reglamento de ética, que norma la conducta y comportamiento correcto que deberán acatar todos sus afiliados por igual; en los mismos, además, se establecen las ventajas o beneficios que disfrutarán los que celosamente lo cumplan. Es característico además de todas las religiones en sus códices éticos, que su aplicación y requisitos son los mismos para toda la membresía, a excepción de aquellos aspectos que sean aplicables a determinados sectores en atención al sexo, o edad; pero en cualquier caso a los que correspondan, serán aplicables a todo el sector y por lo tanto regulan o establecen patrones de conductas, que por su modo de aplicación y acatamiento son de carácter masivo.
Todos estos códigos, generalmente responden por un lado, a las costumbres y con ello a la moral del contexto general de que se trate y por otro lado, garantizan los intereses del culto y de quienes lo administran, estableciendo claramente las prerrogativas y los niveles de estructura orgánica y con esto se intronizan los derechos y facultades, de a quienes corresponde el ejercicio de los servicios religiosos sobre la membresía.
Invariablemente en los principios de todos los códigos éticos, que han creado las jerarquías religiosas en el curso del desarrollo de los procesos sociorreligiosos, han estado muy bien representado los intereses de la casta sacerdotal gobernante y en no pocas ocasiones se han convertido en los propios gobernantes de una nación, aun cuando dentro de sus propias filas surgen movimientos de discrepancias, que conlleven a decisiones separatistas; de estos surgen los nuevos líderes, que con sus renovadoras ideas erigen los nuevos pedestales, desde los cuales crearan sus propias doctrinas, para una nueva dinámica del ejercicio, pero en esta ocasión, de su propio poder.
De alguna manera los preceptos que establecen los códigos de ética de las religiones, por sus lineamientos y divulgación preliminar, sirven para que las personas afines o para que los intereses representados en ellos, se aglutinen a su alrededor y por consiguiente en su prédica — que no siempre es su práctica — hay una forma de proselitismo implícito en principio y de manipulación masiva de sectores importantes de la sociedad; a tenor de lo que un "iluminado" recibió como mensaje supremo, y en virtud de las interpretaciones de sus apóstoles seguidores.
En el caso del culto a los Orishas todo esto tiene sus características propias, que la hace atípica desde el punto de vista antropológico; por ello no guarda ninguna relación, con las restantes religiones que poseen un canon establecido, y que prescriben normas de conductas para grupos de individuos, a tenor de un criterio formulado por determinadas jerarquías, con el propósito de estereotipar comportamientos convencionalistas, sin dar solución a la problemática individual; que en muchas ocasiones obliga a la violación de preceptos, que solamente generan la doble moral y conocidas formulas de absolución para pecadores debutantes o reincidentes.
Los problemas de la espiritualidad de una sociedad, son ante todo las frustraciones de cada individuo como unidad básica, que en su conjunto integra el grupo social, de esta manera las crisis de conciencia y de valores sociales, tiene sus raíces en la problemática de cada uno de sus integrantes; las que en sentido general, son tan diversas como diversas sean las aspiraciones, objetivos, necesidades mas o menos cruciales, de cada individuo, familia, o sector poblacional, en dependencia de la magnitud o envergadura de la problemática y de a quienes afecte o interesa. De esta manera resulta muy difícil encontrar acicate espiritual en cultos religiosos, donde, si bien su prédica es noble y sana; sus preceptos solo exigen un estereotipo de conducta a sus seguidores, sin tener ninguna forma, atractiva siquiera, de propuesta al menos, de solución a la problemática que aqueja el individuo.
En el caso de los países de la América y el área del Caribe en su totalidad, esto es aun mucho mas complejo, dado la diversidad de étnos que se integraron en su composición social y en consecuencia su riquísima diversificación cultural; donde en ocasiones incluso su acicate espiritual, lo es en tanto a su religión actual, y esta no resulta satisfacer su espiritualidad íntegramente, en tanto a su problemática por la transculturación a que fueron sometidos; que en muchas ocasiones, resultaron radicales mutilaciones de su identidad propia y de su cultura nativa original.
Un caso muy interesante con estas características es la situación de países como EE.UU., donde muy a pesar de haber una importante población de origen africano, las condiciones de colonización bajo los auspicios de un protestantismo feroz, sectario, impositivo y autoritario, dio al traste con una conversión al Cristianismo Protestante de toda la masa de esclavos negros y sus descendientes, y con ello una pérdida total de sus más genuinos valores espirituales, dado la amputación radical impuesta de sus religiones ancestrales, dialectos y cultura general, teniendo como consecuencia en la sucesión de generaciones, del negro ya norteamericano, que no ha logrado en general sentirse dueño de su identidad. Por un lado por la pérdida de su genuina raíz de identidad cultural real, por otro lado por la discriminación racial de la que aun es objeto. Por esta razón el negro norteamericano como entidad psicosocial está pero no es.
De manera que algunos de los problemas de la espiritualidad de los hombres, encuentran escasas alternativas en la recurrencia hacia religiones canónicas, sobre todo en aquellas, donde el canon es para obligatorio cumplimiento de los hombres en la tierra, a cambio de un paraíso de ultratumba, por el que ninguno de los problemas de hoy en día puede esperar; mientras que culturas mas "atrasadas", en sus cultos religiosos como La Regla de Osha, su primer objeto de preocupación, atención y alternativa de solución es la problemática personal en su individualidad aislada, contextual y contemporánea, y en la suma del saneamiento de las dificultades individuales y como una consecuencia involuntaria, resultan importantes acondicionamientos y acomodamientos de las tensiones de la sociedad, que inhiben o eliminan condiciones objetivas y subjetivas que hubiesen provocado compulsiones sociales.
En virtud de estas características que perfilan al Culto de los Orishas, como una actividad "religiosa" para la mejor realización, que en primer término asume alternativas de solución a la problemática individual y social; es evidente que la misma, no tiene por sus propósitos de realización, ningún aspecto que pugne o antagonice con los códigos éticos o políticos de ninguno de los regímenes sociales con los cuales ha tenido que convivir. Por el contrario, asume en su contenido y como una constante, buscar posibles soluciones que garantizan o al menos pretenden una mejor plenitud en la realización existencial y con ello, una sociedad más equilibrada y mucho menos compulsada. Tema aun no abordado todavía, por las Ciencias Sociales contemporáneas.
Cuando se va penetrando en el umbral de una práxis consecuente, por los iniciados en el culto a los orishas — si se es observador del fenómeno de la vida que lleva cada uno, desde el punto de vista socioantropológico —, se va comprendiendo que el código de comportamiento ético de conducta es personal, único, que responde a los intereses de la individualidad contextual y por ende exclusivo de cada quien y de cada cual, con el ajuste y acondicionamiento de la individualidad en su especificidad, en tanto su papel individual histórico, psicológico, biológico y social.
El código ético del culto a los orishas, no es precisamente, una relación de preceptos y observancias que se conozcan de antemano y que regulen una vida ejemplar en un contexto social, tampoco es resultado del criterio personal de un grupo de sacerdotes líderes, a los que el iniciado se debe someter; luego el código de observancia de un iniciado, no es por tanto, la motivación de su iniciación; tampoco es una convicción o conversión a un credo que se asuma por convencionalismos sociales y contribuyan a proporcionarnos, un estado de opinión favorable en un consenso de la sociedad; tampoco es en modo alguno un crédito o curriculum sacrosocial; sino que por el contrario resulta ser una consecuencia del proceso iniciático y por ende, no solo se desconoce, sino que simplemente, no existe hasta tanto el individuo no se inicie al culto.
Luego el verdadero código ético personal de los iniciados al culto de los orishas — con independencia de la causa de iniciación — es una obligatoria consecuencia resultante del proceso iniciático del individuo, dado que al tercer día de la misma, las "deidades" que el iniciado recibirá y a las cuales ya ha sido sintonizado, expresaran su mensaje o consejo en registro trascendente, que se denomina Itá y que se efectúa con los medios oraculares de cada uno de los orishas; en virtud de lo cual, se producirá la revelación kármica de cada centro suprasensorial, representado por cada orisha, que por conducto de las extremidades superiores del iniciado, mediante el medio oracular como instrumento de inducción, para la interpretación, servirá como portador, o soporte de la información del mensaje vibracional interno y que en atención a su cantidad, como expresión numérica y distribución al ser arrojados sobre la superficie de una estera y al nivel del piso, los que caigan en posición conversatoria, se convertirá en testigo indiscutible del mensaje y será interpretado en el marco del Itá, por un sumo sacerdote que generalmente ofició como maestro de ceremonia, durante el proceso o ceremonia de iniciación.
De esta manera y como resultante de la sintonización armónica de las vibraciones del inconsciente incontrolado con el consciente funcional del individuo, provocado desde el punto de vista de su interior, por la ingestión de elementos químicos naturales específicos en solución acuosa y desde el punto de vista externo, por los círculos concéntricos de colores y orden correspondiente según el caso, que se circunscriben en particular en la fontanela craneal y sobre la cual se depositan determinados componentes de origen vegetal y animal de muy meticulosa selección y preparación en condiciones semi húmedas, que por ósmosis interesaran nuestro cerebro y es que se logra el proceso de sintonía con la macro energía natural, para la cual estabamos programados y en consecuencia se facilita el proceso de la sintonización e inducción energética regulada y en su concreción objetiva al medio material, que resulta ser el oráculo y se hace tangible la alternativa de la revelación kármica individual; siempre y cuando se haya respetado en su especificidad el proceso de iniciación del individuo.
Si tenemos en consideración que en los procesos de deificación de los Yorubás están recreadas únicamente las esencias básicas de los orígenes de la vida, tierra, aire, agua, fuego, trabajo, creación humana, etc. y que los mismos aspectos que se constituyen en las características de estas esencias, que sirven en la vida real para caracterizar a las personas de cada filiación; es elemental que los aspectos que resulten antagónicos, por su caracterología entre esas esencias, se conviertan en las limitaciones, advertencias y hasta prohibiciones a tener en consideración por los iniciados entre si; del mismo modo que los aspectos afines, convergentes, o compatibles son las recomendaciones que deberán conocer, para el buen vivir y para las mejores relaciones con el mundo en general, como parte de su modo culto de convivencia, en ajuste a esta cultura naturista y con el logro de la mejor comunión en relación a sus congéneres.
Por lo tanto a partir del trascendental registro de Itá y lo que del mismo resulte, teniendo en alta consideración la definición del arquetipo y tipo específico de personalidad del iniciado, es que viene a tomar forma con cuerpo de concreción el código ético personal, que regirá para el resto de su vida, las recomendaciones positivas a seguir, las limitaciones, prohibiciones, los consejos sobre las incongruencias de su subjetivo, las advertencias sobre las precauciones con relación a todo lo que resulta pernicioso a su molde tipificado de individualidad, las orientaciones sobre los requerimientos necesarios de su régimen alimenticio, higiénico sanitario, la necesidad de respetar ciertos horarios para determinadas actividades, el esclarecimiento de la conducta a asumir frente a determinadas situaciones y personas, los colores y formas de la vestimenta, los lugares y ocasiones recomendables o limitados de visitar, la conducta adecuada en evitación de las frustraciones personales, las facultades o aptitudes innatas para la mejor realización en un perfil profesional, los niveles de iluminación necesarios durante las horas de sueño, las tendencias al padecimiento de ciertas patologías propias de su especificidad tipificada; en fin prácticamente no hay un solo aspecto de la vida del iniciado, que no sea objeto de análisis critico y de sana recomendación.
Como se puede apreciar, es extraordinario el número de aspectos que recoge el Itá de un iniciado, aun cuando no los hemos relacionado todos, el que como elemento regulador de su vida, o código ético de carácter personal, hace que el individuo en su aplicación tenga un modo cultural propio de vivir y de realizarse en un contexto general; pero si tenemos en consideración el número de personas iniciadas en este culto religioso, entonces estaremos en presencia de un estrato social, numéricamente importante, con este modelo cultural de proyectarse y en consecuencia una extraordinaria influencia de todas esta manifestaciones de la cultura, en principio particular de los iniciados y posteriormente en general, de un significativo sector poblacional y su consecuente repercusión en la tesitura de la cultura general de la sociedad.
Veamos ahora cuantos elementos de aportación informativa son empleados, así como cuantas y cuales variantes de conjugación se pueden elaborar con los mismos, para llegar al número de las posibles variantes que pueden existir para conformar una, de entre las múltiples posibles individualidades concebibles por esta cultura de realización, a partir del empleo de los medios y métodos oraculares, como una técnica Psicométrica.
En general poseemos en Cuba 10 posibles orishas tutelares, con ceremonias iniciáticas de asentamiento en orí, las mismas a su vez en atención a su género, pueden ser indistintamente de uno u otro sexo y ello arroja 20 posibilidades. Adicionalmente a ese orisha le va a corresponder, como resultado del acto oracular solamente 1 de entre 256 posibilidades de signos conversatorios inicial o primario, y 1 entre 92 posibles signos finales de igual condición; lo cual arroja unas 235,520 posibilidades.
A continuación se procede a la determinación del tipo de influencia que manifestará la personalidad genérica del orisha; lo cual estará conformado por 35 posibles variantes positivas (iré) o 26 alternativas negativas (osogbos), unas y otras aproximadamente, por lo que nos correspondería una de 61 alternativas totales, que sería determinado a su vez por 1 de 92 signos de posible correspondencia; resultando que nos tocaría una opción entre 5,612 posibles.
Luego se pasa a definir como o porque es esa influencia, que estará determinado por 1 de 2 variantes y mediante1de 92 signos de elección; encontraremos entonces una opción de184 posibles.
Finalmente del orisha tutelar se dilucida, de que manera será esa influencia, para lo cual se conciben 3 modalidades factibles, de las que nos tocará 1 sola, y que se definirá también con 1 de 92 signos posibles; obteniendo una alternativa en 276 existentes.
De modo que si nos atemos a la multiplicidad de todas las posibilidades conjugadas, obtendremos en el orisha iniciático 6,712,315,478 por 10 elevado a la 13 potencia de variantes posibles de las cuales nos corresponderá solamente una.
Adicionalmente hay que considerar además, que el proceso de transmutación cultural que conllevó hacia un politeísmo, estableció la condicional de que cuatro orishas más, participan colateralmente del proceso iniciático del individuo. En atención a las posiciones fundamentales que ocupan, aunque en un plano secundario, con respecto al orisha tutelar; participan con voz y voto durante el acto oracular trascendente post iniciático, los que en igual conformación y estructura que la entes mencionada, llegan a alcanzar cada uno de ellos por separados un total de 4,698,620,835 por 10 elevado a la 13 potencias de alternativas posibles, que como en los casos anteriores solo nos corresponde una en cada caso; pero de cualquier forma, multiplicado por los 4 que se encuentran en esta categoría participativa, aportan entre todos ellos un total de 1,879,448,334 por 10 elevado a la 23 potencia de posibilidades alternativas de aportación informativa al iniciado.
Con esta misma dinámica de estructuración, un sexto y último orisha, que aportará la información del curso de vida, estará constituido por un total de probabilidades que abarca unos 6,703,765,484 por 10 elevado a la 12 potencia de posibles alternativas para el mismo individuo.
Elementalmente la suma del total de las posibilidades alternativas que se van conjugando y que se pueden obtener en resumen, luego de un proceso iniciático, arroja que habrán definido la caracterología de un tipo de individualísima especificidad entre unas 2,617,717,537 por 10 elevado a la 23 potencia de posibilidades de tipo específico de personalidad individual del ser humano, perfectamente reconocibles y clasificables por esta cultura de realización.
Dicho de otro modo, son capaces de reconocer y clasificar a tantos tipos específicos de personalidad, como seres humanos hayan existido, existen y existirán.
Cada uno de los posibles símbolos que se van poniendo de manifiesto, como resultado del acto oracular post iniciático, se convierte en un elemento de aportación cultural, para ir delineando la descripción caracterológica de la personalidad iniciática resultante. A pesar de que cotidianamente operan de esta manera y con estos códigos de clasificación y repercusión psicosocial, no se percatan en si mismo de la magnitud del fenómeno cultural que todo ello supone.
Estas técnicas de clasificación de la personalidad, resumen en su haber la milenaria sapiencia y experiencia
Ahora bien hay que destacar, que la mayor o menor riqueza de aportación de caracteres ante estos resultados, estará en dependencia del mayor o menor conocimiento y riqueza cultural del sacerdote oficiante como Oriaté, en la lectura e interpretación de la resultante oracular.
— La moral entre los Santeros...
— Moral es costumbres, pero las costumbres y las conductas son maneras de conducirse individuos y grupos humanos.
— Cuando una costumbre es redactada intelectualmente, se le llama regla de conducta.
— La regla puede ser instituida como principio por una institución o filosofía.
— La sujeción de los principios a ciencia, teología o filosofía constituye la ética.
Toda la estructura que da facturación a la civilización Yorubá, donde encontramos costumbres, reglas de conducta, principios, ética, teofilosofía, política, educación y metódica esta implementada mediante sus formas religiosas.
Luego toda su moral está en su religión[1].
De este modo se comprenderá, que un iniciado en sus pretensiones, no deberá ir mas allá de sus posibilidades reales, de vivir en ajuste y de conformidad con lo que trae programado, con lo cual toma cuerpo, el concepto filosófico funcional, que teológicamente sustenta y solivianta el verdadero sentido de ser de este culto religioso, o mejor decir sociorreligioso, que procura, en primer término la solución de la problemática personal del individuo, y como una consecuencia resultante además su adecuamiento a las circunstancias insolubles en los casos donde así se requiera.
Originalmente en Africa y a principios de siglo también en Cuba, los practicantes de estos cultos, llevaban a sus hijos a los oráculos para conocer de antemano toda la caracterología de los mismos y poder de esa forma llevar la mejor conducción de ellos; en el caso de los varones a los nueve años y las niñas a los siete, pues los Yorubás opinan que las hembras maduraban física y psicológicamente antes que los varones.
Se comprenderá que esta manera ajustada de vivir, con atención a la traspolación del equilibrio de las relaciones de la naturaleza, al equilibrio de las relaciones sociales, tienen un sentido armónico e inteligente de comunión interpersonal, en el marco de la extraordinaria diversidad de personajes psicológicos; donde el conocimiento y aceptación de virtudes y defectos, supone un conocimiento, infiere un dominio de las tendencias de las demás personas, en atención a su caracterología y esto evidencia, que cada uno convive o conlleva una relación con sus prójimos, conociendo con bastante exactitud al ente social que enfrenta, dentro de los practicantes.
Por estas razones entre iniciados es importante conocer cual es el orisha personal de cada uno, y además, cual es el signo correspondiente que lo definirá luego de su iniciación; porque únicamente así, se puede conocer con exactitud, las características vibracionales pluriformes, que determinan con objetividad la personalidad y ser consecuentes con las mismas.
Se necesita de un trabajo meticuloso, multidiciplinario, esclarecedor y desprejuiciado de estigmas discriminadores, en materia de antropología, sicología, sociología, moral, ética, etnografía, etnología, cívica e historia, sobre los patrones de origen africano subyacentes en nuestra cultura, que contribuya al esclarecimiento de los orígenes y tendencias de nuestros códigos éticos morales y en consecuencia su extraordinaria influencia, en la tesitura de nuestra cultura mestiza americana, los cuales tienen mucho en sus esencias de la original cultura de los Orishas; resulta imposible concebir un producto cultural blanco en una América y en el área del Caribe, donde millones y millones de personas, no solamente son el resultado de un mestizaje racial; sino donde además su modo cultural de vivir es en ajuste a normas sociorreligiosas de origen africano. Donde la música, la plástica, la danza, la oralidad, la sensibilidad y ejecutoria esta totalmente imbuida del innegable perfil negroide.
Si todo el cotidiano desenvolvimiento, de los millones de iniciados al culto de los orishas, es en atención a su código ético personal, no podemos continuar desarrollando políticas o programas culturales en la América con francas tendencias blanquizadoras, o en el mejor de los casos con omisión o desdén de los valores estéticos y éticos morales de la extraordinaria influencia de la cultura negra de nuestros pueblos americanos y del Caribe.
Nota
- Días Fabelo, Teodoro Simeón. El Diloggún. Inédita aun en 1998.
Nelson Aboy Domingo es Investigador de Antropología Religiosa, Yoruba y Bantú.
Sacerdote de Cultos Afrocubanos.
Consejo Científico de la Casa de África, La Habana, Cuba.