Es 5 de octubre 1958. El Movimiento 26 de Julio envía al doctor Danilo Corchado Martínez. Había deambulado por toda la zona tratando de localizarnos. Desconocía el lugar exacto donde estában. Llega montado a caballo y con un maletín que contiene medicinas e instrumentos quirúrgicos. Los heridos van a recibir por primera vez atención médica después de tantos días. René Vallina Mendoza nos narra:
— He tenido que explorar todos estos montes para poder localizarlos. Vamos a ver a esos enfermos — dice Corchado.
El médico revisa las heridas. Un proyectil le entró a Andrés Borrego, "Escorpión", por la mandíbula derecha.
— ¡Esto está feo. Tiene trozada la lengua, partido el maxilar inferior y desprendidas tres muelas. No te preocupes, muchacho, haré todo lo posible.
Buscan una puerta y la montan encima de unos palos. El doctor improvisa una mesa de operaciones. Acostamos a Escorpión y lo aguantamos fuertemente. Corchado comienza a operarlo a sangre fría. El herido tiene la mandíbula muy inflamada y el médico no da con el proyectil. Saca pedazos de huesos. El muchacho está blanco, pierde el conocimiento. Por fin, Corchado localiza la bala. Le había patinado en la mandíbula derecha y se le alojó en la mandíbula izquierda. El bisturí corta la carne y deja el espacio abierto, por donde el médico extrae el plomo.
Concluida la operación el doctor va hasta donde está mi tío Panchito el que presenta un cuadro clínico muy complejo. Corchado comienza a curarlo. La pierna de mi tío esta inflamada. La bala le ha atravesado de lado a lado el pie. Se aleja de Panchito y va donde están el resto de los compañeros.
— A éste hay que sacarlo urgente de aquí. La operación de él es más compleja. Yo no tengo condiciones para operarlo aquí. Si continúa en el monte puede coger gangrena. Ustedes tienen que tomar una decisión, si no, puede perder la pierna.
En mis actividades como miembro del Movimiento 26 de Julio, establecí ciertas relaciones con el dueño de la finca La Larga, propiedad del médico Martín Rubio, cuyo hijo colabora con el 26. Tengo la seguridad de que podemos llevar al herido. En La Larga no existe ningún tipo de peligro.
La finca está ubicada en un sitio bastante apropiado, muy cerca de La Vallita. Propuse la alternativa.
— No, qué va. Es muy arriesgado. Corchado, ¿usted lo puede sacar de aquí? — pregunta Botello.
— Correrá mucho riesgo. Por esta zona han pasado ya tres columnas. Hay emboscadas de los guardias. Toda la zona es un hervidero. El paso de ustedes ha creado un estado de levantamiento y medidas de vigilancia — responde el médico.
Como consecuencia del movimiento de fuerzas enemigas, creado tras la ofensiva del Ejército Rebelde por el sur de Camaguey se ha orientado evitar salir del monte, porque salir del monte es correr un peligro mortal.
— Pero es que no existe otra opción ¿No se dan cuenta? Hay que decidirse por una — insisto —. ¿Tú estás de acuerdo, tío?
— Bueno. Si no hay otra posibilidad, estoy de acuerdo.
— Yo puedo sacarlos de aquí. Podemos utilizar dos carros. Uno irá delante explorando y yo lo seguiría a prudencial distancia. Si el chofer del primer carro encuentra postas en el camino, viraría para avisarnos — propone el dueño de la finca Los Camblores.
Todos estamos de acuerdo.
— Bueno, Vallina, ya que usted va a partir para Camagüey con el herido, hace falta que cumpla una misión — dice Botello.
— Lo que usted ordene.
— Después a que dejes a Panchito, debes salir para Esmeralda. Allá hay una gente que está haciendo mucho daño. Es un chivato. Usted entre por Esmeralda y liquide al individuo. Luego, sigues para el norte y te incorporas conmigo.
En el amanecer del 6 de octubre saldríamos para La Larga. Temprano, Botello parte con su pelotón rumbo al norte, a Santa Lucía de Nuevitas, y Francisco Peña se queda en la zona. Un guía, Panchito Mendoza, Onelio Capote Blanco — que está enfermo — y yo, salimos hacia el batey de la finca Los Camblores. A las ocho de la mañana llegamos allí. Nos recibe el mayoral.
— El dueño no ha llegado. Pero creo que tampoco va a venir hoy.
Me veo nuevamente en una situación muy difícil. No tengo a quien acudir. Francisco Peña y José Botello se fueron ya de la zona. Como dice el refrán la desdicha no camina por los montes, sino entre los hombres.
"¡Coño René no sea tan pesimista!. Es verdad, lo último que se pierde es la esperanza". En el garaje está parqueada una camioneta Willys y el chofer se encuentra en la finca. El guía, Muerdeihuye, propone:
— Vamos a coger la Willys. El chofer nos lleva hasta el central Francisco. Yo conozco una casa de gente de confianza. A esa casa viene, todos los mediodías, un chofer de alquiler que tira viajes para Camagüey. Él siempre toma café en esa casa. Tú le planteas la situación. Él también es de confianza.
— ¡Pues arriba!
Montamos en la Willys y partimos para el central Francisco. A las once de la mañana llegamos al batey. Nos acercamos a la casa. Llueve a cántaros. Exploramos el área. No se ve gente sospechosa. Pasamos inadvertidos. Sin pérdida de tiempo bajamos al herido. El guía y el chofer se retiran. Toco a la puerta y abre un hombre. En el interior de la casa se encuentran una mujer y tres niños, entre 9 y 12 años de edad.
"Este debe ser el hombre".
— Mire, nosotros somos del 26.
— Pasen, pasen, — dice el hombre inseguro.
Entro a la vivienda y les digo a los presentes:
— De aquí no puede salir nadie. Si sale alguien y comete una indiscreción, el ejército puede sospechar.
Miro al hombre, luego a la mujer y a los muchachos.
El hombre y la mujer se notan nerviosos. Pronto se tranquilizan. La mujer prepara café. Me siento en una silla a la orilla de la puerta, como medida de precaución.
Un auto se aproxima. El chofer se baja, camina hacia la casa y toca la puerta. Efectivamente, es el hombre que estoy esperando. Se trata de Rolando Plaza Zayas. Saluda a la familia. Me saluda a mí. Hablo con el hombre.
— Mire, yo vengo con un herido de los montes de San Miguel. Tengo necesidad de que usted nos saque para Camagüey. ¿Será posible?
— Cómo no. Yo vengo ahora de Camagüey. La carretera está libre de peligro. No he visto guardias registrando los autos. Podemos partir cuando usted lo ordene.
— Pues bueno, nos vamos.
Rolando Plaza toma su habitual café y se despide del matrimonio amigo. Nos montamos en el carro. El chofer pone en marcha el auto y embraga la velocidad. Pasamos por frente al cuartel del Francisco sin contratiempo.
Fragmento del libro Tiro de Gracia (Editorial Ácana, 2003). Radio Cadena Agramonte acaba de transmitir una serie — de 39 capítulos — dramatizada y testimonial, titulada Emboscada en el Llano, que recrea esta historia.
De la serie "Tiro de Gracia" en el Sitio
Fusilamiento. De la serie "Tiro de Gracia"
Terry. De la serie "Tiro de Gracia"
Preámbulo. De la serie "Tiro de gracia"
Los Heridos. De la serie "Tiro de gracia"
El viaje. De la serie "Tiro de gracia"
El Doctor Corchado. De la serie "Tiro de gracia"
El inocente. De la serie "Tiro de Gracia"