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Cuba |
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Una identità in movimento | ||
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Fusilamiento. De la serie "Tiro de Gracia"
Lázaro David Najarro Pujol
Nos aproximamos al camino de Curajaya. Mi tío Panchito se ha quedado dormido como consecuencia de los terribles días transcurridos. El teniente le dice en voz baja al chofer.
El cabo Eusebio Pérez, que viene conduciendo el auto, disminuye la velocidad. Vengo detrás del chofer y escucho la orden. Pienso:
"Aquí mismo es la cosa". El auto toma a la izquierda y detrás viene el jeep. A unos 300 metros se detiene.
Los cuatro prisioneros estamos en el auto esposados, mano con mano. Alipio va esposado con Rolando Plaza y yo, con Panchito. El teniente insiste en que nos desmontemos. Voy al último recurso. Le digo a los guardias:
El oficial que viiste de civil y usa una gorrita deportiva me responde:
— Pero...
— ¡Arriba! ¡Arriba, denle para allá! Al paso que llevan, para llegar al bote le va a costar trabajo. Transcurren unos segundos. Escucho una voz:
Realmente mi tío no puede caminar. Se sujeta de mí.
— No, qué va. ¿Cómo vas a pensar que tengo miedo? Recuerda lo que dice el refrán: si llega tu día, muere como mueren los hombres.
— Yo tampoco tengo miedo, sobrino. No le puedo decir la verdad al tío; tengo miedo, por solidaridad con él no puedo demostrarle que me estoy muriendo de miedo.
Nos forman a los cuatro. Yo estoy con Panchito a la derecha y ellos dos a la izquierda. Los soldados vienen detrás de nosotros. Caminamos despacio. Alipio Carrillo habla con el sargento:
Mi tío y yo reaccionamos inmediatamente.
El muchacho no hace caso...
No puede escuchar el nombre de la persona a que Alipio hace referencia.
Le repetimos:
— Sargento, mira, yo sé también...
— ¡Está bueno ya, carajo! Palanquean los fusiles. El muchacho trata de correr hacia donde está el sargento.
No puedo precisar lo que dijo Alipio. En el instante que el muchacho hala para correr hacia el sargento, Rolando Plaza, que está esposado a él, queda de perfil hacia los guardias. Suena la primera descarga. Caemos al suelo. Ni una sola bala me da. Los guardias cargan de nuevo los fusiles. Cada peine tiene cinco balas. En el suelo nos siguen tirando. Siento como dos proyectiles me queman la piel. Una bala me da a sedal encima de la oreja izquierda y otra me roza el muslo derecho muy cerca de los testículos. Siento como los plomos desprenden la tierra entre mis piernas. Me quedé inmóvil. Un disparo alcanza a Francisco.
La bala le penetra en la cabeza y su cuerpo brinca en la fría y húmeda noche. Yo estoy lleno de sangre y no precisamente de la mía, sino de mi tío. Aún Alipio se queja moribundo, aferrado a la vida:
Comienza a emitir un sonido imperceptible. Queda muerto.
Los guardias nos viran a los cuatro prisioneros boca arriba y empiezan a revisarnos para darnos el tiro de gracia a los que estamos moribundos. Siento la sangre caliente que me corre por el cuello. La bala se me aloja en el oído izquierdo. Tengo calambres.
Un soldado trata de quitarme las esposas a mí y a Francisco. Yo soy el último pero la esposa no abre. Es nueva. Se traba. El guardia me hala el brazo para la izquierda y la derecha. Estoy inmóvil. Me hago el muerto. Por fin abre la esposa. Pero el hombre se da cuenta que respiro y dice:
— No, denle el tiro de gracia a todo el mundo. De allá para acá vuelvo a ser el último. Siento a alguien a mi lado. Escucho que palanquea la pistola. Siento el cañón del arma aún caliente que me lo pega encima de la oreja. Inmediatamente un disparo y el golpe. Pasan unos minutos. Vuelvo en mí. Los guardias están ahí todavía.
Halan a Alipio. Le quitan la camisa. Le dan patadas a los cuerpos para asegurarse que estén muertos. Me muerdo la lengua. Siento el golpe fuerte de la bota. Se me va el aire y emito un sonido. Escucho al guardia.
Un soldado palanquea el fusil. El teniente lo aguanta.
El guardia saca la bala del directo y escucho que se retira de mí. Yo quedo boca arriba con el tiro en la cabeza. Miro las luces de los dos carros. Viran el terraplén y se alejan.
Alguien se para de entre los muertos. Choca con la cerca y cae al suelo. Sin moverme de la posición en que estoy, le digo bajito:
El hombre se incorpora y choca otra vez con la cerca. Cae a la tierra húmeda.
"Es Rolando Plaza, el chofer".
Se recupera y logró pasar entre los alambres. Se mete en la caña[1].
Me levanto. Salgo caminando. Camino sin rumbo. Llego a la carretera. Toco con las manos el asfalto.
"Por la carretera no puedo caminar porque me pueden descubrir".
Retrocedo. Me siento al lado de los dos cadáveres.
"¿Qué haré? Si me quedo aquí me van a matar".
Camino otra vez.
"Por este callejón no puedo seguir, tengo que virar". Retorno a los muertos.
Reviso a mi tío. Trato de levantar el cadáver. Le pongo las manos en la cabeza y los dedos se hunden entre los sesos. Tiene el cráneo destrozado. Una bala le había atravesado el pecho. Halo al muchacho y lo pongo a la orilla de Panchito. Le quito el cinto a mi tío.
"Para un recuerdo".
Saludo militarmente a los dos. Paso la cerca entre los alambres.
Escucho un caballo. Trato de agarrarlo. El olor a sangre espanta al animal. Camino hacia el norte. Caigo en algo que me mojaba.
"¿Un charco de agua? ¡Coño, estoy dentro del agua!" Salgo del agua. Camino un poquito. Vuelvo al suelo. Me quedo de rodillas. Me siento sobre la hierba.
Medito:
"Concho, a mí me fusilaron. Me dieron un tiro en la cabeza. Debo tener un hueco grande. No tengo valor de tocarme del otro lado de la cabeza para no sentir el boquete que deja el proyectil cuando sale de la carne. ¡Qué carajo!"
Me paso la mano por la cabeza. Siento un pegote de sangre.
"Me han pasado la cabeza de lado a lado. Además, estoy muerto. Pero bueno, si estoy muerto no puedo romper ningún objeto material, a las cosas materiales no le puedo hacer nada si uno es cadáver; pero si estoy vivo sí. Déjame partir un palito".
Busco a tientas. Lo tengo. Lo llevo a los dientes.
"¡Se rompe! ¡Estoy vivo! ¡No me mataron!"
Tengo que orientarme.
"¿Para dónde voy? ¿Dónde estoy? ¿Cómo me oriento? ¡Ah, ya sé! Me oriento por las estrellas, los puntos cardinales. La rastra indica el norte[2]. Voy para Santa Lucía. Voy a caminar ¿Esas luces? ¿Un batey? ¿Hay una casa muy bonita? ¿Esa debe ser del mayoral o del dueño de la finca? De todas formas, pediré ayuda. Pero si sale el mayoral o el dueño me va a entregar a los guardias. Mejor llamo a los haitianos que viven en el batey".
Llego a un bohío. Llamo:
No sale nadie. Por fin escucho una voz.
Trato de agarrar el caballo, pero esta suelto. Me pasa lo mismo que con el otro. La sangre espanta a la bestia. Higo un lazo con el cinto de mí tío. Logro aguantar al caballo. Trato de montar, pero no puedo. Camino de un lado para otro. Llego a una cerca. Camino agarrado a los alambres de la cerca. Me caigo. Desde el suelo no veo casi nada, pero observo una luz pequeña. Me levanto y trato de llegar a la luz.
"¿Será una casa? Sí, es un ranchito de guano".
Estoy tendido en el suelo. No tengo fuerzas para levantarme. Camino gateando y agarrado a la cerca.
Me aproximo a la luz. No puedo arrastrarme más. Me siento muy mal. Veo un bulto. Una persona sale de la casa y camina hacia mí. Es un hombre desnudo. Se detiene.
"¿Qué hace? ¿Me va a orinar?"
Lo llamo. El hombre da un brinco y se echa a correr.
El hombre, un poco receloso se detiene y vuelve a mí.
Me hala por debajo de la cerca. Me lleva para la casa. Tengo temblores. Un frío tremendo.
— Es que yo no tengo nada en la casa.
— ¿Usted no tiene ahí para calentar agua?
— Para calentar agua, sí.
— Bueno, caliente agua y démela. "Las condiciones de vida de este muchacho son deplorables. Vive con su mujer. Él duerme en una hamaca de saco y la esposa en otra. Es una pareja de jóvenes. Deben tener unos 25 años de edad".
Me acuestan en una de las hamacas. La mujer enciende el fogón y calienta agua. Me la dan.
— Pero es que yo no puedo caminar casi.
— Sí, pero usted aquí no puede amanecer. ¡Qué va! Yo vivo aquí en la orilla de la cuneta. Si se me muere en la casa qué me hago yo después.
— ¿Entonces dónde estamos?
— En la orilla de la carretera de Santa Cruz del Sur.
— Yo creía que estaba en medio de un monte.
— No, qué va. Usted está en la orilla de la carretera de Santa Cruz. Me levanto de la hamaca. El muchacho me ayuda a incorporarme. Me paro en la puerta. Veo la carretera y del otro lado una casa.
— Ahí vive un negro.
— Pero, ¿qué tipo de negro? ¿En qué trabaja? ¿Qué es lo que hace?
— Es tractorista allá en el central.
— ¿Cuántos hijos tiene?
— Tiene como cuatro o cinco hijos.
— Bueno, llévame para allá. "Ese debe ser un negro muerto de hambre. Este mismo es el hombre que me va a apoyar".
El muchacho pasa la carretera conmigo. Me deja recostado a la ventana del fogón de la casa del negro.
El muchacho se va corriendo.
Fragmento del libro Tiro de Gracia (Editorial Ácana, 2003). Radio Cadena Agramonte acaba de transmitir una serie — de 39 capítulos — dramatizada y testimonial, titulada Emboscada en el Llano, que recrea esta historia.
[1] Rolando Plaza Zayas, ex chofer de Obras Públicas del municipio de Florida, Camagüey, Cuba, recibió siete balazos en el fusilamiento: dos en el estómago, uno en el hombro derecho y tres en las piernas. El tiro de gracia se lo dio Luis Cervantes, en el pómulo derecho.
[2] Se refiere a la Estrella Polar, visible desde el hemisferio norte y la más cercana al punto del eje que se dirige a la Tierra. Está situada a unos 300 años luz de nuestro planeta. Es fácil localizarla en el cielo porque la señalan dos estrellas identificables de la constelación Osa Mayor o Carro Mayor, integrada por las siete estrellas más brillantes de la constelación, dos de ellas indican directamente a la Estrella Polar. Se localiza primero la Osa Mayor. Cuba. Una identità in movimento
Eran alrededor de las once y cinco de la noche del miércoles 8 de octubre de 1958. Un grupo de prisioneros es conducido en un automóvil por la carretera de Santa cruz del Sur a Camagüey. Rene Vallina Mendoza jamás lo olvidará.
— Ahora, en el primer camino, en el primer callejón desvíate a la izquierda.
— ¡Bájense, rápido!
— Es que el herido así, como está, no puede caminar.
— Ayúdense ustedes mismos, si en definitiva van a caminar muy poco. En un bote que hay allí se van a montar. Es un pedacito nada más lo que van a caminar...
— ¡Caminen que esto hay que acabarlo pronto!
— ¡Tú tienes miedo, sobrino!
— Lo que usted va a cometer es un crimen. Pero bueno, yo tengo información de muchas cosas que a usted le puede interesar...
— No hables viejo, si ya te van a matar de todas maneras. ¡Cállate la boca!
— Mira, yo sé que en la casa de (...) se reúne...
— Todo eso lo sé ya. A ver, ¿qué más tú sabes? — grita el sargento.
— Muchacho, cállate la boca. De todas formas te van a matar.
— Sargento... Sargento...
— Sargento... Sargento usted sabe que soy inocente.
— Teniente, me parece que éste aún está medio vivo.
— Oye, el muchacho tiene una camisa nueva. Vamos a quitársela.
— Oye teniente, éste está medio vivo todavía.
— Esta bueno ya. Ni un tiro más. Es suficiente. Nos vamos pa’l carajo.
— Oye, espera que los guardias lleguen a la carretera.
— Por favor, necesito ayuda. Estoy gravemente herido.
— Ahí afuera hay un caballo que es mío. ¡Cójalo y lléveselo!
— Oiga, no corra, coño. Estoy herido. No tenga miedo. Ven acá.
— Oiga, por favor. Ayúdame que estoy herido.
— Mire, a mí me hace falta que usted me dé algo caliente. Me estoy muriendo del frío. Hágame un poco de café.
— Usted no se puede quedar aquí. Usted aquí no puede amanecer — me dice el muchacho asustado.
— ¿Quién vive ahí?
— Ayúdeme a pasar la carretera.
— Oye, Terry, aquí te busca un guardia lleno de sangre que pregunta por ti.
Notas de referencia
De la serie "Tiro de Gracia" en el Sitio
Fusilamiento. De la serie "Tiro de Gracia"
Terry. De la serie "Tiro de Gracia"
Preámbulo. De la serie "Tiro de gracia"
Los Heridos. De la serie "Tiro de gracia"
El viaje. De la serie "Tiro de gracia"
El Doctor Corchado. De la serie "Tiro de gracia"
El inocente. De la serie "Tiro de Gracia"
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