En el pensamiento religioso de los macuas había una constante referencia a la interrelación existente entre el mundo material y el espiritual y donde definitivamente predominaba el segundo.
La principal manifestación de religiosidad de los macuas era la misma de todos los bantús, el culto a los muertos o manismo, o lo que nosotros llamaríamos espiritismo.
La religión, como en otros pueblos africanos, impregnaba toda la vida de la sociedad macua, era elemento central de su cultura y la llave de entendimiento de su identidad y valores inherentes.
La de los macuas se consideraba una religión algo avanzada en relación con la estructura social de estos grupos y ello se explica por la influencia ejercida en tiempos remotos por los egipcios y los hamitas. Llama la atención que, como ocurre con la religión de los yorubas, también aquí se observa la preponderancia de la influencia árabe.
Para el macua, la religión como elemento estructural del mundo estaba al servicio de la vida. Ellos no tenían un código de verdades religiosas, no adoraban a varios dioses ni consideraban a Dios como si fuese el espíritu de un antepasado. Sobre lo natural no tenían ninguna idea o concepto coherente. Creían en potencias invisibles que los cercaban por todos lados y que se manifiestaban en todos los momentos y en todas las circunstancias. En ellos se daba un sentimiento mezcla de temor y emoción, de éxtasis en presencia de cierto local, de cierto rito y cierta invocación. Existía una hipoteca sobrenatural que ejercía constante presión sobre sus vidas. Por lo general, le atribuían una fuerza sobrenatural a cualquier hecho que les ocurriese.
Para el macua, la vida continuaba después de la muerte física Ahorwa ó Wani; decían los macuas Metos "él fue para la casa", lo que quiere decir que alguien murió.
Ellos tenían la creencia de que el hombre tenía un alma y que después de muerto iba a vivir otra vida más allá de la tumba.
Cuando alguien moría se producía una mezcla de tristeza y de alegría, sentimiento que era mayor mientras más vieja era la persona fallecida. Tristeza porque nos dejaba, nos abandona y alegría porque se iba al otro mundo, el de los antepasados y desde allí nos cuidará y defenderá.
El culto a los espíritus empezaba por los antepasados. Se honraba especialmente a los espíritus ancestrales y antepasados más importantes de la familia y de la aldea, considerándolos como auténticos intermediarios entre Dios y el hombre.
La creencia en la sobrevivencia más allá de la muerte no es fruto de especulaciones sobre la inmortalidad del alma, ni nació de las necesidades de compensación por las desigualdades e injusticias practicadas en la vida terrenal, porque en la aldea de los difuntos cada uno reencuentra la misma situación y función que tenía en la vida terrenal, más lo esencial es existir juntos, estar reunidos con los padres.
Según la creencia tradicional, los espíritus en sus primeros momentos viven alrededor de los cementerios, en la selva, en los montes y en los ríos. Para Major A.J. Mello, los mawes (muertos) venerados, propiciados e invocados viven entre los vivos. Son "código de justicia".
Guardianes de tradiciones y de costumbres están presentes a toda hora y en todos los lugares y circunstancias.
"Los muertos, con frecuencia, se encuentran molestos con los vivos siendo necesario aplacar su ira y satisfacer sus exigencias".
"Las almas que no alcanzan la otra vida y son obligadas a vagabundear por el mundo, frustrados sus designios, sólo hacen mal. Es de esas almas que los vivos tienen que cuidarse y defenderse, calmándolos, aplacando su ira, satisfaciendo sus deseos".
En la cosmología macua la mala conducta del individuo en el seno de la comunidad podía hacer desencadenar sobre ella la cólera de los muertos. La mayoría de los maleficios y daños provocados por alguien, generalmente no eran considerado sólo de su entera responsabilidad y sí de los espíritus que lo poseían. El hombre podía ser poseído por éstos, siendo obligado a actuar según su voluntad. Los espíritus normalmente no actuaban, eran intermediarios.
Se dice que en caso de muerte o de cualquier adversidad, el macua sospechaba muchas veces de que hubo la acción de alguna brujería.
Se admitía la existencia de espíritus buenos y malos. Los practicantes de estos cultos conversabann, o más bien simulaban conversar, en voz baja con ellos, invocándolos, contándoles sus penas y vicisitudes, formulándoles preguntas o pidiéndoles algo en voz alta.
Entre los espíritus existía una verdadera jerarquía. Unos eran considerados más importantes que otros, teniendo en cuenta su posición social en vida, su actitud moral y antigüedad.
Los espíritus podían actuar con eficacia en beneficio o en perjuicio de los hombres. Estos podían intervenir en las discordias y disputas familiares, conflictos sociales, en los asuntos relacionados con la salud, la fecundidad, la esterilidad, que tanto preocupaba a los macua; en el buen resultado de los negocios, en la caza, la pesca, las cosechas, en fin, en las buenas como en las malas etapas del individuo.
Lejos de utilizar la religión para el mal, el macua la utilizaba fundamentalmente en función del bien, de la protección individual y colectiva, contra los desmanes y desvaríos de la naturaleza, la sociedad y el propio hombre, en procurar el favor de los antepasados en que creen y sin los cuales no conciben el mundo y la vida.
Aunque no existían templos sí existían locales específicos para evocar las oraciones. Estos locales en algunos lugares se llamaban Onlopia y eran de los más diversos: en general era junto a un árbol, pero también podía ser junto a una roca (Inluko) o una columna de la casa (Inrripo).
También rezaban junto a la puerta de la casa y junto a la pared (Vankorra).
Cualquier árbol servía para orar aunque uno de los preferidos era el Mulapa, otros eran el Intonha; el Intolo; el Muleua; Umbila; Mangueira; Jambri; Murrale; Murritinda, etc. Estos árboles eran escogidos según el deseo de cada quien y siempre estaban situados en las cercanías de la casa o junto a un túmulo de los antepasados. Al parecer, los maridos y las mujeres no se servían de la misma Onlopia, habiendo uno para él y otro para ella (*),el macua iba sólo o se hacía acompañar de familiares o consejeros de la familia. Llegados al local se procedía a su limpieza y allí se situaban las ofrendas, generalmente en un paño donde se colocaba harina y agua.
La oración se decía de pie o de rodillas invocando a Muluko y a los antepasados.
Oración para que desaparezca una enfermedad:
Oalupa Akuié
Eretha ela Ionophiha
Nula Aniveriva, Muinkuce
Muhie Avone
(*) cuando decidía hacer alguna oración
Niretja Ella Kinone
Muahieni, Anamuane Iethe
Edanle Ekume, Ekodivelane
Indueleni, Nhuó Mukuié
Ekateka Mampannho, Mukona Ouane
Mukakalana Muruto Muakilate
Muakilate Mukaupuela Anamuane
Traducción:
¡Oh muertos!
¡Que enfermedad esta!
Que miedo tenemos de ella
No te lleves al pobrecito enfermo
dejad que mejore
enfermedad tal, jamás vimos
deja a los niños
con salud y en paz
para que ustedes les agraden
para que ustedes conozcan
a vuestros muertos
para construirles vuestras casas
para conocer
las cosas que eran vuestras
para plantarles los árboles
en que vos habéis de sentar...
cuando vos se siente
recúerdese de los niños!
ORACION — pedido de lluvia
Mukuto Olá, Epula Erupé
Mualupa Inkuié Murivativó
Quaranela Munivahé Epula
Nalo Immido Omele Orere
Elapó Ella Iathe Iodja
Athú Otene Iethe Voreravo
Traducción:
Aquí queda el pedido:
— que llueva
Muertos, nuestros antepasados,
¡Guarancia!
Danos lluvia
Queremos sembrar
que las semillas nazcan
y fructifiquen
para tener alimentos
¡y andarnos vestidos!
MULUKO (Dios).
El macua era esencialmente monoteísta y ello concuerda con las modernas conclusiones sobre los bantús.
Dios en macua se dice Muluko. Es un nombre general y neutro; su significado es muy complicado. Este término existe como una fuerza sobrenatural, invisible, omnipotente y omnipresente. Para llegar a Dios hay que pasar por los espíritus.
Según algunas interpretaciones, Muluko para el macua significa poder sobrenatural, sin personalidad propia, que tanto puede ser bueno como malo. De acuerdo con estas versiones, Dios vive principalmente en el interior de la tierra, en el fondo de los ríos, en los lagos, en el lodo de los pantanos y en los caminos de la sierra.
Muluku es como la tierra y la madre, dicen los proverbios, ellos no traicionan y son de confianza absoluta.
Al referirse a este tema en su ya citada obra, Martínez Lerma señala:
"Es fundamental en la cultura macua la aceptación de la existencia de un ser superior, un ser más fuerte que el hombre y más poderoso que cualquier otro ser, que se pueda considerar como la fuente original de todo lo que es visible, la consistencia de todos los seres en el presente y en su apertura al futuro".
Decir que Muluko Okhala (Dios existe) para un macua, no es solo proclamar un principio de fe religiosa, más sobre todo, creer en la consistencia de la propia existencia, proclamar una fe espiritual, la fe en la propia vida.
No hay culto alguno especialmente consagrado a Dios ni de carácter colectivo ni privado. No existe estatua material de madera o de piedra, ni imágenes ni figura de ningún tipo que represente a este ser. No existen ni templos ni sacerdotes.
El macua, a pesar de considerar a Dios como Ser Supremo, como algo que está por encima de todo, al mismo tiempo piensa que Dios tiene siempre algo que ver con la actividad de los hombres y como tal lo relaciona.
"Cuando un hombre africano dice 'Dios' expresa no un concepto y sí una experiencia, algo que es esencialmente vivido más que pensado" (Elías Cicato, ob. cit. pag. 106).
El saber que Dios existe no es todavía para los Macuas un producto de reconocimiento analítico, su actitud respecto a Dios no es académica, es antes intuitiva, pre-científica, en este sentido existe poca reflexión o conciencia explícita acerca de la esencia de Dios.
La expresión Nlukuhawo está en todos los labios. Se dice en momentos en que la presencia de Dios toma por así decir estatura visible un acontecimiento, una experiencia de carácter personal o cósmica.
Nlukuhawo significa "es él de nuevo" o "verlo otra vez", "debe ser él".
La negación de la existencia de Dios sería según el pensar tradicional, igual a la negación de sí propio, porque al mismo tiempo que conciben y aceptan su propia existencia, así también conciben y aceptan la existencia de Dios. En principio el animista como el mágico no pretende en lo más mínimo excluir a Dios, ni siente su fe, en contradicción con Dios hasta por el contrario. Para él derramar sangre de gallina o de gacela por un enfermo es darle vida, es movilizar la vida a su favor; preparar una refección, participar de la misma comida con los "espíritus" es pacto de amistad, señal de comunicación y de buenas relaciones en un mundo donde es necesario andar unidos y ayudarse recíprocamente.
De los datos obtenidos, muy dispersos y poco precisos, se entiende que Dios para los macua es ante todo una fuerza motora de la vida y de la naturaleza, en cuyas manos se encuentra la regulación de las lluvias, los vientos, las tormentas, las inundaciones e incluso de esa corriente energética que el feticheo, curandero o como se le llame, procura dominar.
Definitivamente él está presente en todas las expresiones culturales y recibe de una u otra forma un culto indirecto. De este Dios no existe una comprensión o una interpretación clara y definitiva.
Al respecto, un testimonio de John Moffat, que era amigo de Mzilikazi, el gran jefe Zulu y quien en 1860 misionaba en Kurumen entre los Ndebele:
"Durante un servicio religioso, donde estaba también presente Mzilikazi, trataba de Dios en mi sermón. En el empleaba la palabra Unkulukulo. Al principio a los Ndebele les parecía que se trataba del mismo Dios que ellos también conocían. Por eso no había protesta del lado de Mzilikaz (...)
Sigue diciendo Moffat
"... apunté para la multitud compacta que tenía delante de mi y dije: 'Ustedes, hombres, podéis cada uno de vos hablar con Dios y él estará listo a verlos. Decidle a los muchachos y muchachas que siempre que estuviesen solos en los jardines o estuvieren guardando el ganado en los campos, podían hablar con Dios y el los oiría'".
Esta vez hubo señales de desagrado. Miré para el jefe cuyo asiento estaba un par de yardas delante de mi. El se había levantado y temblaba de rabia. Exclamó con voz retumbante: ¡Usted es un mentiroso! Fue seguido por una gritería de aplausos de los asistentes. Hubo un clamor de trueno. Esperé por el silencio profundo que vino sobre todos y dije
"... jefe, yo no he dicho nada mío. Lo que he dicho es la palabra de Dios".
"El jefe lentamente se sentó en su silla".
"Cuando John Moffat decía que estaba diciendo las palabras del propio Dios, era claro para Mzilikazi que él hablaba de otro Dios diferente al de él y de ese Dios podía decirse lo que gente quisiese".
En el Distrito de Muecate, Provincia de Nampula había en la zona una mujer muy desgraciada que se había casado con un hombre que no podía ser visto por nadie más que por su esposa y por eso se cubría el rostro con siete velos. Los familiares de la mujer siempre hicieron todo lo posible por poder verlo, más él decía que en ninguna circunstancia podría ser abierto más del quinto velo. El tiempo fue pasando, y la mujer quedó embarazada y dio a luz un varón. Pasados seis años los padres de la mujer llamaron al niño para que fuese a vivir junto a ellos, pero como éste era muy pequeño fue necesario que la madre lo acompañase. Siendo así, también el marido hizo compañía al hijo y a la mujer, más las recomendaciones continuaban siendo las mismas en relación al rostro.
Al llegar a la casa de los padres de la mujer, el marido fue para un aposento especial y todos los que querían verlo podían abrir hasta el quinto velo y nada más. En un momento, el hijo de la pareja estaba jugando con los otros niños de la casa y aconteció que uno de ellos trajo platanitos para ser distribuidos entre todos; en la repartición el niño se quedó sin platanito y entonces dijo que iría a ver a su padre, pero nadie podía seguirlo. Por curiosidad muchos lo siguieron y uno de los pequeños fue, inclusive, a buscar un platanito para ofrecerle al recién llegado. Los niños entraron y ninguno de los adultos vio cuando se encaminaban para los aposentos del hombre de los siete velos. Al llegar, los niños instigaron al hijo para que abriera los velos del padres y éste así lo hizo. Al tirar el último velo se produjo un trueno estruendoso que marcó la señal de la subida de Dios al cielo con su esposa y su hijo.
Las demás personas murieron y después de cinco días apareció un relámpago que fue una vuelta de Dios al lugar donde había estado para después nunca más verse en la tierra.
Es por eso, según esta leyenda, que Dios no se ve, porque aún cuando estaba en la Tierra nadie lo vio.
Cuando hay truenos es la señal de la subida de él al cielo y los relámpagos la señal de su posterior regreso.
A veces desciende molesto, desgarra árboles y provoca quemaduras y no quiere verse con el rojo porque él regresa siempre con ese color.
En el Distrito de Monapo, en la Provincia de Nampula, cuéntase que las personas provienen del barro modelado por Dios cuando hace tiempo vivió en la Tierra. Dícese que la razón por la cual él fue a vivir al cielo fue la indisciplina y terquedad de los hombres. Estos querían saber y preguntaban constantemente a Dios por qué ellos eran diferentes a las mujeres. El dijo que nunca divulgaría este secreto. Pero los hombres no se conformaron y se propusieron cazarlo con cuchillo y machete. Sólo sus poderes sobrenaturales hicieron posible que se salvara y llevarlo al cielo. Desde allí envió cabras, leones, hienas y lobos para que se comieran a los indisciplinados. Más, como Dios es padre de todos, perdonó a los hombres y todo lo que de ellos aborrecía.
Fue entonces que para salvarlos de los animales que ya él había enviado a la tierra, envío arboles para que los hombres pudiesen encontrar una forma de sombra y abrigo, también envió refugios y pantanos.
Según la tradición para los macuas del interior, el Sol es una creación de Muluko y la Luna es considerada su mujer, las estrellas son hijos de ambos y mientras que el trueno y el rayo son manifestaciones de la cólera de Dios, los eclipses son consecuencia de estar el Sol disgustado con la Luna y el arcoiris es una muestra de las bondades del poder supremo. Cuando éste aparece en el horizonte suele decirse; Dios tiene sed.
MUKULUKANO
Como es conocido en las sociedades como la que tratamos siempre, aparecen personas supuestamente investidas de poderes sobrenaturales que ejercen distintas funciones. Estas reciben diferentes denominaciones como curanderos, feticheros, hechiceros, adivinos, médium, etc. En términos más modernos son identificados como médicos, sacerdotes, siquiatras, médium, videntes, etc. Hay quienes practicaban o se especializaban en una sola materia y otros en varias a la vez.
Para Major A. De Mello:
"La íntima interdependencia entre vivos y muertos implica la existencia de intermediarios que establezcan la unión o ligazón entre los mundos visibles e invisibles. A estos intermediarios compete la comunicación con los muertos, la penetración en el mundo invisible de los espíritus, la ligazón con los antepasados y además el pronunciamiento de sus deseos e imposiciones, el conocimiento de los procesos para aplicar la cólera".
En la sociedad macua no existía clase sacerdotal propiamente dicho, ni personas que se dedicasen exclusivamente al culto y tratasen de la religión como únicos especialistas, pero sin embargo estaban aquellos que creían en la existencia de fuerzas vitales en los que ellos podían tomar parte y poner en acción, estos eran los Mukulukano, personas consideradas con facultad para ser poseídas por los espíritus buenos y con capacidad para dialogar con ellos.
Las fuerzas vitales no la tenían ellos por sí, pero eran parte de los Ekure, fuerzas que estaban siempre con ellos, que venían de otra parte. Y esta "otra parte" se debía entender entonces en el sentido de un mundo sobrehumano.
¿Qué significa el nombre Mukulukano? (singular Nkulukano).
Según G.M. Cuppen, esta palabra se puede estructurar en Okhula y Ekano. La palabra Okhula quiere decir extraer y Ekano significa secreto.
Ellos además de sacar el secreto investigaban como se originaban las dificultades, donde estaban las causas del mal, cómo contribuir a resolver los problemas. Tenían amplio y profundo conocimiento de las hierbas y raíces y presuponían saber cómo ponerse en contacto con los espíritus y comunicarse con ellos.
Estas técnicas de la adivinación, la cura y la experiencia mística tenían leyes culturales propias, usando lenguaje, símbolos y objetos con significado reconocido por todo el medio cultural. Trabajaban con huesos, piedras, palos, hierbas, escamas de ciertos animales, hojas, harina, raíces, etcétera.
A veces será preciso para llegar a una noción exacta, que el Nkulukano consulte el sortilegio, porque él no era capaz de tener conocimiento del fenómeno o porque una tercera persona todavía desconocida, estaba en el juego. En este caso tendría que Wasera Chaco, es decir, consultar el sortilegio.
Por medio del mismo, los espíritus de los antepasados harán conocer cómo se debe ver el Ekano (secreto) que eventualmente bloquea el asunto o empuja en dirección opuesta, etc.
Se cuenta que a veces con una vasija llena de agua ellos leían y hasta podían apreciar el rostro del hechicero que estaba haciendo daño. Otros recurrían a un conjunto de huesos pequeños, semillas y cuentas que tiraban sobre una piel o estera. Según estos caían o se agrupaban, así era la interpretación que se hacía.
Entre las diversas categorías de Mukulukano, estaban las siguientes:
Mukulukano Mulupale (doctor general). Era quien presidía los grandes acontecimientos místicos, el gran intermediario de los espíritus o exconjurador de maleficios. Señor de gran poder y prestigio, era quien dirigía a los demás Nkulukanos.
Mukulukano-Ehaku (doctor de la adivinación). Era una mezcla de hechicero y adivino. Adivinaba las causas del maleficio y hablaba sobre las penas y remedios destinados a eliminar la potencialidad del mal hecho a los embrujados.
Mukulukano Namilohi (explicador de sueños). Por medio de sus sueños estaban en contacto con los antepasados y con otros espíritus. Ellos podían explicarlos y transmitir mensajes respecto al secreto. La mayoría de estos sueños trataban de visitas de los antepasados y los mismos podían ser señales de algo que ocurrió o va a ocurrir.
Mukulukano-Merrete (Murrete en singular). Doctor de los remedios o curandero. El era el curandero que disponía de medicinas, ungüentos, tisanas y remedios que guardaba en secreto.
Sus productos de cura, basados en el conocimiento de una farmacopea natural, era muy eficiente.
Alipa Miretxe: eran siempre temidos, socialmente eran rechazados, utilizaban en sus trabajos agujas, venenos y huesos de muertos.
Mukwiri: Considerado como la encarnación del mal absoluto. No se distinguía de los otros por diferencia de saber, sino por sus intenciones que siempre eran malas. Dicen que comían personas y era inhumano como el león.
Muchas veces se creía que la acción del Mukulukano era más fuerte dentro de la propia familia que dentro de otro clan o familia ampliada.
En Zambezia había tres tipos de hechiceros: el Sapenda, el Combaica y el Nhabece. Este último rarísima vez era consultado, recurrían a él en último extremo, era como el "supremo"; pocas veces se veía, generalmente se trataba de una vieja, mientras los otros eran hombres.
El Sapenda: los había de distintas categorías, en dependencia de los ingredientes que utilizaban para trabajar. El más importante era el que utilizaba el Muaui; una cáscara que al secarse obtenía un color rojizo, la misma pertenecía a un árbol alto y frondoso denominado Mussanda y resultaba de mucha utilidad para las curas y la "limpieza" contra las adversidades.
También existían los Gangas. Acerca de ellos, Gavisho De La Cerda nos dice: Los Gangas (médicos) son unos personajes muy respetados. Alivian los males y enfermedades procurando para ese fin, en los sitios más recónditos de las florestas, ciertas plantas y raíces que muchas veces curan los padecimientos. Pueden ser hombre o mujer, pero siempre de cierta edad.
De estos Gangas se afirma que curaban la fiebre, cólicos, diarrea, blenorragia, heridas, sífilis, tuberculosis, la impotencia y esterilidad. También podían separar, unir o crear la divergencia entre marido y mujer. A través de sus prácticas se lograban los más raros y exóticos deseos.
"Vimos una mujer vieja, de senos flácidos como sacos de café, habiendo pasado la menopausia amamantar a un nieto cuya madre había muerto. Le preguntamos cómo es que conseguía a aquella edad tener leche. Nos respondió lacónicamente: Sió Ganga ovahiúa Merrube, óssua mabéle (señor Ganga dio remedio con que lavar los senos)".
Como podrá observarse, estos oficiantes — decimos oficiantes por cuanto en realidad a ellos no pueden considerarse como profesionales o como entes dedicados a tiempo completo al ejercicio de sus místicas funciones —, eran más bien hombres o mujer dotadas de ciertas facultades, de cierta capacidad para interpretar o intermediar ante fenómenos que se le presentaban por encargo, por necesidad propia o por la influencia que sobre ellos ejercían determinadas fuerzas síquicas o espirituales. Aquí por supuesto también hay que considerar el entorno mágico-religioso en el que se desenvolvía el individuo y su categoría social. Así la función sacerdotal, por ejemplo, podía ser asumida por regulos, jefes, las mujeres más importantes de la tribu, ancianos, etc.
Siguiendo con las nominaciones es conocido que entre los Achirimas existían los Nacanga, quienes al mismo tiempo eran curanderos y adivinos.
Si se trataba solo de un adivino se le conocía como Nahaco y si solamente se dedicaba a curar enfermedades se les llamaba Fundi.
Había otra categoría de personas y eran aquellas que estaban poseídas de los espíritus sin responsabilidad de sus actos, siendo agentes o instrumentos de aquellos. La primera persona en iniciar u oficiar una ceremonia era la "mujer grande" de la familia, quien invitaba a rezar por los espíritus de la madre grande. Conocida en algunas regiones como Aculo se trataba del primer antepasado femenino de la familia conservado en la memoria del clan, el de las tías abuelas Anaque. Siguía la evocación llamando a los espíritus de los tíos abuelos Ahalo, a los de los abuelos Apapa o Atiti, de los hermanos Nulupaliaca y Muamuaca a todos los cuales se les pedía protección.
Estos individuos podían ser poseídos y hablar en nombre de sus antepasados. Eran capaces de sumergirse en las aguas de un río y nadar sin haberlo hecho nunca antes, salir con una raíz en las manos y todo esto ocurrir sin tener la más mínima conciencia de ello. A quienes tenían esta facultad se les llamaba Mayeine. Con el tiempo y el desarrollo espiritual podían convertirse en Mukulukano, si así lo deseaban.
Existían personas poseídas por espíritus malos, a quienes se les conocía como Mukuire y generalmente se dedicaban a hacer daño. No actuaban de día sino cuando la gente estaban durmiendo. Los macuas detestaban y odiaban a estos personajes, siempre prestos para el mal. Ellos eran los encargados de hacer trabajos sucios y peligrosos dirigidos a perturbar el alma. Para la consecución de sus objetivos llegaban incluso a profanar las tumbas, algo verdaderamente sagrado para el macua.
Entre los achirimas el fetichero era el primer ciudadano de la sociedad. Todos llegaban a obedecerle ciegamente ¿cómo no había de ser así si él poseía la privilegiada cualidad de hechizar y deshechizar a su bella voluntad, a todos los mortales?, blandiendo huesos de alimaña muerta; rabo de búfalo; de león o leopardo; garras de hiena; esqueleto de culebra o flacos lagartos, el coscucheiro lleva a su consultante a las más extraordinarias regiones de la fantasía.
DE LAS CEREMONIAS Y RITOS RELIGIOSOS
Las ceremonias religiosas eran muy simples. Existían las de carácter familiar cuando se estaba necesitado de algo especial. Por ejemplo, en caso de enfermedad, algunos de los familiares más cercanos, generalmente la madre, iba al fondo de la casa y allí regaba harina y pedía al Muene ya desaparecido, al bisabuelo, al abuelo, en fin, a los espíritus para que hicieran llegar el mensaje a Muluko, pidiendo salud para el ser querido. Esta ceremonia en algunos lugares era conocida por el nombre de Olapa.
Si se trataba de algún miembro de la familia que se iba a ausentar por motivo de un viaje o algo por el estilo, ésta se reunía detrás de la casa y la madre o el padre echaba harina debajo del árbol más cercano y todos rogaban a los espíritus por la protección del hijo o de la persona querida que iba a faltar.
Para el macua, los vivos y los muertos estaban en permanente contacto. En el marco de la cosmogonia, esta unión debía estrecharse a través de determinado ritual. Si esta unión no existiera ellos consideraban que se perdería la conexión entre el mundo de los vivos y los antepasados. Esta falta de comunicación podría traer mala consecuencia para los primeros. En esa relación desempeñaban un papel destacado las danzas y los toques como elementos de transmisión y compensación.
Se afirma que no había ceremonia sin danzas, ni danza sin ritual. En lo que respecta al tambor, su música era como una señal sacramental indispensable a los acontecimientos de la vida, sin el cual estos no serían aceptados o sancionados por los antepasados.
Ante situaciones dramáticas como sequía, inundaciones, malas cosechas, guerras, plagas, epidemias, tormentas, ataques de animales, calamidades, etc., eran invocados los espíritus realizándose distintos ritos y ceremonias. Existía la ceremonia denominada Olapa Pula que se realizaba en caso de sequía y la Olapa Carramo para neutralizar algún animal causante del terror y muerte en la región.
LUGARES DE CEREMONIA
Como habrá podido observarse y se ha escrito anteriormente, estos pueblos no adoraban estatuas ni imágenes. La celebración de estos cultos se realizaba generalmente al pie o alrededor de un árbol preferentemente el boabab (mulapa) en los cementerios (capurene) o en un lugar señalado por determinados objetos como podía ser una piedra o una cazuela y que indicara el sitio donde fue enterrado algún antepasado. A estos lugares se les llamaba Nifulo,se mantenían siempre limpios, eran muy respetados y no se destinaban para otras ceremonias que no fuesen para la evocación u ofrendas a los espíritus. También rezaban al pie de la puerta de la casa junto a una columna o una pared.
Los regulos iban a rezar en las tumbas de sus antepasados, los Kerrezas, especie de mausoleo.
OFRENDAS Y/O SACRIFICIOS
El respeto a los muertos y el deseo de entrar en contacto con ellos se expresaba en la sociedad macua a través de las entregas de ofrenda y sacrificios, que para ellos era la fundamental y más generalizada forma de culto.
La materia principal que se ofrecía en los sacrificios era la harina de mapira o de maíz, conocida por Chima. También se utilizaban bebidas de maíz fermentado, bebidas dulces, tabaco, arroz, paños, adornos, etc. En estos cultos, a diferencia de otros, estaba prohibida la matanza de animales.
Entre los creyentes existían aquellos que todos los días antes de beber o comer daban de sus comidas a los espíritus (Muzimos) depositando en la tierra o en una piedra sagrada raciones de harina, arroz, carne, pescado, etc.
Como se ha afirmado, en la religiosidad macua habían ofrendas y sacrificios para todo, aunque unos podían ser o no obligatorios. Entre los que estaban llamados a realizarse inobjetablemente se encontraban los que se ofrecían en ocasión del nacimiento, el matrimonio, la muerte o la iniciación de los jóvenes. La hora del día más indicada para la realización de estos podía ser por la madrugada o por la tarde. Cada uno de estos ritos comenzaba con la invocación a Dios Txontte, Muluko, "Por favor Dios".
CONJUROS
Cuando un joven no tenía éxito en conquistar a una mujer llamaba al mukulukano y le decía:
"... estoy desesperado por fulana pero ella no me quiere y yo sí la quiero, por favor, tráela hacia mí".
"El mukulukano en este caso le ordenaba: "busca la flor Namutanda del árbol del mismo nombre y tráemela".
Cuando el muchacho viene con su flor, el mukulukano la quema y de su residuo le unta en la frente y en la lengua. En la frente para que cuando el enamorado hable con su pretendiente, por su magia, ésta lo mire y quede impresionada. En la lengua para que cuando él le hable quede subyugada por el encanto de su decir.
Si se trataba de un hombre muy fatal en el amor el mukulano cogía un gallo y le daba un baño con un remedio llamado Canzeza, obtenido de una planta del mismo nombre. El gallo era colocado encima de la cabeza del infeliz. Si al saltar al suelo iba y cubría a una gallina eso quería decir que el consultante obtendría su propósito. Si el gallo cogía otro camino entonces el fatídico moriría sin amor. Si se trataba de que el gallo demoraba en cubrir a la gallina ello significaba que el hombre sufriría para ser dichoso con las mujeres.
PARA DESCUBRIR UNA TRAICION
Un conjuro propio de la región de Zambezia era el siguiente:
Se ponían al fuego dos pequeñas cazuelas, se cogía una concha de caracol como cuchara y con ella en la mano derecha se derramaba un poco de agua en cada uno de los recipientes, mientras con la mano izquierda se iba avivando el fuego.
El hombre que había sido engañado, en este caso por una mujer, comenzaba a explicarle al Sapenda (hechicero) todo su drama, mientras éste, escuchándolo con atención y sin levantar la cabeza, iba humedeciendo entre sus dientes dos pequeñas cáscaras de un árbol llamado Mussanda.
Antes de que el agua de las cazuelas empezara a hervir, el Sapenda le echaba pedacitos de estas cáscaras a la vez que se hacía una invocación para descubrir si era cierto o no lo que decía el marido. Si las cáscaras flotaban ello significaba que éste había sido traicionado, si se mantenían en el fondo quería decir que no había engaño.
PARA UNA CACERIA AFORTUNADA
El día exacto se realizaba un tambor y esa noche el Mukulukano y el cazador dejaban de dormir con sus respectivas esposas en la misma estera y los cuatros se privaban de bañarse, de comer alimentos cocinados, de aves y de peces.
Los que iban a participar en la cacería se reunían e iban a dormir al monte con sus redes y danzas, En el lugar donde pecnotaban hacían una pequeña hoguera. El Mukulukano daba una vuelta por las inmediaciones y recogía pequeñas porciones de materiales fecales, pelos y tierra donde pisaron los antílopes. Con todo esto hacía un mejunje destinado a que los animales perdiesen el olfato, la vista, el rumbo y todo instinto de defensa. Los cazadores no podían hablar entre ellos ni orinar de pie.
Mientras esto ocurría, la mujer del Mukulukano y la del cazador principal se mantenían en sus respectivas casas sin poder ver a gente extraña ni hablar con nadie. No podían sentarse a no ser en umbral de la puerta y no podían dejar que dos puertas estubiesen abiertas al mismo tiempo (si esto ocurría, se rompían las redes).
La basura de la casa se barría por una esquina y estaba vedado dejarla afuera o lanzar agua para afuera (el ruido espantaba la caza). El primer animal cazado era sometido a un rito y las partes se distribuían entre todos.
PARA CURAR A UNA ENFERMA
Se llama al Mukulukano. Llegado éste a la casa de la paciente reunía al marido y a los familiares colocándolos en determinado orden y de inmediato procedía a invocar a los espíritus. Si estos respondían quería decir que el Mukulukano sería el encargado de desaparecer la enfermedad, es decir, apartar el demonio del cuerpo de la mujer. Si el espíritu invocado no respondía ello significaba que había que buscar a otro Mukulukano y no a éste.
Diagnosticada la enfermedad, el Mukulukano solicitaba una gallina blanca, la cual mataba mientras realizaba cierto ritual y cocina con determinadas hierbas. Una vez cocinada la gallina, la misma era repartida entre la enferma y los que asistían a la ceremonia.
Posteriormente el Mukulukano le cortaba el cabello a la paciente y salía a esconderlo. A su regreso pedía agua y le lavaba la cabeza. Inmediatamente, en medio del ritual, le entregaba unos medicamentos (Merite) explicándole que uno era para mezclar con el agua, con la cual se iba a bañar y el otro era para estrujarse en el cuerpo durante el baño.
Hecho esto, el Mukulukano se sentaba colocando a la enferma a su derecha y al marido a la izquierda, entregándole a cada uno la punta de una cuerda preparada. El marido observaba esto mientras exclamaba:
"Tu te apoderaste de mi mujer y te casaste con ella, ahora es esposa de los dos, por lo que tenemos que ser amigos y llegar a un acuerdo. Como amigo te pido que la dejes y nunca más vuelvas a molestarla".
Si la mujer movía los ojos en señal de positivo ello significaba que el trabajo funcionaba. Si lo que ocurría era que la paciente entraba en trance y comenzaba a ofender al marido, ello quería decir que el Merite no estaba de acuerdo. Era entonces cuando para llegar a un arreglo la mujer le imponía al marido un número de condiciones y por cada una de ellas hacía un nudo en la cuerda.
Concluida la ceremonia se contaban los nudos y el número total sería igual al lapso de tiempo en que el embrujo dejaba a la enferma descansar. Por ello, la cuerda siempre quedaba en poder de la mujer como recuerdo y prueba infalible del pacto entre el espíritu y la familia.
OTRA CURA DE ENFERMEDAD
El Nacanga utilizaba un objeto hecho de calabaza llamado Muheia conteniendo semillas secas, un fruto producido por un árbol conocido por Muchaia, una cuerda atada a una pequeña calabaza llamada Etuho y en la que en su interior se depositaban cuatro tipos de cenizas de raíces. Esta calabaza tenía en su parte superior un hueco tapado por una especie de corcho hecho de madera.
Para trabajar con estos materiales, el Nacanga comenzaba a agitar el Muheia, cuyas semillas producían un sonido característico e iniciaba una conversación con el Etuho.
"Si la enfermedad de esta persona que viene a consultarme proviene de una brujería, hazme el favor de danzar".
Si el Etuho o pequeña calabaza comenzaba a moverse en torno a la cuerda por la que estaba suspenso, ello quería decir que la enfermedad fue propiciada por brujería; si se mantenía quieto, entonces el Nacanga le preguntaba si la enfermedad era natural y si la medicina aplicada era la indicada.
En el supuesto caso en que el Etuho diera señales contrarias al remedio utilizado por la persona enferma, el Nacanga le decía a esta que fuera a hablar con el curandero que la trató y le dijera cuál era el remedio a aplicar.
Si el enfermo decía que no valía la pena por cuanto el curandero no comprendería y lo más probable fuese que rechazace el criterio del Nacanga, entonces éste le hacía entrega al paciente de la medicina que en su opinión era la más acertada.
En caso de que el Etuho acusara brujería el Nacanga le preguntaba al enfermo si había en la población algún curandero que pudiese curarlo. Si el enfermo decía que sí, el Nacanga le preguntaba entonces al Etuho si la persona indicada era realmente capaz de lograr el remedio adecuado. Si la respuesta era afirmativa entonces le decía al enfermo que fuera para la casa y actuara en consecuencia. Si la respuesta era negativa sería el Nacanga el encargado de buscar el remedio apropiado.
¿Deseaba el enfermo conocer quien hizo la brujería? ¿Sospechaba de algún familiar?
El Nacanga le preguntaba entonces cuántas personas integraban su familia y por cada uno de ellos tomaba un pedazo de hierro que los representaba. Seguidamente le pedía al Etuhi, refiriéndose a cada muestra, quién hizo la brujería. Conforme la respuesta era dada, así iban siendo eliminados o se encuentraba quien había hecho el mal. Descubierta la persona, si estaba cerca era mandada a llamar en presencia del Nacanga, quien la reprendía por lo hecho. Hay que decir que aun cuando en realidad el acusado de haber hecho la brujería fuese inocente, este aceptaba la culpabilidad, pues de acuerdo a su propia convicción, el Etuho nunca se equivocaba y es que entre algunos de estos pueblos existía un fuerte e invariable arraigo en la creencia como verdad infalible de lo que decía el hechicero, el brujo, o fetichista. Lo que decía el Mukulukano o el Nacanga era sagrado, aún cuando no se ajustase a la verdad. El fanatismo a veces era tan grande que uno podía asumir la responsabilidad de algo por el solo hecho de haber sido visto así por uno de estos.
Al respecto, Edgar Adrián Nasi Pereira, en su obra Aspectos de la vida macua, nos relata cómo una vieja abuela fue acusada en una población macua de ser dueña de un león, el cual se había comido dos personas y despedazado el brazo de una tercera; interrogada cuando fue presentada, confesó ser verdadera la acusación y ofreció como argumento valido para su defensa
"... la incapacidad de dejarse de identificar con el león que la visitaba durante el sueño".
Garantizaba ser irresponsable por los actos que practicaba durante su estado somnífero, mas aseguraba, como cosa que a ella misma no ofrecía ninguna duda, su colaboración en los asaltos felinos a los dos muertos y al herido.
La anciana tenía cerca de sesenta años y su declaración se redujo, por escrito a la parte que podía interesar como curiosidad para la etnología o sociología, ya que la acusación no fue tomada en serio. La mujer fue mantenida apartada de la población en la que normalmente vivía, para evitar que pudiera ocurrirle accidente, cosa que no dejaría de extrañar.
"Pasado poco tiempo, al caer la noche, próximo a la población donde los hechos tuvieron lugar, nos surgió en pleno camino, — sigue relatando el autor —, una leona raquítica y vieja que abatimos sin dificultad y mandamos a cargar en el carro para llevar a los moradores del lugar, quienes no dejaron de festejar, como hacen habitualmente, la caza. La primera persona que vio al animal, fue una niña de siete u ocho años, quien exteriorizando su mito de adoración y alegría corrió al encuentro de su padre a quien comunicó gritando el administrador mató a mi abuela".
Era una lógica conclusión de las conversaciones que había escuchado, según las cuales el Mukulukano había identificado al león maldito con su abuela.
Otros trabajos
Merite-Jonanthuntani: hierbas y cenizas que se conservaban en una Nanthunta, especie de calabaza que se ponía en la casa encima de la puerta, contra cualquier desgracia que puediese entrar por la puerta.
Merite Jo Enyanka: cabellos y uñas de cadáveres, también palos y hierbas extraídos de las tumbas y conservados en un cuerno para hacer daño y "salarle" la vida a cualquiera.
Para la caza
Amuletos confeccionados con partes de la cabeza y los órganos sexuales de los animales a venerar, además de sangre, despojos y cenizas recogidas en bambúes o cuernos. Se colocaban en los instrumentos de caza para garantizar una buena captura.
Para dar coraje en la guerra.
Se cogía polvo del corazón de un prieto muerto en la guerra, aceite, polvo de rabo de búfalo, extracto de una planta llamada Merra. Con estos ingredientes el Mukulukano embarraba sus dedos y los pasaba por la frente, detrás de la oreja derecha, la espalda y el pecho del guerrero que iba al combate.
Parrama: un ungüento que se llevaba en un cuerno pequeño y que tenía la propiedad de imposibilitar que bala alguna alcanzace a quien lo usara.
Baños de Erria: un palo que llevaba este nombre. Curaba las fiebres.
Mulala: collar hecho de las astillas del palo del mismo nombre. Se usa para engordar, tener salud y evitar la vejez prematura.
Macuquela: cordón de algodón mezclado con ciertos medicamentos especiales. Se ata a las muñecas de los niños después de la fiesta del sexto mes para preservar su salud.
Macacan: pedacitos de la raíz de este árbol frondoso usado en el cuello. Contra la mala vista.
Chaa-Maapa: ungüento para mantener la virilidad.
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