Cuba

Una identità in movimento


Osvaldo Dorticós Torrado (Parte II)

Reinaldo Suárez Suárez Luis María Buch Rodríguez


Expulsado de Cuba

La lucha y el año 1958 avanzaron. La situación se hizo sumamente difícil para Dorticós, quien tuvo que abandonar la ciudad de Cienfuegos. Subió a El Escambray en varias oportunidades. Acabando el año, al bajar al llano cumpliendo indicaciones del Che, Dorticós fue detenido por los cuerpos represivos y su vida corrió serio peligro. Las incidencias las conocí meses después, siendo ya Dorticós el Presidente Provisional de la República. En una oportunidad en que el Che visitó al Presidente, Dorticós le reprochó:

    Nunca voy a olvidar que cuando yo subí al Escambray a verte, no me permitiste, como era mi intención, quedarme de guerrillero y dispusiste que debía volver al llano y continuar como Coordinador del Movimiento en Cienfuegos.

Era evidente que Dorticós se sintió frustrado en sus aspiraciones de guerrillero. Este sentimiento lo compartimos muchos compañeros que desarrollamos nuestra labor en el llano o en el exterior. En la decisión del Che, negándole la posibilidad a Dorticós de convertirse en guerrillero, pesó inequívocamente la aceptación de que el apoyo del llano y las acciones revolucionarias en la ciudad eran vitales para la supervivencia, el desarrollo, la expansión y la victoria de la lucha guerrillera en El Escambray.

Dorticós permaneció varios días en el campamento del Che. Cumpliendo instrucciones, bajó al llano y se reincorporó a la lucha clandestina. A los pocos días, exactamente el 4 de diciembre, fue detenido en unión del doctor Ramón Moliné López, Presidente del Patronato de la Universidad de Cienfuegos. Fueron incomunicados en los calabozos del cuartel Monteagudo de la ciudad de Santa Clara. Dorticós fue sometido a duros interrogatorios, con sesiones de cruel tortura.

Asesinar a una personalidad social y profesional, cienfueguera y nacional, como era ya el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, hubiese supuesto un gran escándalo y una gran estupidez política. Ante el estado de descomposición del régimen, en una inútil y desesperada maniobra, el general Alberto del Río Chaviano, jefe militar de la provincia de Las Villas, en un vano intento de congraciarse con la Revolución, contactó con el Movimiento 26 de Julio, disponiendo la liberación de algunos revolucionarios presos. En el caso de Dorticós, lo condicionó a que se marchara del país.

El abogado José Antonio Frías hizo ingentes y rápidas gestiones con el Movimiento 26 de Julio con el fin de sacarlo de inmediato del territorio nacional. En definitiva, los revolucionarios que trabajaban en la Compañía Cubana de Aviación lograron que uno de sus aviones que cubría la ruta Habana-Miami hiciera escala en Varadero. Se le informó al general Del Río Chaviano, quien dispuso la conducción de Dorticós bajo una fuerte custodia militar al cuartel Goicuría, en Matanzas. Con la intervención del obispo de Matanzas, siempre bajo fuerte presión de su hermano Raúl y de su amigo José Antonio Frías, se logró que condujeran rápidamente a Dorticós hasta Varadero. Bajo custodia militar, sin documentación de ningún tipo, fue subido en el avión y expulsado de Cuba el 15 de diciembre de 1958.

Enterado de las pretensiones de Chaviano de liberar al doctor Osvaldo Dorticós, el sanguinario coronel Esteban Ventura Novo, jefe de la Quinta Estación de la Policía Nacional de La Habana, uno de los más connotados asesinos de la tiranía, envió a un grupo de sicarios hasta Varadero para evitar su salida del país. Por fortuna, estos llegaron cuando el avión estaba ya en el aire rumbo a Miami.

Al llegar a los Estados Unidos las autoridades de Inmigración detuvieron a Dorticós por carecer de documentación. Hubo intenciones de deportarlo a Cuba, macabra posibilidad que fue neutralizada por la rápida actuación del Comité en el Exilio del Movimiento 26 de Julio en Miami, que logró le permitieran continuar viaje a México. Al llegar a la tierra azteca, Dorticós fue recibido por los compañeros del Movimiento 26 de Julio. Las autoridades mexicanas autorizaron su permanencia en calidad de exiliado político. En México, Dorticós se vinculó de forma entusiasta al Comité del Exilio. Allí le sorprendió la caída de la dictadura el primer día del año 1959.

Una de las muchas cualidades de Dorticós era su extraordinaria modestia. Afirmarlo hoy puede resultar un lugar común, dudoso si no se ofrece los elementos de juicio que prueben la veracidad de la afirmación. En 1959, año de euforia revolucionaria, era recurrente que se contara los acontecimientos de la lucha y que estos fueran publicitados. El miércoles 30 de diciembre el periódico Revolución publicó una edición especial de ochenta y ocho páginas en homenaje al primer año del triunfo revolucionario. Dorticós concedió una de las escasas entrevistas en que se permitió hablar de sí. De periodista fungió Alejo Carpentier. La conversación fue profunda y minuciosa. Cuando abordaron este capítulo de su vida, Osvaldo se encargó de minimizar los hechos, como si no hubiesen tenido trascendencia:

    A mediados del mes de diciembre de 1958, participando en la lucha clandestina y después de haber estado algunos días en El Escambray, en el campamento del comandante Guevara, fuimos aprehendidos y después de estar incomunicados unos días — habíamos sufrido algunas prisiones antes de menor envergadura — se nos conminó a salir del territorio nacional. Prácticamente se me deportó, porque en ningún momento hubo caso de asilo, sino que simplemente, bajo custodia, se me sacó del territorio nacional.


Sorprendido para ministro

Dorticós fue uno de los primeros exiliados radicados en México en regresar a Cuba tras la huida del dictador en las primeras horas del primer día del año 1959. Pese a que tenía intenciones de regresar a su natal Cienfuegos para vincularse nuevamente al ejercicio profesional, Dorticós decidió permanecer en La Habana para gestionar ante las nuevas autoridades revolucionarias facilidades para el regreso de los demás exiliados. Cuando se hallaba enfrascado en esta misión, fue designado para integrar el Gobierno Revolucionario.

El doctor José Miró Cardona, exdecano del Colegio de Abogados de La Habana, quien fungía desde el 5 de enero como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, tenía una estrecha y larga amistad con Dorticós, al parecer nacida en la Universidad de La Habana y fortalecida luego en el ejercicio profesional y en la dirección de los colegios de abogados.

Tras las primeras sesiones del gabinete, Miró Cardona comprendió que la facultad legislativa que se le había asignado al Consejo de Ministros exigía de un cuerpo técnico especializado. Hasta ese momento, la producción legislativa del país correspondía a la Cámara de Representantes y al Senado de la República, los que contaban con toda la infraestructura y el personal profesionalizado para legislar con técnica depurada. Triunfada la Revolución y traspasada la facultad legislativa al Consejo de Ministros, de mantenerse como tónica que cada ministro elaborara y presentara directamente al Consejo de Ministros sus proyectos de leyes, sin una adecuada labor previa de estudio y formulación técnica, se legislaría con mucha disparidad, carente de un estilo común. Eso había que evitarlo, dándole un estilo uniforme a las leyes aprobadas.

En la reunión del 9 de enero de 1959, Miró Cardona trasladó su preocupación al Consejo de Ministros. Su razonamiento era totalmente justificado y correcto, así que estuvimos conformes. A sugerencia del Presidente Urrutia, el Consejo de Ministros acordó crear un Ministerio de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias. Miró Cardona propuso que este organismo se le confiara al doctor Osvaldo Dorticós Torrado.

El análisis fue breve, pues en el Consejo de Ministros, integrado mayoritariamente por abogados que conocíamos la sabiduría de Dorticós, hubo unanimidad inmediata para nombrarle. Se aprobó su designación, basada en su prestigio y probada capacidad profesional, y se le hizo pasar para que jurara ante el Consejo de Ministros. Ello fue posible porque Dorticós se encontraba en esos precisos momentos en el Palacio Presidencial, haciendo gestiones para que se autorizara el envío a México de varios aviones con el objetivo de trasladar a Cuba a parte de la comunidad de exiliados cubanos. Sin embargo, su designación sorprendió a Osvaldo, quien estaba al margen de la maquinación de Miró Cardona:[14]

    En forma bastante sorpresiva para mí, en un momento en que me encontraba justamente aquí, en el Palacio Presidencial, realizando estas gestiones, se me informó que había sido designado ministro (...) Entonces, aquí mismo se me notificó el acuerdo del Consejo y la designación presidencial, y recuerdo que fui llamado a la sesión del Consejo que se estaba celebrando. En aquel momento, pensé negarme a la aceptación de aquella designación, pero se me dijo que había sido unánime; que se requerían mis servicios. Aquello no era una cosa de aceptar o no, sino simplemente de obedecer un mandato...[15]

A Dorticós correspondió la parte técnica de materializar en leyes el programa de la Revolución. Osvaldo era un hombre consagrado a sus tareas quien, con un exiguo personal técnico compuesto por abogados, echó manos a la labor de asesorar, corregir, redactar y ayudar a elaborar las leyes de los distintos ministerios. El peso de todo el trabajo lo llevaba Osvaldo, quien conocía el espíritu que latía tras cada medida dispuesta por el Gobierno Revolucionario.

Durante años, la producción legislativa del Consejo de Ministros tuvo en Dorticós un celoso guardián de su calidad jurídico-formal, toda redactada con un elevado lenguaje en el que, al decir del doctor Julio Fernández Bulté, se conjugan, con galanura poco común, los propósitos políticos, sociales y económicos de cada preceptiva con los más exigentes requerimientos técnico-formales.[16] Dorticós hizo una faena muy meritoria y reconocida, conducida por su inteligencia y alta cultura jurídica, determinantes para que el estilo y la técnica de las leyes revolucionarias de su período fueran excelentes.

Durante el tiempo en que Dorticós fungió como ministro de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias, asumió también, con carácter interino, indistintamente, las carteras de Economía, Comunicaciones, y Recuperación de Bienes Malversados.


Sorprendido para Presidente de la República

Muchos factores se unían para sumergir en la discreción al doctor Osvaldo Dorticós Torrado. La índole del Ministerio de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias, el más reducido y anónimo de los organismos del Estado, el de más corta permanencia (algo más de seis meses), facilitó que su titular fuera casi desconocido para el público. La hermética discreción y sencillez que caracterizaban a Osvaldo, a quien raramente se le vio con la prensa, acentuó esta circunstancia. Si bien la trayectoria revolucionaria de Dorticós tenía relevancia, estaba muy lejos de haber sido uno de los grandes protagonistas de los acontecimientos más sobresalientes de la Revolución. Ocurría, incluso, que el hecho de fungir como Presidente del Colegio Nacional de Abogados, cargo del que se encontraba de licencia, tampoco le proporcionó la publicidad que se podía esperar. El Colegio Nacional de Abogados carecía de la fuerza y prestancia que tenían los colegios de abogados provinciales y de las principales ciudades cubanas, especialmente el de La Habana.

¿Qué ocurrió aquella noche del 17 de julio de 1959? Cuando el doctor Armando Hart propuso al doctor Osvaldo Dorticós Torrado para cubrir el cargo de Presidente Provisional de la República, la inmensa mayoría de los ministros se sorprendió, y Dorticós más que ninguno. Nos miró a todos y alegó no reunir los méritos requeridos para tan alta responsabilidad pública. Los ministros que le conocíamos y apreciábamos, apoyamos la proposición, y le exhortamos a que como revolucionario asumiera la nueva responsabilidad que la Revolución le imponía. Osvaldo persistió en su actitud de rechazo. Para vencer sus escrúpulos le dije:

    Osvaldo, cuando la Revolución nos pide una tarea, por muy dura y difícil que sea, no debemos rechazarla, sino afrontarla con decisión, valentía y amor.

La persistencia de argumentos favorables, persuadió a Dorticós de que debía aceptar el cargo. Cuando asintió, pregunté a los miembros del Consejo de Ministros si había alguna otra proposición, pero ningún ministro solicitó la palabra. Eran las once y quince de la noche. Procedimos a votar la única propuesta. Unánimemente, acordamos que el nuevo Presidente Provisional de la República fuera el doctor Osvaldo Dorticós Torrado. Aproximadamente quince minutos transcurrieron desde que la República había quedado acéfala con la renuncia del doctor Manuel Urrutia.

En esas circunstancias tan trascendentales, humilde y parco, Dorticós se limitó a pedirnos:

    Pero no me obliguen a vivir en Palacio.

Acordamos proceder a la presentación pública del nuevo Presidente ante las pocas personas que a esa hora estaban concentradas alrededor del Palacio Presidencial, esperando el desenlace de la crisis. La ciudad semejaba un desierto. Casi todos sus habitantes se encontraban en sus casas o donde hallaban un televisor, viendo la comparecencia de Fidel en CMQ-TV.

El doctor Armando Hart fue designado para presentar a Osvaldo Dorticós Torrado al pueblo. Se levantó la sesión y los compañeros agasajamos a Dorticós. El ministro de Trabajo, doctor Manuel Fernández, hizo un aparte con Faustino Pérez, Armando Hart y conmigo, y nos interrogó acerca de si habíamos reparado en el hecho de que Dorticós era casi desconocido para el pueblo y de que al comunicar la noticia podría producirse manifestaciones de rechazo, peticiones para que el Presidente de la República fuera Fidel u otra personalidad cubana. Si esto ocurría, Dorticós resultaría impactado, sería muy doloroso para él y la Revolución se vería afectada, objeto de especulaciones en el sentido de afirmar que el nuevo Presidente de la República lo era pese a la oposición de un sector nacional.

Al escuchar a Manuel Fernández, quedamos perplejos. No habíamos reparado en esa posibilidad, muy real. Dorticós se percató del estado de preocupación que nos embargaba. Se acercó y nos preguntó si había algún problema. Para no preocuparlo, le dije:

    Nada, vamos todos para la terraza a dar cumplimiento a lo dispuesto por el Consejo, para que prestes el juramento ante el pueblo.

Había que afrontar el riesgo de un rechazo a la persona de Dorticós. Fuimos recibidos con aplausos y vivas a la Revolución. Armando Hart tomó la palabra y explicó que el Presidente Urrutia había renunciado. Pidió respeto a su integridad física. Anunció que el Consejo de Ministros, en uso de las facultades constitucionales, había acordado unánimemente designar como nuevo Presidente Provisional de la República al doctor Osvaldo Dorticós Torrado y que exhortábamos al doctor Fidel Castro a que reasumiera el cargo de Primer Ministro. Sus palabras fueron seguidas por intensos aplausos y exclamaciones de aprobación. El temor se disipó. Los allí congregados dieron muestras inequívocas de apoyo a las determinaciones del Consejo de Ministros. En sentidas e improvisadas palabras, Dorticós prestó juramento:

    Al asumir, por decisión unánime del Consejo de Ministros, la alta responsabilidad de la Presidencia de la República, la he aceptado a pesar de la conciencia de mis incapacidades personales y de entender que esas responsabilidades son más altas que las posibilidades de mi propio destino personal, en cumplimiento sencillo y humilde de un elemental deber revolucionario. Al asumir este cargo, en nombre del Consejo de Ministros y en mi propio nombre, aparte del juramento personal de mi cargo, ante el pueblo de Cuba juro una vez más, solemnemente, ante el pueblo y ante la memoria de nuestros héroes, ante el recuerdo de nuestros mártires, cumplir sencilla y honestamente el deber revolucionario que la República me encarga.[17]

Dorticós había estado en el proceso de desencadenamiento de la crisis y lo menos que podía imaginar era que al final resultara seleccionado para asumir la Presidencia. Meses después, reflexionando serenamente sobre la forma en que había llegado al cargo, Dorticós confesó:

    Y esta vez sí que con mayor sorpresa y enfado de mi parte, el Consejo de Ministros en el momento en que había que hacer la sustitución de inmediato para no producir una situación de discontinuidad en el régimen revolucionario, me designó Presidente, de acuerdo con las facultades conferidas por la Ley Fundamental. En esta oportunidad intenté negarme a ello y discutir, pero la discusión fue poco democrática: no me permitieron discutir la designación. De momento nos vimos frente a la multitud que se había congregado frente a Palacio para decir nuestras primeras palabras como Presidente de la República, bastante aturdido y abrumado. Yo había participado días antes en el proceso de sustanciación de aquella crisis, muy cercanamente a Fidel. Tres o cuatro hombres conocíamos como se estaba desarrollando aquel proceso, y jamás pude pensar que fuera yo la persona seleccionada para solventar aquella crisis. No me explico las razones de aquella selección que me abrumó bastante, lo confieso. Me parecía que se abría un mundo de responsabilidades superior a mis fuerzas. Pero creo que trabajando junto a Fidel cualquier fuerza alcanza para realizar cualquier obra si se tiene buena fe y comprensión revolucionaria y la orientación de su liderazgo.[18]

Juramentado el Presidente, la prensa nacional y extranjera aprovechó para entrevistar a todos los miembros del Consejo de Ministros. Como después rompieron con la Revolución y en esa jornada aspiraban a asumir el cargo de Presidente Provisional de la República, creo útil reproducir las afirmaciones realizadas por los doctores Rufo López Fresquet y José Miró Cardona. Ellas descubren, a mi modo de ver, la mayor o menor estatura de estas personalidades. El doctor López Fresquet dijo:

    Ha sido una bella gesta democrática la forma en que se ha superado una crisis seriamente planteada en el proceso revolucionario. Ha triunfado de nuevo la Revolución en la forma más democrática posible.[19]

Por su parte el doctor José Miró Cardona afirmó:

    Con la designación del doctor Osvaldo Dorticós ha salido fortalecida la Revolución. Hombre de pensamiento, hombre de vida pulcra y hombre de acción, la República de Cuba tiene en él un gran Presidente.[20]

El nombramiento hecho por el Consejo de Ministros y su juramento eran los dos requisitos legales para que Dorticós fungiera como Presidente Provisional de la República. Pero ello no bastaba para dotar a su designación de la total legitimidad política. Era preciso que el otro poder del Estado, el judicial, en manos del Tribunal Supremo de Justicia, y el Cuerpo Diplomático acreditado en La Habana, procedieran a conceder tácitamente el beneplácito al nuevo Presidente, presentándole sus respetos.

Me encargué de lo primero. Por teléfono comuniqué con el doctor Enrique Hart Ramírez, prestigioso magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Le dije que si lo entendía conveniente, citara a varios de los magistrados del Tribunal Supremo para que saludaran a Dorticós y que a continuación iba a comunicarme con el doctor Emilio Menéndez, Presidente del Tribunal Supremo de Justicia.[21] El doctor Enrique Hart estuvo de acuerdo.

¿Por qué consulté con Enrique Hart antes de comunicar con el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia? Por su prestigio personal, que era tal que cuando nosotros trabajábamos en el proyecto de constituir un Gobierno Revolucionario en Armas, se pensó también en constituir un Tribunal Supremo de Justicia en la Sierra Maestra, del cual el doctor Enrique Hart Ramírez iba a ser su Presidente. Con Enrique Hart vendrían a la Sierra Maestra los magistrados Fernando Álvarez Tabío y Juan Bautista Moré Benítez.[22] El doctor Hart Ramírez estaba en la ciudad de Miami, esperando la orden de viajar a territorio libre cuando se produjo la huida de Batista. Al conocerlo, viajó a la ciudad de Santiago de Cuba y nos acompañó a La Habana el 5 de enero. Sin embargo, el Presidente Urrutia nombró como Presidente del Tribunal Supremo de Justicia a su amigo personal, el doctor Emilio Menéndez, también un prestigioso magistrado, cuya esposa había sido una integrante destacada del Movimiento de Resistencia Cívica.

En la madrugada del 18 de julio, varios magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, encabezados por el doctor Enrique Hart, concurrieron al Palacio Presidencial para saludar al Presidente Dorticós. La prensa acreditada en Palacio ofreció una amplia cobertura al hecho. De igual manera, el Comandante en Jefe de las Fuerzas de Mar, Aire y Tierra de la República, comandante Raúl Castro Ruz; el jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, comandante Camilo Cienfuegos, y el jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, capitán de fragata Juan Manuel Castiñeiras, fueron al Palacio Presidencial.[23]

El 20 de julio, Dorticós, acompañado por el doctor Alfredo Yabur, ministro de Justicia, visitó la sede del Tribunal Supremo de Justicia, siendo recibido por su Presidente, doctor Emilio Menéndez, quien agradeció públicamente la deferencia del Presidente de la República.

Por su parte, el doctor Raúl Roa García, ministro de Estado, coordinó con varios embajadores para que una representación del Cuerpo Diplomático acudiera al Palacio Presidencial a saludar al Presidente. No había necesidad de un reconocimiento internacional del Gobierno Revolucionario, pero en aquellas circunstancias resultaba muy positivo que los plenipotenciarios acreditados en La Habana ofrecieran sus respetos al nuevo Presidente. Días después, los embajadores de las naciones más importantes del hemisferio visitaron el Palacio Presidencial, siendo recibidos en audiencia solemne.


Entrega total

Con la nueva designación de Dorticós, el Ministerio de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias quedó acéfalo. Osvaldo Dorticós no sólo había sido el ministro y el alma de aquel organismo sui generis, sino que la dependencia estatal apenas funcionaba como entidad burocrática. En consecuencia, se hizo necesario que el Consejo de Ministros hiciera designación de un nuevo ministro o que adoptara una decisión definitiva con el organismo.

Mediante la Ley 467, de 29 de julio de 1959, se dispuso la supresión del Ministerio de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias, traspasando las funciones, el personal y el presupuesto a la Presidencia de la República, a una nueva dependencia: el Departamento de Asesoría Técnico-Jurídica de la Presidencia.

Esto implicó una multiplicación del trabajo del doctor Osvaldo Dorticós, pues además de las responsabilidades como Presidente Provisional de la República continuó atendiendo personalmente el estudio y la ponencia de diversas iniciativas legislativas. A lo largo de dos años y medio, fui testigo excepcional de la capacidad de entrega al trabajo de Dorticós, pudiendo comprobar fehacientemente que la Revolución había ganado un gran Presidente, el que necesitaba en aquellas circunstancias y especialmente en las que se avecinaban.


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    Notas

      [14] El día antes, cuando iban en auto hacia la Ciudad Militar de Columbia al recibimiento de Fidel, Miró Cardona le insistió a Dorticós para que venciera su natural recogimiento y se proyectara más públicamente, pero no le dijo que estaba pensando en proponerlo para un cargo de tanta responsabilidad política. En ese auto viajaba también Gerardo Pérez-Puelles, subsecretario de Obras Públicas, quien testimonió para los autores.

      [15] Periódico Revolución, 30 de diciembre de 1959.

      [16] Julio Fernández Bulté: "Tras las pistas de la Revolución en cuarenta años de Derecho". Revista Temas. nmero extraordinario, 16/17, 1999, página 106.

      [17] Periódico Revolución, 18 de julio de 1959.

      [18] Periódico Revolución, 30 de diciembre de 1959.

      [19] Periódico Revolución, 18 de julio de 1959.

      [20] Ibídem.

      [21] Llamé a casa del doctor Emilio Menéndez y le dije que para el Presidente Dorticós sería motivo de gran satisfacción poder saludarlo. Estuvo de acuerdo en recibir al Presidente de la República en breve.

      [22] Cuando los grandes intereses afectados por la Reforma Agraria comenzaron a presentar recursos de inconstitucionalidad contra la Ley, pretendiendo frenar o dilatar su aplicación, estos tres magistrados asumieron en el seno del Tribunal de Garantías Constitucionales una firme posición que garantizó la continuación de la colosal revolución agraria cubana.

      [23] En Cojímar, Fidel presentó a Dorticós a la mayor parte de la alta oficialidad del Ejército Rebelde. Testimonio de Jorge Serguera Riverí, comandante-auditor del Ejército Rebelde en julio de 1959.




        Dr. Reinaldo Suárez Suárez
        Presidente
        Cátedra de Estudios Históricos del Estado y del Derecho
        Universidad de Oriente
        Santiago de Cuba

        Dr. Luis María Buch Rodríguez
        Fue Ministro de la Presidencia y
        Secretario del Consejo de Ministros entre 1959 y 1962
        Falleció en el 2000







Tomado de: Reinaldo SUÁREZ SUÁREZ y Luis María BUCH RODRÍGUEZ, Otros Pasos del Gobierno Revolucionario Cubano, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002


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