Cuba

Una identità in movimento


Osvaldo Dorticós Torrado (Parte I)

Reinaldo Suárez Suárez Luis María Buch Rodríguez


Osvaldo Dorticós Torrado¿Quién era Osvaldo Dorticós Torrado? El 17 de julio de 1959 muy pocos le conocían, pese a su cargo ministerial y haber sido Presidente del Colegio Nacional de Abogados. Por la índole de su trabajo, probablemente, era el ministro menos conocido del Gobierno Revolucionario. El Ministerio de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias era un organismo de una decena de personas, con un trabajo públicamente casi anónimo.

Osvaldo nació el 17 de abril de 1919 en la ciudad de Cienfuegos. Su padre, Francisco Dorticós Pichardo, médico cirujano afamado, de buena clientela, era un hombre querido y respetado en la ciudad, quien tenía una activa y reconocida vida social. La madre, Consuelo Torrado Martínez, profesora de la Escuela del Hogar, era una hermosa y dulce mujer, cuya influencia en la formación de Osvaldo y su hermano mayor, Raúl, se vio multiplicada por la temprana muerte de Francisco, en el año 1928, hecho que mucho tuvo que ver en la formación en Osvaldo de una personalidad extraordinariamente introvertida.

Los Dorticós Torrado eran una familia de clase media, que vivía muy holgadamente, situación que facilitó que los hermanos Raúl y Osvaldo matricularan en un prestigioso colegio privado de los Hermanos Maristas, el Champagnat, donde Osvaldo cursó hasta el bachillerato en Ciencias y Letras.

El colegio Champagnat era una entidad privada, de alta matrícula, que se beneficiaba de la inexistencia en la ciudad de un Instituto de Segunda Enseñanza, el que sólo había en Santa Clara, la capital provincial. Esta circunstancia convirtió a Osvaldo Dorticós en uno de los cerca de ciento veinte adolescentes cienfuegueros, casi todos blancos, hijos de burgueses o pequeño-burgueses, que al unísono hacían sus estudios secundarios con los Jesuitas y los Hermanos Maristas. El aislamiento derivado de las características del colegio Champagnat y de la educación religiosa impactó en la demora con que el estudiantado cienfueguero se incorporaría a la lucha contra el tirano Gerardo Machado, y repercutió, a su vez, en el modo en que los hermanos Dorticós Torrado se aproximan a las luchas estudiantiles y revolucionarias.

La muerte del joven estudiante universitario Rafael Trejo, el 30 de septiembre de 1930, cuando la policía machadista arremetió contra una manifestación estudiantil en el parque Eloy Alfaro, de La Habana, conmocionó al país y principalmente a los estudiantes. El hecho, que en Santiago de Cuba nos precipitó a constituir el Directorio Estudiantil, produjo una radicalización de los estudiantes cienfuegueros, incluyendo los del colegio Champagnat. Hubo marchas y protestas, en algunas de las cuales se involucró Osvaldo. Tras disolverse el efímero Comité Estudiantil, al influjo de la represión policíaca y política en la ciudad, se constituyó el Directorio Estudiantil de Cienfuegos, integrado por Carlos Rafael Rodríguez, René Morejón, Luis Pino Varas, Rolando Meruelo, Jorge González y Luis Morató, teniendo una destacada participación, aunque sin integrar el ejecutivo, Raúl Dorticós.[1]


Un papel romántico muy sugerente

Entonces Osvaldo era un niño de once años, pero la muerte de Rafael Trejo y los sucesos posteriores lo impactaron profundamente, como a casi todos los estudiantes de niveles medio y superior de Cuba. El hecho le ayudó a obtener un nuevo universo de comprensión para los problemas sociales y humanos, confesó muchos años después. Le nació la inquietud revolucionaria. Sin embargo, las inquietudes adquiridas no lo lanzaron, por fuerza de la edad, a participar protagónicamente en los grandes sucesos políticos de la revolución antimachadista. No se vinculará en ese momento a la lucha revolucionaria, salvo en la ansiedad y la emoción por los acontecimientos. De todos modos, el movimiento estudiantil revolucionario en Cienfuegos tuvo alcances muy limitados, no llegando a ser nunca masivo. Dos razones fundamentales intervinieron: primero, el carácter pequeñoburgués del estudiantado[2] y, segundo, la efectividad represiva. El apoyo al Directorio Estudiantil fue débil.

Limitadamente, Dorticós ayudó y cooperó en la agitación de los pocos estudiantes de mayor edad que se enrolaron en la lucha. Cuando se produce la caída de la dictadura de Gerardo Machado, en agosto de 1933, Osvaldo, con sólo catorce años de edad, estará manifestando de forma más coherente sus inquietudes intelectuales y políticas, colaborando abiertamente con el Directorio Estudiantil.

A mediados de la década de los treinta, Osvaldo se enroló activa y protagónicamente en las luchas estudiantiles, siendo elegido como uno de los líderes estudiantiles cienfuegueros, y en tal condición participó en la huelga general de marzo de 1935. Ya estaba entregado al

    ... trajín estudiantil revolucionario (con) un papel romántico muy sugestivo (...), cierto sentido heroico nacido de una aspiración espiritual.[3]

Pese a desempeñar cierta labor revolucionaria, Osvaldo nunca se consideró miembro de la llamada Generación del Treinta, sino de una generación intermedia que arrastró la pesada carga de frustraciones de una revolución fracasada. Mientras, vivió intensamente el movimiento vanguardista de una minoría.


Involucrado con el Vanguardismo

El pensamiento político y filosófico de Osvaldo fue influido notablemente por el gran despliegue de las ideas y la literatura europeas que se originó en Cuba y por las irradiantes tendencias vanguardistas que comenzaron a transformar las perspectivas culturales de Hispanoamérica. La Revista de Avance y las obras de José Ortega y Gasset, al que muchas veces no logró entender en sus pronunciamientos filosóficos, fueron vitales en su formación intelectual.

El Vanguardismo, en opinión de Dorticós, implicó una profunda revisión del sistema de valores de la intelectualidad de la época, que permitió un ensanche de la espiritualidad. En otras palabras, tuvo por resultado la conformación espiritual de su generación, posibilitando la adopción de una nueva postura política. En consecuencia, Osvaldo participó del proceso de revisión crítica de los valores políticos, económicos, sociales, morales y éticos de su generación.

Son tiempos en que lee abundante, pero desorganizadamente, sin orientación didáctica. La falta de método obedeció en gran medida a que muchas veces las lecturas las hizo al dictado de situaciones políticas o intelectuales meramente circunstanciales, en relación directa con la situación general del país. Esto, — un Dorticós ya maduro — lo valorará positivamente pese a que dificultó notablemente el aprendizaje. La virtud la encontrará en que le sirvió para evitar afiliarse a una corriente de pensamiento dominante que lo determinara a criterios unilaterales y dogmáticos.

De todos modos, Dorticós no se pudo sustraer a la tentación juvenil de acudir a citas frecuentes de los padres del Vanguardismo de moda como prueba de su sapiencia y cultura, pecando de una falsa erudición. No discriminó y valoró críticamente las posiciones y los dictados de aquellos, pero recurría a ellos para batallar en las polémicas.

Junto a los de Ortega y Gasset, leyó las obras de Miguel de Unamuno, Guillermo de Torre y Max Scheller. La importante y trascendente Historia de la Filosofía, obra del intelecto de Auguste Messer, y diversos autores alemanes vinculados al pensamiento orteguiano, conformaron el abc en las lecturas del joven Dorticós. A estos estudios sumó el de las doctrinas sociales y políticas, y por ese camino llegó a estudiar a Marx y obras de enfoque marxista.[4] Formado al influjo de variadas tendencias y líneas de pensamiento de procedencias dispares, Osvaldo terminó la década de los años treinta sin sellos ni identificaciones ideológicas definidas, salvo la martiana, como la mayoría de nosotros.

Aquellas continuas incursiones filosóficas del joven Osvaldo Dorticós provocaron, por supuesto, el afán ensayístico. El primer y posiblemente único ensayo filosófico publicado, a la edad de dieciocho años, apareció en la efímera revista Polémica, dirigida por Nicolás Guillén, Sergio Rigal y José Antonio Portuondo. Este último escribió la presentación del trabajo filosófico en que Dorticós analizó el pensamiento del peruano José Carlos Mariátegui. Dorticós escribió otros dos artículos que permanecen inéditos. Sin mucha gloria, echó a un lado las intenciones de hacerse filósofo. Coetáneamente, abandonó también sus ambiciones de escritor. Cuando le conocí, Dorticós sufría aún la frustración de no haber dedicado mayor tiempo a la reflexión escrita.


Doctor en Derecho Civil

Terminó el bachillerato en 1937, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara, al ser expulsado del colegio Champagnat por lanzar un tintero a un profesor que lo hizo víctima de una injusticia. En este propio año, matriculó las carreras de Derecho y de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.

A finales de la década de los años treinta, algunos elementos y organizaciones revolucionarias iniciaron el juego político. Por ejemplo, la mayoría de los que éramos miembros del Comité Central de Joven Cuba, invitados a participar del juego electoral por Ramón Grau San Martín, claudicó en sus pretensiones de hacer una revolución armada en Cuba. En aquel momento, se me ofreció un acta de senador de la República, la que rechacé por entender que no era la lucha electoral el camino para hacer avanzar al país hacia un cambio verdadero. Era un engaño, y la historia posterior, cuando Fidel Castro retomó la estrategia insurreccional de Antonio Guiteras y Joven Cuba, lo demostró. Pero cuando en 1939-1940 Joven Cuba pactó con Grau San Martín, las aspiraciones revolucionarias inmediatas quedaron frustradas. El ejercicio profesional como abogado fue el refugio y la alternativa personal que encontré, un modo de vida.

Al joven estudiante Osvaldo Dorticós, sometido a otra dinámica personal y política, le ocurrió, sin embargo, algo similar. Tras una corta militancia en la Juventud Socialista Popular, se sintió frustrado en sus aspiraciones revolucionarias. Descreído, encontró asidero y refugio consagrándose a su formación profesional. En la Universidad, se integró a la lucha estudiantil, sin llegar a ocupar un lugar relevante.

El 19 de agosto de 1941, con excelentes resultados académicos, se graduó[5] como abogado en la Universidad de La Habana, tal vez (por) un natural sentimiento polémico y una especial vocación, diría en 1959.[6]

El 21 de agosto de aquel año recibió oficialmente el título de doctor en Derecho Civil. Curiosamente, este venía firmado por el doctor Ernesto Dihigo, como decano, y por el doctor Roberto Agramonte Pichardo, como rector p.s.r. Tanto Dihigo como Agramonte cumplirían funciones de Estado en el primer Gobierno Revolucionario, del que Dorticós formaría parte en calidad de ministro de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias. Dihigo sería nuestro Embajador en los Estados Unidos, y Agramonte, ministro de Estado, y ambos se separarían después de la Revolución.

Diplomado, Dorticós logró armar, no sin tropiezos y grandes esfuerzos, su oficina de abogado en la calle San Carlos, número 100, en el corazón de Cienfuegos. En el mismo bufete trabajaban de manera independiente varios abogados, entre ellos los doctores José Antonio Frías, padre e hijo, Fernández Pumpido, Fernando García Betancourt y Fernando López Muiño.[7]

    Dorticós llegó a ser un prestigioso abogado — al decir de López Muiño — aunque sus ideas de izquierda le hicieron más difícil poder representar grandes intereses. Tuvo que batirse duro para abrirse paso profesionalmente. Era un hombre extraordinariamente estudioso, con un verdadero afán de formación jurídica y una gran cultura general, que condicionó que brillara en la Audiencia de Las Villas. Trabajó intensamente, llevando todo tipo de asuntos, pero especialmente asuntos civiles y criminales.[8]

Tuvo una prolija labor profesional. Fue notario en Cienfuegos y en Palmira. Participó en la reorganización del Colegio de Abogados de Cienfuegos en 1941. Rápidamente, fue elegido su Presidente. En 1946 fue factor determinante en la fundación del Colegio Nacional de Abogados, del cual resultó colegiado de honor, siendo electo primer vicepresidente. En 1947 asistió a la reunión anual de la Confederación Interamericana de Abogados, en Lima, como miembro de la delegación cubana, trabajando intensamente en la Sección de Derecho Laboral. Alrededor de 1949, aceptó actuar en calidad de secretario letrado del Patronato del Acueducto de Cienfuegos, responsabilidad que declinó automáticamente cuando en enero de 1959 fue llamado a formar parte del Consejo de Ministros.

El 27 de enero de 1944, ante el doctor Juan Bernardo López Alcázar, notario de Cienfuegos, Osvaldo contrajo matrimonio civil con la maestra de inglés María Caridad Molina y Suárez del Villar. Su residencia quedó fijada en el número 77 de la calle Bouyón, en Cienfuegos.


En revolución

En la década de los cuarenta, muchos nos sumergimos en una especie de retraimiento político, determinado por el rechazo a la politiquería de turno, que hizo se sucedieran electoralmente Fulgencio Batista Zaldívar (1940-1944), Ramón Grau San Martín (1944-1948), y Carlos Prío Socarrás (1948-1952). Escéptico, desesperanzado de que pudiera ocurrir una revolución en Cuba, Osvaldo se dedicó con éxito notable al ejercicio profesional, concentrado en el estudio y la aplicación del Derecho, marginando un tanto sus inquietudes políticas, intelectuales y literarias.

La inercia política quedó rota como respuesta a la conculcación de las libertades y la ruptura constitucional producida por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. La primera actitud de enfrentamiento de Dorticós con la dictadura, de la que tengo registro histórico, es en el mes de julio de 1952. Batista promulgó la Ley-Decreto No. 20 de 1952, pretendiendo que, con cargo a las cajas de los seguros profesionales, se adquiriera bonos del empréstito para liquidar los pagos a los veteranos de la guerra de independencia. Esto originó la protesta de las directivas de los colegios profesionales afectados, especialmente de los colegios de abogados. Osvaldo, Roberto López Dorticós y José Antonio Frías promovieron en el Colegio de Abogados de Cienfuegos una moción de rechazo, y en nombre de los colegiados formularon declaraciones públicas.[9] Como consecuencia de las presiones recibidas, el Consejo de Ministros de la tiranía tuvo que dar marcha atrás.

La lucha revolucionaria iniciada por Fidel, rápidamente expandida, pese a descalabros militares en el asalto al cuartel Moncada (1953) y Alegría de Pío (1956), salvó definitivamente desde el punto de vista político a la Generación del Treinta y a la que Dorticós dio en llamar su Generación Intermedia:

    Fue para nosotros — le confesó a Alejo Carpentier — un nuevo despertar. Ya estábamos de regreso de aspiraciones ingenuas y veníamos lastrados por bastantes descreimientos en falsos líderes. La estatura humana y revolucionaria de Fidel nos hizo pensar que el proceso revolucionario iba a tener su culminación definitiva.[10]

A la revolución era vital incorporar a la clase media, a los sectores profesionales y a todos aquellos elementos a los que no fuera factible integrar orgánicamente al Movimiento 26 de Julio, a la lucha antidictatorial. Era preciso y útil que el esfuerzo antibatistiano no fuera sólo idea y trabajo de la juventud radical. El respaldo y la participación de aquellos elementos le otorgarían a la lucha antidictatorial una dimensión más universal dentro de la sociedad cubana y acortarían el camino del triunfo. En otras palabras, había que movilizar los recursos y poner en estado de beligerancia a todos los sectores cívicos no partidistas, para producir denuncias cívicas, lograr la desobediencia civil y el apoyo material a la organización guerrillera y al aparato clandestino del Movimiento 26 de Julio. Para lograrlo se creó, a finales de 1956 y a principios de 1957, en la ciudad de Santiago de Cuba, el Movimiento de Resistencia Cívica, una organización secreta y celular, autónoma del Movimiento 26 de Julio, pero que respondía a su táctica y estrategia de lucha. En pocos meses, el Movimiento de Resistencia Cívica se extendió por Oriente y Camagüey. En el mes de abril de 1957 funcionaba ya en La Habana, y en el tercer trimestre de 1957 ya estaba vertebrado por todo el país, incluyendo Las Villas.

En julio de 1957, tras la detención de los treinta y cinco, Julio Camacho Aguilera, cumpliendo órdenes de Frank País, procedió a reorganizar la estructura directiva del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de Cienfuegos. En esta oportunidad, se creó la estructura local del Movimiento de Resistencia Cívica. El doctor Osvaldo Dorticós fue propuesto y aceptado como su responsable. Desde Cienfuegos, Osvaldo debía coordinar todo el trabajo de la organización en Palmira, Cruces, Hormiguero, San Fernando de Camarones, Caonao, Guayos, Cumanayagua, Rodas y Aguada de Pasajeros.

Dorticós tenía todas las características que se podía exigir para acometer el trabajo de Resistencia Cívica: persona de gran solvencia económica; titular de un bufete prestigioso, decano del Colegio de Abogados de Cienfuegos, vicepresidente del Colegio Nacional de Abogados y comodoro del Cienfuegos Yacht Club. Y como si fuera poco, en 1957 asumió por sustitución reglamentaria la Presidencia del Colegio Nacional de Abogados a raíz de la renuncia de su titular, el doctor José E. Gorrín, siendo electo por unanimidad, en 1958, para el cargo. Osvaldo representó al Colegio Nacional de Abogados en el Conjunto de Instituciones Cívicas, siendo ponente del documento en que estas exigieron la renuncia del dictador Fulgencio Batista.

Dorticós no ingresó a la revolución para salirse de ella. Lo hizo con plena conciencia de que iniciaba un camino sin repliegues, sumergido en la lucha, arriesgando su vida. A partir del momento en que asume la dirección del Movimiento de Resistencia Cívica en Cienfuegos, Dorticós se involucra completamente en la revolución, con grave riesgo para su vida. De hecho, actuaba como un miembro del ejecutivo del Movimiento 26 de Julio, encargado del Movimiento de Resistencia Cívica.

Para el 5 de septiembre de 1957 fue concertado, entre el Movimiento 26 de Julio y oficiales de rango medio de los cuerpos armados, especialmente de la Marina de Guerra, un plan nacional de sublevación militar. Poco antes del desencadenamiento de las acciones, tardía e inconsultamente, altos oficiales, incorporados a última hora a la conspiración pospusieron la fecha. Llegado el 5 de septiembre, la base naval de Cienfuegos, no avisada del cambio de plan, fue sublevada. Los marineros cienfuegueros y los combatientes del Movimiento 26 de Julio de la ciudad protagonizaron una heroica y sangrienta jornada. La ciudad fue ocupada por los revolucionarios, pero la dictadura pudo concentrar sobre el aislado foco rebelde toda su fuerza de destrucción.

El Movimiento de Resistencia Cívica estaba comprometido con dar apoyo logístico a los sublevados, asistir a los heridos y ocultar y salvar a los combatientes en caso de fracaso. Al fracasar el plan de sublevación y ser aplastada la acción en Cienfuegos, muchos rebeldes salvaron sus vidas gracias al trabajo organizativo desplegado en los días previos y durante las jornadas siguientes por Osvaldo Dorticós y sus compañeros del Movimiento de Resistencia Cívica.

En las primeras horas de la mañana del 5 de septiembre, Dorticós fue para su bufete. Estaba encargado de redactar una proclama al pueblo. A media mañana, al comprobar el fracaso de la sublevación general y que la delegación de los oficiales presos en el Presidio Modelo de Isla de Pinos no llegó como estaba previsto, Dorticós fue a Cayo Loco. Cuando las fuerzas represivas desencadenaron toda su furia contra los rebeldes, y la Fuerza Aérea lanzó ametrallamientos y bombardeos indiscriminados sobre la ciudad, Dorticós y su compañero de bufete, José Antonio Frías, partieron para La Habana en un desesperado esfuerzo por detener el crimen.

Me localizaron, planteándome la urgencia de realizar gestiones que lograran detener los salvajes bombardeos y ametrallamientos en la ciudad de Cienfuegos. Se analizó la conveniencia de entrevistarse con Monseñor Luigi Centoz, Nuncio Papal y decano del Cuerpo Diplomático. También se consideró el nombre del recién acreditado Embajador de los Estados Unidos, Earl Smith. Estuvimos de acuerdo en que las gestiones ante el diplomático estadounidense podían ser más eficientes. Me comuniqué con Nacho Carranza, funcionario diplomático de los Estados Unidos, con el que había tenido contactos. Le transmití la intención de entrevistarnos con Smith para tratar sobre los crímenes que el Gobierno de Batista estaba cometiendo en esos momentos contra la población civil de Cienfuegos. Le dejé el número de teléfono para que me informara del resultado de sus gestiones. No tardó mucho tiempo antes de que nos comunicara que el Embajador nos recibiría en horas de la mañana del siguiente día.

Concurrimos a la Embajada de los Estados Unidos, sita en la avenida del Malecón, a la hora indicada. En la puerta nos esperaba el señor Carranza, quien nos condujo a un departamento. Minutos después, nos informó que el Embajador nos esperaba. Subimos en un elevador hasta la azotea, donde de una manera informal, sentados en torno a una mesa, Smith nos atendió. Frías sirvió de intérprete. Le explicamos las razones que habían determinado nuestra solicitud. Smith dijo sentirse acongojado por los acontecimientos, incluso, reaccionó de un modo que nos sorprendió. Cuando le explicábamos las acciones de bombardeo y ametrallamiento de la Fuerza Aérea del Ejército (FAE) de la dictadura sobre la ciudad de Cienfuegos, pateó el piso, escapándosele un:

    Batista, son of a bitch.[11]

Smith prometió hacer una gestión oficiosa cerca del Gobierno cubano, pero sin llegar a comprometer ningún resultado. Nos despedimos del Embajador. Ignoro si llegó a realizar las gestiones[12] y yo no volví a ver a Dorticós hasta después del triunfo de la Revolución, un año y cuatro meses después.

Tras el fracaso del alzamiento de Cienfuegos, Julio Camacho Aguilera fue para La Habana y el Movimiento 26 de Julio en Las Villas le fue confiado a Enrique Oltuski Ozacki, con la misión de proceder a su inmediata reorganización. El Movimiento 26 de Julio estaba virtualmente desarticulado. Oltuski decidio dividir la provincia en cinco regiones: Sagua, Caibarién-Remedios, Sancti-Spíritus, Cienfuegos y Santa Clara. Las compañeras Aleida March y Teresita Caballero, indistintamente, lo acompañaron en su difícil recorrido organizativo por la provincia.

La situación del Movimiento 26 de Julio en Cienfuegos era más compleja aún, pues estaba deshecho. Al decir de Oltuski,

    ... no había quedado títere con cabeza.

Los más importantes cuadros y miembros del movimiento revolucionario en la ciudad habían tenido que huir.[13]

Al llegar a Cienfuegos, la primera persona en ser visitada por Oltuski y Teresita Caballero fue el doctor Serafín Ruiz de Zárate Ruiz. Se lo habían recomendado para que asumiera la jefatura del Movimiento 26 de Julio en la ciudad. Ruiz de Zárate estaba muy decepcionado porque consideraba que habían dejado solos a los cienfuegueros durante el alzamiento del 5 de septiembre. No aceptó asumir la coordinación del Movimiento 26 de Julio. Sugirió que hablaran con Osvaldo Dorticós, a quien Oltuski no conocía.

Se entrevistaron con él en su bufete. Le hicieron la proposición, pero Dorticós no aceptó porque en ese momento estaba activo como vicepresidente del Colegio Nacional de Abogados. Dijo estar en la mayor disposición de colaborar en todo lo necesario, pero alegó que aceptar el cargo de coordinador exigiría de él una actividad diaria que estaba reñida con su responsabilidad al frente del Colegio Nacional de Abogados, que por demás era de una importancia política a no desdeñar, siendo necesario utilizar aquella posición para combatir a la dictadura. Recomendó al médico Julio González Abre, quien aceptó. Osvaldo Dorticós continuó desarrollando, pese a la persecución policiaca, su importante labor al frente del Movimiento de Resistencia Cívica de Cienfuegos, ciudad que ocupó un lugar muy importante en la lucha revolucionaria durante 1958.

Luego del fracaso de la huelga de abril, las fuerzas de Víctor Bordón quedaron en una situación desesperada. Fue desde Cienfuegos, con la ayuda de Dorticós, Julio González, Serafín Ruiz de Zárate y otros, que se logró trasladar a aquel grupo guerrillero para que se internara y consolidara en El Escambray. Por grupos, vestidos de civil, en el automóvil de Dorticós fueron trasladados Bordón y algunos de sus compañeros, primero a Cienfuegos y después a El Escambray.

Dorticós participó y colaboró como un simple combatiente en tareas riesgosas. Su magnífica posición social y profesional le servía de amparo. Tras la huelga de abril de 1958, finalmente asumió el cargo de coordinador del Movimiento 26 de Julio en Cienfuegos.


Parte I — Parte II


    Notas

      [1] Raúl Dorticós Torrado (1914-1995). En 1931 estaba adscrito al Directorio Estudiantil Universitario de Cienfuegos y era miembro de la Liga Antiimperialista de Cuba. Culminó su bachillerato en 1934 e ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana. En 1937 se adscribe al Partido Comunista. Se gradúa de médico en 1941. Fue miembro del Frente Nacional Antifascista de Cienfuegos. Se integró al Movimiento de Resistencia Cívica. Al triunfar la Revolución integró el Partido Médico de la Revolución, las primeras milicias médicas y participó en la “limpia” del Escambray. Fue decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana.

      [2] Al decir del doctor Carlos Rafael Rodríguez, los padres, burgueses o pequeñoburgueses, dueños de prósperas empresas comerciales, administradores de negocios o profesionales de buenos ingresos económicos, se esforzaron por impedir que sus hijos se involucraran en un esfuerzo revolucionario, que por premio menor tenía la cárcel.

      [3] Periódico Revolución, 30 de diciembre de 1959.

      [4] Triunfada la Revolución Cubana, Dorticós retomó las lecturas marxistas, incorporando la doctrina leninista. En un rápido proceso de profundización ideológica, coincidente con la radicalización vertiginosa de la Revolución, Dorticós abrazará con Fidel Castro el marxismo-leninismo. Sus estudios fueron profundos y sostenidos. Ello le posibilitó avanzar sin contradicciones con la Revolución Socialista, siendo uno de sus principales ideólogos. Dorticós se transformó en un educador marxista, quien utilizó con maestría sus discursos y comparecencias públicas para educar políticamente a las masas.

      [5] Continuó los estudios para doctorarse en Filosofía y Letras, pero no los concluyó.

      [6] Periódico Revolución, 30 de diciembre de 1959.

      [7] El bufete cesó tras la designación de Osvaldo Dorticós como Presidente de la República. José Antonio Frías pasó a trabajar con él y Fernando López Muiño fue designado funcionario del Ministerio de Educación.

      [8] Entrevista con los autores. La Habana, junio del 2000.

      [9] Periódico La Correspondencia, 11 de julio de 1952.

      [10] Periódico Revolución, 30 de diciembre de 1959.

      [11] Batista, hijo de puta.

      [12] Volví a encontrarme con Smith el 5 de enero de 1959, en ocasión de instalarse en el Palacio Presidencial el Gobierno Revolucionario. Una representación del Cuerpo Diplomático vino a saludar al Presidente Urrutia. Smith hizo su última visita al Palacio Presidencial. Aproveché para decirle con ironía que lo conocía de cuando fui en aquella gestión. Él se limitó a decir reiteradamente Yes. Horas después, Earl Smith fue llamado a Washington, cesando como Embajador. Había sido enviado a Cuba a mediados de 1957 a presionar a Batista para que abandonara sus pretensiones de obtener más del 50 % de las acciones de la planta de níquel de Nicaro, que el Gobierno norteamericano iba a poner en venta. Logrado esto, se convirtió en el más batistiano de los políticos estadounidenses.

      [13] Emilio Aragonés, Totico Aragonés y otros tuvieron que irse de la ciudad. Entrevistas con Enrique Oltuski y Emilio Aragonés.




        Dr. Reinaldo Suárez Suárez
        Presidente
        Cátedra de Estudios Históricos del Estado y del Derecho
        Universidad de Oriente
        Santiago de Cuba

        Dr. Luis María Buch Rodríguez
        Fue Ministro de la Presidencia y
        Secretario del Consejo de Ministros entre 1959 y 1962
        Falleció en el 2000







Tomado de: Reinaldo SUÁREZ SUÁREZ y Luis María BUCH RODRÍGUEZ, Otros Pasos del Gobierno Revolucionario Cubano, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002


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