Fácilmente se observa, sin que ello corresponda a cantidad exacta, sino aproximadamente, que los más dados a cimarronearse eran, en primer término, los congos, seguidos por los gangás, después los carabalíes, los criollos, los lucumies y mandingas, entre los considerados como mayoritarios. En las mujeres, corresponde a las congas el primer lugar, seguidas por las carabalíes, después las lucumies, gangás y, por último, las criollas en la misma proporción que las minas.
En los años investigados, aunque no exhaustivamente, tenemos aproximadamente un total de 1.101 cimarrones, con un valor, también aproximado, de 330.300 pesos, que consideramos como "capital en fuga".
Por el diario del célebre rancheador de Vueltabajo, Francisco Estévez, que conocemos gracias al interés del escritor costumbrista Cirilo Villaverde, tenemos la noticia de que por 1836, según su informe:
... pueden pasar de mil quinientos negros esparramados en distintos palenques en estas lomas, ya número temeroso y perjudicial en extremo para la vecindad...
En Sierra de los Tumbos, 1836-1837; Taco-Taco, 1837; Cayajabos, 1842; Caiguanabo, Bahía Honda, Lomas del Cuzco, Canasí, San Cristóbal, Los Organos, San Diego de Núñez, Santa Cruz de los Pinos, Loma del Burén, Sierra de Guajaibón y mucho más.
Una ilustración de lo que significaba los palenques en la unidad de los cimarrones, la tenemos en algunos de los informes de los rancheadores a las autoridades.
El 1ro de julio de 1833, se pronunciaba sentencia contra apalencados en las lomas del Cuzco, en la llamada La Guachinanga, que eran dirigidos por el negro Felipe, gangá, que contó con el concurso de Bonificio, Cristóbal, Domingo, Julián y Francisco, lucumíes; y las cimarronas Melchora y María, cuya nación no se expresa y que lograron fugarse.
El 11 de agosto de 1835 era aprehendido el famoso Pancho Mina, conocido por Capitán de Palenque, el cual fue herido levemente. Dio lugar a su fuga y apalencamiento, el hecho de haberío vendido su amo a un cafetal; su oficio era el de carretero. Hacía más de veinte años que estaba huido, viviendo en compañía de José de Jesús, ganga; Nicolás, carabalí; Toribio, mina; Bartolo y Remígio, cuya nación no consta, y las negras Gertrudis, conga; María Filomena, carabalí y Tomasa, criolla, "nacida y criada en el monte". En el informe, no solo se expresa el comercio de cera que mantenían con las fincas cercanas y que revela la existencia de colmenares, sino que mensajeros destínados a la compra y venta de productos del palenque, eran también los encargados de conducir al palenque mujeres, tal como se anota, que Pablo, criollo, fue encargado
... de conducir a la negra Rosalía, lucumí, esclava de don Miguel Herrera, al negro Hilario, mandinga, contramayoral del cafetal de Borbón, que estaba huido en el monte y esperando a dicha negra para mujer.
La permanencia en los palenques, a pesar de los rancheadores, los Lanceros del Rey y otras fuerzas destinadas a la persecución de los cimarrones, era revelada en cada informe elevado a las autoridades superiores. Al notificar la muerte del negro Mariano, mandinga, se expresa que el mismo hacía años que estaba
... en los palenques siendo uno de sus capitanes.
Apalencados en los manglares de la costa del sur, en la región vueltabajera y divididos en dos palenques se encontraban, en el primero: Cirilo, congo; Manuel, carabalí; Mónica, gangá; Gerónimo, carabali; Esteban, gangá; Matías, lucumí; Mariano, mandinga; José Cornelio, congo; Vicente, mandinga; Laureano, macuá; José de la Luz, gangá; Benito, congo; Cristóbal, congo; Teresa, conga; Jorge, lucumí; Gerónimo, congo; Caridad, lucumí; Damián, macuá; Cayetano, carabalí; Celestina, conga; Juan, congo; comandados por el negro Tadeo.
El segundo palenque lo integraban: Marcelina, gangá; Rosa, conga; José, criollo; Santiago, congo; Mauricio, lucumí; Miguel, carabalí, y Cecilio, del que no consta su "nación".
El informe, fechado el 13 de junio de 1843, por el Excmo. Sr. Ramón Flores de Apodaca, expresaba que:
... Se les ha quitado porción de carne, manteca y demás víveres que tenían en sus ranchos, existiendo en mi poder varias lanzas, machetes y cuchillos que les pertenecían.
Todo es poco comparado con lo ocupado en el palenque de la Sierra de los Tumbos, en 1836: 33 ranchos de dos y tres camas cada uno; 20 calderos de hierro, chicos y grandes y como 20 cazuelas de barro; 42 frazadas de lana; 20 túnicas y camisones de negras y varios pañuelos, un sinnúmero de taparrabos, calzones y camisas de rusia; un sinnúmero de muñecos que llaman brujos; 14 herrones que remito, habiendo quemado los palos, 2 hojas de ½ cinta y un cuchillo de punta; una grande pila de plátanos que podrían contener como diez serones de a 60 manos cada uno; 54 güiras o jícaras y porción de cucharas; una tapa llave de escopeta de pellejo de jutía y una güirita con pólvora: 36 jabucos de bejuco; como una arroba de cera y dos arrobas de sal y 60 hamacas de cordel de mejagua, que ellos hacen para cargar a la espalda.
Cada informe es revelador de la importancia que tiene, para el estudio del proceso esclavista en Cuba, una investigación de los cimarrones apalencados y sus relaciones e influencia con las dotaciones de ingenios y cafetales, así como con los negros y mulatos libres.
Aún están en el olvido, ausentes de las páginas de nuestra historia, los nombres de los capitanes de cimarrones: Antonio, mandinga; Antonio José, yará; Juan Portugués; la madre Pastora, mujer del capitán de cuadrilla Mariano, gangá, muerto en 1837; Felipe, gangá; Julián, apalencado durante 37 años, el famoso Mataperros, perteneciente el palenque de la célebre Madre Melchora, que, convertido en cuadrilla volante, se movía de uno a otro refugio. Melchora cumplía su indiscutible jerarquía con las funciones de curandera y, posiblemente, sacerdotisa de alguna religión ancestral. A estos hay que agregar el nombre de Vicente Sánchez (a) Cobas, que en 1819 era emplazado por su liderazgo entre los apalencados orientales, y el no menos célebre José Dolores, congo, conocido por Mayimbe, creador de una cuadrilla volante en 1843, cuando se inician las sublevaciones que desembocan en la llamada Conspiración de la Escalera (1844).
Todo lo expuesto nos permite preguntarnos cuáles eran los negros sumisos, los dóciles que estaban sometidos gustosamente al régimen esclavista. ¿Los congos, "graciosos y picarescos, con sus cuerpos redondos como bolas de billar"? ¿Los lucumies, "finos y de carácter serio"? ¿Los gangás, "nobles y bondadosos"? ¿Los minas que "no eran propios para el trabajo de la tierra"? ¿Los ararás, "dóciles y aficionados a sus amos"? ¿Los carabalíes, "rencorosos"?
Acerca de esta rebeldía, manifestada en las tierras del Nuevo Mundo, nos dice Richard Price:
Fue en la América española donde comenzó y terminó el cimarronaje, extendiéndose por varios tumultuosos siglos. Fue allí que los cimarrones hicieron sus primeras alianzas con indios y piratas, y allí establecieron la mayor parte de los grandes reinos de cimarrones: Yanga, en México; Bayano, en Panamá; Miguel, en Venezuela; Domingo Bioho, en Colombia, e, indudablemente, otros, de los cuales aún no sabemos nada(9).
Parte I — Parte II
Referencias
(7) Cita en R. Pérez Landa, "Los palenques en Cuba", Nuevos Rumbos, no. 5, octubre, 1947.
(8) José Luciono Franco, Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
(9) Richard Price, Maroon Societies, The Johns Hopkins University Press, USA, 2da. ed., 1979.
Tomado de: PEDRO DESCHAMPS CHAPEAUX, "Etias africanas en las sublevaciones de los esclavos en Cuba", en Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, no. 10, año IV, enero-abril 1986, pp. 14-30