Cuba

Una identità in movimento


Etnias africanas en las sublevaciones de los esclavos en Cuba (Parte I)

Pedro Deschamps Chapeaux


Rebelión y fuga fueron objetivos permanentes en el diario quehacer de las dotaciones de esclavos en Cuba. Apenas iniciada la colonización de la isla, escasamente poblada y con un reducido número de africanos esclavizados, la crónicas registran, en el siglo XVI, la primera sublevación. En 1533, el poblado de Jobabo, en la región oriental, se inscribe en la historia de Cuba como el escenario de la protesta inicial de los ciervos contra sus titulados amos. Abren este largo capítulo los negros wolof o yolofes, insumisos, rebeldes, levantiscos, al decir de las autoridades, y cuya importación se prohibió por incitar a los indios a rebelarse.

Nuestros historiadores burgueses, con las excepciones de rigor, ignoraron o callaron deliberadamente las rebeliones y consecuentes fugas de los esclavos; en tanto, escribieron "pasividad", su sometimiento "voluntario" al estado servil, su acatamiento al "amo". De ahí que quedara encerrado en el baraccón del ingenio o del cafetal el grito del siervo rebelde. Por otra parte, la anotación o la reseña de una acción violenta a cabo por el esclavo era aceptar de hecho el reconocimiento de su inconformidad con la socedad establicida, y ello constituía, de por sí, confirmación de la lucha de clases en una de sus tantas manifestaciones, como lo constituye, sin duda alguna, el choque frontal de las ansia de libertad del esclavo contra las aspiraciones de permanente dominio por parte del amo.

Durante el período esclavista en Cuba, aproximadamente cuatro siglos, se suceden, casi ininterrumpidamente, estos choques, confirmando que

... toda la historia (desde la disolución del régimen primitivo de propiedad común de la tierra) ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social...(1, p. 102).

Con respecto a la "docilidad" del africano esclavizado en la isla, el historiador cubano Ramiro Guerra expresa:

Se ha supuesto, generalmente, que la raza africana se sometió prácticamente sin protesta al régimen de esclavitud que se le impuso en Cuba, bien porque el sistema se practicaba en la misma Africa, porque el estado de ignorancia en que vivían los esclavos les hacía desconocer cuanto ocurría en el mundo e impedía que pensasen en mejorar su triste suerte, porque el aislamiento y la vigilancia a que estaban sometidos los privaba de toda posibilidad de coordinar una rebeldía de conjunto, o porque la degradación política y moral creada por la misma esclavitud, hecho que Saco daba por cierto, no sin sentimiento de su parte en su "Examen Analítico", los reducía a la condición de seres humanos casi desprovistos de la conciencia de su propio miserable estado. Un estudio atento de los hechos no permite aceptar esa vulgar conclusión histórica, repetida frecuentemente sin ulterior examen. Desde los primeros tiempos de la colonización, cuando los esclavos introducidos aún en vida de Diego Velázquez se fugaban a los montes y peleaban "hasta morir", según e! testimonio de los contemporáneos, hasta el año 1762, en que avanzaban con sus machetes de calabozo a tratar de clavar los cañones ingleses durante el sitio de La Habana como pago de la libertad, el negro, como criatura humana, aspiró a ser libre, aun al precio de la muerte, siempre que pudo, en el "palenque" o en cualquiera otra forma. Después de la rendición de La Habana a los ingleses como antes de dicho acontecimiento, en Cuba siemprepre hubo "cimarrones", es decir, negros libres en abierta lucha con sus dominadores; solo que la perpetua guerra civil mantenida por los esclavos se juzgaba como un crimen tal como la metrópoli calificó, en el transcurso de los años, la insurrección de los cubanos blancos contra el sistema colonial...(2, p. 483).

Así, pues, desde el inicio del régimen esclavista en la isla, surge una lucha abierta entre dominantes y dominados, que se intensifica a medida que se desarrolla el sistema de plantación y crece la demanda de la mano de obra esclava. Poco se conoce entonces de las características de los numerosos grupos etnicos traídos a Cuba, con la excepción de los wolof o yolofes, a los que se prohibe importar al considerarlos "belicosos, difíciles de gobernar"(3). Aun en el decurso de los años, habrán de prevalecer opiniones contradictorias entre traficantes y compradores con respecto a las "piezas de ébano", objeto de la preferencia de los adquirientes. Así, algunos considerarán a los congos "graciosos y picarescos"; hablarán de "los nobles y bondadosos ganga"; "los rencorosos carabalí"; "los lucumí, con sus caras oblicuamente rayadas en las mejillas"(4, p. 7), y así sucesivamente.

Sin embargo, hay un denominador común: la fuga, como protesta menor que a todos iguala en su afán de libertad y que culmina en el palenque, donde la unidad borra las diferencias tribales. El historiador Elías Entralgo nos dice al respecto:

Como ya estamos en un período revisor de nuestra historia, es la oportunidad de hacer la apología del cimarrón, y el elogio del apalencado.

El cimarrón, infante sin miedo y sin tacha, fue el pioneer a la ofensiva de nuestras libertades — que a la defensiva de las mismas ya habían peleado algunos aborígenes —, y tanto él, como el apalencado, fueron los primeros soldados desconocidos de la liberación cubana. En el gesto anónimo del cimarrón se encarna la libertad en su más nítida pureza: no hay en su actitud, singularización ni jefatura, ni, por ende, vanidad, ambición o afán de mando. Es el hombre que al sentirse oprimido por su semejante, se fuga, sin temor a mayores riesgos y peligros, en busca de la expansión de la Naturaleza; y allí, dentro del culto bosque o bajo la inculta selva, con la comida insegura y el techo dudoso, quizás hinchado por el guao o picado por el alacrán y la araña peluda, se fabrica una vida de ensueños, de ilusiones, de esperanzas.

Del cimarrón se habla en singular; de los apalencados en plural. El cimarrón fue un transitorio; los apalencados adoptan formas de vida más permanentes.

En el palenque — bella palabra — ya surge el ánimo de solidaridad social, ya brota la colectividad de los rebeldes, y con ella, la organización, la disciplina y la jerarquía. El cimarrón gustaba intuitivamente de la selva o del bosque; los apalencados preferían intuitivamente la montaña. Y desde estas alturas ordenaban su defensa con estacas y troncos de árboles clavados en el suelo y esgrimiendo flechas de madera recia, machetes y hasta lanzas de hierro. Cuando la distancia del cañaveral y la altura del monte coincidían para favorecer y concitar la duración y estabilidad de la resistencia, en los palenques verificaban cultivos, y aun prolongábase la raza con algunas negras horras o cimarronas(5).

No obstante la permanencia del cimarronaje, la importanción de, esclavos mantuvo su ritmo, acorde con las exigencias del sistema de plantación. Según G. M. Hall, entre 1790 y 1820, fueron introducidos en Cuba 385.000 esclavos; entre 1820 y 1853, 271.659; y 200.000 entre 1853 y 1880, año en que España se ve forzada a declarar la abolición de la esclavitud, que habrá de permanecer seis años más bajo el disfraz del Patronato. Estas cifras, que cubren un período de noventa años, no ofrecen detalle alguno sobre los grupos étnicos de mayor cuantía traídos a la isla durante el citado período.

Es necesario acudir no solo a la bibliografía especializada: F. Ortiz, J.L. Franco, M. Moreno Fraginals, J. Pérez de la Riva, sino también a los numerosos legajos existentes en nuestros archivos, para tener una idea aproximada de las etnias africanas introducidas en Cuba y el papel desempeñado por cada una en las numerosas insurrecciones que jalonaron la etapa esclavista desde su inicio hasta 1880, en que se cierra la etapa eselavista con la Sublevación del ingenio "San Jacinto" en Cabañas, Pinar del Río.


Etnias africanas en Cuba

Tomando como base para este resumen la relación dada a conocer por Fernando Ortiz en Los negros esclavos y agrupándolos en los grupos étnicos que consideramos mayoritarios, tenemos:

    Carabalí:
      Abalos, abaya o abad-ya, acocuá, apapá, berun, bibi, brass, bricamo, briche, efí o efik, elugo, hatan, ibó, isiegue, suama o isuama.

    Achanti:

      Entraron en Cuba como negros minas: mina popó, mina fanti.

    Congo:

      Angola, angunga o congo reales, biringoyo, bosongo, bangame, cubenda o cabinda, motembo, mumboma, musundi, mumbala, mondongo, mayombe, masinga, banguela, munyaca, loango, musungo, mundamba, musoso, entótera, embuyla, loanda, matumba, mobanque, mombasa, musabela.

    Arará:

      Arará dajome, agicón, cuévano, magino, neaeve, sabalú.

    Lucumí:

      Egguaddo, eyó u oyó, enquel, epa, iechas, tacuá, nagos.

    Gangá:

      Gangá arriero, fay, bombalit, ñadejuna, taveforú, gorá, bucheg, bromú, conó, cramo, longobá, maní, quisi o kissi.

Hay, además, en esa relación: mandingas, bambará, bañón, benin, berberi, bondó, brisuela, cambaca, casanga, fire, fula, guineos, denominación imprecisa — señala Ortiz que se usaba "para los negros de todo el golfo de Guinea, cuando no se quería o no se podía usar otra especificación" —, macuá, machagua, orumbo, viafara y zape, registrados solo en los primeros siglos de la trata.

Es válido expresar que la

... nomenclatura de los negros esclavos no se hizo jamás de acuerdo con un sistema etnográfico, entonces desconocido, acaso ni intentado, sino por mero empirismo y sobre circunstancias diversas: factorías negreras, poblaciones del interior, etc. La geografía, y no la etnología, predominaba. Esta solamente pudo dar algunos nombres de grandes masas negras como mandingas, fulas, volofes, etc. La geografía nebulosa de los negreros suplió para los demás.

Investigaciones realizadas en la prensa de la época y en los legajos consultados en los archivos de la Habana, Matanzas y Santiago de Cuba, tanto en lo referente a las fugas, compra y venta, alquileres, rebeliones, cimarrones, palenques y, principalmente, a las "naciones" que constituyeron cabildos, nos permiten citar a los carabali, arará, mandinga, gangá, lucumí, congo y mina, como los grups étnicos de mayor aporte.

Así, pues, agregamos a los ofrecidos por Ortiz, los siguientes:

    Carabalí:
      Abalo, acocuá, agro, apapá, bané, bibi, bogre, bricamo, briche, ecunaso, elugo, ibi, ibo, induri, isicuato, isieque, isuama, isuama apapá, isuama bogre, isuama bogre abate singlaba, isuama aballa ocuite, isuama ibi, isuama isieque, isuama oquella, isuama osulerisma, isuama umofina, isueche, oquella, orato, orú, ososo, ososo omuna, ugri, unigini.

    Arará:

      Abopá, cuévano, cuatro ojos, dajome, magino, sabaluno.

    Mandinga:

      Lomba alogasapi, bambara, sereré, soso.

    Gangá:

      Arriero, baude, bay, busi, longobá, gola, maní quirí, quisí.

    Lucumí:

      Aguzá, ayones, bragurá, hausá, guari, epons, eyó, iyesa miaddú, yanés, yudusi.

    Congo:

      Builsa bungana, bungana, cabo verde, loango, olacamba, mambona, mallaca, masinga, mobanqué, mombamba, mondongo, moteque, mumbala, mucambá, murumbamba, musulongo, musoro, musemba, musundi, limba, nisanga, real, angunga, muriaca.

    Mina:

      Ashanti, fanti, guagui, musona, popó, costa de oro.


Impresiones de los viajeros

Viajeros que visitaron la isla en diferentes fechas, durante e apogeo del tráfico esclavista, dejaron constancia escrita de su impresión, describiendo, en parte, algunas de las características de la etnias africanas que observaron a su paso por las calles habanera principalmente.

Fadorica Bremer, en sus Cartas desde Cuba, nos dice:

... los lucumíes son un pueblo orgulloso y guerrero; al principio de su esclavitud son difíciles de manejar. Aman la libertad y son fácilmente irritables...

Más adelante agrega:

... parecen pertenecer a una de las razas más nobles de Africa...

Los congos:

... un pueblo animoso, alegre, pero frívolo. los negros del Congo tienen el rostro con la nariz hundida hacia adentro, boca ancha, dientes soberbios, labios gruesos, pómulos altos; tienen cuerpos robustos y anchos, pero son de poca estatura... parecen tener un carácter mucho más diferente... que los lucumíes...

Los gengás:

Los negros de Gangás están bastante próximos a los del Congo...

Los mandingas:

... los más nobles de las tribus costeras, son altos, con rasgos atractivos, con frecuencia notablemente regulares y aun finos, y son de carácter serio. De la tribu de los mandingas salen por lo general los sacerdotes y los adivinos negros...

Los carabalíes:

... son también un buen pueblo, aunque más perezosos y descuidados. Entre ellos he visto algunos ejemplares magníficos. Tienen las narices más planas y los rostros más anchos que los lucumíes y su carácter es menos serio...

Gonzalo Aguirre Beltrán, en su obra La población negra de México, nos revela que los lucumí oyó:

... eran temibles, uno solo era capaz de sublevar a los demás...

Los congos:

... dóciles y alegres... bastante industriosos y buenos no solo para el servicio de campo, sino también para los oficios...

Los congos mondongos:

... eran temidos, entre los mismos africanos, por su canibalismo...

Los angolas:

... dóciles y alegres... capaces de aprender oficios mecánicos...

Los ibos (carabalíés):

... difíciles de manejar y propensos al suicidio al menor castigo y ridículo a que se les expusiera...

Los minas:

... No eran propios para el trabajo de la tierra, siéndolo en cambio para el servicio doméstico y para los oficios robustos...

Los minas fantis:

... extremadamente orgullosos y listos a cometer suicidio...

Los ararás:

... eran buenas gentes, dóciles y aficionados a sus amos, aceptaban de buena gana la esclavitud, pues habían nacido en ella... extremadamente avaros...

Las opiniones de viajeros, las de contemporáneos, en fin, de la mayoría de los que creían interpetrar o definir las características de los grupos étnicos africanos traídos a Cuba, chocaban con la realidad. Citemos solamente un ejemplo: los minas, "... extremadamente orgullosos y listos a cometer suicidio..."; acaudillaron más de una rebelión y nutrieron los numerosos palenques ubicados en lugares inaccesibles a lo largo de la isla. Baste recordar a los hermanos Caoba y Sabicú, minas ashanti, apalencados en la Ciénaga de Zapata en 1877 y que se sumaron a las fuerzas mambisas, ofrendando sus vidas por la libertad de su nueva patria. La notoriedad alcanzada por Caoba fue tal que su cabeza fue puesta a precio por la gobernación colonial y sus hazañas fueron tema de la novela Caoba. The guerrilla chief. A tale of the Cuban Rebellion, por P.H. Emerson, publicada en Londres en 1897.


Rebeliones, cimarrones y palenques

Las rebeliones de esclavos en las Antillas españolas fueron constantes y datan desde los primeros años de la colonización(6).

Así lo expresan, con sus acciones, tanto los que laboran en las siembras de café, en los cañaverales, o los destinados al servicio doméstico. No hay diferencias entre los esclavos rurales o urbanos, su condición servil los impulsa a la fuga, al cimarronaje y al apalencamiento.

Desde 1533 se producen estas sublevaciones que en el transcurso del tiempo se van dotando de objetivos más precisos. Unas veces los negros sublevados hacen causa común con corsarios y piratas en los ataques que efectúan contra las indefensas poblaciones costeras y otras arrastran a los indios de las encomiendas a fugarse hacia los montes. En 1627, Fray Alonso de Sandoval, autor de la obra lnstaurada Aethiopum Salute, refiriéndose a las rebeliones de los africanos esclavizados, dice:

... el exceso es muy ocasionado a cualquier desconcierto, no porque se debe temer que los esclavos se alcen contra la república, que en corazones serviles raras veces cupieron pensamientos altos, sino que por el amor a la libertad es muy natural y a trueque de conseguirla se podrían juntar a procurarla y a dar la vida por ella...

Años más tarde, en 1677, se rebelan los 275 trabajadores de las minas de cobre, en Santiago del Prado (El Cobre), Oriente; armados con chuzos, garrotes y picas, refugiándose en las montañas cercanas, estableciendo un palenque cuya historia recoge el profesor José Luciano Franco en La rebelión de los cobreros.

La región oriental, por sus características topográficas, contó con numerosos refugios de cimarrones o palenques, que constituyeron un reto al sistema esclavista e, igualmente, sucedió en la llamada Vueltabajo, que, a pesar de ser región más llana, permitió el estabiecimiento de palenques, principalmente en zonas cenagosas.


Presencia lucumí

Los lucumíes, que, según F. Bremer, "parecen pertenecer a una de las razas más nobles de Africa", acaudillaron rebeliones que dieron quehacer a las autoridades coloniales en más de una ocasión. Teatro de sus protestas fueron cafetales, ingenios y fábricas. Así se hicieron sentir en La Habana, en 1835, los trabajadores de la tenería del catalán D. José Xifré, que en crecido número, dirigido por Hermenegildo Jáuregui, conocido por Taita Hermenegildo, que blandiendo un rabo de buey o iruque, símbolo de jerarquía, encabezó la revuelta el 12 de julio de dicho año. Igualmente se repitió en 1844, con trabajadores lucumíes, de la misma tenería de Xifré, el 8 de abril del citado año. La dotación la componían 130 esclavos, de los cuales 54 eran lucumies, 26 gangás, 19 congos, 16 caraballes, 6 criollos, 4 mandingas, 2 ararás, 2 macuás y 1 mina.

La noche del suceso se encontraban en la recolecoión de mangle para el curtido de pieles, 33 esclavos. Jefes de la rebelión fueron Ramón y Nicasio, ambos lucumies, que manifestaron sus aspiraciones de ser libres, pues estaban cansados de ser esclavos. El fuego fue el medio escogido, que no concluyó su obra por la rapidez con que acudieron a extinguirlo otros esclavos y los empleados blancos de la tenería. La religión desempeñó también su papel. Por la declaración de Salvador, esclavo de nación ganga, Nicasio, Ramón y Cristóbal ejercían gran influencia sobre los demás porque hacían uso de la que llamaban "brujería". A Nicasio le fue ocupada una cazuelita que tenía:

... un poco de tierra o barro amarillo y varios huesos de gallina envueltos en pedacitos de lienzo viejo con yerbas secas, que es lo que comúnemente llaman los negros brujerías.

Los gangas, "nobles y bondadosos", el 25 de julio de 1838, se olvidaron del carácter que se les atribuía y escenificaron en el cafetal La Ciarita, propiedad de D. José Mazorra, una violenta protesta contra el trabajo impuesto por el mayoral y el cuerazo dado por el contramayoral Andrés, de nación ganga, a uno de los rebeldes. La dotación del cafetal era un verdadero mosaico étnico: gangás, minas, criollos, lucumíes, congos, mandíngas, un total de 27 esclavos que respondieron a las directrices de la jefatura gangá, Según la nacionalidad, eran: gangás, 12; lucumíes, 8; mandingas, 2; minas, 1; congos, 1; criollos, 3.

El informe al Brigadier Presidente expresa, entre otros detalles:

Lo ocurrido con los negros del cafetal La Ciarita no es cosa nueva, sino que, por el contrario, a cada rato se reproducen estas exaltaciones de los esclavos bajo diferentes principios y con distinto aspecto, no pudiéndose por lo mismo considerar peligro contra la tranquilidad pública cuando las ocurrencias no proceden de combinación con otras fincas, o cuando no hay efusión de sangre, o cuando las querellas se limitan al manejo económico sin envolver aspiraciones de diverso sentido; y así es que en los casos ocurridos últimamente produjo el mayor efecto la prontitud en la corrección, quedando del todo aplacada la efervescencia.

Los principales cabecillas fueron condenados a la pena de azotes, y, en algunos casos, a realizar los trabajos más recios en la finca del amo durante dos años, con grillete y ramal al pie.

Como ejemplo y prevención de futuras revueltas, la sentencia establecía que:

... al tiempo de ejecutarse, no solo deben presenciarlas los esclavos del mismo cafetal La Ciarita, sino que además deberán concurrir cuatro negros de cada una de las fincas colindantes bajo custodia, pues habiendo llegado a ellas la noticia de lo ocurrido, como es natural y presumible, es de buen ejemplo que vean la vigilancia de la justicia, la certeza del castigo, que a todos amenaza en iguales ircunstancias.

La sentencia se cumplió el 2 de mayo de 1839 con la dotación de la finca puesta en cordillera en el batey, y en presencia de 20 negros de las fincas circunvecinas.

 

Parte I — Parte II

 

    Referencias

      (1) Federico Engels, "Prefacio a la edición alemana de 1883 del Manifiesto Comunista", en Obras escogidas (C. Marx y F. Engels), Editorial Progreso, Moscú, t. 1, 1976.

      (2) Ramiro Guerra, Manual de historia de Cubo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

      (3) Fernando Ortiz, Los negros esclavos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

      (4) Dolores María de Jimeno, Aquellos tiempos. Memorias de Lola María, Editora Nacional, La Habana, t. 2, 1930.

      (5) Elías Entralgo, La liberación étnica cubana, La Habana, 1953.

      (6) Gwendolyn M. Hall, Social control in slave plantation societies. A comparison of st. Domingue and Cuba, The Johns Hopkins Press, USA, 1971.

 


Tomado de: PEDRO DESCHAMPS CHAPEAUX, "Etias africanas en las sublevaciones de los esclavos en Cuba", en Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, no. 10, año IV, enero-abril 1986, pp. 14-30


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