Cuba

Una identità in movimento


El papel de la CIA en el asesinato del Che. Cuarta Parte

Adys M. Cupull ReyesFroilán González


El 10 de octubre de 1967, el cadáver del Che fue expuesto en la lavandería del hospital de Vallegrande. La monja María Muñoz relató:

    "El Che estaba como si no hubiera muerto. Había un silencio único, no escuché que nadie hablara, ni lo creo, él con sus ojos mirándonos a todos que parecía vivo".

Eugenio Rosell, un maestro que en 1967 tenía 20 años de edad, narró:

    "... La población se mostró muy respetuosa a sus antecedentes, a su capacidad, a sus ideales, a su lucha, porque no es fácil analizar y deducir que un hombre que no había nacido en Bolivia viniera realmente en busca de mejores soluciones para la clase oprimida, que es la mayoría de la población, y él viniera a quedarse eternamente entre nosotros, y eso es apreciado por el pueblo de Vallegrande... "

    "Muchas gentes... lo compararon con Cristo, pero realmente cuando yo lo miré, vi que tenía los rasgos de comandante guerrillero y me eché a llorar, muchas personas lloraron también".

Mientras los pobladores acudían al lugar, se realizó una conferencia de prensa, donde el Coronel Zenteno Anaya y Arnaldo Saucedo mostraron el Diario del Che y aseguraron que murió a consecuencia de las heridas del combate del día 8.

Desconocían que el General Ovando, había formulado otras declaraciones. Las respuestas de unos y otros al ser confrontadas por los periodistas evidenciaban contradicciones, lo que provocó una generalizada incredulidad; las dudas y confusiones aumentaron, al conocerse que el cadáver conservaba el calor del cuerpo cuando lo llevaron al hospital.

Para el dictador boliviano y los agentes de la CIA les resultaba imposible ocultar el crimen, sabían que familiares del Che reclamarían el cadáver o podían impugnar la autopsia y solicitar aclaraciones sobre las circunstancias y forma de la muerte. Se añadieron a estas preocupaciones la presencia en Santa Cruz de la Sierra, del hermano del Che, el abogado Roberto Guevara.

Se divulgaron despachos de prensa basados en manifestaciones de soldados y pobladores de La Higuera y Pucará en el sentido de que el Che fue asesinado y que las autoridades militares mentían.

Barrientos y los agentes de la CIA, querían evitar que el lugar donde fuera enterrado, se convirtiera en un centro de veneración y mintieron nuevamente al afirmar que fue incinerado y las cenizas dispersadas por los Andes.

Desde Argentina, las agencias de noticias comunicaban que las autoridades de ese país no deseaban, en forma alguna, que la tumba pudiera convertirse en un lugar de peregrinación, pues ello crearía un nuevo problema político que se sumaría a los ya numerosos que tenía que enfrentar el gobierno del general Juan Carlos Onganía. Una de las informaciones añadió:

    "Lo más probable es que la sepultura del Che nunca sea conocida y un alto militar recordó que precisamente por el mismo motivo nunca se reveló el lugar exacto donde descansan los restos de Eva Perón".

El 11 de octubre arribaron a La Paz, procedentes de Buenos Aires, el equipo de peritos, integrado por el inspector Esteban Relzhauzer, el subinspector Nicolás Pellicari y el perito dactiloscópico de la Dirección de Investigaciones de la Policía Federal Argentina Juan Carlos Delgado, quienes recibieron las manos del Comandante Guevara para realizar el trabajo de identificación, después de concluido el análisis, Antonio Arguedas, ordenó que se las entregaran, las ocultó durante un tiempo hasta que pudo enviarlas a Cuba.

Mientras en La Habana, el 15 de octubre, el Comandante en Jefe Fidel Castro, a través de las emisoras de radio y televisión nacionales y de la emisora internacional Radio Habana Cuba, analizó, detalladamente, las noticias, cables de diversas agencias informativas y otras consideraciones sobre el asesinato del Guerrillero Heroico, para afirmar que era dolorosamente cierta la noticia.

En su comparecencia, Fidel dijo:

    "... el deber de decir la verdad está por encima de que pueda convenir o no pueda convenir y esa era nuestra actitud..."

    "... ¿Es que acaso la historia de las revoluciones o de los pueblos revolucionarios se ha caracterizado por la ausencia de golpes duros? ¿Es que acaso los verdaderos revolucionarios no son los que se sobreponen a esos golpes, a esos reveses, y no se desalientan? ¿Es que acaso no somos los revolucionarios precisamente los que pregonamos el valor de los principios morales, el valor del ejemplo? ¿Es que no somos acaso los revolucionarios los que creemos en la perdurabilidad de la obra de los hombres, de los principios de los hombres? ¿Es que acaso no somos los revolucionarios los primeros que empezamos por reconocer lo efímero de la vida física de los hombres y lo perdurable y duradero de las ideas, la conducta y el ejemplo de los hombres, si ha sido el ejemplo el que ha inspirado y ha guiado a los pueblos a través de la historia?".




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Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(9 de octubre de 2006)


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