Cuba

Una identità in movimento

El Caballero de París

María Argelia Vizcaíno



"Mira quien viene por ahí, el Caballero de París"
(Antonio María Romeu, Estribillo del Danzón El Caballero de París)


Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el Caballero de París, el vagabundo más querido y famoso que ha tenido la capital de Cuba, pero también muchos son los mitos y contradicciones.

Empecemos por el nombre verdadero de tan renombrado personaje, en que vimos algunas variedades. La Dra. Lilia Bustamante en su colorido libro de Estampas Folklóricas Cubanas menciona que su nombre real fue Antonio Rodríguez Antonejo, que es la única versión que no tiene ningún parecido con los otros que veremos a continuación.

El destacado cantante y productor Orlando González Esteva (miembro del formidable dúo Mara y Orlando), en su artículo aparecido en el Diario Las Américas el 7 de septiembre de 1997 dice que el nombre real del Caballero de París es Juan Carlos López. Esto tiene un poco de similitud con lo escrito en el periódico digital Tribuna de La Habana, donde aparece un artículo firmado por Argentina Jiménez que da por nombre de pila el de Juan Manuel López Lledín; de la misma forma es nombrado en un breve comentario que aparece en la página www.baibrama.cult.cu/paginas/bibliot/bibliot.htm.

El periódico Granma Internacional del 25 de octubre del 2001 en su artículo "Una escultura tallada en la leyenda" de Antonio Paneque Brizuela nos muestra como el Caballero de París se llamó Julio Lledín, y así mismo lo realza el periodista Reinaldo Cosano Alen en su trabajo "Locos en La Habana" publicado por Cuba Net el 16 de enero, 2002. En ambos se omite un segundo nombre y no se usa el apellido López, como en la mayoría de los casos encontrados. En el trabajo propiedad intelectual de Ed Elizardo que vi en la página www.cubagenweb.org afirma de que el patronímico de dicho personaje era José María López Lledín, esto coincide con el de José López Lledín que menciona sobre su paciente el Dr. Luis Calzadilla Fierro en el libro que escribió sobre su historia titulado Yo soy el Caballero de París. Igualmente en la revista Contacto Magazine el 28 de diciembre del 2001 publicaron un excelente trabajo de Eduardo Yero periodista de la agencia EFE que da como el nombre original José María López Lledín, y es el mismo usado por la Enciclopedia Gallega, lo que lo escriben Xosé con "x".

La mitología sobre el supuesto motivo de su locura es bastante rica y llena de paradojas también. Orlando González Esteva nos narra en el mencionado artículo:

"Los investigadores afirman que el Caballero de París nació en la aldea española de Fonsagrada, el 11 de abril de 1899, y que a los 15 años fue enviado por su padre a Cuba. En la isla trabajaría como mensajero, camarero y lavaplatos, como botones en el Hotel Inglaterra, y sufriría una decepción amorosa cuya consecuencia sería esa creciente necesidad de deambular por las calles habaneras solicitando, en los inicios de su vida a la interperie, el concurso de sus mosqueteros, obsequiando flores y plumas, componiendo versos y haciéndose llamar D'Artagnan, hasta que finalmente la ciudad decidió bautizarlo con un sobrenombre digno de su excentricidad y su alcurnia".

Argentina Jiménez escribe que

"... era oriundo de la aldea de Fonsagrada, provincia de Lugo, España, y siendo muy joven emigró a La Habana y trabajó en los hoteles Telégrafo, Sevilla y Manhattan. Dicen que lo hizo con profesionalidad. / Acusado, injustamente, de haber cometido un robo en una casa donde laboraba de criado, cumplió prisión, y al salir de la cárcel empezó a divagar. Al triunfar la Revolución, aunque no dejó de fantasear su status no cambió, pero fue diferente. Por orientación de una mujer sensible, la heroína cubana Celia Sánchez Manduley, él podía comer gratis en los centros gastronómicos de la ciudad".

Continuamos con la versión de Margarita Pérez-Cabrer que vi en la Revista Pregones, de Noviembre/Diciembre, 2001, volumen I, número I (http://www.pregones.info/CABALLERODEPARIS-ESP.htm):

"... se dice que nació el 30 Diciembre 1899 en la aldea de Villaseca, a 29 kilómetros de Fosagra, provincia de Lugo, España, que llegó a la Habana en 1913 a la edad de 14 años, acompañado de su familia que consistía de 9 hermanos. Dicen que arribó en el vapor 'Valvanera', que naufragó en las costas cubanas a principios del siglo XX, hecho que quizás motivó su demencia. También se habla de que al ser acusado de un crimen que no cometió fue tal su tristeza que perdió la razón. Lo que sí sabemos es que, este legendario caminante que regalaba rosas a las damas y plumas y tarjetas de colores, fabricadas por él mismo, que iba por las calles contando historias principescas, adornó la estampa cotidiana de la capital cubana de esa época. En 1977, el que se denominara a sí mismo como 'El Emperador de la Paz', fue internado y en el Hospital Siquiátrico National de Cuba, en Mazorra, en las afueras de la Habana, donde murió en el verano del año 1985 a la edad de 85 años".


"Por años caminó las calles y vecindarios
regalando fragancias y poemas" (Enrique Luis Hartmann, Antología del Micro-cuento Inesperado II)


Después de escribir sobre las versiones que existe del nombre original del Caballero de París, continuamos con los mitos recogidos sobre su vida y su pacífica locura. Increíblemente todos aportan datos que no concuerdan mucho entre sí.

Tomado del libro Antología del Micro-cuento Inesperado II por José O. Alvarez, que aparece la información en la página http://gehon.ir.miami.edu/fll/cuentos/volume1-2/caballer.htm, el Sr. Enrique Luis Hartmann relata que:

"... como contador de la compañía multinacional que manejaba todos los negocios de la isla, podía darse los lujos que muchos compatriotas añoraban. Su corazón amable no detectaba los abusos que cometían sus subalternos. La compañía sufrió un desfalco. Aterrado de sentirse inocente con todo en su contra su cerebro no pudo asimilar el golpe y perdió la cabeza".

El periodista de la agencia EFE Eduardo Yero narra que:

"López Lledín, de figura quijotesca, llegó a la capital de la mayor de las Antillas a los 14 años y se desempeñó en diferentes labores. A finales de la década de los años 10 o principios de los 20, cuando trabajaba de cajero en un restaurante, fue acusado de faltarle dinero y se le encarceló en el Castillo del Príncipe, entonces prisión provisional para los pendientes de juicio. / Según parece, semejante contingencia desencadenó en él una enfermedad técnicamente denominada 'parafrenia', y que casi todos conocen como delirio de grandeza, añade el rotativo (Juventud Rebelde). / Solitario y enfermo, murió el 12 de julio de 1985 en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde ingresó a finales de la década de los años setenta 'no como un humilde demente', pero sí en estado 'muy depauperado' ".

Otro periodista, este de Cuba Web (http://www.ain.cubaweb.cu/milenio/personajes.htm) llamado Roberto Pavón Tamayo cuenta que:

"... había nacido en Fonsagrada, en la Lugo de Galicia, se distinguía por sus finos modales, su educación. Era de oficio dependiente, apreciado en la hostería por su trato delicado y complaciente. Mi trabajo es usted, parecía decir (...) Con una falsa acusación de robo en la mansión en que trabajaba, fueron sus huesos a parar a la prisión. El impacto de la injusticia fue demasiado violento para su espíritu moral, noble, generoso y honesto. Cuando lo excarcelaron no era el mismo. Divagaba, repetía incoherencias y elucubraciones forjadas en su fantasía. Le dio por deambular por las calles de La Habana".

En otra página cibernética, la http://www.cubagenweb.org/e-paris.htm, a nombre de Ed Elizondo hallamos notas muy interesantes:

"De acuerdo con datos obtenidos por uno de nuestros lectores en la Colección Cubana de la biblioteca Otto Richter de la Universidad de Miami, Florida, el nombre verdadero de El Caballero era José María López Lledín. Nació el 30 Diciembre 1899 en la aldea de Vilaseca, a 29 kilometros de Fonsagrada, provincia de Lugo, España. Pertenecia a una familia de abolengo, que estaba compuesta de 5 hermanos y 4 hermanas. / Una versión de la razón por su condición relata que, después de accidentalmente matar un hombre, fue sentenciado a la cárcel, donde aprendió el arte de hacer las plumas antiguas de caligrafía (de plumas de aves). Su mente fue afectada cuando recibió un golpe en la parte posterior de la cabeza, durante el altercado que acompañó el evento. El no estaba realmente 'loco' en el sentido común de la palabra. / Otro de nuestros lectores nos manda la siguiente versión: ¿Leyenda o historia? En la Calle Monte, esquina a Revillagigedo, o tal vez Corrales y Revillagigedo, había un bodegón muy bien surtido, propiedad de españoles. En ese bodegón trabajaba como dependiente un joven español. En el mencionado bodegón se produjo un robo. Los cacos entraron y robaron dinero y todo lo que pudieron. La policía investigó y encontró razones para acusar de haber participado en el robo al joven dependiente español. Como acusado, fue remitido al vivac y al no poder prestar la fianza, pues quedó detenido. Procesado después, lo defendió en el juicio un abogado de oficio que no estuvo nada interesado en defenderlo. Tampoco el dueño del bodegón trató de ayudar a su ex-empleado. Fue condenado. Se puede suponer que la condena que le impusieran por el delito de 'robo con fuerza en las cosas', que era como el Código Penal de 1870 definía el delito de robo cuando se rompía una puerta o ventana para entrar a robar. Probablemente cumplió no mas de dos o tres años de prisión. Lo cierto es, que una vez cumplida la condena y puesto en libertad, el joven español había perdido la razón y comenzó a vagar sin rumbo hasta convertirse en 'El Caballero de París'. Como se puede apreciar — si esta versión es válida — hay un drama doble. Primero la falta de defensa del modesto trabajador. Y después, la indefendible acción del sistema judicial".

Por lo que vemos no sólo se dice el nombre de pila del Caballero de París de distintas formas sino que su historia varía de acuerdo al autor. En lo poco que coinciden es que era un inmigrante español, que su locura probablemente viene después de haber cumplido prisión injustamente, que era pacífico y educado, y casi todos en la capital cubana lo apreciaban y distinguían entre los demás que vagaban por sus calles.

Es además el único indigente que más artículos periodísticos se le ha dedicado, los mismo libros, canciones, fotografías, óleos, y salió entrevistado en la revista Bohemia en 1949 y hasta fue invitado a la televisión en el año 1955 al programa Album de Phillips que se trasmitía a las 7 p.m. presentado por Inés Sánchez de Revuelta y el español Eduardo Pagés. Por si fuera poco desde finales del 2001 se le inmortilizó con un monumento.


"El célebre Caballero de París,
cuya ruina mental le hacía creerse
jefe y guía de inmensos ejércitos imperiales"
(Rosendo Rosell, Diario Las Américas, 9/agosto/1998)


La locura de este "gentil hombre" que deambulaba por las calles de La Habana ha sido cuestionada muchas veces por la forma en que se conducía con el público, siempre amable, capaz de tener una conversación de cierta forma coherente, y en no aceptar jamás limosna alguna, como nos relata el admirado amigo Rosendo Rosell en su columna "Mundo de Estrellas" publicada por el Diario Las Américas el 9 de agosto de 1998:

"... ese despiste jamás le pudo apartar de su alto concepto de la dignidad humana. Nunca aceptó limosnas, sino que entregaba a su benefactor una de las plumas de escribir que artísticamente confeccionaba para intercambiar, y así más tarde, poder tomar su cena en el banco de algún parque".

Mi gran amigo el licenciado José Luis Pérez me ha regalado una anécdota inédita sobre este tema, ya que tuvo la oportunidad de tratar personalmente al Caballero de París y ser testigo de una escena inolvidable, alrededor de los años 1948 a 1952, cuando fungía como Ecónomo del Seminario Diocesano de La Habana. Eso era como el puesto de administrador que se encargaba de pagar a los empleados, a los profesores y de los gastos del Seminario. Por ese cargo tenía que ir una vez al mes al Palacio Cardenalicio. En una oportunidad, después de su visita al Palacio, en el momento de regresar al Seminario, lo invitaron a subir al auto Lincoln propiedad del Cardenal Manuel Arteaga Betancourt. Además de éste, lo acompañaba el chofer, un page y el seminarista Emilio Vallina que cuando aquello era su secretario. En el trayecto pararon en la Iglesia de Corpus Christy en Marianao, cerca de la Quinta Avenida y se encontraron en la puerta con el Caballero de París que le dijo a José Luis con su típico acento gallego que nunca perdió:

"Joven, venga acá. Yo sé que usted es el secretario del Cardenal".

Mi amigo le aclaró que estaba equivocado a lo que seguidamente el Caballero le dijo:

"Bueno, pero lo he visto muy cerca de él, así que tiene influencias. Dígale que quiero discutir con él asuntos de teología".

Según me relata José Luis, el Cardenal Arteaga era un hombre muy sencillo y humano, así que aceptó de inmediato la entrevista solicitada. Cuando el Caballero se encontró frente al magistrado eclesiástico se arrodilló, le besó el anillo, y cuando lo mandaron a sentar replicó:

"Su eminencia, me siento porque usted me lo ordena, pero no debo sentarme delante de un príncipe de la iglesia".

José Luis recuerda que estuvieron conversando en su presencia como media hora, y entre los detalles que más memoriza está este pasaje en que el Caballero le hace reproches sin perder la cortesía característica:

"Eminencia, el mundo está por mal camino y ustedes los religiosos son los que tienen que ayudarlo (...) Yo soy un gran creyente de Dios (...) Soy católico, al estilo liberal (...) ¿No cree que sería bueno que la iglesia vendiera todos sus bienes y los repartiera entre todos los pobres?".

A lo que el Cardenal respondió:

"Claro que sí, pero qué pasaría entonces, que la Iglesia se volvería pobre y los pobres seguirían más pobres, no los podríamos ayudar más, lo mejor es prepararlos con oficios para que puedan superarse".

El Cardenal aprovechó invitarlo a vivir a la casa de los desamparados que él mantenía de su propio peculio con apoyo de la iglesia católica, pero no aceptó porque deseaba ser libre como los pájaros. Al final, después que el Caballero de París se retiró aceptando de mala gana un sobre con $100.00 para que almorzara, el Cardenal Arteaga meditó en alta voz:

"Me ha dado la impresión que este hombre no está tan loco como dicen".

Es que según explicó su doctor Luis Calzadilla Fierro, vice director del Hospital Siquiátrico de La Habana conocido por Mazorra, quien le diagnosticó una esquizofrenia de tipo paranoide, otros le llaman parafrenia, que se caracteriza por un delirio muy imaginativo de grandeza, pero al mismo tiempo mantiene actitudes lógicas de comunicación con la realidad.

Por eso encontramos que declaró a la revista Bohemia en 1949:

"Yo soy el rey del mundo porque el mundo siempre está a mis pies. No me mires los mocasines sucios. Mire la acera, mire la tierra, mire el pavimento. Todo está debajo de mí".

Eso es lo que lo hizo famoso que hasta el destacado maestro Antonio María Romeu le compuso un danzón que lo paseó con su orquesta en la voz inigualable de Barbarito Diez, en parte de su letra dice:

"Parece un filibustero / legendario, un galeote / con barba de Don Quijote / y capa de mosquetero. / Mira quien viene por ahí / el Caballero de París".

Otra anécdota muy interesante sobre las ocurrencias de tan notorio indigente es la relatada por Argentina Jiménez en Tribuna de La Habana que dice conservar entre sus papeles un periódico autografiado por el Caballero de París que le puso:

"Dios, Patria y Fidel".


"Su personalidad y desapego por los valores
materiales cautivan a niños y mayores"
(www.unex.es/sric/archivos)


De todos los nombres que se han dicho que son los auténticos del Caballero de París: Antonio Rodríguez Antonejo; Juan Carlos López Lledín; Juan Manuel López Lledín; Julio Lledín, creemos, respetando estas versiones, que el verdadero es Xosé María López Lledín como brinda la Enciclopedia Gallega, por la seriedad investigativa de toda la obra y porque es la única que habla de su acta de nacimiento, mencionando a sus padres que fueron Manuel López y Xosefa Lledín, de profesión labregos.

Siguiendo con lo especificado en esta enciclopedia de la que colaboró el escritor gallego Xosé Neira Vilas, quien afirma conoció al Caballero, supimos que Xosé era el cuarto hijo que tuvo este matrimonio lugués en la aldea Vilaseca, de Fonsagra, en Lugo, Galicia, España, el día 30 de diciembre de 1899. En su adolescencia amó a una joven llamada Mercedes, hija de un médico de parroquia. Ellos soñaban que después de casarse emigrarían que era la única forma de labrarse un futuro, pero una enfermedad incurable en poco tiempo acabó con la vida de su novia, marcándolo para siempre. En el año 1920 decidió embarcar para Cuba desde el puerto de La Coruña. En La Habana comenzó como vendedor de flores y luego pasó a una librería, donde aprovechaba para leer y estudiar todo lo que caía en sus manos. Más tarde pasó a un bufete de abogados en lo que por las noches estudiaba en el Centro Gallego realizando cursos de comercio e inglés. También dice que trabajó como camarero en los hoteles Sevilla, Telégrafo y Manhattan.

El mito de su locura en esta versión se justifica por los grandes cambios y frustaciones que padeció nuestro personaje, entre la pérdida de su amada, el abandono de su aldea, la dura vida de un emigrante, que lo remató el ser acusado injustamente del robo de unos billetes de lotería y varios meses de encarcelamiento. Al salir de la prisión jamás regresó a su casa, ni a su trabajo, por lo que se dedicó a deambular por la calles habaneras usando una capa y haciéndose llamar Conde de Montecristo, Archiduque del Continente Americano o Caballero de París, nombre con el que prevaleció hasta nuestros días.

El Sr. Oscar Nieves cuenta en www.camagueyanos.com/delsaber/paris.htm que la última vez que se lo encontró en La Habana lo retrató, y fue en septiembre de 1977,

"... lo vi acomodado en una especie de callejón detrás de la pizzería de San Lázaro e Infanta".

Cuando regresó días más tarde a retratarlo de nuevo ya se lo habían llevado a Mazorra

"... venía un festival de estudiantes y no podía haber pordioseros en las calles: ni uno".

Ya no volvió a ser libre como los pájaros, que era como le dijo al Cardenal que quería vivir. Esto coincide con la fecha que da el Dr. Luis Calzadilla Fierro, el mismo médico que lo trató en el hospital siquiátrico.

El periodista de la agencia EFE Eduardo Yero escribió que "solitario y enfermo, murió el 12 de julio de 1985", en dicho hospital. Agregando:

"En ese centro médico sufrió una caída que le produjo una fractura de cadera de la que fue operado con éxito, pero sus casi 86 años y la permanencia en la cama le llevaron a una enfermedad pulmonar aguda que acabó con su vida. / A su velatorio, que tuvo lugar en el poblado San Antonio de las Vegas, al oeste de la capital, sólo asistió el musicólogo, ensayista y poeta cubano Helio Orovio, y fue inhumado en el cementerio de la localidad habanera de Calabazar".

Aclarando, según leyó en Juventud Rebelde que cuatro años después, de su dinero particular,

"Orovio le haría una modesta tumba en el cementerio municipal de Santiago de Las Vegas".

Posteriormente, según el mismo Yero relata, a mediados del año 2001 los conocidos actores cubanos Enrique Almirante y Enrique Molina, comenzaron una campaña por "el rescate de la figura del Caballero", y entre los tres y con la ayuda imprescindible de Eusebio Leal, Historiador de La Habana, trasladaron sus restos hacia la Basílica del Convento de San Francisco de Asís, en lo que llaman el casco histórico de la capital.

"Allí permanecerán hasta que se construya el monumento definitivo que acogerá sus restos".






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