El personaje más pintoresco de La Habana, "El Caballero de París", tiene ya su estatua de bronce que lo representa como fue, un vagabundo andante, menesteroso y altivo, misterioso y tierno, constató la AFP en el lugar.
La obra salió de las manos del escultor José Villa Soberón, el mismo que el pasado año inmortalizó a un despreocupado John Lennon, sentado en una plaza de La Habana, devenido lugar de peregrinación popular, peña de trovadores y encarnación simbólica de la paz en tiempos de guerra, gracias a su canción "Imagine".
Juan Manuel López Lledín, un personaje alucinado que nació en la aldea de Fonsagrada, en la provincia gallega de Lugo, España, en 1890, emigró muy joven a La Habana donde, todavía en sus cabales, trabajó como dependiente en los hoteles Telégrafo, Sevilla y Manhattan.
Procesado y encarcelado en los años 20 como presunto ladrón de joyas de una casa donde servía (después se supo de su inocencia), enloqueció en prisión y tras cumplir condena, salió a las calles como vagabundo lleno de fantasías, con un típico atuendo decimonónico con capa, melena hirsuta y barba. En 1949 dijo a la revista "Bohemia":
"Yo soy el rey del mundo, porque el mundo siempre está a mis pies".
Decenas de leyendas se tejieron en torno al personaje, que le ganaron frecuentes espacios en la prensa cubana del siglo XX, y sirvió de motivaciones a artistas plásticos, literatos, cineastas y hasta a su médico, el doctor Luis Calzadilla, subdirector del Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde ingresó en 1977 y permaneció hasta su muerte el 12 de julio de 1985.
Enterrado en un panteón anónimo, sus restos fueron exhumados por el historiador de La Habana, Eusebio Leal, quien los trasladó al Convento de San Francisco de Asís (ahora sala de conciertos y museo), donde reposan.
Precisamente frente al convento y también por iniciativa de Leal, se colocó la estatua, que camina por la acera como un transeúnte más.