Introducción
La monumental obra de Fernando Ortiz (1881-1969), el más brillante científico social cubano de la primera mitad del presente siglo, ha servido de significativo precedente para la inmensa mayoría de las investigaciones que han incursionado en el conocimiento de los factores histórico-culturales de la nación cubana actual.
El proceso de maduración intelectual, reflejado ampliamente en su obra y acción, lo condujo a estudiar los más diversos aspectos de la vida cubana, tanto en el contexto latinoamericano y caribeño, como en sus vínculos con África, Asia, Europa y Norteamérica; sin perder de vista su objetivo fundamental: desentrañar los factores humanos de la cubanidad y sus variadas características culturales, así como aplicar esos conocimientos a la práctica cotidiana, en tanto promotor de acciones individuales y colectivas capaces de influir favorablemente en el desarrollo de la cultura nacional.
Para esta titánica labor, que implicó múltiples incomprensiones y enconadas discusiones, junto con el apoyo de innumerables colaboradores y seguidores — que siempre han sido mayoría —, Ortiz también se valió del conocimiento aportado por la antropología sociocultural de su época.
Este trabajo está encaminado a reflexionar sobre el papel desempeñado por la obra del propio Ortiz en la elaboración de una concepción dinámica de los intercambios y transformaciones culturales que en su momento denominó transculturación y que ha servido de guía para la orientación teórica de diversas investigaciones sobre la cultura cubana, a la vez que ha influido, directa e indirectamente, en el pensamiento antropológico internacional contemporáneo.
Hacia una concepción convincente de los cambios cualitativos de la cultura
En los primeros decenios del siglo XX el pensamiento antropológico ya había demostrado la significación básica del trabajo de campo y el papel decisivo de la convivencia temporal con las sociedades humanas que se pretendían conocer. Se debatían los alcances y limitaciones teóricas del evolucionismo y el difusionismo, como iniciales corrientes del quehacer antropológico, y se reconocía el sentido relativo de cada cultura respecto de otra, independientemente de su grado de desarrollo. El funcionalismo abría una nueva alternativa para profundizar en el estudio concreto de los diversos componentes de la cultura y sus portadores. Sin embargo, la interpretación de los contactos interculturales y sus transformaciones esenciales trataban de ser explicados mediante conceptos insuficientes para revelar toda la riqueza y complejidad de estos cambios.
De este modo, Ortiz de encuentra con una pretendida lectura de la "aculturación" para evaluar procesos etnoculturales efectuados en Cuba, que no se correspondían con el limitado alcance de este concepto.
La propuesta introducida por Ortiz en 1940, acerca del neologismo transculturación, en abierta oposición a la voz inglesa acculturation, no significó un simple cambio de prefijo para matizar el conocimiento de los procesos culturales y sus cambios; sino que se derivó de una profunda reflexión basada en múltiples investigaciones durante más de tres décadas sobre la problemática etnosocial cubana y sus nexos internacionales.
El alcance conceptual de la transculturación, lo define su creador como
... las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura [...], sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación. Al fin, [...] en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos. En conjunto, el proceso es una transculturación, y este vocablo comprende todas las fases de su parábola(1).
Su argumentación rebasa ampliamente el contexto histórico-cultural de Cuba para insertarse, no sin dificultades, en las categorías del conocimiento antropológico internacional. Uno de los contenidos esenciales de su fundamentación, al referirse a los complejos procesos inmigratorios que sirven de génesis al etnos cubano contemporáneo, es la impactante compactación de relaciones interculturales entre el nivel de desarrollo de los emisores europeos de la migración y el de los receptores aborígenes de este lado del Atlántico. En ese sentido señala que:
Toda la escala cultural que Europa experimentó en más de cuatro milenios, en Cuba pasó en menos de cuatro siglos. Lo que allí fue subida por rampa y escalones, aquí ha sido progreso a saltos y sobresaltos(2).
De este modo llega a otra idea clave cuando afirma que:
En un día se pasaron en Cuba varias edades; se diría que miles de "años-cultura", si fuera admisible tal métrica para la cronología de los pueblos(3).
Hoy día sabemos que ha sido posible calcular, comparar y compactar en una hora millones de años, para establecer la relación cronológica entre el origen de nuestro planeta con el origen de la vida. De estos sesenta minutos sólo el último correspondería al origen del hombre y apenas los últimos segundos a toda la historia de la humanidad. En este sentido, la imagen trazada por Ortiz es válida para significar el alcance de la transculturación en sus dimensiones espacio-temporal y humana.
Al final de su argumentación también reconoce que
... el concepto de transculturación es cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda la América en general(4).
En este ámbito histórico, la oposición transculturación vs aculturación forma parte de la valoración ortiziana a la dignidad cultural de cada pueblo, frente a concepciones prejuiciadas y discriminatorias que han lastrado los estudios antropológicos hasta nuestros días.
El apoyo de Malinowski
Cuando publica su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar en 1940, recibe inmediatamente la aceptación de Bronislaw Malinowski (1884-1942), quien reconoce en su Introducción que
... la palabra acculturation, [...] no hace mucho comenzó a correr y [...] amenaza con apoderarse del campo, especialmente en los escritos sociológicos y antropológicos, de autores norteamericanos(5).
Porque el concepto de transculturación, cual concepción generalizadora de los cambios cualitativos de la cultura podía desde entonces, no sólo explicar la complejidad de estos procesos, sino al mismo tiempo sustituir otros de alcance más limitados como "cambio cultural", "aculturación", "difusión", "migración u ósmosis de cultura", entre otros. Pero la concepción de Ortiz no fue objeto de tanta divulgación ni aceptación internacional por múltiples factores, que tienen su raíz histórica en el propio desarrollo de la antropología norteamericana y en la alta capacidad divulgativa de ésta.
Malinowski no se equivocó, pues el concepto de aculturación fue mucho más allá de su limitado alcance inicial y se convirtió en una especie de panacea para explicar e interpretar diversos tipos de relacionas interculturales. Sin embargo, esta concepción se encuentra cargada desde su origen, de una esencia despectiva hacia los pueblos de menor grado de desarrollo socioeconómico. En esta dirección el guía teórico del funcionalismo en antropología también reconocía que:
Es un vocablo etnocéntrico con una significación moral. El inmigrante tiene que "aculturarse" (to acculturate); así han de hacer también los indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del "beneficio" de estar sometidos a nuestra Gran Cultura Occidental. [...] El "inculto" ha de recibir los beneficios de "nuestra cultura"; es "el" quien ha de cambiar para convertirse en "uno de nosotros"(6).
Tanto fue el entusiasmo de Malinowski por el neologismo que clasifica a Ortiz de un "verdadero funcionalista"(7); pero el sabio cubano va mucho más allá del estudio sobre las relaciones y funciones del tabaco y el azúcar como plantas simbólicas de los procesos transculturales en Cuba. Ortiz aborda el análisis comparado de los diversos factores causales (históricos, demográficos, étnicos, económicos, psicológicos, estéticos, jurídicos, religiosos y otros), que condicionan el intrincado contrapunteo. Así, la concepción de la transculturación es un trascendental resultado que se convierte en nuevo punto de partida para futuras investigaciones, las que muestran entre diversos aspectos, las limitaciones de la aculturación para explicar procesos complejos.
Pero este lastre genético de la aculturación fue reconocido por diversos autores y el concepto fue objeto de variaciones e reinterpretaciones hasta llegarlo a equiparar con el de transculturación, sin hacerse mención de Ortiz, aunque su influjo internacional ha sido incuestionable.
El impacto de la aculturación para los estudios antropológicos
Desde la segunda mitad del siglo XIX la noción de aculturación fue empleada con diversas acepciones. En 1881 John Wesley Powell escribe — en evidente proclama etnocéntrica — que:
El gran regalo a las tribus salvajes de este país [...] ha sido la presencia de la civilización, la que, bajo las leyes de la aculturación, han mejorado considerablemente sus culturas, se han sustituido por nuevas y civilizadas, sus viejas y salvajes artes, sus viejas costumbres; en resumen, se han transformado los salvajes a la vida civilizada(8).
En 1895 Otis Mason reconoce la idea anterior cuando estudia la diversidad de los intercambios culturales que los pueblos del mundo han realizado y acepta que
... a esta transferencia general Powell le ha dado el nombre de aculturación(9).
En sus escritos de 1898 W.J. McGee, emplea el término en varias acepciones, pero sin perder su significado etnocéntrico. En su obra sobre Aculturación pirática(10) distingue formas piráticas y amistosas de aculturación. Las primeras son propias de bárbaros y salvajes, de contenido mecánico y estrechamente imitativas; y las segundas son características de la civilización y la ilustración, con un sentido más racional y de integración consciente. Una vez más se aprecia la diferencia entre "los otros" (los estudiados) y "ellos" (los estudiosos), para argumentar la dominación de los primeros por los segundos. Hoy día, las descripciones y puntos de vista de Powell, Mason y McGee se asocian con las implicaciones que también ha tenido el concepto difusión y de asimilación forzada en la historia de la antropología sociocultural.
Con el advenimiento del siglo XX nuevas ideas sobre la aculturación fueron elaboradas a partir de la Escuela Norteamericana de Franz Boas (1858-1942) y sus discípulos, en el estudio de la diversidad de conceptos sobre la cultura, como el ya clásico realizado por Alfred Louis Kroeber (1876-1960) y C. Kluckhohn(11) y en la crítica a las anteriores corrientes del pensamiento antropológico como el evolucionismo y el difusionismo; hasta reconocer el sentido relativo del desarrollo de una cultura respecto de otra, así como el carácter propio de cada una de ellas.
La explicación que se le da en los años 20 al impacto de la "civilización" euro-norteamericana sobre las "tribus" aborígenes del mismo continente es aún bajo el prisma de la aculturación, matizada con términos de moda como "adaptación", "contacto cultural" y otros.
A mediados de los años 30 el Subcomité del Consejo de Investigaciones de Ciencias Sociales de EE.UU. preparó toda una Memoria para el estudio de la aculturación con el objetivo de clarificar el concepto; es decir, para darle un baño de rosas que fuera compatible con las nuevas investigaciones; así Robert Redfield (1897-1958) lo llega a definir como:
Todo fenómeno resultante cuando grupos de individuos que poseen diferentes culturas, tienen contactos de primera mano, con subsecuentes cambios en la cultura original; que es norma de uno y otro o de ambos grupos(12).
De este modo, una concepción, que había nacido del aplastamiento impositivo de unos pueblos sobre otros, deviene concepto general sobre los cambios pacíficos en las relaciones grupales y sus respectivas culturas. El "cambio de collar" es utilizado como instrumento metodológico para múltiples investigaciones posteriores.
Desde los años 20 el propio Redfield realiza un estudio comparativo de las comunidades campesinas de Yucatán, México, de donde se deriva su concepción sobre la "Cultura Folk"(13), que forma parte de esta valoración aculturativa.
En 1938 Melville J. Herskovitz da a conocer su obra Aculturación. El estudio del contacto cultural(14), donde también trata de redefinir el concepto para adecuarlo a las nuevas circunstancias. Reconoce que el concepto había adquirido anteriormente "un sentido equívoco, ya que fue utilizado indistintamente para designar diferentes fases o aspectos del contacto cultural; estos significados pueden sintetizarse en los siguientes:
1. como toma y daca entre diferentes culturas, resultado de un contacto cultural algo estrecho entre los pueblos portadores de aquellas;
2. como el proceso mediante el cual una cultura recipiente absorbe un rasgo específico de otra;
3. como sinónimo de educación;
4. como sinónimo de asimilación; [y]
5. como sinónimo de difusión"(15).
Adopta el concepto anteriormente elaborado junto con Redfield y Linton e incluye la nota explicativa siguiente:
La aculturación debe distinguirse del cambio cultural, del cual es un aspecto, y de la asimilación, que a veces es una fase de la aculturación. También debe diferenciarse de la difusión, la cual, aunque ocurre en todas las instancias de la aculturación, no sólo es un fenómeno que con frecuencia se desarrolla sin que ocurran los tipos de contactos entre pueblos especificados en la definición anterior, sino que también constituye sólo un aspecto del proceso de aculturación(16).
Precisamente esta obra es una de las que conoce Ortiz y sus postulados teóricos no se adecuan a su práctica investigativa realizada durante varias décadas. La aculturación es una concepción demasiado estática para calificar procesos de intercambio activo donde intervienen grupos portadores de culturas diferentes.
En 1948 se publica la primera edición en inglés de El hombre y sus obras. La ciencia de la antropología cultural, del propio Herskovitz, que es traducida al español desde 1952 y ya cuenta con diez reimpresiones(17). En estas versiones, el capítulo XXXI está dedicado a la Transculturación: la transmisión cultural en marcha; pero ello no significa la aceptación terminológica, sino que su traductor M. Hernández Barroso, conocedor del neologismo, aclara que "La hemos venido usando en este libro, como la traducción más acertada de acculturation, así como en otras obras anteriormente editadas por Fondo de Cultura Económica"(18), como si el contenido del concepto fuese el mismo. Sin embargo, en el desarrollo del capítulo Herskovitz se niega aceptar la propuesta conceptual de Ortiz; primero reconoce que: "Si no estuviera tan firmemente fijada la palabra acculturation en la literatura antropológica, "transculturación" podría igualmente ser bien usada para expresar el mismo concepto"(19) y seguidamente trata de reducirlo a una simple "expresión" sobre los cambios culturales.
También Ralph Linton (1893-1953), uno de los pilares de la escuela etnopsicológica, publica en 1940 un estudio sobre la aculturación en siete tribus de indios norteamericanos(20). En ese año el propio Herskovitz presenta un informe sobre los estudios de aculturación realizados en EE.UU., Filipinas, África Occidental, India y América Central(21) y posteriormente vuelve a valorarlo en su Dinámicas culturales(22).
La compilación dirigida por Bernard J. Siegel sobre Aculturación(23), en 1955, resume el contenido de 39 libros y 55 artículos de revistas sobre esta temática(24), lo que brinda un amplio panorama acerca de los trabajos de campo y la interpretación de los contactos interculturales.
Por otra parte, aunque los antropólogos ingleses han operado con diferentes posiciones teóricas y han preferido el término "contacto cultural" al de aculturación, también han contribuido a la difusión internacional de esta literatura, especialmente en los países anglohablantes, como ha sido el caso en 1945 de la obra de Godfrey y Mónica Wilson(25).
El término también se hizo extensivo a otras ramas de la antropología como la etnopsicología, en el estudio sobre el proceso de aculturación y su influencia en el desarrollo de la personalidad, en los trabajos de Gillin y Hallowell(26). Otras investigaciones abordaron el tema de la disrupción y la aculturación en el estudio de diversos cultos religiosos, como el realizado por Phileo Nash en Norteamérica y Kenelm Burridge en Melanesia(27).
Trabajos más recientes reconocen que a partir de 1960 el concepto de aculturación ha sido poco a poco sustituido en la literatura antropológica norteamericana por otros como "cambio cultural", "desarrollo" y "movimiento social"(28).
El empeño esclarecedor de Ortiz
Por otra parte, desde que Ortiz lanza su neologismo al lenguaje antropológico internacional se encarga de demostrar mediante varias obras fundamentales como El engaño de las razas (1946), La africanía de la música folklórica de Cuba (1950), Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (1951), y Los instrumentos de la música afrocubana (1952-1955); entre otras monografías, el carácter complejo y altamente dinámico de los procesos de transculturación en los aspectos humano, musical, danzario, teatral y organológico(29).
En la primera de las referidas obras y como parte de una denodada crítica a las teorías y prácticas racistas, a la vez que en defensa de la cultura como sustancial cualidad humana, escribe:
La historia americana no puede ser comprendida sin conocer la de todas las esencias étnicas que en este continente se han fundido y sin apreciar cuál ha sido el verdadero resultado de su recíproca transculturación(30).
Por ello, al año siguiente, cuando publica los Preludios étnicos de la música afrocubana valora altamente el papel de la investigación etnológica como vía necesaria para comprender los contenidos esenciales de la cubanidad; esa cualidad étnica original y distinta de sus antecedentes primarios, que logra explicar mediante su concepción de la transculturación. En este sentido señala:
Entonces ya comprendieron algunos, [...] que mi faena de etnografía no era un simple pasatiempo o distracción [...] sino que era base para poder fundamentar mejor los criterios firmes de una mayor integración nacional(31).
Parte I — Parte II
Notas
1. Ortiz, Fernando. "Del fenómeno social de la "transculturación" y de su importancia en Cuba", en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, La Habana, 1983, p. 90.
A NAME="n2">2.Ibídem, p. 87.
3. Ibídem, p. 88.
>4. Ibídem, p. 90.
5. Malinowski, Op.cit., p. XXXII.
6. Ibídem, p. XXXII.
7. Ibídem, pp. XXXIII-XXXIV.
8. De Laguna, Frederica. "[Introduction to Section VII] Method and Theory of Ethnology", in Selected Papers from the American Anthropologist, 1888-1920. Washington, D.C., 1960, pp. 787-788. Se refiere a la obra de Powell Introduction to the Study of Indian Languages.
9. Ibídem, p. 788.
10. Mc Gee, W.J. Piratical Acculturation, 1898.
11. Culture, a Critical Review of Concepts and Definitions, New York, 1952.
12. Redfield, Robert; et al. Memorandum for the Study of Acculturation, 1936.
13. Véanse "Culture Change in Yucatan", 1934 y La pequeña comunidad. Sociedad y cultura campesinas, La Habana, 1973, en cuyo capítulo IX estudia lo que denomina "cambio por aculturación".
14. Herskovitz, M. J. Acculturation. The Study of Cultural Contact. Augustin Publisher, New York, 1938.
15. Iznaga, Diana. "El término transculturación", en Transculturación en Fernando Ortiz, La Habana, 1989, p. 44.
16. Ibídem, pp. 44-45.
17. Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
18. P. 572.
19. P. 572.
20. Linton, Ralph. Acculturation in Seven American Indian Tribes, 1963.
21. Herskowitz, M. "Some Comments on the Study of Cultural Contact", in American Anthropologist, no. 43, 1941, pp. 1-10.
22. Cultural Dynamics, New York, 1964.
23. Acculturation, Critical Abstracts, North America, Stanford, California, 1955.
24. Véase Serguei A. Tókarev. "El problema de la aculturación", en Historia de la etnografía, La Habana, 1989, pp. 231-232.
25. Wilson, G. y M. The Analysis of Social Change. Based on Observations in Central Africa, Cambridge, 1968.
26. Véanse John Gillin, "Acquired Drives in Culture Contact", en American Anthropologist, no. 44, 1942, pp. 545-554; y A. Inving Hallowell, "Sociopsychological Aspect of Acculturation", en Culture y Experience, New York, 1945 y 1967.
27. Véanse P. Nash, "The Place of Religious Revivalism in the Formation of the Intercultural Community on Klamath Reservation", en Fred Eggan, ed. Social Anthopology of Nort American Tribes, Chicago, 1937 y 1955; y Burridge, K. Mambu. A Study of Melanesian Cargo Movements and Their Ideological Background, New York, 1960.
28. Winthrop, Robert H. Dictionary of Concepts in Cultural Anthropology, New York, 1991, pp. 3-6.
29. Véase un estudio particular al respecto en Diana Iznaga. "La aplicación del concepto transculturación al estudio de la música, sus instrumentos y el teatro", en Transculturación en Fernando Ortiz, La Habana, 1989, pp. 66-95.
30. El engaño de las razas, La Habana, 1975, pp. 31-32.
31. "Preludios de la música afrocubana", en Revista Bimestre Cubana, vol. 60, nos. 1-3, junio-diciembre de 1947, p. 211.