En el momento preciso, se estrena un filme que tiene como eje central una de las personalidades más dramáticas y, al propio tiempo, más poéticas, más conscientemente revolucionaria y universal de nuestra historia por la descolonización durante el siglo XIX y XX, por la libertad, la democracia y la fraternidad de América Latina: José Julián Martí y Pérez, cuyo pensamiento aún conserva plena vigencia.
El peso agobiante, asfixiante, del coloniaje español sobre una de sus últimas posesiones en este continente (además de Puerto Rico): sus manifestaciones de prepotencia, de manipulación política a través de la esclavitud del africano o del criollo negro, en los años impíos de la trata ilegal, y su desprecio en general contra lo criollo, resulta el telón de fondo presente a lo largo del tiempo que dura "José Martí. El ojo negro del canario".
Es aquella situación indigna la tragedia mayor, que conlleva otras muchas, innumerables, sufridas por la mayor parte de la sociedad, en particular por los personajes que, desde su más tierna niñez hasta la adolescencia, representan al incipiente "pueblo nuevo, cubano", cuya carne y espíritu ya existe en esa nueva generación, que se debate en la angustia de sentirse hijos de su tiempo — de la Patria cubana que dolorosamente está emergiendo —, más que de sus propios progenitores españoles.
El filme trata del drama de la entrega humana a los grandes y verdaderos ideales, encarnados como la fuerza del destino en muchos hombres y mujeres decididos — por encima de sus intereses de clase, o, de sus virtudes individuales — a ofrendarse en el altar del sacrificio redentor. También es el drama de la pobreza y la violencia, deudora de la primera, en un hogar de colonos humildes, de tronco valenciano y canario, donde el padre (don Mariano) enfrenta los duros retos de la sobrevivencia en una familia integrada mayoritariamente por mujeres (la madre Leonor y las hermanas del único hijo varón, José Martí). Ellas son quienes más sufren las limitaciones económicas y la discriminación social impuestas por los prejuicios de una sociedad excluyente, marcada por una sublimación militarista del machismo.
En medio de ese ambiente específico, recreado magistralmente gracias a una sabia elección de hechos históricos plasmados en el guión, al que se une la información provista por la escenografía, cuidadosamente elaborada sobre la base de imágenes y gestualidad, significativas de la época; una fotografía que estudia e interpreta cada plano, busca el ángulo preciso desde el cual se capta la profundidad del sentimiento, con un buen uso de la luz. Se logra una realidad virtual codificada en el conjunto de la obra que nos muestra justamente lo que necesitamos ver y oír para comprenderla mejor.
La dirección artística hace gala de la más alta profesionalidad; depura todos sus recursos expresivos, provoca en el público sentimientos profundos sin añadir detalles que aumentarían innecesariamente lo abrumadoramente trágico de la realidad en la cual está sumida también el espectador, sobrecogido y angustiado de principio a fin, desde la inmovilidad de su asiento, porque conoce lo que fue, que ya se ha convertido en parte de su instrucción y educación histórica, cívica y patriótica.
El protagonismo de los elementos y personajes que forman la madeja de esta historia se recrean en forma de paralelismos ineludibles. De un lado, la Patria, la lucha revolucionaria encausada en la primera Guerra por la Independencia — que ya se había iniciado desde el 10 de octubre de 1868, cuando José Martí tiene solamente 15 años cumplidos. Los héroes y mártires de gran envergadura moral, encabezados por Carlos Manuel de Céspedes, señalan con sus ideas y acciones el único camino posible para el pueblo esclavizado. Céspedes es el guía glorioso al que siguen Mendive y sus discípulos José Julián Martí y Fermín Valdés Domínguez.
Del otro lado está la familia del adolescente: Mariano, el padre (rol que marca un hito de interpretación actoral, revela rudos conceptos de lealtad, honradez y justicia, que para él expresan amor), Leonor y las niñas.
No existe la posibilidad de convergencia entre ambas partes, de una solución feliz para el personaje principal en el desenlace cinematográfico — no la hubo en su vida real. Solamente es visible la ruptura, inclusive hay, en apariencias, una doble culpabilidad: debido al abandono "injustificable" del deber familiar, y al distanciamiento, doloroso y vergonzoso, del hijo prisionero, condenado a seis años de trabajos forzados en la propia ciudad donde residen sus seres más queridos, por el delito de "infidencia" contra el mismo gobierno colonial, corrupto, que oprime y niega a los cubanos.
El fanatismo de los soldados voluntarios, el afán de dominio a ultranza de la metrópoli, la falta de racionalidad, la incomprensión ante los múltiples conflictos antagónicos y la prepotencia de los colonizadores españoles, que no ceden un ápice, sino que castigan fieramente la rebeldía juvenil crean la fatal realidad histórica. Esta se representa en el tribunal que juzga a José Martí y a Fermín Valdés Domínguez por la carta que escriben al condiscípulo apostata. He ahí, otra arista surgida de la problemática: la de los jóvenes nacidos en Cuba que no se sienten "cubanos", que no están dispuestos a arriesgar su vida por una causa que no comprenden, y rehúyen el profundo y peligroso cambio social. Así son de intensas las propuestas del film que atraviesan el ojo negro del canario.
Con mi juicio elemental de espectadora, rindo homenaje a esta obra, sin dudas un aporte a la cultura fílmica cubana sobre nuestra historia política; otro más del laureado director y guionista Fernando Pérez, en quien reconozco imaginación, sinceridad y profundidad autoral (ya demostradas en "Suite Habana").
Amen de su entrega irrestricta a la calidad que anima su arte, su vasto conocimiento y fina sensibilidad en torno a la historia real de nuestro país — contando, por si fuera poco, con la asesoría de excelentes historiadores.
Una vez más triunfa el arte de Fernando Pérez, como un hecho individual, aunque también multidisciplinario y colectivo, pues, desde luego, allí resalta el brillo del equipo, y de los buenos actores.
Se logra hacer la magia indispensable para que palpite con emoción el corazón humano.
La Habana, lunes 05 de abril de 2010
Sobre este proyecto cinematográfico
ver, en este Sitio WEB, en italiano:
Fernando Pérez e il suo progetto cinematografico su Martí,
por David Leyva González.