Wilmer Ferrán: La rumba me "mata"
Gualveris Rosales Sánchez
Es verano y hace mucho calor en Cuba. Muy cerca de la popular Cinco Esquinas de Camagüey, un joven suda la camisa en el patio de su casa tensando el cuero para terminar unos tambores batá: su nombre es Wilmer Ferrán Jiménez.
Conocido y respetado por su talento como percusionista y cantante folklórico, Wilmer es también coreógrafo y profesor en el Ballet Folklórico de Camagüey (BFC) donde ha trabajado por años.
Por un buen rato abandona su hobby y me concede esta entrevista.
- Los primeros años de tu vida están vinculados al municipio de Florida.
Bueno, yo nací el 7 de abril de 1973 en la ciudad de Camagüey, en el reparto Saratoga, para ser más exacto; pero siendo muy niño nos mudamos para Florida donde pasé casi toda mi infancia.
- ¿Cómo surge tu vocación por el arte?
Me encontraba en la biblioteca de la escuela Primaria "José Martí" cuando vinieron haciendo las captaciones para la Escuela Vocacional de Arte "Luis Casas Romero". Mi verdadero deseo era ser músico y aprender a tocar el trombón, pero ya no había posibilidades para entrar en música, así que me presenté a las pruebas de ballet. Aprobé e ingresé en la "Luis Casas Romero".
Tengo un hermano que toca la guitarra y canta y mi mamá, ya fallecida, tocaba el trombón en la Iglesia. Ella siempre me permitió desde pequeño salir en compañía de mis hermanos; juntos perseguíamos las orquestas que se presentaban en el pueblo. Recuerdo que una orquesta de La Habana, los Jóvenes del Filin, iba mucho a Florida. Hice amistad con Enrique, el que tocaba la tumbadora, al punto que en las funciones me permitía subir al escenario y tocar los instrumentos. El me insistía que aprendiera a tocar bien la clave ya que es lo más importante para un percusionista.
- ¿Recuerdas la primera vez que bailaste frente al público?
Fue cuando participé en un Pas de six, montaje de la profesora Betty, del nivel Elemental, y las veces que hice de Ratoncito en "La Cucarachita Martina"; cuando aquello tenía 10 u 11 años. Mientras estudiaba participé en todos los festivales de Escuelas de Arte.
Pero desde muy temprano me di cuenta de mis posibilidades técnicas como bailarín clásico; yo me veía limitado de condiciones. En realidad nunca tuve esperanzas de pasar de nivel Elemental a Medio en esta disciplina.
En cambio, la música folklórica me llamaba poderosamente la atención, al punto que me presenté a los exámenes para comenzar a estudiar en la escuela El Yarey, en Bayamo. Sin embargo, gracias a la perseverancia de mi profesora de ballet Mayra Montero y a mi tutora María Eugenia Reyes quienes me insistieron para que me quedara e hiciera los exámenes, pude graduarme de bailarín, lo cual no era sencillo, máxime cuando de jurado teníamos a figuras de la talla de Fernando Alonso, Eleonor Fuentes y otras personalidades.
Debo decir, y esto es muy importante, que cuando estudiaba en nivel Medio existía una asignatura que se llamaba folklore y técnica de la danza. Pero sobre todo folklore yoruba en todas sus vertientes.
Allí hago contacto directo con el tambor que puedo tocar a diario, además conozco y escucho a excelentes artistas como son el ya desaparecido Enrique Guerra (cantante), mi padrino Bienvenido Céspedes Baró, alias "Matancitas" (cantante y percusionista), Frank Miclín (percusionista y hoy integrante del Conjunto Folklórico de Oriente), José de la Cruz Varona (percusionista), Alejandro "Mafé" Mola (percusionista y actualmente primer bailarín del Ballet Folklórico de Camagüey), Rafael "Habana" Cabrera (percusionista) y mi profesora Antonia Jiménez.
Estas personas marcan una pauta en mi inclinación hacia el folklore; su influencia fue decisiva en mi percepción del ballet y en decidirme por lo que realmente prefiero.
- Luego de haber sido bailarín del Ballet de Camagüey te incorporas en 1991 al Conjunto Folklórico y de Espectáculos de Camagüey como percusionista, cantante y bailarín.
De entrada te diré que fue grandioso que el profesor Reynaldo Echemendía se fijara en mí para integrar lo que luego sería el Ballet Folklórico de Camagüey. Fue muy positivo comenzar esa nueva etapa de mi vida artística con una persona con sus conocimientos, a quien no se le escapa un detalle y siempre vela porque las cosas salgan maravillosamente bien.
Echemendía conocía de mi inclinación hacia la percusión y el canto folklórico, así que entré en la Compañía como tal y no tanto como bailarín, porque ya habían otros jóvenes que iban a realizar esas funciones.
- ¿Y ya te sabías los cantos?
Tenía una noción, y me preocupaba muchísimo por aprender. Mi primer maestro de canto fue Enrique Guerra, ya desaparecido; ese fue el que me enseñó a cantar y los significados. Yo no asistía a las clases de francés por ir a cantar y tocar con ellos, muchas veces por la noche en el dormitorio me ponía los tambores en las piernas y me miraba en el espejo para ver si tenía porte de percusionista; ya el ballet se me iba desapareciendo totalmente.
- ¿Es en los primeros años del BFC que empiezas a montar tus propias coreografías?
Antes de irnos para la playa Santa Lucía hago el montaje de Metanlá-Oché, un pataki que narra las tribulaciones que pasa San Lázaro en su vida. Este es un montaje con música yoruba y arará con el apoyo de los cantos del grupo matancero Oggún Dégara y sobre todo con la cooperación de Héctor López, Enrique Guerra y Bienvenido Céspedes Baró.
Los bailarines Alejandro Mola, Lázaro Martínez y Alejandro Castaño hicieron un esfuerzo descomunal, ya que es una obra que requiere de mucha energía. Por mucho tiempo estuvo en el repertorio de la Compañía y la bailamos incluso sin escenografía en la playa. Increíblemente es una obra que los bailarines aún me piden. Montamos guaguancó, yambú, columbia... siempre hacíamos algo nuevo.
- Luego decides fundar Rumbatá, ¿cuán lejos llegó esta agrupación y por qué tan efímera existencia?
Todavía me pregunto por qué no está viva Rumbatá. Cuando la fundé no lo hice preocupado sobre el futuro de la agrupación sino con el deseo de hacer sentir el folklore de Camagüey un poco más arriba.
Aunque el BFC viajaba a La Habana, se le hacia muy difícil mover su personal allá en aquellos años de los 90 del llamado Período Especial, lleno de carencias y dificultades. Rumbatá, con un formato más pequeño, podía asomarse más a menudo en la capital.
Optamos por hacer peñas de rumba, que prácticamente no se hacían en Camagüey. No obstante, luché e hice mi peña en Triana; tocábamos en el Club de Bembeta, y también hicimos cosas con la orquesta Maravilla de Florida.
Nos presentamos en La Habana en la peña del Ambia, en el Callejón de Hamel, en los Jardines de la Polar junto a Yoruba Andabo, en el Festival de la Rumba homenaje a "Chano" Pozo. Este último todo un reto pues era un homenaje a ese grande y en el que compartimos escenario con agrupaciones de gran calibre como Clave y Guaguancó, Yoruba Andabo, Los Ibeyis de Mercedita Valdés, el grupo Obbá Ilú, que dirigía Gregorio "El Goyo" Hernández; te estoy hablando de personalidades de la rumba en Cuba, y allí estábamos nosotros.
Imagínate qué compromiso frente a un público tan conocedor de la rumba como es el habanero; pero allí le llevábamos la rumba de tinajón y gustó.
El grupo se desintegra luego de una larga gira internacional (seis meses en España); todos los integrantes no salen a esa gira por intereses de los empresarios, lo que hace que se rompa un poco el esquema del grupo y se disgregue.
- De hecho en una de las rumbas que cantas dices: "si esto es lo mío me da lo mismo perder la voz" ¿Cómo defines tu rumba?
Yo tengo dos pensamientos con respecto a mi rumba. La mía no se aparta de la rumba de "Chano", de Muñequitos de Matanzas, de los Papines, de Clave y Guaguancó, pero mi rumba es la del pueblo, no sólo la que se baila y canta; mi rumba es para que la gente se aprenda los coros, que repita sus montunos. Yo siento un gran placer al ser rumbero, incluso hoy que estoy en el BFC mucha gente me llaman en la calle: "Oye, Rumbatá, ven acá", y eso me encanta.
- La rumba goza de una tremendísima popularidad no sólo en Cuba sino en el extranjero ¿Cómo ves su desarrollo en la provincia?
Camagüey carece de grandes figuras rumberas, no así de público. De entrada Camagüey es provincia de arrolladores, no serán especialistas bailando una columbia, un buen guaguancó, pero son especialistas para tener sentido, para tener gusto para la rumba. Gente que va donde quiera para ver un buen espectáculo.
Los camagüeyanos somos personas que salimos a arrollar con los cajones. Gozamos de un San Juan antiquísimo, de una cantidad de charangas que están a la altura de las mejores, no tenemos nada que envidiar a la Comparsa de Bejucal y otras. Hoy por hoy te digo, la rumba me "mata"[1].
- ¿En que escenarios internacionales te has presentado?
En España, especialmente en Pamplona, pero también en Valencia, Zaragoza, Madrid y otras ciudades. Luego estuve con un señor percusionista, José de la Cruz, invitado a representar a Cuba en una feria en Munich, Alemania. Allí expusimos tambores batá. Hicimos una función junto a un grupo de Colombia y otro de Senegal. Nosotros con nuestros batá, Colombia con su chandé y los senegaleses con esos tambores tan lindos y grandes que se tocan con garabato. Le buscamos la clave, acoplamos y venga movimiento y venga percusión y atrajimos a bastante público.
También estuve en los Países Bajos, y con unos alumnos míos hicimos un poco de son al estilo holandés, y funcionó muy bien.
- ¿Tienes algún disco grabado?
Antes de entrar al BFC por segunda ocasión, trabajé en Varadero en la compañía Danza Cuba, de Alejandro Castaño. Inspirado en los antiguos compañeros de Rumbatá hice un disco de rumba que contiene 12 números y se titula "Rumba de Tinajón", con excelentes percusionistas y cantantes. Uno de esos temas se titula "Homenaje a Salvador" y es un tributo a Salvador, el del callejón de Hamel, por donde todo el mundo pasa y goza pero nadie se ha detenido a dedicarle una rumba.
- ¿Awé Adá?
El año pasado hago Awé Adá (güiro y machete) dentro del espectáculo dirigido por el profesor Reynaldo Echemendía "Yoruba Soy". A mí como coreógrafo me gusta, la Compañía está preparada, la defiende muy bien, pero soy ambicioso con la obra y quisiera más de ella, más de todo el mundo. Quiero más Oggún, quiero que el público entienda de principio a fin, quiero la intención del cantante.
Hace poco me preguntaban por qué no cantaba mi obra y es que si la canto no la disfruto, no puedo detallarla para ver dónde está el problema.
- Además de la música que interpretas, ¿cuál otra te gusta escuchar? ¿cuáles son los entretenimientos de Wilmer Ferrán?
Antes me gustaba muchísimo Cándido Fabré, y especialmente por su magnifica improvisación, que a uno le sirve para las columbias. Me gusta ver Palmas y Cañas por las controversias; se aprende muchísimo. Toda la música que escucho es por un interés relacionado con el trabajo. Desde que estoy en el BFC me gusta la trova tradicional, los septetos.
De mis hobbies, me encanta hacer tambores batá, hacer mis bongóes. Vaciar un tambor para mí es un reto, los hago de cedro bien seco y cuero de res curtido para que suenen bien.
También me gusta la tranquilidad, y el café me encanta, pero no soy bebedor. Amo compartir con mis hermanos... Perdí a mi madre en el año 1994 y lucho por mantener unida a la familia como si ella estuviera viva; cuando canto folklore pienso en ella, me encomiendo a su espíritu. Pienso que me está viendo y escuchando.
Nota
- Es expresión familiar que en Cuba significa sentir especial predilección por algo.
Fuente: Radio Cadena Agramonte, Camagüey
http://www.cadenagramonte.cubaweb.cu/ambito_cultural/150704.asp