Cuba

Una identità in movimento


Los tambores Batá

María Argelia Vizcaíno


Los batá tienen además una gran relevancia cultural
dentro de la música cubana,
ya que se utilizan, sin estar fundamentados,
para interpretar música profana...
(Tony Fernandez - La Opinion)


La palabra Batá es yoruba, y significa Tambor, y tambores en Cuba los hay abundantes y de varios tipos: Tambores de Yuka (de la Cultura Bantú); Ekue (con el que se juramentan los Ñáñigos); tumba francesa (de la cultura arará); bongoes, pailas o timbales, tumbadora, congas tan corrientes ahora en las orquestas populares, y los tan respetados tambores Batá o Añá. Estos últimos son conocidos por Tambores Sagrados o de Fundamento de los Santeros (de la cultura Yoruba-Lucumí) y son de gran importancia en su religión, porque a sus deidades se les habla con el Tambor; ellos honran a Olofi (Dios) por medio de estos toques sagrados, y le rinden homenaje a sus difuntos, por lo que este ritual requiere de gran conocimiento y responsabilidad. Para el antropólogo Fernando Ortiz constituyen la verdadera orquesta del templo yorubá.

Como nuestros negros esclavos vinieron secuestrados y encadenados, es absurdo que hayan traído sus tambores de Africa, pero en cuanto les fue posible comenzaron en Cuba a fabricarlos con las maderas cubanas (caoba o cedro), y cueros de animales existentes (toros o chivos) el cual es tensado mediante tirillas de cuero o soguillas de cáñamo, que es lo que hace la presión porque nunca este tipo de tambor religioso se tensa con candela como los otros.

Estos tambores de "Añá" son tres, de forma cilindroidea estrechándose en un tercio de su longitud, con dos parches colocados en cada abertura, por lo que se percute por ambas partes, con una mano para cada uno, por eso se colocan horizontalmente. Siempre se percuten los tres juntos, según nos explica la Dra. Elena Pérez Sanjurjo en su libro Historia de la música cubana, el mayor se llama Iyá, y va en el centro, es el que avisa los cambios en el ritmo y dirige los toques, lleva pequeños cascabeles y cencerros que forman parte del sonido, afinándose primeramente la membrana más pequeña en la nota La, que viene a ser en el piano la cuarta octava, después el parche grave se afina hasta lograr ponerlo en la nota Fa, segunda del piano. A su izquierda está el Itótele, de tamaño mediano, el cual se le afinan sus dos parches, medio tono más bajo que los de Iyá (en la nota Sol sostenido y Mi natural). Y a la derecha del Iyá está el más pequeño y de sonoridad aguda llamado Okónkolo, (Fernando Ortiz dijo que se le conocía también por el nombre de Omelé) poniendo sus dos parches en la nota Si natural de la tercera octava del piano. Por lo tanto, no se tocan para sacarle un ruido caprichoso pues existe una bitonalidad constante entre los tres tambores.

El musicólogo Argeliers León en su libro Del Canto y el Tiempo editado en 1974 especifica que el tambor Iyá es el que tiene el sonido grave y aclara que los Batás

    ... son tambores de dos parches, colocados horizontalmente de forma que permita la percusión con ambas manos. Cilindroídes, con un estrechamiento hacia un tercio de su longitud y del lado de su boca más pequeña, formando a manera de dos copas juntadas por sus bases (...) Al tambor Iyá suele adicionársele, en cada uno de sus bordes, sendas correas de cuero, en las cuales se ensartan cascabeles, cencerros y campanillas de bronce; se les llama Chaworó.

Según la mitología afrocubana, dentro de ellos hay un espíritu de mujer llamado Añá, que posee un secreto, por eso las mujeres no se les pueden acercar y sólo hombres heterosexuales iniciados en la religión Olú-batá (tamboreros santeros) lo pueden tocar. También los tambores Agbericulá (profanos) tienen esta restricción y los Güiros.

A estos tambores (los Batá) se les da de comer simbólicamente, como a sus Orishas (Santos) y se les pregunta mediante el medio adivinatorio del Coco si quieren ir al bembé, y nunca se tocan de noche pues a esa hora salen los espíritus deambulantes y se profanaría el rito.

Ellos se percuten en ceremonias de iniciación; en cumpleaños de santo o día del santo; para expresar su alegría o agradecimiento a un santo especial por algo determinado; o cuando necesitan pedir algo que se expresan con cantos de puya.

A veces, no son acompañados con cantos o rezos, sólo se envuelven en el idioma ritual de los propios tambores, que unidos forman una conversación rítmica de una magnitud muy grande que se le llama Toque seco.

Otro requisito indispensable que se deben guardar en alto, en el cuarto sagrado llamado Igbodú y ahí descansarán hasta la próxima vez que se utilicen, comenzando a las 12 del día y terminando a las 6 p.m., aunque la fiesta semiprofana es sin límite de tiempo, pudiendo continuar pasada la media noche.

Este rito tiene vigencia actual y se ha expandido por diferentes partes del mundo, además los tambores batá se han utilizando en las Orquesta Populares, la primera vez fue en 1930 cuando Gilberto Valdés los mostró en su estado bruto y años posteriores lo vimos en la Orquesta Irakeres, igualmente sin estar fundamentados, para interpretar música profana, sin nada que ver con la religión, lo que hace que estos percusivos tan venerados por los creyentes de la Regla Ocha, contribuyan notablemente a la cultura musical cubana.


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