Cuba

Una identità in movimento


Vía Crucis en La Habana Vieja..., un paso al rescate de nuestro Patrimonio intangible

Hilda María Alonso González


Grabado del pintor Alejandro Ramón Sainz Alfonso, miembro del Taller de Gráfica de la Habana, CubaLas calles, sus casas y sus nombres hablan por si solas, llamarse Amargura significa tristeza, dolor, sufrimiento y martirio, llevar en su piel de piedras, tatuada en madera, la huella de una Cruz verde; existir solamente desde la plaza de San Francisco e incorporarse a la Plazuela de la Iglesia del Cristo del Buen Viaje parar morir en la calle de Monserrate en solo 800 metros son señales inequívocas, de que andamos sobre el camino de los peregrinos de la Semana Santa.

La calle Amargura quizás llamada así por su homónima en Jerusalén, fue durante tres siglos el camino que seguían los fieles para reeditar el peregrinar de Cristo a la Cruz, haciendo altos en las 14 estaciones que señala la Biblia para rezar y alabar al hijo de Dios, el que dio su vida para salvar a los hombres.

En Cuba se comenzó la tradición de rezar el Vía Crucis a comienzos del siglo XVII a iniciativa de la congregación de los franciscanos y practicada hasta principios del siglo XIX, en que se dejo de hacer sin que hasta ahora se sepan los motivos que indujeron a la suspensión de la mima y por tanto a la pérdida de una tradición.

Esta situación se vio agravada cuando en la década del 60 más exactamente 1961, se suspendieron las peregrinaciones en general por las tensiones surgidas entre la iglesia y la naciente revolución en el poder.

La visita del Papa Juan Pablo II a nuestro país en enero del año 98 trajo consigo un cierto proceso de distensión entre la Iglesia y el Estado, que se fue gestando desde el año anterior, propiciándose algunas libertades para la iglesia entre las que se pueden citar: la incorporación del 25 de diciembre, fiesta de navidad, entre las celebraciones oficiales de nuestro país, también se autorizó la salida de procesiones con sus santos a las calles sobre todo en el área cercana a la parroquia, en las festividades propias de la iglesia.

Constituye un paso importante en este proceso la solicitud por parte del presidente de la Republica de Cuba Dr. Fidel Castro Ruz, al Papa la instauración de la Orden de las Hermanas Brigidinas en nuestro país, hecho que fue consumado el 8 de marzo del año 2003.

Hace ya 7 años que el Papa Juan Pablo II visitara las tierras cubanas y aun se siguen dando transformaciones y se van eliminando paulatinamente las tensiones iglesia estado, lo que no quiero decir con esto que estén en comunión total, pero si que existe la voluntad del entendimiento, el diálogo y la libertad de acción de unos y otros sobre la base del respeto mutuo tal y como acreditan las imágenes que se sucedieron en la tarde del 25 de marzo del presente año en las calles habaneras.

En la Casa de las hermanas Brigidinas se reunieron religiosos católicos y protestantes, para a la altura de las 7 de la noche realizar en la sagrada casa las dos primeras estaciones del Calvario de Jesús.

Salió la procesión por la calle de los Oficios, los miembros de las iglesias protestantes abrían el paso a las velas e inciensos que portaban los monaguillos de la iglesia católica, para alumbrar y depurar el camino del Cristo coronado arrastrando la cruz que llevaban sobre sus hombros un grupo de hombres.

Tras la imagen del Cristo dos sacerdotes y una monja altavoz en mano, guiaban los rezos, leían las paradas y orientaban los cantos que el coro eclesiástico (identificado por un medio lazo tricolor como nuestra bandera) ejecutaba tras la lectura de las estaciones...

Al llegar a la calle de la Amargura o vía Dolorosa como también se le conoce hicieron el primer alto para leer la tercera estación y tomar el camino que los llevaría a la Iglesia del Cristo del Buen Viaje o del Humilladero, como fin del Calvario.

En la esquina de Mercaderes y Amargura se unió a la imagen del Cristo crucificado la de la Virgen Dolorosa y entre rezos de Ave Maria y Victorias cantadas, prosiguió la marcha para en la esquina de San Ignacio incorporar La Cruz.

En un intervalo aproximado de 200 metros se hacia una parada para leer una estación, hasta llegar a la Plazuela del Cristo, que estaba iluminada y se había improvisado un escenario que se convirtió en altar cuando al llegar la procesión fuera sacada la imagen de Cristo crucificado.

La ceremonia en la plazuela fue sencilla, contó con la palabra del Cardenal Jaime Ortega Alamino, que enfatizó... "Esta procesión es de solidaridad y de gratitud, no de lástimas" e incitó a todos los presentes a amar y hacer el bien, por encima de todas las cosas.

Un momento especial resultó la petición del Cardenal de una oración por Juan Pablo Segundo, enfermo en esta Semana Santa.

Tras las palabras de Ortega Alamino, se leyeron las estaciones 13 y 14 y luego de agradecer a la Vicaría de la Habana y a las autoridades civiles que habían estado atentos a la organización del Vía Crucis, se invitó a los presentes que estuvieran preparados a entrar al templo a recibir la comunión.

Era visible la alegría de los religiosos que participaban y más visible aun la incorporación de muchísimas personas que ya fuera por novedoso o por curioso siguió la marcha hasta su final.

Por mas que he revisado la prensa nacional en el dia de hoy no he encontrado un solo artículo que refiera este suceso, que mas que una manifestación religiosa constituye en si misma el primer paso dado en el rescate de una tradición perdida en doscientos años.

Si bien las tradiciones caen en el espacio de lo intangible, esta que nos ocupa hoy, es quizás la mas tangible de todas las tradiciones habaneras, que nos ha estado hablando durante todos estos años desde la esquina de Amargura y Mercaderes, desde la Cruz Verde empotrada en la fachada de la Casa, marcada con el número 255, que perteneciera a la Familia Lagunilla, que fuera después estancia de misioneros y hoy alberga la Casa del Chocolate y que invariablemente su imagen despierta la curiosidad del transeúnte de ¿por qué esa Cruz?

Este hecho al que asistimos hoy, mas que una celebración religiosa constituye un eslabón de afianzamiento de la identidad cultural de nuestra urbe, que de seguir realizándose cobrará para los citadinos la misma importancia que la celebración del 16 de noviembre, cuando asistimos a la Ceiba del Templete a conmemorar el natalicio de nuestra ciudad.

    Cuba, Marzo 25, 26 de 2005


    Imagen: Grabado del pintor Alejandro Ramón Sainz Alfonso,
    miembro del Taller de Gráfica de la Habana, Cuba.


    Lic. Hilda Maria Alonso González
    Museóloga especialista
    Centro Provincial de Patrimonio Cultural de Ciudad de la Habana
    Cuba




Página enviada por Marié Rojas Tamayo


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