Cuba

Una identità in movimento


La participación y la calidad de vida como exponentes vitales de la dimensión humanista en la gestión de proyectos socioculturales

Guillermo Julián Hernández Rodríguez [1]


Introducción

Antes de escribir algunas ideas sobre la dimensión humanista en la gestión de proyectos socioculturales intentaré una breve referencia sobre el Humanismo, el Renacimiento, y la antigüedad grecolatina, con el propósito de destacar la influencia de esos momentos históricos y relevantes para la cultura occidental, en su acepción más amplia, en los procesos socioculturales que se gestaron a posteriori, hasta nuestra actualidad, inclusive.

Por supuesto, habría que puntualizar que el Humanismo surge y se desarrolla inicialmente en Florencia, Italia, y abarca todas las denominadas artes, en una línea del tiempo que comienza en las primeras décadas del siglo XIV — en la cual se destaca la figura de Francesco Petrarca (1304-1374), quien dignifica en su poesía el amor humano con una fuerte carga espiritual. De algún modo, sería conveniente ejemplificar con el Dante Alighieri (1265-1321) y su obra cumbre la "Divina Comedia", alegoría del pensamiento político, filosófico y científico de su época; aludir algunos textos literarios permanentemente vigentes de William Shakespeare (1564-1616) para ilustrar el Renacimiento en Inglaterra, y hacer algo similar con Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616), en España. Al final, resumir el humanismo con la figura monumental de Erasmo de Rotterdam (1466-1536) y destacar la propuesta del Hombre como centro de la Humanidad, estableciendo diferencias con el concepto del Hombre medieval y el papel desempeñado por Dios y la Iglesia, respectivamente.

Aunque parezca obvio y para alguno que otro quizás innecesario, es conveniente recordar el cambio de papel que se opera del hombre medieval al hombre del Renacimiento. El primero estaba matizado por un Dios omnipresente — y por ende la Iglesia y la alta clerecía, a manera de sus representantes terrenos —, como centro de una cosmovisión totalizadora, cuya expresión práctica se manifiesta en una vida cultural e intelectual dominada por esta presencia religiosa. Algo distinto se viene gestando paulatinamente con la asunción del Renacimiento, momento en que el hombre va tomando distancia de la Iglesia — léase desplazando — y todo lo que ello implicaba desde el punto de vista de una economía feudal, para proyectarse con una perspectiva institucional, urbano-mercantil en lo económico y promoviendo, a su vez, el mecenazgo en la educación y las artes. El hombre del Renacimiento se posiciona y al final se erige como centro de la cosmovisión que ocupara Dios, anteriormente.

Sin dudas, aportaría elementos necesarios al enmarque de este artículo hacer una breve pausa en el pensamiento filosófico de Renato Descartes (1596-1650) y la importancia del racionalismo para el proyecto cultural de la modernidad, haciendo énfasis en la noción de cultura como "idea de progreso" de la Ilustración — Montesquieu, Diderot, Voltaire y Rosseau, por mencionar solo algunos — hasta llegar a grandes saltos a la dimensión cultural del desarrollo en la década de los setenta del siglo pasado, cuyo presupuesto teórico[2] contribuyó sobremanera a que en los inicios de los noventa del propio siglo el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) presente su enunciado de desarrollo humano, en el cual se privilegia al hombre como fin último del desarrollo, y se promueva, además, el florecimiento pleno de su capacidad, a partir — no solamente — de los ingresos y el crecimiento económico, como se concebía en las teorías economicistas, sino de un grupo de indicadores de carácter social, entre los que despuntan las plataformas de esperanza de vida y conocimientos.

Como epílogo de esta apretadísima síntesis, en dado caso que se pudiera denominar como tal, no sería ocioso considerar el análisis de determinados enfoques sobre la cultura y la gestión de proyectos, al calor de los tiempos de relativismo y postmodernidad que plantean los grandes centros de poder, en la actualidad.

Hasta aquí un bosquejo de algunos elementos importantes que se podrían utilizar como antecedentes y/o referentes históricos para el encuadre del tema del presente artículo: una aproximación al análisis de la dimensión humanista en la gestión de los proyectos socioculturales, a partir de la participación y la calidad de vida.


Preliminares

Para una mejor relación dialógica entre autor y lector se refieren a continuación algunos enunciados preliminares que estarán sugeridos de alguna forma en el contenido del presente artículo.


  • Destacar el papel que el hombre desempeña en relación con la transformación de su entorno cultural, no solo desde un enfoque materialista, sino también desde una mirada profundamente espiritual.

  • Reiterar que el hombre es un ser social — en ocasiones los presupuestos de la postmodernidad nos hacen olvidar tan importante afirmación — y que como tal se desempeña en un sistema de relaciones grupales e institucionales.

  • Estimular el enfoque crítico y reflexivo en torno al carácter transversal de la dimensión humanista en la gestión de proyectos socioculturales.

  • A la relación dialógica declarada anteriormente se añade, como sugerencia al lector, una mirada constante de construcción y deconstrucción paulatinas alrededor de las ideas que se presentan; en forma tal que el texto sirva para ejercitar el sentido crítico indispensable para toda acción que se realice en torno a la gestión de proyectos socioculturales.

Asimismo, es procedente asumir las limitaciones de este artículo, en tanto el autor no pretende — ni remotamente — analizar todo el complejo entramado que implica la dimensión humanística en la gestión de proyectos socioculturales. Solo se analizarán someramente dos de sus aristas: La participación y la calidad de vida.


Definiciones

A continuación se expresan algunas definiciones que se utilizarán de manera explícita o implícita en el texto; las cuales solo tienen un sentido operativo y se podrán tomar como punto de partida para una mejor comprensión de diferentes puntos de vista.

  • Humanismo: Humanismo, es una doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos.[3]

    • Doctrina: Término que se suele utilizar para nombrar y caracterizar cada sistema como un todo.[4]

    • Actitud: Tendencia anímica, afectiva por tanto, más que cognoscitiva, respecto de algo que se considera un valor. Como consecuencia, implica una tendencia, o disposición permanente, a comportarse de una determinada manera ante aquello que se valora. (Psicología).[5]

    • Valor: Todo aquello que hace que el hombre aprecie o desee algo, por sí mismo o por su relación con otra cosa; la cualidad por la que se desean o estiman las cosas por su proporción o aptitud a satisfacer nuestras necesidades; en economía, lo útil, el precio de una cosa.[6]

  • Hombre: Se utiliza en sentido genérico, o sea inclusivo del varón y la hembra.

  • Cultura: "La cultura, en su sentido más amplio, puede considerarse actualmente como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias".[7]

  • Proyecto: Conjunto de acciones o actividades articuladas entre sí, que tienen como objetivo satisfacer necesidades, o con el fin de resolver los problemas que hemos identificado en nuestra realidad, para lo cual disponemos de un período de tiempo limitado y con una serie de recursos humanos y financieros, previamente presupuestados.[8]

  • Gestión Cultural: Gestionar cultura quiere decir gestionar servicios culturales que se materializan en programas y actividades, los cuales se desarrollan para lograr finalidades definidas en los planes de la política cultural.[9]

  • Gestión de Proyectos Socioculturales: Puede decirse que los proyectos sociales y culturales son un conjunto de acciones de bien público, porque abarcan fundamentalmente las esferas de la educación y la cultura, las cuales están en correspondencia con los intereses de las mayorías por contribuir al bienestar común.[10]

  • Participación: (…) es una forma para alcanzar el poder, un medio de transformación y acercamiento entre quienes deciden y ejecutan; representa la posibilidad de incrementar y redistribuir las oportunidades de formar parte del proceso de toma de decisiones, proporcionándole la palabra a aquella masa, tradicionalmente guiada por los notables, pero a la que ahora se le da la posibilidad de guiar su propio destino.[11]

    • Como es sabido "la participación abarca una problemática general, extensa, variada, y es considerada en diferentes disciplinas. Estas han condicionado diversas categorías para acercarnos a su comprensión…" [12]. En el presente trabajo se utilizará, "la participación en su manifestación por excelencia: consumo cultural" (Linares, Cecilia: 2008: 7).

  • Institución: Organismo que desempeña una función de interés público, especialmente benéfico o docente. || Cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad.[13]

  • Calidad de vida: Es el componente más importante y englobador. Es una noción eminentemente valorativa (cualitativa) que pretende evaluar la calidad del nivel de vida, de las condiciones de vida, del modo y estilo de vida y la calidad de la salud.



Algunos comentarios sobre la gestión de proyectos socioculturales en el sector de la cultura

Muchas instituciones cubanas, sean del Ministerio de Cultura o no, gestionan un número considerable de proyectos socioculturales. La gestión de proyectos socioculturales es una labor que se puede apreciar a lo largo y ancho de todo el país y en la cual intervienen, de una forma u otra, instructores de arte, promotores, gestores, animadores, educadores populares, médicos, maestros, especialistas de diversas ramas, funcionarios y dirigentes. Las casas de cultura tienen una labor destacada e histórica en este sentido. Resulta innegable el esfuerzo y los recursos que el estado pone a disposición de esta tarea, a pesar que no siempre son suficientes y tampoco se alcancen los resultados esperados.

Es justo reconocer que el Ministerio de Cultura, desde el año 1989 — al calor de cambios estructurales que se gestan en su seno y la creación de un sistema de instituciones culturales — fue uno de los primeros organismos de la administración central del estado que optó por desarrollar su trabajo a partir de la concepción conocida como programas y proyectos. Y en este punto es necesario reconocer también — honor a quien honor merece — la labor de organización y promoción que desplegó en ese sentido la Dra. Lecsy Tejeda del Prado, la cual ya no se encuentra entre nosotros, lamentablemente. O sea, el Ministerio de Cultura y sus instituciones nacionales, provinciales y municipales cuentan ya con dos largas décadas de experiencias — de aciertos y desaciertos — en la implementación de los programas y proyectos.

Sin embargo, la sola presencia del hombre y la institución no son suficientes, per se.

Se necesita que ese hombre — léase ser social — se interrelacione e integre en un esfuerzo común (grupal) en aras del proyecto de gestión sociocultural que se plantea y que tribute, a su vez, de manera efectiva hacia una de las funciones más importantes de la cultura, que es, precisamente, contribuir a la transformación de sí mismo, y a su vez del entorno en el que vive y se desarrolla. Esta relación hombretransformaciónmedio ambiente, que tiene un carácter esencial y recíproco — porque también el entorno modifica al hombre — en la gestión de proyectos socioculturales puede ser valorada desde otras miradas, jerarquías y alternativas, en dependencia de la relación gestión de proyectocontexto de que se trate.

La dimensión humanista — el hombre como centro — en la gestión de proyectos socioculturales tiene un carácter transversal, — quizás al lector le parezca innecesario esta declaración —, o lo que es lo mismo sus componentes deben atravesar armónica y coherentemente, en mayor o menor medida, todo el decursar del mismo. No obstante, en el diario bregar se pueden observar determinadas tendencias negativas que no siempre permiten resultados satisfactorios, en relación con los objetivos que se plantean algunos proyectos.

Por ejemplo, la presencia de un liderazgo excesivo, sea personal o institucional, en la gestión de proyectos socioculturales tiene su consecuencia más inmediata en la insuficiente participación de sus integrantes. Para nadie es un secreto que un "líder todopoderoso", que se dedique a ejecutar más que a dirigir y coordinar los esfuerzos grupales de todos, contribuye sobremanera a un "desarrollo", que como es de esperar tendrá un matiz eminentemente inarmónico; ya que la mirada individual y no colectiva podría hacer énfasis en determinados aspectos que para nada responderán a la totalidad de los intereses expresados en el proyecto. Cuando esto ocurre la gestión de proyectos socioculturales se torna un instrumento ineficaz, en tanto se violan sustancialmente las iniciativas individuales y la inteligencia colectiva, que tanto contribuyen a las soluciones esperadas.

En tal sentido, si me sugirieran que suscribiera dos de los componentes más importantes de la dimensión humanista en la gestión de proyectos socioculturales, tal como expresé previamente en esta reflexión, apuntaría, sin lugar a dudas, los siguientes:


  • la participación
  • la calidad de vida.

La participación reviste una importancia capital, sobre todo cuando se relaciona con las estrategias de desarrollo, a las cuales tributa la gestión de proyectos socioculturales, entre otros instrumentos de intervención comunitaria; y es que la participación constituye un medio para alcanzar un acercamiento al reparto equitativo de los beneficios, y es el elemento indispensable para una transformación y modernización autosostenida de la sociedad (Linares, Cecilia: 1996: 9).

Pero la participación puede ser un arma de doble filo "por su carácter amplio y ambiguo", nos recuerda Juan Luis Martín[14] y esto guarda una estrecha relación con el reconocimiento de la identidad — qué somos y en qué nos diferenciamos — y el derecho a ejercer determinado grado de poder sobre la compleja realidad en que nos toca vivir y desarrollarnos como individuos.

La ambigüedad en la participación radica principalmente en la tendencia por parte de algunos investigadores, especialistas y gestores de proyectos socioculturales a descontextualizarla y darle un tratamiento ahistórico, en algunos casos extremadamente teórico, ajenos a la urdimbre — telaraña diría Weber — en que se desenvuelven los sucesos de la cotidianidad.

Por otro lado, también se suele encontrar un enfoque manipulador de la participación, aunque


Por encima de las manipulaciones de las que la categoría es objeto y del carácter analgésico que desempeña en la práctica de muchas sociedades, es indudable que en ella se encierran parte de las claves del mundo del futuro y parte de las soluciones para el mundo contemporáneo, por ello la indagación honesta de su comportamiento tiene un valor en sí mismo.[15]


No menos importancia tiene la calidad de vida. Aunque cabe señalar que este componente de la dimensión humanista de la gestión de proyectos socioculturales comienza a introducirse progresivamente, a partir que la medición absoluta de variables económicas, que por sí mismas, van denotando su incapacidad para evaluar el desarrollo en un sentido más integrador del hombre, en tanto la situación y/o percepción de lo social apenas se resuelve con esta propuesta de carácter eminentemente economicista (Esteva, Gustavo: 1996: 59).

Antes de que se aceptara en el discurso académico calidad de vida, fue menester que lo social se analizara a priori como vaga contraparte de desarrollo económico (Esteva, Gustavo: 1996: 59). Posteriormente los exámenes sistemáticos condujeron a que el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC) en 1962 recomendara la integración de ambos aspectos: desarrollo económico y desarrollo social en la noción macro de desarrollo.

A partir de los antecedentes definidos por la ECOSOC, en 1962, los aspectos cualitativos del desarrollo se van consolidando como una necesidad inseparable. De ahí que la UNESCO, en su primera Década para el Desarrollo (1960—70) apruebe algunos criterios con un connotado carácter progresista para la época y el status económico internacional predominante.


El problema de los países subdesarrollados no es mero crecimiento, sino desarrollo (…) El desarrollo es crecimiento más cambio. El cambio, a su vez, es social y cultural, tanto como económico, cualitativo, como cuantitativo (…) El concepto clave debe ser mejorar la calidad de vida de la gente.[16]


Considero que estos dos elementos — desarrollo y calidad de vida — son reflejo fiel de la "concepción integradora de los valores humanos", a que alude la definición de Humanismo que declaro al principio y ambos se complementan indisolublemente y de manera manifiesta, no solamente a nivel de países subdesarrollados — como refiere la cita de las Naciones Unidas —, sino en los escenarios y segmentos sociales locales, en los cuales la gestión de proyectos socioculturales tiene un accionar muy importante.

Por esa y otras razones, el Banco Mundial — institución nada dadivosa a los intereses de los desposeídos del mundo, y menos aún, su entonces presidente Robert (Bob) Mac Namara, (Esteva Gustavo; 1996;12) de triste recuerdo para los cubanos por el papel activo que desempeñó en la invasión a Playa Girón, como Secretario de Defensa del gobierno de John F. Kennedy —; planteó en la década de los setenta del siglo pasado que la concepción del desarrollo no podía continuar haciendo énfasis solamente en el crecimiento económico, sin tener en cuenta los indicadores sociales y culturales (¿?)[17].

En ocasiones no nos percatamos, incluyo a los gestores de proyectos, que PARTICIPAR, así con mayúsculas, es mucho más que hacer acto de presencia y levantar la mano en señal de asentimiento; incluso supera el simple hecho de expresar una opinión que pueda conducir a una relación dialógica entre los asistentes, lo cual no implica exactamente que sean participantes activos.

En última instancia, participar es una forma de involucrarme, de asumir, en caso que comprenda la intención y esté de acuerdo, criterios otros, con los cuales puedo y debo establecer algún compromiso, para de esa forma ejercer mi cuota de derecho de ser parte en la toma de decisiones.

Ese entramado complejo de la participación puede ser pasado por alto, o no ser tenido en cuenta con todo el rigor que merece, lo cual convierte la negociación, entre grupo gestor y comunidad, en un mero intercambio de ideas o peor aún, en la "imposición" de líneas de trabajo que no constituyen prioridad dentro del banco de problemas o conjunto de necesidades sentidas de la población. Algunas instituciones culturales son esquemáticas en sus procederes de trabajo (Linares, Cecilia: 2008: 152) y no tienen en cuenta las verdaderas necesidades y demandas de sus destinatarios.

En la gestión de proyectos socioculturales esta tendencia negativa puede asumir diferentes formas, lo cual se ejemplifica a continuación:


  • Ya se hizo referencia en párrafos anteriores al "superleader". Aquel que carga todo el proceso de gestión sobre sus espaldas y toma las decisiones, en la mayor parte de las ocasiones de forma inconsulta, lo cual contribuye al detrimento de la participación activa, y la consiguiente disminución de la motivación y accionar de los actores sociales.
  • De igual modo, se pueden presentar dudas en los niveles de conciencia de la comunidad, en cuanto a sus posibilidades reales para transformar la realidad mediante el desempeño de acciones organizadas conjuntamente.
  • También se puede producir una sensible pérdida paulatina del sentido de pertenencia, o lo que es lo que es más lamentable aún, que la comunidad no se sienta actor de su propio desarrollo.

Estas situaciones, entre otras muchas, se podrían producir en caso de que se violenten las reglas fundamentales de la participación activa a la que tienen sobrado derecho los integrantes de una comunidad que decidan agruparse alrededor de la gestión de proyectos socioculturales, en función de trabajar para buscar soluciones a un conjunto determinado de necesidades sentidas.

En relación con la noción de cultura y la calidad de vida en la gestión de proyectos socioculturales se podrían apuntar también algunos criterios que contribuirían al análisis planteado.

A pesar de que en el presente artículo se asume el concepto de cultura expresado en la reunión de MONDIACULT, México 1982,[18] de marcado carácter antropológico, por su concepción totalizadora, también es conveniente señalar que estudios posteriores de la sociología de la cultura, los estudios culturales y la teoría de la cultura, así como la misma antropología refieren que una parte importante de la cultura se mueve en el plano subjetivo, en la esfera de las ideas, de lo simbólico y las significaciones. Canclini expresa al respecto:


... medida que aumentan los estudios sociológicos de la cultura y los antropológicos sobre modernización cultural, se observan convergencias, ante todo con respecto al objeto de trabajo. Coincidiendo con otras disciplinas o tendencias de las ciencias sociales — la lingüística, la semiótica, los estudios de comunicación —, muchos antropólogos y sociólogos definen hoy la cultura como el ámbito de producción, circulación y consumo de significaciones.[19]


Es por ello que los gestores e integrantes del proyecto deben estar al tanto y mantener niveles satisfactorios de actualización, en relación con las distintas nociones de cultura que se mueven en el ámbito académico y científico, lo cual redundará efectivamente en un mejor desempeño de la dimensión humanista en la gestión de los proyectos socioculturales, en atención a los contextos en que desarrollan su labor.

De igual modo, no se puede ignorar la capacidad que tiene la cultura para promover cambios y transformar personas, familias y sociedades, para bien e incluso para mal, añadiría yo. El papel de la cultura — y sus procesos participativos — es sumamente complejo y exige un análisis transdisciplinario. Por lo tanto no debe reducirse a la simple recreación y distracción, aunque las incluye. Esto se puede comprobar perfectamente cuando una gestión deficiente de proyectos socioculturales, potencia — como único rol — la recreación por la recreación, sin tener en cuenta, por ejemplo, un enfoque axiológico de los objetivos que se pretenden alcanzar y en la calidad de la misma. Los resultados de las investigaciones sobre participación y consumo cultural y en particular, la relación cultura y recreación, que han venido realizando Cecilia Linares y un colectivo de investigadores del Instituto de Investigación Cultural "Juan Marinello" contribuyen a complementar las ideas que expreso:


Esta vinculación (relación cultura y recreación) se establece a partir de los ejes profundidadsuperficialidad — y el de superioridadinferioridad. En otras palabras, la cultura como un proceso profundo, que implica creación y arte, es algo pensado, elaborado y requiere para su dominio de esfuerzo intelectual, entrenamiento, voluntad y persistencia: es, por lo tanto, algo superior que se forma con constancia. La recreación, por el contrario, se asocia directamente con la diversión, el alivio de tensiones cotidianas y el entretenimiento. Desde este punto de vista, se le considera algo más superfluo y banal, que responde a deseos primarios, que no tienen un nexo obligatorio con el mundo de los conocimientos, ni exige altas cuotas de voluntad para poderlo concretar en la práctica (Linares, Cecilia: 2008: 141).


En el conocimiento de la cultura, sus potencialidades y el papel del hombre — siempre sujeto y objeto — radica lo significativo del conocimiento de la dimensión humanista de la cultura y por supuesto la relación que ésta guarda para con la gestión de cualquier proyecto sociocultural que se respete. Si un proyecto sociocultural nace con debilidades en la noción de cultura que se pretende desarrollar, en el desconocimiento de la debida participación activa que se propone alcanzar y en la consiguiente contribución a la calidad de vida de sus integrantes; si no se negocia (involucra) y procura el consenso de las nociones con las que se aspira trabajar en la comunidad; si se dejan campos indefinidos, estamos coadyuvando a que se produzcan, entonces, las horribles situaciones que se reflejan en los distintos medios de la prensa nacional, a través de quejas de la población, principalmente — lástima que los profesionales del periodismo no se pronuncien más sobre estas situaciones tan importantes desde el punto de vista social y de convivencia —, referidas a supuestas acciones culturales — ¿recreativas? — que se realizan, instituciones estatales inclusive, y que lejos de educar, crear y promover hábitos adecuados de conducta en nuestros niños y jóvenes, contribuyen a la desfachatez manifiesta, a la gritería y la histeria colectiva, a la violencia; porque la violencia no solo se manifiesta en la agresión física, existe también un tipo de violencia que irrespeta la privacidad del otro, ya sea porque "los sacros decisores del volumen de la música", consideran que la participación y la calidad de vida pasan por excesivos decibeles o porque algunos miembros de la comunidad, en ocasiones con responsabilidades sociales y políticas, estiman que ingerir bebidas alcohólicas, sin camisa en medio de la calle — recuerdo que es de todos los ciudadanos — es también una forma de "participar" y de contribuir a la "calidad de vida".

También es frecuente escuchar en supuestos programas humorísticos frases como "la cultura no tiene momento fijo" (¿!) o en letras de canciones que dejan bastante que desear "hacer cultura con una lata y un palo" (¿!). Independientemente del carácter reduccionista que expresan estos dos ejemplos — se podrían añadir muchos más —; los señalo únicamente para constatar la polisemia, prácticamente infinita de la cultura y la forma en que cada cual asume, en la medida de su conveniencia, la arista que más le convenga, contribuya ésta o no a la formación de dimensiones humanistas o al menos, al canon axiológico de una sociedad determinada.

En la actualidad existe un reconocimiento tácito — y es ciencia constituida — que no puede haber desarrollo sin la presencia de la cultura y los cambios sociales.

En ese entorno entran la calidad de vida y el papel que la participación en los procesos socioculturales puede desempeñar en ese sentido. La calidad de vida es la utopía, el horizonte que se vislumbra y para el cual se debe trabajar afanosamente desde la gestión del proyecto sociocultural que corresponda, paso a paso, peldaño a peldaño en una ascensión infinita para hacerla más asequible y perfeccionarla, porque la aspiración de perfeccionamiento en este sentido reviste un carácter sempiterno. El hombre siempre ha necesitado, necesita y necesitará cualificar su entorno de acción, su contexto. Toda la evolución de su ya larga estancia en este planeta se ha caracterizado de esa manera, no solo biológica — crecimiento del cerebro, y bipedismo — sino culturalmente — descubriendo el fuego para la cocción de alimentos y protegerse del frío; la rueda y la vida en comunidad.

Por ello propongo que sea motivo de análisis permanente el papel e importancia que los gestores de proyectos socioculturales le deben conceder a estos componentes de la dimensión humanista, que reitero y me disculpan la insistencia, va mucho más allá de la simple complacencia por la celebración de una actividad o el cierre de un período en el proyecto con relativa participación y saldo cuantitativo. Abel Prieto, Ministro de Cultura de la República de Cuba ha expresado al respecto:


"Tenemos que luchar por lograr condiciones dignas de vida para los cubanos, desde el punto de vista material. Pero al mismo tiempo formar en ellos la convicción de que la calidad de vida tiene que ver también con un componente espiritual, cultural".[20]


Me he detenido un tanto en la exposición de algunos ejemplos, porque entiendo que los gestores de proyectos socioculturales deben tener una claridad meridiana sobre lo que contribuye o no a la participación y calidad de vida del segmento poblacional de su proyecto. Es harto sabido que todavía nos queda mucho por lograr en la cultura. No es conveniente confundir niveles de instrucción de la población, que pueden ser más o menos altos, con sistema de valores que se promueven y asumen a través de la familia, la educación y la cultura, fundamentalmente. José de la Luz y Caballero, uno de los pensadores monumentales del siglo XIX cubano ya había advertido: "Enseñar puede cualquiera. Educar solo aquel que sea un evangelio vivo".

Asumamos la parte del pensamiento de Luz y Caballero que nos corresponde en torno a la dimensión humanista de la gestión de proyectos socioculturales. Unos, en la capacitación, preparación y actualización de saberes; otros en la coordinación e implementación local; aquellos en la promoción y los que tengan posibilidades reales que asuman la capacitación, promoción e implementación, paulatinamente. De esa forma estaremos contribuyendo a cualificar los procesos de participación y calidad de vida que la población exige y espera del proyecto cultural cubano.




    Notas

    1. Profesor de la Universidad de La Habana y de la Universidad de las Artes (ISA) y del Centro Nacional de Superación para la Cultura, del Ministerio de Cultura, de la República de Cuba.

    2. René Maheu, Director General de la UNESCO había expresado: "El hombre es el medio y el fin del desarrollo; no es la idea abstracta y unidimensional del Homo Economicus, sino una realidad viviente, una persona humana, en la infinita variedad de sus necesidades, sus posibilidades y sus aspiraciones…Por consiguiente, el centro de gravedad del concepto de desarrollo se ha desplazado de lo económico a lo social, y hemos llegado a un punto en que esta mutación empieza a abordar lo cultural" (Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales, Venecia, 1970).

    3. Tomado de: Diccionario Real de la Academia Española (DRAE). Encarta 2007. (N.d.A): Seleccioné esta acepción por lo abarcadora y concreta que resulta; lo cual me permite utilizarla con facilidad para los fines del taller. Existen muchas fuentes al respecto, por citar solo un ejemplo, el Diccionario Filosófico Herder, Barcelona, 1996-99, le dedica tres cuartillas al concepto humanismo.

    4. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. ISBN 84-254-1991-3.

    5. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Ob. Citada.

    6. Ibídem.

    7. UNESCO: Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales (MONDIACULT) que tuvo lugar en México, el 6 de agosto de 1982, llamada "Declaración de México sobre las Políticas Culturales".

    8. CIERI. Centro de Información y Estudio sobre las Relaciones Interamericanas. "Concepto de Proyecto. Elementos para la Reflexión…". En: Compilaciones Bibliográficas. s/e; s/f. (1-111 pp.).

    9. Cabañés, F. "Gestió Cultural. Trets característiques". Nimeo, 2001. En catalán.

    10. Ander- Egg, E; Aguilar, María J. Cómo elaborar un proyecto. Guía para diseñar proyectos sociales y culturales, Editorial Humanitas, Buenos Aires, 1994.

    11. Linares, Cecilia y Colectivo de Autores. "La participación: ¿solución o problema?". Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello". 1996, p.9.

    12. Arenas Batista, Patricia: En: Pérez García, Arnaldo (Compilador) (2004) Participación Social en Cuba". Colectivo de Autores. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, Ciudad de La Habana.

    13. (DRAE) Diccionario de la Real Academia de la Española.

    14. Martín, Juan Luis: "Participación Social en Cuba". (Prólogo) Colectivo de Autores. Compilador: Pérez García, Arnaldo. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, s/p, La Habana, 2004.

    15. Martín, Juan Luis: Ibídem.

    16. Organización de las Naciones Unidas: "La Década del Desarrollo de las Naciones Unidas: Propuestas para la Acción), Nueva York: UN, 1962".

    17. La interrogación entre paréntesis es del autor de este trabajo.

    18. El concepto de cultura aprobado en MONDIACULT, México, 1982 fue ratificado en los siguientes foros internacionales: Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo, Estocolmo, Suecia 30 de marzo al 2 de abril de 1998. En la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, Adoptada por la 31 reunión de la Conferencia General de la UNESCO, París, 2 de noviembre de 2001; y en el cuerpo introductorio de la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, París, 20 de octubre de 2005, cuando declara tener en cuenta las disposiciones de los instrumentos internacionales aprobados por la UNESCO sobre la diversidad cultural y el ejercicio de los derechos culturales, en particular la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de 2001.

    19. García Canclini, Néstor: "Los estudios culturales de los 80 a los 90: perspectivas antropológicas y sociológicas en América Latina". En: Sociología de la Cultura, Tomo 2, p. 233. Compiladores: Alain Basail Rodríguez y Daniel Álvarez Durán. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. (El subrayado es del autor de este artículo).

    20. Prieto, Abel: "No se puede dirigir la cultura simplificando". Entrevista a Abel Prieto, por la periodista Sahily Tabares, Revista Bohemia, 8 de febrero del 2002, p.27-28.






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(6 de enero de 2010)


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