Cuba

Una identità in movimento


Osvaldo Salas y sus fotos: un homenaje a la Cultura cubana contemporánea

Lohania Aruca Alonso


Con gran satisfacción podemos dar fe de la trascendencia verdaderamente significativa que, poco a poco, ha ido ganando la celebración del Día de la Cultura Cubana, o, tal vez sea más justo expresar la "Jornada de…". Además de las premiaciones que distinguen a los artistas, escritores, científicos, y otros grupos profesionales o sociales, por obras que realmente nos dicen cada vez más de la singularidad, los propósitos y los rasgos transformadores del modo de vivir y hacer de los cubanos y cubanas, se aprecia una verdadera eclosión de inauguraciones de muestras de las manifestaciones artísticas que ya existen, son muy variadas y, sobre todo, poseen altos valores para la Historia de la Nación y del Arte cubanos.

Entre ellas pude asistir a la exposición de fotografía — retrospectiva — de Osvaldo Salas (La Habana, 29.03.1914 — 05.05.1992), titulada "Venecia: memoria de un carnaval", en la Galería Julio Larramendi del Hotel Conde de Villanueva, que recomiendo a todos por su gran calidad e importancia.

Las fotos de las máscaras y paisajes del carnaval veneciano, realizadas en alguno de sus viajes a Italia, durante la década de los noventas en el siglo pasado, son notables por el trabajo de honda búsqueda artística que lleva a cabo el maestro Salas: en colores y con una técnica que recrea la foto directa en forma artística, destacando la textura granulada del revelado; cada una y todas son de una belleza y expresividad inimaginables, difíciles de describir.

Osvaldo Salas, es una personalidad histórica de la Cultura cubana, su obra posee un extraordinario relieve patrimonial. Tuve el honor y el placer de conocerlo personalmente desde la época en que ambos estuvimos estrechamente vinculados a la Dirección de Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, allá por los años sesentas, también del siglo pasado. Su trabajo ya era muy apreciado, en especial así lo valoraba el Dr. Raúl Roa García, nuestro Canciller de la Dignidad.

Salas, había regresado del exilio cubano contra la dictadura de Fulgencio Batista Zaldívar poco tiempo después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959. Su activa militancia revolucionaria en una célula del Movimiento 26 de Julio, en Nueva York, hizo que conociera al Dr. Fidel Castro Ruz; sus fotos de 1955 así lo testimonian.

En los EUA, Salas se hizo fotógrafo profesional, comercial o publicitario; pero antes, fue también obrero de la construcción en los grandes rascacielos que se levantaban en la capital cultural de aquel país, se dedicó al oficio de soldador. De este modo fue como pudo hacerse de un equipo fotográfico de buena calidad. Me contaba que por su estudio neoyorquino había pasado, entre otras, la joven artista española Sara Montiel de la que conservaba una foto soberbia.

Osvaldo Salas llegó a ser, hacia los años ochentas, aproximadamente, uno de los 10 mejores fotógrafos del mundo. ¡Un gran artista! Recuerdo cuando sonriente, abría la revista de arte fotográfico que publicaba su "rating", entre otros grandes fotógrafos, con el saludable orgullo del trabajador e investigador infatigable.

Tenía millares de negativos en sus archivos personales, en su casa y estudio ubicados en el famoso edificio de apartamentos[1] que fue diseñado por el Arquitecto Mario Romañach, en la esquina de la avenida Séptima esquina y calle 60, en el municipio Playa. Allí, recibía junto a su compañera e hijos, incontables visitas de admiradores extranjeros y paisanos. Yo me encontraba entre estos últimos.

Profesional de generosidad ilimitada, tuvo la gentileza de acompañarme y fotografiar una parte de los edificios con portal público de las calzadas de Centro Habana, con vistas a documentar el tema que, entonces, estudiaba con ahínco, como docente investigadora de la Facultad de Arquitectura del ISPJAE.

Durante horas, caminábamos a la sombra de los pórticos habaneros escudriñando hasta sus menores detalles y comentando las similitudes y diferencias entre los mismos, o nos subíamos a las azoteas de los edificios altos para tomar planos inéditos del paisaje urbano habanero. Aún conservo algunas de aquellas fotos (pruebas) impresas en cartulina, en blanco y negro, que él, sencillamente, me regalaba.

Una de ellas es mi preferida: el perfil de Centro Habana al atardecer, tomado desde la azotea de la Gran Logia de Cuba, sito en la avenida Salvador Allende (antigua Carlos III) esquina a la antigua calle Belascoaín, en la misma embocadura de la igualmente antigua calzada de Reina (actualmente avenida Simón Bolívar). Uno de los focos urbanos más tradicionales de la ciudad de La Habana, en el popular y colonial barrio del novecientos, Pueblo Nuevo, mi barrio, de la niñez y la adolescencia.

Otros rasgos de su carácter y cubanía, fueron su extremada simpatía y modestia; a pesar de ser reconocido en Cuba e internacionalmente como el gran maestro que había llegado a ser, era nuestro vecino y amigo del barrio, o, el cliente de la cafería del Hotel Habana Riviera, donde él decía que almorzaba "todos los días" (¡en duros noventas, en pleno período especial!), por la calidad de los servicios gastronómicos, y porque todos los empleados lo conocían por el sobre nombre del "viejo" Salas. Pues, su hijo Roberto Salas, "el joven Salas", ya se había convertido, no sólo en un buen discípulo, sino en el magnífico fotógrafo que admiramos hoy. Estos juicios no invalidan mi imagen del Salas de profundas ideas en sus análisis acerca del mundo que lo rodeaba, particularmente sobre temas del Arte y de Cuba.

Hay una historia de vida y de arte por investigar, por hacer, de la obra de Osvaldo Salas. Su inestimable aporte a través de la fotografía a la Historia y la Cultura cubana, y la proyección de aquel sobre la Cultura universal, es extraordinario e inolvidable para muchos, y así debe continuar siendo — aunque todavía los cubanos y cubanas jóvenes no lo conocen y valoran como debieran.

Una razón solamente para estimarlo como merece: Si en el siglo XIX, La Habana fue afamada mundialmente gracias a la labor de los litógrafos, que ilustraban las envolturas del mejor tabaco del mundo, del puro habano; en pleno siglo XX, la propia ciudad y Cuba entera recuperaron una imagen y una significación digna, trascendental, gracias a la Revolución Cubana, a sus actores sociales, entre ellos fundamentalmente Fidel y el pueblo cubano. Y, fueron los fotógrafos, como Osvaldo Salas, quienes con arte inigualable, inteligencia política y entrega total a su labor, lograron estremecer de emoción a la Humanidad, con las imágenes de una transformación tan raigal que cambió la expresión del paisaje, la sociedad, y hasta el alma de nuestra Cultura.

Gracias a Julio Larramendi y a sus colaboradores por ofrecernos la oportunidad de homenajear a Osvaldo Salas en esta nueva Jornada de la Cultura Cubana.

    La Habana, miércoles, 21 de octubre de 2009




Nota

  1. Este edificio es monumento nacional de la arquitectura cubana moderna; pero debe añadirse al reconocimiento existente, otro similar en una tarja conmemorativa, en la cual se recuerde al residente o al visitante que en ese lugar vivió y trabajo, y dejó su legado cultural a la Nación, el gran artista de la fotografía cubana e internacional Osvaldo Salas.




Lohania Aruca Alonso: Investigadora auxiliar. Licenciada en Historia y Especialista en Urbanismo, MC Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, El Caribe y Cuba; miembro del Grupo de Estudios Regionales de Cuba (G.E.R.C.) del Instituto de Historia de Cuba y de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana. Coordinadora del Grupo de Trabajo Permanente Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe (adscrito al Instituto Cubano de Antropología).








Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(25 de octubre de 2009)


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