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Habitat y huracanes 2008: ¿Inicios de una nueva cultura a la vista?
Lohania Aruca Alonso
La amenaza natural del cambio climático, específicamente del calentamiento del Planeta, incrementa los riesgos de uno de los fenómenos tropicales más destructivos para la actual región Caribe: los huracanes, tormentas de gran intensidad en cuanto a la velocidad de los vientos, la abundancia de las lluvias y la ampliación de las inundaciones costeras, por la elevación del nivel del mar y la gran altura y secuencia de las olas marinas.
La temporada ciclónica que terminó el 30 de noviembre de 2008, dejó en Cuba profundas huellas de las evidencias del cambio diagnosticado, y mostró cierta vulnerabilidad en las relaciones entre cultura y naturaleza. Gustav, Ike y Paloma, azotaron de modo inclemente las dos islas mayores de nuestro Archipiélago, Cuba y la Isla de la Juventud. Gracias a la efectividad de la Defensa Civil y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) se minimizaron la cantidad de víctimas humanas que pudieron cobrar los huracanes. En todo el país fueron evacuados hacia lugares seguros alrededor de 3 millones de personas. No obstante, fueron millonarias las pérdidas económicas en los sectores de la agricultura, las construcciones de todo tipo, y de propiedades personales, a la que se suman el costo de las evacuaciones.
Además, ocurrió la desaparición del patrimonio cultural de asentamientos humanos inigualables, como sucedió en la pequeña ciudad de Gibara, al norte de la provincia de Holguín (sede del Festival de Cine Pobre), en Nueva Gerona o en algunos asentamientos de Pinar del Río. Fue borrada de un golpe la memoria de varias generaciones de cubanos y cubanas que contribuyeron a crear un paisaje, urbano o rural, una forma especial de manifestar su vida y de percibir su entorno.
El derrumbe total de la vivienda familiar, que trasmitía hábitos y costumbres dentro de ese marco social, hizo colapsar una parte del alma de sus moradores, porque en su hogar se guardaban recuerdos de alto valor sentimental para la historia e identidad de la familia y la personal, y esos, en muchos casos, ya no existen más. Amén, de los traslados a casas amigas, pero ajenas, y albergues por un período transitorio, indefinible.
Razones suficientes que mueven a la reflexión y la búsqueda de soluciones más efectivas ante problemas y peligros de tales dimensiones y trascendencia. De aquí surge la convocatoria a un encuentro sobre Arquitectura y Huracanes, organizado por la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJNH) y la UN Hábitat,[1] que se realizó durante los días 16 y 17 de diciembre en la sede habanera de la citada Fundación. Asistieron al evento arquitectos, geógrafos, historiadores, comunicadores de distintos medios de información, funcionarios de la Academia de Ciencias de Cuba y de organismos estatales que atienden la vivienda, asesores y quienes toman decisiones en sus respectivos niveles.
Históricamente el huracán fue nombrado de tal modo por los pueblos aruacos que habitaron las Antillas mayores, entre ellas la isla de Cuba.[3] Uno de los primeros en observar las características peculiares de estas tormentas y recoger directamente el sonido de esa palabra aruaca para trasladarla e incorporarla al español escrito fue fray Bartolomé de las Casas.
Según afirma el historiador de la meteorología en Cuba, profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe:
Como se conoce el obispo de Chiapas llegó a nuestras tierras en 1502, y a él se deben invaluables descripciones acerca de la geografía del Archipiélago y de los fenómenos naturales que llamaron su atención. [2]
Ramos cita textualmente un pasaje de la Historia de las Indias donde el mencionado Fray expresa:
(...) sobrevino una tormenta y tempestad de las que hay por estos mares y tierras, que los indios llaman huracán, la última luenga (...).
Los efectos de los mentados huracanes sobre la arquitectura y las construcciones en general, fueron analizados en detalle mediante un informe realizado por la Sociedad de Arquitectos de la UNAICC,[4] a partir de una visita técnica, tomada como muestra, a la comunidad de Las Palmas, en Pinar del Río. Los resultados alcanzados los explicó el Dr. Arq. Oscar Hernández, presidente de esa organización no gubernamental en Ciudad de La Habana.
Se precisó el mal estado previo de las construcciones destruidas, en gran parte hechas por esfuerzo propio, sin una adecuada dirección y aprobación facultativa, y otras, edificaciones antiguas, muy deterioradas y con falta de mantenimiento y aseguramiento, por poca disponibilidad de materiales de construcción para llevar a cabo acciones de ese tipo. Elementos como los tanques de agua y postes de hormigón, entre otros, en los que reiteraban problemas técnicos que en la actualidad se encuentran en estudio y vías de solución.
Las intervenciones y los acuerdos de este encuentro se dirigieron fundamentalmente a señalar la necesidad de rescatar y desarrollar una cultura de mejores, más acertadas y conscientes relaciones de nuestra población con la naturaleza tropical en que se desenvuelve nuestro país; que prepare al ciudadano y ciudadana, para una participación activa en la prevención de los retos que nos plantea cada temporada ciclónica anualmente.
Revisión, mantenimiento y aseguramiento de su vivienda, asesorada e inspeccionada por los arquitectos de la comunidad; acopio de alimentos, agua y combustibles, como el carbón, que no provoquen directamente incendios u otras catástrofes "antrópicas", a causa del ser humano y su actividad. Construcciones y arquitectura que tengan en cuenta prioritariamente las amenazas naturales, agudizadas por el cambio climático que ya transcurre aceleradamente.
Por otro lado, se debe tomar en cuenta la acumulación de experiencias con que cuenta la arquitectura y el urbanismo en Cuba, desde sus inicios en la época colonial, incluyendo las tradiciones constructivas rurales, la aplicación de materiales de construcción locales y haciendo una evaluación de los proyectos e ideas que ayuden efectivamente.
En este proceso, en marcha, es muy importante el cambio de las mentalidades de dirigentes, funcionarios, constructores, pobladores, y sobre todo de quienes influyen sobre los patrones culturales de la sociedad en general, hacia el empleo de soluciones y tipologías que sean duraderas, seguras ante el enfrentamiento a los huracanes y, al mismo tiempo, que estén al alcance de la economía estatal y personal.
Una información y análisis más profundo, necesariamente orientador sobre este tema, deben brindar los centros de educación en todos los niveles y los medios de comunicación masiva. Para el caso de estos últimos, se acordó convocar próximamente un encuentro, que será promovido por las mismas entidades que organizaron el evento científico y cultural recientemente concluido.
La Habana, jueves, 18 de diciembre de 2008.
Notas
- UN HABITAT: United Nations Habitat.
- El lingüista Sergio Valdés Bernal destaca: "Huracán. Única palabra indo antillana que ha pasado al español como denominador de un fenómeno atmosférico". Ver: Valdés Bernal, S. Las lenguas indígenas de América y el español de Cuba. La Habana, Editorial Academia, 1991, p. 249.
- Ramos Guadalupe, Luis Enrique. "Las exploraciones meteorológicas del padre Viñes" en: Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe. La Real Comisión de Guantánamo 1797-1802. Conferencia Científica por el Bicentenario. Coords. Lohania J. Aruca Alonso, Reinaldo Funes Monzote y Roberto Díaz Martín, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2003, p. 143.
- UNAICC: Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba.
Lohania Aruca Alonso: Investigadora auxiliar. Licenciada en Historia y Especialista en Urbanismo, MC Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, El Caribe y Cuba; miembro del Grupo de Estudios Regionales de Cuba (G.E.R.C.) del Instituto de Historia de Cuba y de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana. Coordinadora del Grupo de Trabajo Permanente Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe (adscrito al Instituto Cubano de Antropología).
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