Pero se trabaja y lucha, con vocación de médicos sociales, por prevenirlas, curarlas y evitar las recidivas.
Tienen el derecho, el respeto y el culto a la vida del hombre y a la vida de todo un pueblo. Prefieren morir antes que ser esclavos. Odian y no practican la tortura, las vejaciones y los tratos crueles, porque fueron sus víctimas durante siglos.
Tienen sus leyes, ante las cuales todos son iguales, y velan por que se cumplan como garantía y protección de cada uno y de todos los cubanos.
Son dueños de su país y como tales viven, aquí y allá, concibiendo la sociedad socialista que construyen como obra asumida consciente y voluntariamente.
Tienen un pueblo que es como una familia mayor, suma y síntesis de las familias fundadas por ellos, sobre bases y relaciones nuevas, más fraternas.
Tienen la propiedad individual ganada con el trabajo y sudor, y esa inmensa riqueza colectiva de todos los bienes estatales, de la que son copropietarios y usufructuarios. Por eso nadie podrá arrebatarles su legítimo patrimonio material y espiritual. No cuentan con inmensas riquezas materiales, porque pertenecen a un país subdesarrollado y de pobres recursos naturales y, además, durante demasiado tiempo fueron explotados como el resto de los países colonizados. Pero a pesar de eso, han alcanzado un desarrollo social que cuenta con muchos indicadores característicos de países altamente desarrollados. La distribución equitativa de los recursos producidos es un rasgo distintivo de su sociedad y su milagro notorio.
Tienen la libertad de pensar, de creer, de opinar y expresarse, porque esos derechos los conquistaron a costa de cruentas luchas contra los mismos bandos y fuerzas que hoy quisieran destruirlos, para amordazarlos y sumirlos en el silencio.
Tienen el poder efectivo en el país, porque la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del Poder revolucionario, fundado sobre los principios de una democracia verdadera y superior, pero perfectible.
Tienen trabajo para todos, con cuantos derechos y privilegios se pueden garantizar en una sociedad de trabajadores, promovidos armónicamente por las organizaciones estatales, sindicales, sociales y políticas. Tienen la seguridad social como complemento de un nivel de vida adecuado.
Tiene la educación gratuita y universal; tienen los servicios de salud gratuitos y altamente desarrollados en función de la vida y bienestar de todos; tienen los deportes y la recreación; tienen la cultura y la ciencia accesibles a todos. Tienen una obra de tal magnitud en estos terrenos, que asombra a los más incrédulos de los vivientes de este mundo, y que sólo se permiten negar los enemigos más recalcitrantes.
Tienen también deberes respecto a su pueblo, porque sólo en su seno pueden desarrollarse libres y plenos.
Son magnánimos y generosos, pero no ingenuos, ni débiles, ni traidores, como para dejarse arrebatar los sueños y las realidades que se han incorporado para siempre como sangre de sus venas, como carnes de su cuerpo, como latidos del corazón, como ideas y convicciones de sus mentes.
Tienen dificultades, carencias y limitaciones. Tienen también sus errores y meteduras de pata, y males indeseables como en todas partes, que sabrán encarar sin lamentos, lloriqueos o claudicaciones. Para engrandecer y perfeccionar su obra, trabajan y luchan cada día con la firme convicción de que más allá de cualquier tormenta en noche oscura, les esperarán siempre amaneceres más apacibles.
Lo ocurrido en el lapso que media desde el año 90 hasta el presente, es la mejor confirmación del poder y del milagro recuperador de la lucha, el trabajo y el amor que son consustanciales a la Revolución y al pueblo cubanos. Atrás fueron quedando, a golpes de coraje y audacia, momentos de crisis extremas, y fueron emergiendo, en un parto difícil pero feliz, reconfortante y prometedor, las imágenes y signos de los nuevos momentos de la victoria propia del país y, además, de la victoria compartida con otros pueblos de nuestra América y de otras partes del mundo.
Lo ocurrido en las Naciones Unidas en relación con los derechos humanos en Cuba expresa el reconocimiento de la comunidad internacional a una realidad que sólo Estados Unidos y unos pocos aliados, huérfanos de argumentos y pruebas legítimas, se empeñan en desconocer. A ellos les está llegando la hora de la hecatombe moral ante una luz que les descubre desnudos en las madrigueras en que elucubran sus torvas intenciones.
Que el Día de los Derechos Humanos sea ocasión para que en el mundo estos derechos sean meros enunciados y entelequias y se conviertan en realidades incorporadas a las existencias de los seres humanos. Sólo así este día podrá ser de fiesta y de celebración verdadera.
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas
Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
Escritor y periodista
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(9 de diciembre de 2008)