Cuba

Una identità in movimento


Posibles identidades en el Caribe Prehispánico

Marcio Veloz Maggiolo


Cuando estudiamos las identidades del Caribe, generalmente nos referimos al proceso de mestizaje y de la conformación de los diversos pueblos que en transformación hacia nuevos tipos de sociedades, se pueden percibir mediante documentaciones y descripciones dadas por textos y experiencias posteriores a la conquista. Mi preocupación, que pudiera ser vana, pero que creo válida, es la de saber si el proceso identitario dentro del pasado puede establecerse usando de los recursos de la arqueología, en grupos y pueblos cuyo pasado se percibe al través de modelos de trabajo, formas y ámbitos de desarrollo local, y elementos de una cotidianidad apreciable sólo en basurales y en zonas de explotación, donde a veces lo residual es una determinante única fuente de información.

Durante los últimos años las técnicas y ciencias afines que tratan de explicar el desarrollo humano han crecido de manera muy importante. El arqueólogo cuenta, generalmente, con resultados que son el producto de científicos capaces de aportar numerosos datos para entender una sociedad ágrafa, ya sea temprana o tan antigua como las que ocuparon el área antillana y la costa caribe continental desde el 8000 antes de Cristo en adelante. De modo que la conjunción y uso de métodos de investigación que nos permitan acumular datos comparativos para establecer similitudes, paralelismos y convergencias, es válida para hablar de identidades arqueológicas y por lo tanto de la evidencia de ciertas migraciones cuyos orígenes se perciben al través del dato arqueológico, lo mismo que su trayecto.


El área del Caribe

El área del Caribe comprende, desde el punto de vista arqueológico, todo el arco antillano desde las islas de Trinidad y Tobago, hasta el sur de La Florida. Pero igualmente se consideran como caribeñas las costas continentales bañadas por el llamado Mar de las Antillas, o Mar Caribe, desde las Guayanas hasta Belice, aunque en concepciones ampliadas y dentro del concepto de Gran Caribe, se hayan incluido otras zonas geográficas.

Este territorio, caracterizado por desembocaduras de importantes ríos en la parte continental como lo son El Orinoco y el Magdalena, entre otros, y por importantes zonas ricas en especies animales y vegetales, y donde los manglares son importantes zonas de sustento y ocupación, fue poblado desde muy tempranamente.


Poblaciones tempranas

Hacia el año 8000 antes de Cristo, las costas centroamericanas y del norte y este de Sudamérica, habían sido ocupadas por grupos de recolectores y cazadores de fauna mediana. Estas poblaciones, desconocedoras de la agricultura, se ubicaron en el borde continental, y vivieron allí largos años. Se trataba de grupos humanos que habían llegado a la parte central del continente, y que poco a poco, debido al cambio climático cada vez más cálido, común al llamado período holoceno, abandonaron la selva para ubicarse en lugares más ricos y estables, como lo fueron las desembocaduras de los grandes ríos, y las zonas costeras donde la fauna marina y fluvial era abundante. Fueron transformándose de cazadores de animales selváticos y captadores de semillas, raíces y animales pequeños, en recolectores y pescadores, centrando su vida en comunidades de banda, como las define Elman Service, en grupos cercanos a los 30 habitantes.


En Belice, antiguo territorio de la llamada Honduras Británicas, las fechas de estos grupos costeros se remontan al 9000, alcanzando el 3000 antes de Cristo; en la costa caribe de Nicaragua hacia el 6000, en el lugar llamado Punta Monos, (Monkey Point ) los datos revelan la existencia de poblaciones con manejo de las corrientes marinas locales y grandes concheros de evidente origen recolector, mientras que en las costas venezolanas, cerca de la desembocadura del río Orinoco, y en la isla de Trinidad, las fechas se ubican entre el 8000 y el 7000 antes de Cristo, permaneciendo en estas zonas hasta el 1000 antes de Cristo. Desde alguna parte de Centroamérica que creemos puede ser Belice, se inicia hacia 4500 antes de Cristo una migración hacia las Antillas Mayores que incluirá el oriente de Cuba y el occidente de la isla de Santo Domingo, tal vez el occidente de Puerto Rico y la isla de Antigua; poco después emigraciones de la costa oriental de Venezuela, y fundamentalmente de la isla de Trinidad, parecen completar el primer cuadro de emigrantes recolectores, aunque existen migraciones que pudieran ser diferentes en el norte la isla de Puerto Rico. Un lugar cabecera de la isla de Trinidad, es Banwari Trace, en el sur.


Estos pobladores que ocuparan la costa caribe centroamericana, eran los restos de poblaciones continentales que posiblemente, debido a cambios climáticos importantes, como lo fueron el calentamiento del globo terráqueo, y los deshielos polares, emigraron hacia las zonas costeras e isleñas cuando las mismas se convirtieron en importantes lugares de caza y pesca, más seguros, y productivos.

Por la vía del dato arqueológico, no sólo las sociedades recolectoras, sino las agricultoras, han sido seguidas mediante las descripciones modales hechas en principio por Irving Rouse y sus seguidores, aunque en los últimos años los trabajos de arqueología social en el Caribe, liderados por Mario Sanoja, Iraida Vargas y otros autores van más allá del elemento modal, decorativo, para una interpretación ligada a los posibles modos de vida, sobre esquemas de modos de trabajo y de producción.

Lo que creo es que sobre estas bases de lo modal y lo arqueológico social, existen las posibilidades de establecer las redes de las identidades sociales del pasado temprano en el Caribe y específicamente en las Antillas. Sabemos que durante muchos años lo modal ha sido el quehacer más intenso de la identificación arqueológica entre muchos de los arqueólogos que han laborado en las islas del Caribe. Pero las series arqueológicas, basadas en elementos decorativos para establecer continuidades, no parecen importantes si no se ajustan a los modos de vida y de trabajo capaces de proporcionarnos una "identidad arqueológica".

Las identidades arqueológicas están dadas desde fuera del proceso que las produjo, y son rescatables por vía interpretativa. Las identidades sociales se establecen, en el caso de sociedades vivas, como patrones de interacción, donde el ser humano se identifica a la vez que es identificado e identificable, Ya sabemos que las identidades son muchas y variables, y que no son estáticas. Sin embargo en el caso de la arqueología lo estático es el sello que consolida el espacio arqueológico. No hay una interacción transformadora de lo social, porque ya lo social o lo que podría considerarse como sociografía del pasado, está establecido y el investigador lo que hace es obtener la mayor información posible para una mejor comprensión social.

Aunque en muchos lugares del mundo se camina hacia una sociografía y/o sociología arqueológica, entendiendo ambos términos como puntos de referencia, en las Antillas el proceso es aislado. En la actualidad existe un denso movimiento de nuevos investigadores que están en condiciones de aportar datos antes desconocidos para la arqueología. Los almidones, la precisión en los análisis de polen, los aspectos relevantes del medioambiente como elemento socializable, las relaciones inrterantillanas posibles, pueden acercarnos a una nueva vertiente de interpretación global, como serían, por ejemplo, las diferencias identitarias en gentes con el mismo modelo modal, y además, las formas evolutivas se sociedades con el mismo tipo de alfarería, pero con maneras diferentes de manejar su medio. Podría dar el ejemplo clásico de lo que acontece con la sociedad modal "chicoide", o sea relativa al estilo Boca Chica, en lo que es una expresión de la cultura taína en la costa este de la República Dominicana, la cual cambia totalmente su modelo productivo, manteniendo su antigua forma de uso de los rituales, y enriqueciendo el modelo alfarero y el nivel de la explotación del medioambiente, lo que para mí constituye una manera de "identidad", que significa claramente el tope productivo social. Si comparamos este aspecto rico y en transición hacia un modelo cacical, estaremos ideológicamente frente a una sociedad con los elementos modales chicoides, pero alejada del origen que le dio base hacia el 820 después de Cristo, hasta por lo menos el año 1400, fecha tardía de la ocupación.

Interpretada socialmente, esta ocupación en las márgenes del río Soco, en la provincia de San Pedro de Macorís, estudiada por nosotros a partir de los años setenta, y de la que no existen sino referencias cortas en el Boletín del Museo del Hombre Dominicano, podría continuar ahora con nuevos análisis, que completarían sus puntos arqueológicamente identitarios. El considerar que podemos encontrar variadas identidades en un mismo estilo alfarero, por ejemplo, hace muy posible que tengamos, de algún modo, que ponernos de acuerdo para establecer plantillas comunes para la investigación-revisión de algunos sitios antillanos, y que debamos en algún momento reunirnos para establecer el tipo de estudio que haga del poblamiento antillano un espacio comprensivo en su globalidad, siguiendo un esquema similar de búsqueda de las prioridades que pudieran definir identidades parciales a pesar de los esquemas modales y decorativos.

Consideramos la publicación de la Universidad de Leiden titulada Crossing the Borders, (Corinne Hofmann, Menno L. P. Hoogland, y Annelou l. van Gijn, Alabama Press, 2008)), como ilustrativa del adelanto de nuevos métodos y técnicas arqueológicas en el estudio de arqueología caribeña.

Elementos constituivos de la necesidad conjunta de ver con metodologías integradoras el proceso total antillano, podrían, en el caso caribeño contribuir al estudio de problemas comunes y enfoques similares para una interpretación global de la vida prehispánica en función identitaria.

En la actualidad los análisis de macroscopia, arqueología experimental, petrografía, técnicas arqueó métricas, análisis geoquímicos, identificación de fuentes artefactuales, análisis polínicos y de almidones, análisis paleobotánicos y paleontológicos, análisis de tipos de ADN, identificación de tecnologías, revisión y convalidación de nomenclaturas, "funcionologías" artefactuales, identificaciones botánicas, y estudios morfológicos, entre otros, serían en gran parte la base de un proyecto unificador de criterios para la plantilla a la cual me refiero. Los acuerdos entre los centros de investigación, serían un punto básico para el trabajo en equipo, y la selección común de las temáticas y lugares, un elemento fundamental para esta integración científica. Aunque parezca un poco idealista, si pensamos en proyectos capaces de estudiar cada sitio con las tecnologías integradas, tendríamos resultados globales producto de esa integración.

Entonces es muy posible que con estos resultados se pueda abordar globalmente una arqueología de la etnicinidad, e incluso la identificación más clara, más precisa de la influencia del pasado arqueológico en identidades del presente, o por lo menos, la supervivencia de elementos étnicos que nos den noticias de cómo identidades desaparecidas y parcialmente reconsideradas, tengan en el presente representaciones hasta el momento mal estudiadas o ignoradas.

Un punto básico de esta integración para el estudio global, es que mientras arqueólogos tradicionales trabajan con las viejas formas de interpretación, con muy pocos recursos tecnológicos, otros lo hace basados en las posibilidades tecnológicas más avanzadas, lo que produce, sin dudas resultados parciales, incompletos, difíciles de comparar. Con las plantillas y la colaboración mutua se podrían iniciar las primeras aproximaciones para un logro unitario.

Quizás sea el cambio en los modelos de investigación, bastantes desintegrados hoy, lo que nos permita entender las primeras "caribeñidades". No se trata de acumulaciones de datos de autores diversos, de lo que se trata es de una nueva acción que nos incorpore en torno a resultados que hoy se ven dispersos. Pensamos en un discusión de este tipo, donde podamos iniciar los preparativos para un gran proyecto colaborativo. Pensamos en una posible reunión de este tipo, que podría convertirse en una especie de congreso a largo plazo, en la que se planteen los niveles de estudio y colaboración integrados, y las posibilidades de sustentación de todo tipo, para lo cual, me parece que el ámbito académico está lo suficientemente maduro.

Como he iniciado esta ponencia con datos sobre los recolectores del pasado antillano y porque en la medida en que las sociedades son más simples sus líneas para estudio podrían ser menos complejas, quiero remarcar lo que podrían ser dos identidades tempranas, sólo usando los datos hasta el momento manejados en momentos anteriores al presente "boom" arqueológico que se advierte en el libro "Cossing de Borders", de la Universidad de Leiden, Alabama Press, 2008.


¿Dos identidades?
La identidad mordanoide o barrerreroide

Usamos la nomenclatura arqueológica que parte del inicial hallazgo este tipo de sociedad en Barrera-Mordán, República Dominicana, nomenclatura que alcanza varios sitios de la isla, parte de Cuba, Puerto Rico y la isla de Antigua.

El tránsito hacia el arco antillano comienza tempranamente desde las costas de Centroamérica relacionadas con el sitio de Belice, con emigrantes que se asientan en las Antillas del 4000 antes de Cristo en adelante. Sin dudas, un elemento identitario está dado por patrones de asentamiento que al parecer viven de la cacería de animales, lagartos y posiblemente esporádicos edentados, en zonas cordilleranas, así como por un desinterés relativo, en los casos más tempranos por la fauna de manglar.

¿Podemos considerar una forma de identidad el conjunto sociocultural de estas expresiones humanas, tan definidas? Los sitios están ligados al uso de lascas de silex con las cuales estos pobladores hacían variados instrumentos como cuchillos, puntas de proyectil, navajas para cortar madera, raspadores o scrappers para limpiar cortezas de árboles. En Cuba el sitio de Levisa, tiene fecha de 3190 antes de Cristo, en Haití, los sitios alcanzan fechados de 3600 antes de Cristo, mientras que en la República Dominicana hay fechas de 2610 antes de Cristo. Estos pobladores bajaron hacia la isla de Antigua hacia el 2000 antes de Cristo. Posiblemente lo harían tocando Puerto Rico, en cuya parte occidental, aun sin fechados, se encuentran restos similares. (Davis) Según los antropofísicos se trataba de hombres y mujeres de baja estatura, capaces de vivir de la pesca, la recolección marina y la pequeña cacería. Vivían en comunidades de 30 a 40 personas, y enterraban sus muertos en cavernas. En ocasiones quemaban ritualmente sus muertos y ofrendaban puntas y objetos hechos de piedra lascada. En el sitio de Cueva Roja, provincia de Pedernales, República Dominicana, "paquetes de huesos" quemados han sido descubiertos por investigadores dominicanos, así como restos de semillas carbonizadas de corozo, palma, y uvas de playa. (Veloz Maggiolo, Luna Calderon et al) A estos habitantes, que alcanzaron el occidente de Cuba, así como la isla de Puerto Rico en su parte occidental, se las ha llamado "barreroides" o "mordanoides", puesto que fueron encontrados por vez primera sus sitios arqueológicos en los sitios de Barrera y Mordán, al sur de la República Dominicana (Cruxent).


La identidad banwaroide

Una segunda oleada proviene de la costa venezolana, pasando a Trinidad Tobago, desde donde los navegantes, usando sus canoas, como en el caso anterior, remontan el arco antillano dejando sus huellas representadas por el tipo de artefacto, en islas de Saint Vincent, Antigua, y Puerto Rico, entre otras, donde la explotación de los manglares y la combinación del manglar y la caverna, nos remiten, junto al conjunto de artefactos, a una identidad diferente. En vez de artefactos de piedra lascada, como cuchillas y puntas, los objetos responden a formas de uso cotidiano como morteros, manos de mortero, pesas para redes, puntas de proyectil de hueso, y bolas líticas pulimentadas que pueden relacionarse con un tipo de vida en el que la recolección de semillas, raíces, y frutos era importante, lo mismo que el dominio de la navegación costera. Es común la presencia de manos para mortero o molienda en formas de pasta de jabón o de orden piramidal. En los estadios tempranos de la isla de Trinidad, y en el lugar de Banwari Trace, (6000 a.C.) cerca de la población de San Fernando, los recolectores también cazaron monos, cocodrilos, iguanas, y fueron pescadores de alta mar capturando tiburones, y rayas, cuyos restos han sido determinados por los arqueólogos (Harris, Veloz Maggiolo et al.). Las manos para moler raíces, y para machacar, así como los morteros y las formas geométricas de las mismas, son un elemento que diferencia a estos grupos, llamados "banwaroides" por el primer sitio encontrado llamado Banwari-Trace, de los mordanoides, cuyos artefactos se basaban en el lascado de la piedra, El ecosistema parece ser de gran de influencia en la supervivencia y en la adaptación humana, y fundamentalmente los ciclos de la naturaleza que determinan el modelo de movilidad de ambas identidades. Los grupos banwaroides tienen una gran noción de la pulimentación y de la construcción de morteros, como acontece en sitios dominicanos como El Porvenir, 2000 antes de Cristo, o bien en Hoyo de Toro, 2011 antes de Cristo, ambos en la provincia de San Pedro de Macorís, como muchos otros lugares ligados a la recolección de la zona de manglar y en ocasiones también ligados a zonas de caverna, como es el caso de Cueva de Berna.

Pienso que la identidad banwaroide mantuvo por largos años, en la isla de Santo Domingo que es la que usamos como modelo, un aislamiento frente a los elementos que conformaban la identidad más temprana, como era la barreroide o mordanoide, de origen centroamericano. Basamos entonces nuestra creencia es que estos grupos, cuya identidad se diferenciaba en los modos de artefactos, en los modos de trabajo, y en el modo de explotar el ecosistema, tendrían identidades también diferentes. El hecho de que no aparecieran en los sitios de cada modo artefactos pertenecientes a las identidades ya en fusión sino a partir del año mil antes de nuestra son evidencias de lo que la arqueología demuestra para estos periodos tempranos: que durante largo tiempo no hubo fusión cultural plena, porque hubo caracterización de la ocupación separada de los sitios. Aunque los banwaroides son antiguos en Trinidad Tobago, donde estaban ya en el 7500 a 6000 antes de Cristo, su navegación hacia las demás Antillas no se produce sino hacia el 2500 o tal vez el 3000 antes de Cristo.


¿Otras identidades?

Hacia el 2500 antes de Cristo, una migración totalmente diferente en sus patrones de asentamiento, ingresó a las Antillas. Por su posible relación con el sitio de Trinidad Tobago llamado Banwari-Trace, los hemos llamado banwaoides. Otros navegantes tardíos completaron finalmente la incursión. Pero nos interesa hacer notar las diferencia entre los las dos posibles identidades tempranas que suponemos como tales.

Los "banwarioides", ubicados en toda la costa sureste de la isla de Santo Domingo, pero igualmente en Antigua, y otras antillas menores, son habitantes casi exclusivos del manglar, cuyas raíces se clavan en el lodo que procede del follaje generando un ecosistema en donde la fauna es rica y variada. La recolección es intensiva, y la pesca de alta mar muy común. La evidencia del silex en los años iniciales es nula. Sus artefactos, muchos de ellos pulimentados, están orientados en gran parte a la percusión, la confección de papillas y los morteros, hinques, así como la piedra pulimentada, son parte de un rico ajuar y de una fauna más rica también.

Casi a simple vista se percibe que ambas culturas tienen diferente concepción del ecosistema. La cantidad de artefactos de silex de los barreroides, revela que este material casi determina la selección de los lugares de habitación, los que se combinan claro está con zonas de cacería pequeña. La ausencia de morteros, manos para machacar alimentos y de artefactos especializados, como pesas de red o anzuelos, es evidente. Los lugares escogidos para la subsistencia, son totalmente opuestos desde una visual ecosistémica.

Pero más interesante aun para definir las que podrían ser diferencias identitarias en sitios de la República Dominicana, es una especie de fronterización producida posiblemente por la presión del medio y/o por su característica. Los grupos "barreroides" ocuparon la isla antes que los "banwaroides", descartaron desde un principio el manglar como lugar de subsistencia, y sus yacimientos están bien distantes de la necesidad de usar el silex. Por el contrario, al llegar a las costas del sureste de la isla de Santo Domingo, los banwaroides ocuparon la zona de manglares, sin ir, en esos primeros años, más allá de la parte sur media de la isla. Durante cientos de años, y según las fechas de radiocarbono, las comunidades respetaron su espacio, y es partir del año 1000 o 1200 antes de Cristo cuando se perciben intercambios de artefactos de silex por artefactos como morteros y manos, en pocas cantidades en cada esquema, lo que indica que esa frontera ecológica se mantuvo como parte de acuerdos diferenciales dados por los modos de vida de ambas posibles "identidades".

Dentro de lo que propongo, estos datos mínimos, son una buena base de plantilla para los otros lugares antillanos o caribeños con elementos similares. De lo obtenido en todos estos lugares surge, obligatoriamente alguna forma determinante de identidad arqueológica. En Cuba, por ejemplo, Cayo Redondo, viene a ser un lugar "banwaroide", y Levisa y otros lugares no estudiados, podrían caer en la órbita de los "barreroides". Pero, al paso de los años, tanto en Cuba, como en Santo Domingo y Puerto Rico, las hibridaciones de lo que llamamos una vez "esquemas", y ahora vemos como parte de posibles identidades, son ricas. Al punto de que elementos como la gubia para trabajar madera, tan común en los sitios de la costa venezolana y parte de las Antillas menores, aparece conjuntamente con elementos de "banwaroide", artefacto que en la arqueología de los recolectores de las islas de Santo Domingo y Puerto Rico, es un elemento casi ausente.


Las complejas identidades agrícolas

Hacia el siglo V antes de Cristo, grupos de agricultores de la selva venezolana habían ocupado la costa continental, desplazando en parte a las poblaciones recolectoras. Hacia esa misma época penetraron en el sur de las islas desde Trinidad y hacia el siglo III antes de Cristo habían llegado al través de las islas más pequeñas hacia las grandes islas. Oriundos de los grandes ríos continentales habían vivido desde el 2000 antes de Cristo, aproximadamente, consumiendo la yuca como producto principal y el casabe, hecho de la harina de yuca, como pan fundamental. Pero igualmente se beneficiaban de raíces como la yautía, la batata, y conocían de las frutas amazónicas, como la lechoza, el caimito, la guanábana, el anón, el mamón, el mamey, y otras, y las trajeron al arco antillano. Dos culturas importantes, agrícolas ambas, emigraron ocupando las islas más pequeñas, estableciéndose en Saint Lucia, Saint Vincent, Antigua, Guadalupe y Martinica, entre otras. En los anales de la seriación modal, se denominaron como "saladoide" y "barrancoide", por los lugares venezolanos de Barrancas y Saladero. La vida era tribal y familiar. Cultivaban la tierra aunque también se aprovecharon de la recolección. Su sistema de cultivo era el de roza, o sea la quema del bosque para sembrar sobre sus cenizas. Este sistema permitía que durante unos diez años la tierra abonada por los restos de ceniza, fuera utilizada como lugar productivo, luego cambiaban de lugar para repetir el proceso. Sus alfarerías modeladas, pintadas y de importantes formas estéticas, con influencias de grupos selváticos andinos que se relacionaban con estas sociedades desde el año 2000 antes de Cristo en el parte continental de América, culminaron en las Antillas en modelos locales.


Hacia el siglo IV después de Cristo, existían colonias antillanas de estos agricultores en la isla de Puerto Rico en el sitio llamado Hernández Colón cerca de la ciudad de Ponce. (Edgar Maiz), con enorme presencia de los elementos que definían estilísticamente el sitio de Puerto Santo, cerca del Orinoco. La dieta de aves, cangrejos, y raíces habla de sociedades agricultoras organizadas que tal vez absorbieron en las Antillas Mayores a parte de los iniciales recolectores que ocuparon estos lugares desde hacía miles de años.


Las fechas de los primeros agricultores son tempranas en Trinidad, Guadalupe, Martinica, este de Puerto Rico y sureste de la isla de Santo Domingo, oscilando entre siglo IV y el III antes de Cristo. Lugares como Sorcé y La Hueca, en la isla de Vieques, al este de Puerto Rico, (Chanlatte, Alegría, Rouse) son ricos en obras de arte pequeñas como cuentas, amuletos, y con alfarería modelada y pintada de diseños laberínticos.

En Santo Domingo el sitio Punta Cana, en el este de la isla, es un lugar ocupado por agricultores que se instalaron allí desde el año 350 antes de Cristo, lo mismo que recolectores tardíos con alfarería y sin agricultura localizables para la misma fecha en la costa sur de la isla, igual mismo que en el Oriente de Cuba. Estos recolectores con cerámica, conocidos como "caimitoides", son una fase intermedia entre los agricultores y los recolectores tempranos. Sin embargo las concepciones sobre estas culturas no nos permiten por el momento establecer momentos identitarios. Cercanas en el tiempo, las alfarerías sufrieron cambios, los modelos agrícolas igualmente, como es el caso de la aparición del montículo agrícola en el siglo VIII. Nos hemos quedado en nomenclaturas que al apoyarse en elementos decorativos, se definen culturalmente por unas expresiones súper estructurales, sin base en los elementos tecnológicos de identificación a los que me he referido.

El estudio completivo de todo lo relativo a fauna, ecosistema, modos de trabajo, y características de adaptación humana, podrían proveernos de los tipos de identidad de cada grupo, yendo un poco más allá de la simple clasificación decorativa, y saliéndonos del esquema de Irving Rouse, dado que un grupo con un tipo de alfarería, por vías de un estudio de este tipo podría darnos el marco de una identidad diferente. Ya hemos analizado brevemente lo acontecido en El Soco. Sobre el aspecto de las culturas agricultoras podríamos quizás afinar más para conseguir modelos de identidad, la vida entendida como elemento diferenciado aun dentro de comunidades con modos coincidentes, encontrando tal vez el origen de interacciones identitarias.


El Crecimiento demográfico

Con el conocimiento de la agricultura se produce, claro está, una modificación más racional del medio ambiente y por lo tanto un crecimiento demográfico importante que se incrementará en la medida en que las técnicas de producción de alimentos mejoran. Hacia el siglo VI después de Cristo, existen en todas las Antillas sociedades de orden tribal, y en Puerto Rico a finales del siglo VII y ya en el VIII se producen cambios importantes en la producción con sitios como el llamado Collores, en el sur de la isla, donde la monticulación agrícola parece es un elemento importante en el desarrollo general de los grupos.

Aunque las formas alfareras siguen líneas parecidas, Rouse et al, han demostrado que en la medida en que asciende la temporalidad de los sitios, las formas y decoraciones van cambiando. Los cambios no son sólo estéticos, sino que parece revelar, lo mismo que las formas de vasijas, parcialidades de nuevas identidades. Estos cambios son los que obligan a Rouse a re-clasificar, al final de su vida, las alfarerías y las series creadas por él, intentando vía fragmentación de estilo, las llamadas sub-series, complicando aún mas del panorama arqueológico antillano. ¿Diremos que tienen iguales identidades las series y sub-series definidas por Rouse? Creo que necesitamos de otro enfoque cercano a la arqueología identitaria como parte integrante de la arqueología social ¿Todas las expresiones del estilo Boca Chica o del llamado Ostiones, por ejemplo, tienen al descomponerse similares elementos dentro de patrones de asentamientos que pueden ser diversos, y que responderían al mismo tipo de identidad?

Lo que propongo es una vuelta a los lugares con mayores posibilidades de datos en conjunto, para entender por qué sus patrones de asentamiento se repiten, y por qué se diferencian y si es posible seguir, tras un análisis global de las expresiones patrones de identidad más allá de sus alfarerías. Desde luego que se trata de una reconversión del modelo interpretativo más allá de la estética de los sitios.

En un tránsito que va desde el 4000 antes de Cristo, a 1492, fecha en la que llegan los primeros europeos, es decir, en 5492 años, las Antillas vieron pasar culturas variadas. El laboratorio humano que la prehistoria antillana representa, no sólo se refiere a los grupos llamados "taínos", sino que está caracterizado por migraciones de muy diversas épocas, en las que la mezcla cultural, lingüística, y biológica, hablan de un pasado étnicamente rico, y de un dominio del medio ambiente, herencia y acopio de culturas que supieron vencerlo, modificarlo favorablemente y hacerlo productivo. Pienso llegada la época en la que la tecnología nos lleve a integraciones comunes en el área, y en la que las investigaciones arqueológicas, en común, determinan los puntos de búsqueda para una arqueología que al integrarse y escoger sus blancos en conjunto, haga mas inteligible la historia del hombre en esta parte del planeta.


    Marcio Veloz Maggiolo
    La Habana, 28 de mayo de 2008
    Casa de las Américas



Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(2 de junio de 2008)



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