Traté de darle la consabida respuesta del ahorro de papel y tinta, pero es cierto que en muchas ocasiones diversos libros tienen una tipografía cuyos textos parecen notas al pie y las notas al pie se asemejan a aquellas minúsculas letras que aparecen en determinados medicamentos: Manténgase alejado del alcance de los niños. El mensaje no explica si es el medicamento mismo o la persona que, lupa en mano, logró leer el letrerito. Me recuerdo ahora de otro mensaje que dice: Agítese antes de usarse y dan deseos de ponernos a brincar.
Hago el comentario, porque evoco siempre el gran placer que tuve cuando volví a leer la nueva edición cubana de La rama dorada (2008), en dos tomos, que pude presentar en el Palacio del Segundo Cabo y ese día se agotó, al menos en la presentación. Esto se relaciona con la tendencia en Cuba al crecimiento de las personas identificadas como adultos mayores que son lecturadictos y que sirven culturalmente de transmisores a las nuevas generaciones de ese hábito incontrolable del afán por conocer. Una adecuada reflexión y decisión sobre tipografías amigables nos permitiría eliminar la posibilidad que algún día un libro pueda aparecer en la contraportada con un letrerito minúsculo que diga: Manténgase alejado del alcance de los adultos mayores.
Otro de los premios que deseo comentar es el de Geología de Cuba para todos, de un prestigioso colectivo de autores, pues existen diversos campos del conocimiento científico con determinado nivel de desarrollo que les permite explicar procesos reales altamente complejos y de tiempos relativamente largos, si lo comparamos con el breve instante del ciclo vital humano, a partir de las posibilidades limitadas que tiene el idioma en un contexto gnoseológico dado, independientemente de la inclusión de neologismos y conceptos precisos que incluyan por su definición una adecuada explicación.
Este acto, también complejo, de la dosificación del conocimiento para un público mayoritario requiere un alto grado de información sobre esa especialidad y un alto nivel didáctico de cómo hacerlo. Es lo que conocemos como divulgación científica, que tiene un altísimo valor añadido pues contribuye al desafío de la educación en ciencias, con una amplia visión inclusiva, pues no existe campo de la ciencia por complejo que sea su léxico, que no pueda ser llevado a un público lector no especializado. Todo depende de cómo y quiénes lo hacen.
Por ello, en múltiples ocasiones le hemos sugerido al Instituto Cubano del Libro y a la Academia de Ciencias de Cuba reflexionar colegiadamente sobre el impacto acelerador en el desarrollo social eficiente y el valor estratégico de la divulgación científica y su necesaria estimulación, que acompañe a las formas más sofisticadas y tecnificadas del conocimiento científico. Son dos campos complementarios que harían posible que los nuevos conocimientos se encuentren a disposición pública lo más pronto posible. De esa manera contribuiríamos a disminuir la distancia entre los nuevos conocimientos y lo que se sistematiza a través de la enseñanza. El premio que ahora comento es un ejemplo.
Como pasa siempre, no son todos los que están ni están todos los que son. Aunque este Premio goza de buena salud por la concurrencia y por el rigor de sus resultados, vale la pena volver a exhortar a todas las editoriales sin excepción a que participen. Esa siempre ha sido una demanda de los organizadores, no importa que el próximo Jurado tenga que volver a romperse la cabeza de cómo deliberar lo más justo posible dentro de normas que impone este certamen. La convocatoria no es por y para el Instituto Cubano del Libro, sino para todas las editoriales y es una significativa oportunidad de confrontar el alto nivel de calidad a que aspiramos.
Ahora podemos decir, como aquel mexicano que cantó a dúo con nuestro entrañable Beny Moré, me refiero a Pedro Vargas, con quien repito: muy agradecido, muy agradecido y muy agradecido.
Dr. Jesús Guanche
El Cerro, 27 de enero de 2011
Página enviada por Jesús Guanche Pérez
(28 de enero de 2011)