Cuba

Una identità in movimento


Arqueología de los esclavos africanos e indígenas en Brasil y Cuba

Lourdes S. DomínguezPedro Paulo A. Funari


Introducción

Para realizar una investigación sobre la esclavitud, en Cuba como en Brasil, tanto aborigen como africana, sin lugar a dudas debemos comenzar por un estudio del siglo XVI mas temprano, puesto que con el inicio de la conquista y colonización se implanta un sistema sui generis, en nuestras tierras : por un lado, las llamadas encomiendas; las cuales no son otra cosa que una forma encubierta de esclavitud, nefasta apropiación del trabajo de unos hombres a partir de otros, y que existía en el mundo desde hacía muchos siglos (Saco, 1982: 451), en especial en el contexto feudal europeo (Weckmann, 1992). Por otro, el sistema esclavista que mezclaba indígenas y africanos en haciendas (Schwartz, 1988). En ambos casos, la coparticipación de aborígenes y africanos fue un factor preponderante, así la interacción con los colonizadores ibéricos.

Las famosas encomiendas, donde primero se utilizaron fue en las Antillas, o sea con los aborígenes de origen arahuaco, se probó este sistema y con el extraer, en breve tiempo, las riquezas de estas recién descubierta tierras, en lo que concierne a la apropiación de metales preciosos, especialmente. En verdad en las Antillas el aborigen no sirvió a los fines deseados no fue suficientemente adaptado al trabajo fuerte, lo que trajo por consecuencia que desde el propio siglo XVI se comenzaran a traer negros esclavos; específicamente desde 1517 cuando el Rey Carlos V autorizó la primera licencia para su introducción en tierras del Nuevo Mundo (Ortiz, 1975: 37) ya que prevalecía la idea de que


"... el trabajo de un negro equivalía al de cuatro indios" (Saco, 1879:49-109).


La verdadera razón es que el indio era en préstamo y el negro era propiedad privada a partir de compra.

Hasta cierto punto este planteamiento hecha en algo por tierra la tan vilipendiada leyenda negra atribuida al clérigo Bartolomé de las Casas, al cual se culpa de haber pedido a la Corona Española, en su libro alegato conocido como Memorial de los Remedios, que se esclavizaran negros en vez de indios y de hecho los primeros esclavos negros que llegan al Caribe eran ladinos provenientes del propio territorio español. De esta forma, los primeros esclavos, entre comillas, en América fueron los indios arahuacos residentes en el ámbito que más tarde se llamara Caribe, los cuales fueron sometidos a diferentes variantes del sistema esclavista instituido y que se reconocen por Encomienda, Experiencia y Pueblo de Indios.

En Brasil, los indígenas fueron desde luego esclavizados por los colonos del interior, los paulistas que vivían en el sur de la colonia, donde se ubicaba el colegio jesuita de San Pablo de Piratini (hoy día, São Paulo), mientras el comercio de esclavos africanos se desarrolló paulatinamente a partir de mediados del siglo XVI. Desde 1455, la corona portuguesa había conseguido, por medio de la bula papal Romanus Pontifex, de ocho de enero, el dominium sobre todos los contactos de cristianos con África, como resultado de la lucha portuguesa en contra los infieles musulmanes y, como resultado, todos los lucros resultantes serían de agrado de Dios y de la Iglesia (Silva Marques, 1944: 505). En la colonia portuguesa, además de 350.000 indígenas que se estima fueron esclavizados entre 1500 y 1700, tan bien fueron usados en las haciendas africanos, con una media de 3100 africanos por año entre 1575 y 1591, aumentada para 20 mil por año entre 1731 y 1810 (Cros, 1997: 25-7). La convivencia de aborígenes y africanos de diversas tribus o procedencias étnicas fue el resultado, así como la formación de una coiné cultural nueva, como consecuencia de la transculturación (sensu Fernando Ortiz).

En Cuba, en los primeros años el grupo aborigen es el que se enfrenta al trabajo forzado y a los embates de la colonización: años después cuando habían esquilmado a la población autóctona física y culturalmente y el escándalo de tan salvaje avasallamiento retumbaba en el Mundo, es que se deciden a importar en mayor cantidad mano de obra esclava proveniente del Continente Africano, negocio que daba grandes ganancias y buenos resultados, tan fructífero fue que llenaron las arcas de unas cuantas famosas familia cubanas de diferentes épocas. Esta práctica se inició débilmente primero, y alcanzó un extraordinario auge como institución esclavista, propiamente dicha a finales del siglo XVIII y en los dos primeros tercios del siglo XIX, como una particularidad de capitalismo incipiente. Fue el "despegue azucareros" en el siglo XVIII el que hizo cambiar el status de estos hombres — esclavos negros — en el Caribe (Moreno Fraginals, 1978, t.1: 15.). La caña de azúcar desempeñó rol parecido en Cuba y Brasil, al consolidar un orden esclavista cuyas características sociales en un sistema patriarcal continuarían mucho después del fin de la esclavitud.

Definido uno de los aspectos de estudio del presente trabajo — la esclavitud en Cuba y en Brasil — pasaremos a exponer la cuestión principal: el aporte de la Arqueología a la investigación de la esclavitud en nuestros países. Y de que forma con estos elementos se puede ampliar el conocimiento de la vida cotidiana tanto de indios y de negros como partes y representantes de un momento importante de nuestro pasado histórico. La posibilidad de utilizar el aporte que nos ofrecen las fuentes arqueológicas al estudio de la esclavitud, se nos presentas como una gran novedad y nos permite afirmar o negar hechos, a veces confusos en los documentos o por que en ellos no se muestra sino parte de la realidad histórica (Domínguez, 1979: 5). La Arqueología Histórica, siempre preocupada con la presencia de documentos escritos y datos arqueológicos, permite cuestionar, desde otros puntos de vista, los discursos de las elites del pasado. Además, la Arqueología parte siempre de modelos de interpretación de origen antropológico y sociológico, de manera explícita, de modo que los documentos escritos aparecen ellos tan bien bajo una mirada crítica (Funari, Hall y Jones, 1999).

Antes de entrar en el desarrollo del tema, debemos explicar brevemente que se entiende por fuentes arqueológicas y muy en especial cual manejo de las mismas consideramos adecuado. La Arqueología como ciencia social posee sus propios métodos y como resultado de esta aplicación se producen sus propias fuentes de información las cuales no tienen que ser necesariamente escritas. Aunque estamos conscientes de que "el factor determinante en la arqueología actual no es el problema de fuentes en si, sino el carácter y el método para lograr una buena interpretación histórica y sociológica" (Zajaruk, 1970: 5) de los grupos humanos que se estudian y del hecho histórico concreto que se maneja, también estamos seguros de que del mejor aprovechamiento de las fuentes se logra una mejor interpretación y una reconstrucción histórica cuyo valor es especial, pues no sirve solamente para confirmar lo que nos dicen los documentos.

La interpretación, reiteramos, solo se logra cuando hay un estudio de las fuentes, que son las que al final aportan los elementos necesarios para concretar de forma definida el contexto arqueológico que científicamente se toma, y con ellos negar, afirmar o ayudar a reconstruir determinados contextos históricos, en este caso, la esclavitud en Cuba y en Brasil. Para el estudio de la misma , sobre todo en algunos puntos de índole material, la Arqueología ha ofrecido valiosos criterios, tanto para aquellos cuya vida fue truncada ante la usurpación de sus tierras, como para lo que se asentaron en nuestras tierras en contra de su su voluntad.

Para los estudiosos cubanos de la Arqueología, la obra del arqueólogo ruso Alexander Mongait, La Arqueología en la URSS (Mongait, 1960: 11), representó el punto de partida de una valoración de la Ciencia arqueológica a la luz del marxismo-leninismo. A modo de ejemplo tomemos sus propias palabras:


"... el objeto material es para el arqueólogo una importantísima fuente histórica, es un fragmento de la vida pasada encarnada en valores materiales".


En épocas anteriores, se consideraba la Arqueología como una ciencia auxiliar de la historia, por esta razón sus fuentes no eran tomadas en consideración, por esto la obra citada abre una brecha de gran importancia, sobre todo cuando dice:


"... el hombre antiguo creó objetos muy diversos, instrumentos de trabajo, adornos, vajillas, etc. todos ellos son producto de su época, propios de su época y, a veces, nada más que de ella. De este modo el arqueólogo, al examinar un objeto, puede determinar en qué período fue fabricado y a que pueblo perteneció" (Mongait, 1960: 11).


Para valorar lo antes expuesto nos permite apreciar que las resultantes de una investigación arqueológica seguidas de la reconstrucción histórica, están en dependencia del rango y alcance que se logre de las fuentes arqueológicas, las que sirven como armas para el análisis de los datos concretos (Zajaruk, 1970: 9).

En el contexto europeo en el cual se insertaba la Arqueología soviética, el carácter auxiliar de la disciplina, frente a la Historia, continua a ser una debatida, aunque cada vez mas queda claro que fuentes escritas y materiales, más que diversas, son discursos con lógicas propias (Funari, Hall y Jones, 1999). En el contexto americano, en la misma época que escribía Mongait, Binford publicaba sus reclamos de independencia del estudio de la cultura material, a favor de una Arqueología de cuño antropológico. En los últimos años, las discusiones ya no son tanto sobre la independencia de las fuentes escritas y materiales, como sobre las especificidades de la cultura material en la interpretación de la sociedad.

Las fuentes de las que se vale el arqueólogo son las que resultan del trabajo disciplinario. Para explicar similitudes y diferencias observadas en el registro arqueológico, así como en los procesos que provocan modificaciones en los sistemas socioculturales, es necesario valerse además de otro tipo de fuentes, las cuales pueden ser de índole etnográfica o histórica, todo esto ayudado por los datos climáticos, ecológicos, faunísticos, botánicos, entre otras (Alonso, 1982 :4; Funari, 2004). Una tendencia muy común en la que se cae a veces sin intención es la de estudiar y valorar los materiales extraídos de una excavación arqueológica, a través de un trabajo mecánicos-descriptivo, olvidando lo más importante: el hombre que los confeccionó (Bartra, 1964: 1). Brasil: el estudio de la resistencia

Las investigaciones arqueológicas de la esclavitud ha empezado muy tarde en Brasil, por diversos motivo, no menor de ellos por la poca atención dada a los subalternos en la sociedad e Historia del país. Mientras los estudios históricos y sociológicos tienen una larga tradición, en la Arqueología el tema empieza a finales del siglo XX, en el contexto de la renovación de la disciplina. La importación de modelos interpretativos de los Estados Unidos, en particular los que se refieren al dominio de modos de vida burgués, relegaron el estudio arqueológico de la esclavitud a posición secundaria. Los esclavos aparecen sin resistencia, como sometidos, humillados, bajo el control de una burguesía de tipo anglosajón. Esta Arqueología no reconoce el carácter esclavista, aristócrata, de la elite, ni la resistencia de los esclavos. Otros investigadores, al contrario, parten de las teorías sociales que reconocen contradicciones y que valorizan la especificidad de las relaciones patriarcales esclavistas. En este contexto, el desarrollo original de la Arqueología brasileña constituyó justamente el estudio de la resistencia en la forma de los cimarrones (cf. Orser y Funari, 2001).

Los Cimarrones fueron estudiados por científicos sociales, historiadores y así el cimarrón del siglo XVII de Palmares, fue pronto considerado el más importante por ser el más numeroso y el que por más tiempo ha perduró (sobre el tema, consultar Funari y Carvalho 2005). La mayoría de los habitantes del famoso cimarrón venían de África, en particular de áreas Bantu de Angola y Kongo. La Historia de la intervención portuguesa en África es larga, ya en 1491 una misión portuguesa llegaba a la corte del Rey Nzinga Kuwu, cabeza de una confederación de estados locales. El monarca llamado manikongo y muchos de sus compañeros se bautizaron cristianos. El Rey cristiano Afonso llegó al trono en 1506 pero los portugueses pronto, además de evangelizar, empezaron a esclavizar y en 1545 cuando murió el Rey, el tráfico había ya avivado la rivalidad entre los régulos locales interesados en el comercio, y la autoridad del manikongo que ya no era efectiva. La llegada de los Jagas orientales puso un fin al reino.

La esclavitud ha diezmado el pueblo y destruido la unidad del reino. Los intereses esclavistas portugueses mudaron hacia el sur, para Angola. Durante el siglo XVI, los esclavizadores buscaban esclavos en la costa meridional y, desde principios del siglo, un pequeño reino Ndongo aumentó su área y influencia ganando la independencia en 1556. En 1571 se tornó una colonia portuguesa. En los siglos siguientes Angola estuvo condenada a producir esclavos para las haciendas en el Brasil y otros sitios. El comercio Atlántico portugués, conseguía los esclavos principalmente en la costa angolana, al sur del Río Zaire, desde Luanda a partir de la década de 1570, y desde Benguela a partir de la década de 1610. La mayoría de las sociedades africanas esclavizaba los prisioneros de guerra, pero los vencedores raramente los mantenían como siervos pues la mayoría de ellos eran vendidos a los mercaderes. Es verdad que desde finales del siglo XVI los reyes angolanos retiraban beneficios substanciales de las aldeas por medio del uso del excedente producido por esclavos.

Una alianza formal entre los Imbangalas o Jagas y los portugueses fue establecida cerca de 1612. El estado Imbangala del Kulashingo, así como otros estados Imbangalas de los Mbundus, formaron pueblos mercenarios al margen de los portugueses en Angola. Estos estados eran gobernados por guerreros hábiles quienes capturaban campesinos locales para venderlos como esclavos, y quienes también quienes se unían a las expediciones portuguesas para luchar en el interior. Al sur del Río Kwanza, los guerreros del kilombo estaban en permanente conflicto con los europeos. El Kilombo era una sociedad guerrera de los Ovimbundus, con rituales de iniciación bien definidos y con una disciplina de tipo militar. La connotaciones mágicas asociadas a los gobernantes del kilombo, bien como sus habilidades militares, permitieron que estos grupos de guerreros Imbangalas dominasen los Mbundus, en los años siguientes del siglo XVII. Los guerreros del kilombo cambiaban los cautivos por mercancías europeas. El grado de interacción cultural entre africanos y portugueses puede ser avalado por el hecho que el nueva arte de la guerra desarrollado en Angola combinaba tácticas y estrategias europeas y africanas.

En el otro lado del Atlántico, los portugueses pronto desarrollaron haciendas de caña de azúcar en el Brasil. En la década de 1570, había ya más de cincuenta molinos o ingenios en la colonia, y en 1584 había ya unos quince mil esclavos africanos trabajaban en ellas. Los indios fueron también esclavizados, algunos autores consideran que los bandeirantes o conquistadores de San Pablo en el sur de la colonia portuguesa, esclavizaron unos 350.000 nativos entre los siglos XVI y XVII — el equivalente a un tercio del total de esclavos que entraron en la economía brasileña en estos dos siglos. Es pues probable que las haciendas combinaran esclavos africanos e indígenas con algún trabajador asalariado.

Los Cimarrones se establecieron en las áreas de la selva, a unos 75 Kilómetros al oeste de la costa, a principios del siglo XVI. Las primeras expediciones portuguesas a Palmares, en el 1612, ya demostraban la importancia de la república a principios de ese siglo. El Estado cimarrón continuó creciendo hasta la década de 1640, cuando los holandeses consideraron a Palmares como "un serio peligro". Lintz describe este Estado como formado por dos áreas principales: el pueblo capital, en la Serra da Barriga, y una aldea más pequeña, en la orilla izquierda del Río Gurumgumba. Bartholomeus Lintz, según Barleus (1974: 252),


"... vivió entre ellos y, después de quedarse con ellos, conoció sus lugares y sus modos de vida".


Esto parece indicar que blancos convivieron con el cimarrón y sin causar sospecha, pues Barleus se refiere a Lintz y sus "antiguos compañeros". Tal vez la persecución de minorías étnicas, judíos, musulmanes y otros, y la lucha en contra de las brujas, heréticos, ladrones y criminales, podrían explicar el hecho que al menos algunos blancos se decidieron a vivir en Palmares, y aparentemente, eran bien aceptados en el cimarrón. De hecho hay referencia explícitas a moros, indígenas y blancos en Palmares. Mulatos o personas de origen mestizo son también frecuentemente citadas en documentos de la época. Diferentes estudios modernos se refieren a Palmares como compuesto por africanos, indios, europeos y marginales en general.

En este contexto, Baro llevó adelante un ataque al reino en 1644 y se ha estimado en cien los muertos, capturando treinta y una personas de un total estimado de unas seis mil personas. El pueblo fue descripto como una aldea de media milla, con una defensa doble, con dos entradas y plantaciones alrededor. De los treinta y un cautivos, siete eran amerindios y algunos eran niños mestizos, sugiriendo que un veinte por ciento podrían ser considerados nativos.

Después que los holandeses dejaron Brasil, los portugueses llevaron adelante muchas expediciones para atacar Palmares entre 1654 y 1667. Desde 1670 las autoridades desarrollaron una lucha sistemática para destruir Palmares, con ataques casi anuales a los pueblos. Entre 1670 y 1687, el Estado fue dirigido por un Gran Señor, o Ganga Zumba, como era conocido. El título nganga, era usado en África para referirse a los doctores tradicionales, y a la vez, a los padres católicos. El dirigente vivía en el oppidum, considerada la capital llamada Macaco, fundada alrededor de 1642. Hoy día el lugar se llama Serra da Barriga, mientras los documentos del siglo XVII se refieren a Oiteiro da Barriga. El nombre Macaco podría estar relacionado con lenguas bantus, aunque fue interpretado por los portugueses como una referencia a monos (macaco, en portugués). Fue también conocido como Fuerte Real.

En 1667 una misión de reconocimiento a Palmares comandada por Zenóbio Accioly de Vasconcelos, poco después el gobernador de Pernambuco, intento impedir el establecimiento de lazos comerciales entre los habitantes de esa ciudad y los cimarrones. Dos años después, Antônio Bezerra atacó Palmares (1672), y posteriormente lo hizo otra expedición en 1673 conducida por Cristóvão Lins. El gobernador de Pernambuco Pedro de Almeida en 1674 enfatizaba, a su asunción en el cargo, que lucharía en contra Palmares. Al año siguiente una expedición organizada por Manoel Lopes localizo una gran área con un oppidum que contenía más de dos mil casas. El pueblo fue destruido, la mayoría de los habitantes consiguió huir y establecer una nueva aldea en la selva (per sylvas et nemoras). El sobrino del Rey Ganga Zumba, Zumbi, por primera vez aparece como comandante. Su nombre — Zumbi — se refiere a su probable rol espiritual en la comunidad, pues nzumbi se asocia en lenguas bantus a títulos sacerdotales y militares. No sabemos qué lengua se hablaba en Palmares, pero el caso de otras comunidades parece indicar que debían utilizar la estructura gramatical del portugués con palabras bantos.

Fernão Carrilho condujo una expedición en 1676, descubriendo una aldea fortificada en Subupira. Esta fue quemada y abandonada antes que consiguiera atacar a sus habitantes. En 1678 Carrilho consideraba que había destruido al cimarrón, al haber capturando dos hijos del Rey Ganga Zumba. Los portugueses y representantes de Palmares se reunieron en Recife y se arreglo un acuerdo de paz . Este resultado no fue aceptado por algunos de los dirigentes del cimarrón, el Rey fue muerto y su sobrino Zumbi fue proclamado Rey. Los quince años siguientes atestiguaron el periodo más violento de toda la historia del Estado rebelde. Entre 1679 y 1692, diferentes comandantes intentaron destruir Palmares con resultados débiles. Gonçalo Moreira (1679), André Dias (1680), Manoel Lopes (1682), Fernão Carrilho (1683) y João de Freitas Cunha (1684) fallaron en su tentativa de amenazar la independencia de Palmares.

Hacia esta época ya era claro que las fuerzas locales no conseguirían dominar a los rebeldes. La industria del azucar había entrado en un periodo de estancamiento y declinio, resultando en una baja en los precios para el azúcar, paralelamente a un aumento en el de los esclavos. Desde la década de1670 la industria del azúcar y la economía brasileña, por consecuencia, estaba en crisis. Los fracasos de los esfuerzos de las milicias locales para destruir Palmares enfatizaron la importancia de los bandeirantes en la manutención del orden colonial en el Brasil. El comentario de Antônio Vieira en 1648 que "sin Angola no hay negros", tendría que ser complementado por otro: sin bandeirantes no sería posible una esclavitud segura.

En 1685, Domingos Jorge Velho, un mercenario bandeirante, pidió una licencia para conquistar nativos en Pernambuco y dos años después las autoridades decidieron utilizarlo para atacar Palmares. Un acuerdo sobre el uso de los cautivos y de la tierra fue establecido entre el comandante y el gobernador para la destrucción del cimarrón. Como comandante de las expediciones, Domingos Jorge Velho reclamaba la propiedad del botín siguiendo las reglas del derecho romano aceptada ampliamente en aquellos períodos: iuste possidet, qui auctore praetore possidet ("es legal poseer algo obtenido por comando militar"). En febrero de 1694, después de 42 días de luchas Macaco fue destruida, doscientos cimarrones murieron y otros doscientos cayeron en precipicios, quinientos fueron capturados y vendidos fuera de la región. Muchos rebeldes, entre ellos Zumbi, consiguieron huir, pero el día 20 de noviembre de 1695 el Rey fue capturado y muerto, y su cabeza fue puesta para exhibición pública como un símbolo: los esclavos deben obedecer, no desafiar el sistema esclavista.

Los documentos históricos refieren a la existencia de casas, calles, estatuas (Jesús y diferentes santos católicos), depósitos y palacios. Cultivaban maíz, judías, patatas, caña de azúcar, plátanos. En 1671, Fernão Coutinho halló talleres, herrerías. También los habitantes de Palmares producían cerámica y madera.


"Una buena parte de la tecnología cimarrón debe haber sido desarrollada en las haciendas, bajo la esclavitud. Los indios convivían con los esclavos, como compañeros de sufrimientos, como campaneros de comercio, o de otras maneras. Tecnologías indígenas — desde la fabricación de cerámica hasta la pesca y la preparación de comidas — fueron tomadas y desarrolladas por los cimarrones" (Price, 1979: 12).


Es en este contexto que el estudio arqueológico de Palmares es una manera útil de obtener nuevas evidencias sobre la resistencia y la lucha por la libertad.

A pesar de que muchos estudios históricos fueron escritos sobre Palmares, trabajos arqueológicos no fueron llevado adelante hasta la década de 1990. Como resultado, la mayoría de los aspectos culturales y sociales de este Estado continúan desconocidos. La importancia de las influencias africanas, amerindias y europeas, en el interior de la comunidad son todavía materia de especulación. Desde una visión tradicional se considera que los fugitivos vivían


"... del mismo modo como lo hacían en Angola" (Boxer, 1973: 140).


Si los nativos, europeos y africanos vivían allí e interagían, como los documentos escritos indican, entonces esta era probablemente una sociedad multiétnica. La Arqueología Histórica es la mejor manera de estudiar Palmares, pues la cultura material puede ayudar a entender los aspectos desconocidos de la vida cultural y social del cimarrón.

En 1991, el Proyecto Arqueológico Palmares fue creado por Charles E. Orser, Jr. (Illinois State University) y Pedro Paulo Funari (Universidad Estadual de Campinas) con el objetivo de estudiar al cimarrón. El proyecto contó la participación de Michael Rowlands (University College London) y con fondos del National Science Foundation, National Geographic Society, Social Science Research Council, National Endowment for the Humanities, Ford Foundation, British Research Council y Illinois State University. Las investigaciones en los años de 1992 y 1993, codirigidas por Orser y Funari, fueron plasmadas en dos libros sobre el sitio (Orser, 1992; 1993). Además a partir del estudio del material los dos autores han publicado más de diez artículos y capítulos, en inglés, portugués y español (Orser & Funar, 1991; Funari, 1991; Funari, 1994; Funari, 1995; Funari, 1996a; Funari, 1996b; Orser, 1994; Orser, 1996).

El trabajo de campo ha estado centrado en la Serra da Barriga, una colina que hoy está en el Municipio de União dos Palmares, en el Estado de Alagoas. La colina tiene unos cuatro kilómetros de este a oeste, y unos quinientos metros de norte a sur, en la húmeda Selva de Alagoas. La estrategia de campo estuvo dirigida a colectar una muestra representativa del mayor número posible de sitios en la región. En 1992 y 1993 se recolectaron 2.488 artefactos de catorce sitios, siendo el 91% de cerámica simple, el 4,5% de cerámica trabajada, el 1,3% de materiales líticos, el 0,6% de vidrio, el 0,1% de objetos de metal y el 1,9% de otros materiales.

El estudio arqueológico de Palmares ha producido propuestas teóricas novedosas en el continente. Así, los estudios de lo social por la Arqueología Histórica de Palmares brindan nuevos datos y teorías para entender al cimarrón. Diferentes autores han propuesto interpretaciones para el funcionamiento y cambios de este Estado rebelde. Orser (1996: 41-55; 123-129) ha integrado la Arqueología de Palmares dentro de una perspectiva global, desarrollada en su libro sobre la Arqueología del Mundo moderno. Los habitantes de Palmares, en esta interpretación, habrían mantenido vínculos estrechos con las redes europeas, permutando bienes con los colonizadores. Por otra parte considerando los conflictos en el interior de la sociedad colonial, es una tentación no sugerir que al menos algunos colonos hayan podido desarrollar relaciones más cercanas con los cimarrones que con sus gobernantes, especialmente los grupos latifundistas de la costa. También como sugieren referencias en documentos, la persecución de judíos, musulmanes, heréticos, brujas y otros marginales, bien como la presencia de algunos de estos en Palmares, vuelve difícil estimar en forma certera los contactos entre los rebeldes y los colonos.

El interior de la colonia portuguesa estaba habitada por diferentes grupos étnicos, la mayoría de ellos hablantes de lenguas tupís, mientras que en las haciendas de la costa los propietarios mezclaban "negros de la tierra" (amerindios) y "negros de Guinea" (africanos). Considerando la presencia de cerámica de estilo amerindio en el sitio, las referencias en los documentos a nativos que mantenían buenas relaciones con los cimarrones y que vivían allí, y el hecho de que tres aldeas tuviesen nombres nativos (Arotirene, Tabocas, Supupira), es natural suponer que algunos grupos se aliasen a las fuerzas expedicionarias coloniales. Por el contrario otra parte de ellos podrían compartir con los rebeldes preocupaciones y acciones en contra del poder. Sin embargo, la mayoría de los habitantes que vivían allí eran de origen presumiblemente africano. El tráfico esclavista buscaba gente de Angola, muchos de ellos cautivos ya en África e integrados en redes sociales africanas, aunque la doble esclavización pueda haber llevado a vínculos muy genéricos con las tradiciones africanas. Un posible buen ejemplo es el kilombo, resultado de la intervención europea en África, pues Palmares fue también llamado de "quilombo".

El acercamiento mutualista propuesto por Orser intenta integrar la evidencia arqueológica a la documentación. Explica la importancia tanto de relaciones locales como globales, no considerando la existencia de una "cultura" específica, pero sí enfatizando las conexiones entre las comunidades del mundo moderno de manera que africanos, nativos y europeos no pueden ser separados. Palmares solo puede ser entendido desde este punto de vista en el contexto del colonialismo global, del capitalismo, eurocentrismo y modernidad. Cada uno de ellos central en Arqueología Histórica en general, y para el estudio de Palmares en particular (Orser, 1996: 55).

Rowlands (1999) va más adelante y sugiere que el sitio estaba ya ocupado por nativos con los cuales los primeros cimarrones encontraron refugio, y que arqueológicamente la evidencia no indica ni una sociedad multiétnica de fusión y asimilación, ni una de diferencia étnica. Existe pues la posibilidad de una estructura más pluralista, con relativamente poca diferenciación en la cultura material de la mayor parte del sitio, pero con una creciente distinción de la élite en áreas específicas del pueblo. Palmares no era un sitio de refugio pero sí debía su crecimiento, supervivencia y destrucción final al rol que jugaba en el comercio entre la costa y el interior. Los intereses mercantiles y Palmares se oponían a las pretensiones de dominio social de la nobleza y de los latifundistas que al final, triunfaron gracias a la fuerza de los grupos precapitalistas, tanto en Portugal como en la colonia. Además, el ideal de la mezcla racial que sería dominante a partir de finales del siglo XVII, ya que era más barato reproducir los esclavos localmente, fue un resultado de la destrucción de una tendencia hacia el pluralismo durante el principio de la Historia del Brasil.

Como sugiere el cuadro interpretativo de Rowlands, Palmares puede ser visto, enfatizando la continuidad más que el cambio, pues el colonialismo y el eurocentrismo son prácticas cuyos orígenes pueden ser remontados al mundo romano. Además, la sociedad colonial — especialmente en el mundo ibérico —, estaba recreando instituciones y cosmovisiones feudales como los consejos municipales, el culto a la Virgen, la estructura social medieval, la presencia de la Iglesia, las reglas de control administrativo y comercial y el escolasticismo, entre otros. La sociedad de Palmares no estaba solo enredada con otros grupos contemporáneos, como los colonos, los amerindios o los africanos, también lo estaba con el pasado. No podemos entender porque aparecen musulmanes citados en los documentos que se refieren a Palmares si no comprendemos el espíritu de cruzada católica de las autoridades coloniales, quienes perseguían a los infieles tal como definidos en el pensamiento medieval. Lo mismo se aplica a otras continuidades, como el uso de títulos africanos como nganga y nzumbi para referirse a los caudillos rebeldes. Estos "reyes", como están descritos en los documentos europeos, eran considerados gobernantes sagrados de acuerdo con las tradiciones religiosas africanas. Es verdad, como vimos que nganga era en África, la traducción de "cura católico", pero era el padre de la Iglesia quién era reinterpretado dentro de un cuadro interpretativo africano. Así que el catolicismo, conocido tanto en África como en Palmares, estaba inserto en una Weltanschauung africana. Los amerindios, cuya cerámica y topónimos eran comunes en Palmares, establecían continuidades con la humanización del paisaje en el interior del nordeste, ya que ollas, colinas, ríos y otros contextos ambientales eran interpretados en sus propias tradiciones indígenas.

La Arqueología de lo social, en el caso de Palmares, demuestra que la búsqueda de una identidad específica de Palmares cuestiona los acercamientos normativos y estructuralistas que no consideran que las prácticas sociales son estructuradas por diseños culturales de significado. Tales orientaciones estructurales son dialécticas, pues tanto estructuran como son estructuradas por prácticas sociales. Aspectos aislados, como nombres africanos y topónimos amerindios, no pueden explicar la identidad de Palmares, pues su comunidad era al mismo tiempo el resultado de contactos y contextos contemporáneos, y de diferentes tradiciones. Además, el estudio de vestigios arqueológicos considerados como "patrimonio nacional", y parte del moderno discurso de la sociedad brasileña sobre su historia e identidad, deben centrarse en la relación entre las interpretaciones académicas y sociales. La Historia de la ciencia arqueológica, en este contexto, es esencial para la interpretación crítica de la construcción del discurso sobre esta, como de cualquiera otro tema arqueológico. La deconstrucción de las narrativas dominantes es no menos importante para la comprensión de las implicaciones de nuestros propios cuadros conceptuales.


La Arqueología de la esclavitud en Cuba

Dadas las características que se han plasmado en el estudio de las fuentes arqueológicas, es bueno anotar que las investigaciones efectuadas en Cuba acerca del proceso de la esclavitud, son de un valor incuestionable, por tal razón pasaremos a analizar el segundo objetivo de este trabajo: como las fuentes arqueológicas investigadas han contribuido al estudio general de la esclavitud en el país del Caribe. Los españoles llegaron a esas tierras con el solo afán de lucro, de sustraer la mayor cantidad de riquezas para regresar llenos de gloria a España, pero siempre con los bolsillos llenos. Para lograr esto, necesitaban aumentar cada vez más sus posibilidades de extracción de recursos, tanto de las tierras otorgadas como de los hombres que por una casualidad histórica les fueron encomendados (Saco, 1982:38).

Para poder llevar a efecto todo lo que pretendían, confeccionaron leyes arbitrarias, se repartieron el mundo americano y hasta dudaron de la condición de seres racionales de todos aquellos que encontraron en estas tierras. Casi al mismo tiempo del descubrimiento de América se hicieron otros en el continente africano; los europeos se permitieron formas similares de tratamiento a los habitantes de ambas tierras, puestos que estos poseían un nivel socioeconómico similar, de aquí que el sistema de esclavitud implantado resultó tan parecido. Así comenzó la explotación del nuevo mundo.

Cuando los brazos, para ellos débiles, de esta masa indígena, no les sirvió más a sus intereses, y en ese momento había comenzado la disputa sobre la posible legalidad de estos actos de atropello con loas indígenas, comienza el desmedido trasiego en la costa africana con la captura y compra de hombre negros, a los cuales se les introducía en cantidades considerables en las tierras de América, actividad que alcanza su apogeo en Cuba a finales del siglo XVIII y los dos primeros tercios del siglo XIX.

Existen fuentes documentales que datan del inicio de la colonización, en el siglo XVI, que acreditan la llegada de negros esclavos al caribe (Franco, 1968: 98) y en especial a Cuba. La misma desgracia une en un comienzo al indio y al negro, por esta razón los primeros cimarrones y los iniciales palenques no fueron de negros sino de indios (Ortiz, 1975: 79). Ellos enseñaron a los negros la forma de salir al monte y buscar la libertad,


"... la fuga era el ideal del esclavo, porque significaba la libertad temporal cuando menos" (Franco, 1968: 91).


Así se observa que algunas palabras en el léxico de la época como por ejemplo, "asiento", era usada para determinar la estancia de un grupo de hombres en un lugar preestablecido, se usaba indistintamente para indios y negros, al igual que "cimarrón" y "palenque" (Ortiz, 1975: 80). Aún en la literatura arqueológica actual, se le dice asiento a un sitio aborigen (Tabío y Rey, 1978).

Sobre la base de todo lo apuntado anteriormente, estudiamos el indudable valor y la utilidad de la fuente arqueológica, la cual permite un aporte transformado e inapreciable información, como, por ejemplo el patrón habitacional de los esclavos a través de las diferentes épocas, sus rituales funerarios en el siglo XIX y los diferentes objetos personales que diariamente acostumbraban a tener consigo y los que usaban en el momento de la muerte.

Cuando el colonizador español logró establecerse en el nuevo mundo, es decir cuando su emplazamiento urbano se hizo permanente y no tuvo que utilizar el caserío indígena para subsistir en el medio, pudo utilizar mejor la fuerza esclava que tenía en los indios. Utiliza primero la Encomienda, la cual le da resultados satisfactorios por algún tiempo, pero más tarde concentra a los indios en poblados a los que llama Experiencias Indias, que después al pasar el tiempo los convertirá en Pueblos de Indios, algunos de los cuales han devenido poblaciones, como son Jiguaní en la actual Provincia Gramma, el Caney en la provincia de Santiago de Cuba y Guanabacoa en la provincia de C. Habana, entre otros. En la provincia de Holguín existe un sitio arqueológico, el Yayal, del cual quedan solo los restos de su capa antropogénica y que fue en su tiempo una de estas concentraciones indígenas a partir de un gran sitio habitacional prehispánico (Domínguez, 1984). De este sitio se han realizado una serie de estudios considerándose actualmente como una posible área de reducción de diferentes grupos aborígenes de la región de Banes, ya muy entrada la etapa colonizadora. Del Yayal solo se ha podido investigar a partir de métodos arqueológicos debido a que los documentos son muy limitados.

El patrón habitacional del Yayal es muy parecido al utilizado por los aborígenes agroalfareros de Cuba, esto se ha podido determinar a partir de investigaciones de campo hechas en el lugar (Domínguez, 1983: 187-250). Su verdadera razón de ser fue la concentración indígena que los colonizadores españoles empleaban dentro de la hacienda de Francisco García de Holguín y que posiblemente traían de las densamente pobladas áreas de Banes, adonde era difícil el acceso de los españoles, sin recibir la hostilidad de sus moradores autóctonos.

En las múltiples excavaciones del lugar, se han exhumado una serie de objetos que fueron parte de la vida cotidiana de sus habitantes, tanto indios como españoles, donde podemos observar la simbiosis que debió originarse al convivir estas dos culturas. Ejemplo de ello tenemos como herramientas de trabajo, un hacha petaloide al estilo Arauco pero confeccionada en hierro martillado, vasijas de barro cocido hechas a partir de la técnica del enrollado, técnica aborigen, pero con formas medievales europeas, adornos colgantes realizados en fragmentos de mayólica del siglo XVI, policromada, cuentas de barro imitando las de cristal, entre otros materiales (Domínguez, 1984: 84).

En su gran mayoría, los negros esclavos de origen africano que llegaron desde los primeros momentos del siglo XVI, se ubicaron en la servidumbre, pernoctando con sus amos en las casas de vivienda urbana o rurales, tal vez en áreas aledañas a estas; aunque no hay referencia, es lógico pensar que pudieron convivir también en los caseríos indígenas de la época, ya que posteriormente utilizaron el mismo sistema de emplazamiento en su patrón habitacional. En años posteriores, a medida que va aumentando la población negra, surgen otras formas de alojamiento, como es el llamado conuco, que no era otra cosa que una pequeña parcela que se le proporcionaba al esclavo dentro de la propiedad rural, donde emplazaba su bohío, podía tener siembra de autoconsumo y algunos animales, por lo que se autoabastecía. Estos conucos formaban a veces caseríos los que interesantemente toman como ya dijimos similitudes con los emplazamientos de la población originaria. La casa del negro esclavo toma el nombre de bohío y el área central de concentración batey (Zayas, 1914: 14).

A finales del siglo XVIII, con el auge azucarero, se cambian algunos rudimentos del hábitat del negro esclavo, sobre todo en la vivienda. Al consultar la obra El Ingenio de Moreno Fraginals (Moreno Fraginals, 1978: 69) estamos de acuerdo en que hay tres etapas en el patrón habitacional de los negros esclavos en esta época, así se refleja en el trabajo arqueológico, tanto en las haciendas cafetaleras como en las azucareras. Primeramente el amo ubicaba al esclavo con sus respectivos conucos en un área determinada de la finca y estos se situaban al arbitrio, generalmente dejando plazas en el centro de un grupo de viviendas, el sistema de vigilancia era efectivo entonces, porque la zona a cuidar y el número de hombres era exiguo, esto se puede observar en la reconstrucción del cafetal "La Isabelica" construido en la Gran Piedra, Santiago de Cuba (Boytel Jambú, 1962: 25).

Con el esplendor azucarero de finales del XVIII y del XIX, podemos considerar otro momento diferente en el asentamiento de los esclavos en las haciendas: la dotación que ha aumentado y aumenta considerablemente, necesita mas vigilancia, por esta razón la distribución de las viviendas se realiza de otra forma, ya que en este momento se dan orientaciones en el trazado de la planta de la fábrica de azúcar, de aquí que ahora los bohíos de los esclavos se emplacen en forma de U, o sea en dos líneas paralelas, con una plaza rectangular delantera y cerrada con el bohío mayor en uno de los extremos, y desde el cual se controlaba la "negrada", forma despectiva con que se expresaban de los esclavos.

A partir de 1830 cambia otra vez el status de los esclavos, se implanta el barracón cerrado o barracón de patio, realizado de cal y canto (Moreno Fraginals, 1978: 74) el cual se erigía de forma cuadrangular, con un patio central y cuarterías dispuestas a su alrededor, a los cuales también se les llamaba bohíos. En este tipo de barracón se optimiza la posibilidad de vigilancia ya que la huida de la dotación se hacía cada día más frecuente. "El barracón fue el máximo símbolo de la barbarie esclavista" (Moreno Fraginals, 1978: 71), era un baluarte de piedra de piedra que se convirtió en una verdadera cárcel.

Debemos aclarar que es solamente en el occidente de la Isla donde realmente se empleará esta construcción que hoy día, todavía en algunos casos, quedan en pie como vivos ejemplos de un pasado oprobioso. Podemos citar muestras de estos inmuebles que se han conservado hasta nuestros días: en el poblado de Juraguá, provincia de Cienfuegos, se conserva un barracón de patio tan bien conservado que estaba habitado conservando su facha y la estructura cuadrangular casi intacta, con la característica de poseer en pie todavía el segundo piso delantero de madera y que servía de vivienda al contramayoral.

Otro ejemplo, también muy bien conservado es el barracón de patio del ingenio Taoro, en la provincia de Ciudad de la Habana, el cual ha sido objeto de varias etapas de excavaciones arqueológicas entre los años 1968 al 1970. El sitio arqueológico Taoro se encuentra enclavado en el camino que va desde la playa de Santa Fé hasta el poblado de Cangrejeras y es parte de la Agrupación Ganadera del Oeste (Plan Niña Bonita). Es un sitio multicomponente donde encontramos ruinas de una antigua fábrica de azúcar, la cual debió ser en su tiempo de considerables proporciones, con casa de máquinas, almacenes, la torre, aljibes y un cementerio. Actualmente quedan en pie pocos elementos ya que le ha pasado una carretera por el medio pero quedan en pie el campanario y el barracón. Del trabajo arqueológico realizado en este barracón se pueden referenciar algunos aspectos que han permitido el afianzamiento del conocimiento de este inmueble, como por ejemplo se logró enmarcar la zapata para reconstruir su verdadero perímetro de construcción y se llevaron a efecto algunas calas de prueba con el objetivo de lograr la mayor información del modo de vida en el mismo. Se procedió también a buscar los emplazamientos de almacenes, enfermería y la carpintería, En el proceso de destape arqueológico se pudo comprobar que habían sido destruidos inicialmente por un intenso fuego, debido a que en las excavaciones se observa, a unos 0.20 m de la superficie actual, la presencia en los sedimentos de un activo fuego así como el hallazgo de piezas quemadas, sobre todo botellas de vidrio fundidas por el calor.

A partir de estas labores arqueológicas se exhumaron casquillos de balas, pomos de farmacia, diferentes tipos de botellas contenedoras de vinos y otros líquidos y cazuelas de barro rojo posiblemente utilizadas para cocinar y baldes de metal, entre otras cosas. Es una característica del siglo XIX, al modernizarse la planta de los Ingenios de azúcar en el occidente del país, que se cambia en algo el formato de barracón de patio, manteniéndose su distribución, pero el material constructivo es en cal y canto, en el caso del Ingenio Taoro, que entra de lleno en estos cambios, el barracón es construido de estos materiales, utilizando la piedra de las canteras cercanas a los pueblos de la Playa santa Fé y Cojímar.

En este momento concurrían varias disposiciones que exigían dimensiones y características determinadas en la ejecución de estos edificios. El tamaño del alojamiento interior del esclavo, según lo dictamina el Reglamento para esclavos (Pérez de la Riva, 1975: 26) promulgado en 1842 indica que debía tener proporciones muy definidas. En el Vademécum de los hacendados cubanos (Pérez de la Riva, 1975: 22), se exponen también reglas e indicaciones muy precisas para la fabricación de este tipo de vivienda, sobre todo se emiten criterios muy oportunos sobre la protección de la propiedad que estos inmuebles contenían, o sea, la vigilancia de los negros de la dotación que se encontraba en su interior.

Una de estas precauciones sugeridas en el documento, era la concerniente a las puertas y su ubicación en el edificio, sobre todo la puerta principal, que se sugiere sea única; sin embargo, el barracón del Ingenio Taoro, no se ciñe a dichos consejos, ya que poseía dos puertas principales y delanteras, una para la entrada de los esclavos donde tenía instalado el torniquete contador y la otra para el trasiego de carros y el personal adjunto que convivía en el lugar, como eran el contramayoral custodio de los esclavos, los chinos, los trabajadores de la cocina, entre otros.

De acuerdo con la investigación de Pérez de la Riva (1948: 136) los barracones construidos en los ingenios del oriente de Cuba pueden haber sido únicos en su especie, ya que no hay similares en el resto del Caribe, Venezuela ni Estados Unidos de Norteamérica, y que constituían un conjunto de chozas o pequeñas viviendas, donde pernotaban los esclavos, a la usanza inicial. Algo similar, pero no igual fue la senzala brasilera, edificación para esclavos, que nunca llegó a tener las proporciones del barracón cubano.

El costo de estas construcciones alcanzaba a veces hasta 20,000 pesos oro, sobre todo las que poseían grandes proporciones y patio interior. Es bueno aclarar que no todos los ingenios tenían barracón, aún en el occidente de País, donde siempre fueron más comunes. Estos edificios para la estancia de los esclavos adquiridos solían tener entre 60 y 100 cuartos o divisiones interiores; su aspecto exterior era uniforme y parejo como una gran caja, de paredes lisas y estucadas del color de la cal, o sea amarillento y por lo general, con un segundo piso en su fachada, generalmente de madera para la vivienda del contramayoral. Al parecer Taoro no tuvo este segundo piso, pues en sus ruinas actuales no podemos detectar estos elementos para acreditarlo. En el barracón de Juragua, todavía se observa esta segunda planta de madera.

El barracón de esta casa de azúcar tenía alrededor de 60 habitaciones, esto se ha podido inferir del trabajo arqueológico realizado en las ruinas existentes; estas habitaciones llamadas bohíos. Servían de vivienda para los negros y su tamaño aproximado era de 2 m por 3 m. Tenía una letrina interior situada en el lado suroeste de aproximadamente 4 m por 5 m, quedando fuera de la línea de construcción de los cuartos/ Al noreste estaba el aljibe — muy escasa su presencia en edificaciones de otros barracones — con una capacidad aproximada de 14,000 galones de agua potable y se llenaba a partir de la recogida de agua de los cobertizos interiores y el sistema de canales de toma de agua lluvia.

Los pisos del barracón de Taoro, en la parte de los cubículos o bohíos eran de caliche apisonado, así como también el de los patios y otros recintos interiores. La ventilación era muy pobre, los cuartos tenían pequeñas puertas y ventanas que daban para el interior del patio, pero para el exterior nada; en el caso de este Ingenio se puede comprobar todavía la presencia de orificios o airantes hechos con fragmento de atanores o tubos de cerámica, colocados tanto en las posiciones delanteras como también en la letrina.

En el centro del patio interior generalmente se encontraba la cocina con una especie de cobertizo, bajo el cual tomaba los alimentos la dotación que vivía en él. La techumbre del Ingenio Taoro, era de una sola agua, tapizada con tejas criollas producidas por el tejar Zarate, el cual pertenecía a los mismos dueños del[ Ingenio; estas tejas están marcadas con una Z en la parte inferior de la paleta. Las puntas de los muros eran aproximadamente de 4.5 m en la parte más alta y de 4 m en la inferior, confeccionados de cantería cortada en bloques de aproximadamente 0.50 m por 0.70 m. Se calcula que en este barracón habitaban unos 300 seres humanos de los cuales la documentación plantea que 224 eran negros esclavos y a los que se le debe agregar los chinos o culíes que trabajaban, el contramayoral, el personal de la cocina, la cebadora o mujer que cuidaba a los criollitos, o sea los hijos de los esclavos.

El trabajo arqueológico efectuado en el lugar se realizó en diferentes etapas, realizándose inicialmente una exploración exhaustiva y la delimitación de los espacios a partir de la zapata. Se efectuaron posteriormente pozos de prueba así como excavaciones de áreas específicas del inmueble. De estas excavaciones controladas estratigráficamente fue exhumada una cantidad apreciable de objetos pertenecientes a la vida cotidiana de los moradores de este barracón. Entre los cuales podemos señalar pipas de fumar del siglo XIX, cuentas de collares, botones de hueso de dos y cuatro orificios, amuletos colgantes, ollas de cocina, cerámica o loza industrial del siglo XIX posiblemente europea, cristal, botellas de vidrio, entre otros materiales.

Generalmente anexada a este conglomerado industrial azucarero de nuevo tipo, estaba la última morada de su principal trabajador: el cementerio de esclavos. El esclavista, a fin de cuentas no quería tener cargos de conciencia y le daba "cristiana sepultura" a quienes había avasallado en vida. El dueño del Ingenio Taoro, en este momento no se quedó atrás y a unos 550 m al este de la Torre del campanario, encontramos un pequeño cementerio de unos 100 m2 con muros de contención de 1.20 m de alto y 0.45 m de ancho, realizados en mampostería y con la siempre clásica "piña de ratón" a sus alrededores, arbusto que le servía para proteger el lugar de las incursiones de animales. Esta ínfima parcela contenía también hacinados, al igual que en barracón, los restos de aquellos que por la fuerza habían traído de tierras africanas.

En 1970, por vez primera en Cuba, y posiblemente en el Caribe, se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas sistemáticas y controladas en un cementerio de esclavos, las cuales formaron parte de un conjunto de trabajos realizados por la Academia de Ciencias en el Ingenio Taoro. Antes de iniciar estas excavaciones y de acuerdo con la estrategia a seguir en la investigación se tuvo como objetivo detectar inicialmente la forma de enterramiento o sea como estaban enterrados los esclavos en esta área enmarcada. En dependencia de esto, se trazó una primera trinchera en dirección norte-sur, desde una pared a otra, la que a los pocos metros de corte permitió detectar algunas tumbas y en el centro de cuadrados utilizado para cementerio un osario central.

Este osario era de forma circular con un metro aproximado de radio, construido en piedra y argamasa. Se tomó la decisión de exponerlo en su totalidad. Exhumándose del mismo una cantidad bastante grande hueso, los mismos no fueron cuantificados por que el deterioro era muy ostensible, al extremo a veces de no poder dilucidar que tipo de hueso era. En este mismo osario si aparecieron unas cuantas docenas de dientes humanos, entre los cuales se encontraron varios limados en forma cónica, los clásicos dientes mellados, y que fueron objeto de estudio posteriores en la Universidad de La Habana (Rivero de la Calle, 1974: 104). De todos es conocido que estos dientes mellados son una usanza clásica del Africa subsahariana.

En el extremo de esta larga trinchera, que alcanzo 3 m de largo por 1 m de ancho, se cortaron dos trincheras mas hacia el este, las cuales dieron una visión de la forma de enterramiento, debido a que se encontraron alrededor de unos diez esqueletos que no guardaban relación ni ordenamiento; con esto se pudo demostrar la arbitrariedad que primaba en el lugar al efectuarse el sepelio, ya que colocaban el cadáver en un hueco sin orden alguno, o sea, lo mismo enterraban a una persona en un espacio que al tiempo después colocaban otra encima o en parte del nicho anterior ocupado por otra osamenta; la profundidad de los entierros oscilaba entre 0.20 m y 0.65 m, prácticamente a flor de tierra, contando que el área no había sido removida posteriormente.

Se pudo constatar que la gran mayoría de los entierros habían sido sin cajas, posiblemente envueltos en sus propias mantas. En muchos casos se les mantenía la ropa o esquifacción, ropa propia de los esclavos, lo que sabemos por encontrar botones a la altura de medio pecho, como los dibujos de la época lo muestran. También en algunos casos hemos encontrado que en el momento del entierro los esclavos mantenían sus abalorio y atributos religiosos.

Se verifico arqueológicamente, que en seis de los entierros exhumados en la trinchera 2 y 3 hubo presencia de botones de hueso de dos orificios, que pertenecían a la camisa y pantalón del esclavo, así como también colgantes hechos con colmillo de perro, diferentes tipos de cuentas, de madera en color blanco y negras de cristal afacetadas, monedas perforadas, entre otros. Uno de los resultados fue acreditar que la casi totalidad de entierros eran africanos, en un solo caso se encontró en la trinchera 2 un asiático.

Otra variante en el habitad esclavo, que se puede estudiar a partir de las fuentes arqueológicas, son los palenques o sea los lugares de asentamiento de los esclavos huidos Cuando el negro africano huía de los lugares donde estaba encarcelado, su único objetivo era "coger monte" — era la única posibilidad que tenía de volver a la libertas y de esta manera se volvía cimarrón, viviendo entonces la odisea de la huida en lugares intrincados donde el rancheador y sus perros no pudieran encontrarlos.

Esta nueva morada del esclavo cimarrón ha sido muy trabajada por el investigador Gabino la Rosa, en el oriente de Cuba (La Rosa, 1984: 84-85), y por Enrique Alonso en la Sierra de los Órganos, en el occidente de Cuba (com. personal) Ambos investigadores han encontrado cuevas con evidencias de cimarrones, en especial en el occidente se han hallado algunas evidencias como pipas rudimentarias con decoraciones muy similares a la realizada en la cerámica africana; un peine de madera trabajado mediante la talla, calderos de metal, ollas de barro burdo y abalorios rituales de diferentes formas, objetos que sin lugar a dudas acompañaron la precaria vida del esclavo prófugo.

Cuando los cimarrones se unían y se establecían en el monte, se formaban los llamados palenques, la documentación nos plantea la existencia de una considerable cantidad de palenques repartidos por diferentes del país, aunque se ha trabajado y se ha escrito sobre este aspecto nos queda pendiente el trabajo arqueológico exhaustivo para contribuir el estudio de su patrón habitacional.


Conclusiones

Las posibilidades que brindan las fuentes arqueológicas para la reconstrucción histórica en el estudio de la esclavitud en Cuba y Brasil, la investigación de esta problemática etapa de nuestro pasado, está muchas veces limitada en algunos aspectos de la documentación escrita, sobre todo en lo que corresponde al modo de vida y a la vida cotidiana de los esclavos de plantación. La arqueología nos brinda una luz sobre la vida cotidiana del esclavo y muy en especial su patrón habitacional tanto en los primeros momentos de la colonización como hasta el apogeo esclavista del siglo XIX, muy en especial con los barracones y los cementerios. La Arqueología permite verificar comprobar como los esclavos, africanos, aborígenes y mestizos, no sufrían una dominación que los humillaba. Al contrario, resistían y al cabo de un proceso de transculturación cambiaban la sociedad como un todo. También la información acopiada y el estudio de sus objetos de uso personal, en algunos casos asociados a sus creencias, es también un elemento valioso de mucha actualidad, que atestigua la diversidad cultural de nuestros pueblos, en el pasado y presente. Diversidad que los modelos interpretativos importados, que a todo consideran 'modo de vista burgués', de manera normativa y homogeneizadora, no pueden dar cuenta. Las investigaciones arqueológicas cubanas y brasileñas de la esclavitud muestran como la diversidad y las luchas sociales no pueden ser ignoradas.


Agradecimientos

Mencionamos, en primer lugar, el apoyo institucional de FAPESP, que patrocina esta investigación conjunta, al Núcleo de Estudos Estratégicos (NEE/UNICAMP), a los colegas del sitio www.historiaehistoria.com.br, miembros del Grupo de Pesquisa "Arqueología Histórica" del CNPq. Mencionamos, además, los colegas, Aline Vieira de Carvalho, Gabino La Rosa, Charles Orser, Michael Rowlands. La responsabilidad por ideas son solo de los autores.





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  • Lourdes Domínguez
    Oficina del Historiador de La Habana, Academia de Ciencias de Cuba

  • Pedro Paulo A. Funari
    Coordinador del Núcleo de Estudos Estratégicos, UNICAMP, Brasil, Profesor catedrático





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(16 de enero del 2008)


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