Cuba

Una identità in movimento


Haití: La primera República antillana y caribeña

Lohania Aruca Alonso


Una coincidencia histórica conocida es la del triunfo de la Revolución Cubana justo en el mismo día en que se cumplía el 155º aniversario de la fundación de la República de Haití, el 1º de enero de 1959. La profundidad, conmoción y resonancia de ambos hechos en la historia universal, a pesar de la diferencia temporal entre ellos, indica su grandeza y la trascendencia humana de los mismos. Si bien Cuba tiene que enfrentar una fuerza poderosísima y agresiva, el imperio de los Estados Unidos de América, los haitianos, en los inicios del siglo XIX, crearon su República después de la derrota, nada menos que del selecto ejército enviado por el Imperio napoleónico, que invadió su territorio con el único fin de restaurar la esclavitud, masacró a buena parte de su pueblo, e intentó liquidar a la dirección militar y política de aquella revolución.

Aquella fue una lección de lucha anticolonialista y antiesclavista sin par. El mito de la inferioridad de la raza negra fue derribado de una vez por el fantasma indoblegable del general Toussaint Louverture (François-Dominique Toussaint, 1743-1803), traicionado y muerto ya en una cárcel francesa. Hay que volver una y otra vez sobre estas páginas heroicas de nuestra historia antillana y caribeña, porque en la actualidad aún hay mucho que meditar alrededor de ella. No se debe ignorar el papel directriz de la Historia en el seno de las Ciencias Sociales, y particularmente en relación con la política.

Los efectos de la revolución antiesclavista de Saint Domingue (1791-1804) y de su éxito final, patentizado por el nacimiento de la primera república negra, enclavada significativamente en el Nuevo mundo, fue consecuencia del cruento desarrollo de una batalla de ideas que entonces se libraba entre el feudalismo decadente y el capitalismo, prácticamente en los comienzos de su fase industrial. Emergían nuevas clases económico-sociales en la civilización europeo occidental, ellas estaban dotadas de un enorme poder intelectual, legado de la Ilustración: en desarrollo pujante las ideas liberales de la burguesía (estas se concretan en dos revoluciones burguesas, la de las 13 colonias inglesas, y de Francia); todavía en potencia, el rechazo al capitalismo y la crítica revolucionaria a la sociedad burguesa del ochocientos por una parte de la intelectualidad identificada con las tesis humanistas más avanzadas del socialismo, y la resistencia del proletariado industrial, cuyo crecimiento numérico era desbordante por la vía de la ruina y el empobrecimiento de la sociedad agraria feudal.

La metrópoli española veía los acontecimientos que ocurrían en Europa occidental, y América, desde una posición conservadora. Había cedido a Francia la parte oriental de La Española, Santo Domingo español, en 1795, mediante la Paz de Basilea. Aparentemente, se retiraba del territorio colonial dominicano, cuya parte occidental francesa estaba en manos de un general negro, ex esclavo, Louverture. Sin embargo, Manuel Godoy, duque de la Paz (había sido elevado a este rango por la negociación de la Paz de Basilea con Napoleón) y secretario de Estado de Carlos IV, no dejaba de sopesar el peligro que tenía el territorio insurreccionado para la isla de Cuba, una colonia plenamente revalorizada a partir de la devolución de La Habana a España por los ingleses en 1763.

El occidente de la Isla, cuyo centro era a fines del siglo XVIII el puerto de La Habana y el hinterland habanero, se encontraba en el punto de la arrancada de su fase de plantación azucarera esclavista intensiva y fungía como abastecedora del mercado internacional, en el lugar recientemente abandonado por el Santo Domingo revolucionario. Desde Santiago de Cuba y La Habana se informaba paso a paso, detalladamente, qué estaba ocurriendo en La Española.

La historiografía cubana tiene el gran privilegio de contar con un investigador de talla excepcional, José Luciano Franco Ferrans (La Habana, 1891-1989), y una obra de igual valor documental, Política continental de España en Cuba, 1812-1830 ( primera edición dada a la luz en La Habana, Archivo Nacional, Publicaciones del Archivo Nacional, 1946), que ganó el "Premio municipal histórico" en 1947, y fue reeditada, por partes, después de 1959, por la Academia de Ciencias de Cuba: La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de México, 1, 1964; Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe, 2 1965; Historia de la Revolución de Haití, 3, 1966.

Este último volumen contiene posiblemente todos los documentos sobre la revolución haitiana que el autor pudo consultar en el Archivo Nacional. En esa obra puede constatarse la extrema vigilancia y las políticas especialmente observadas por el gobierno colonial en la isla de Cuba, para impedir cualquier expansión o información, no aprobada por la censura oficial, acerca de los hechos que estaban teniendo lugar en la vecina tierra dominicana. Personajes principales de esa historia fueron, además del capitán general de la Isla y el teniente general de Santiago de Cuba, los habaneros Francisco de Arango y Parreño y Joaquín de Santa Cruz de Cárdenas Vélez de Guevara, subinspector general del Ejército colonial en la isla de Cuba, Director de la Real Comisión de Guantánamo (1797-1802) y miembro de la nobleza criolla titulada como primer conde de Santa Cruz de Mopox y tercero de San Juan de Jaruco.

La Real Comisión de Guantánamo había recibido en agosto de 1796, el encargo de explorar y proponer la fortificación de la bahía de Guantánamo, estudiar el potencial de tierras realengas que podía rescatarse para reubicar y asentar a las familias provenientes de la parte ex española de Santo Domingo, y realizar un proyecto de comunicación, mediante un canal acuático, desde Güines, al sur de La Habana, hasta esta misma ciudad, con vistas al abastecimiento de madera del Real Astillero de La Habana. En verdad, sus trabajos rebasaron estos objetivos iniciales y se dirigieron principalmente a la reorganización militar de la Isla, bajo nuevos criterios defensivos inducidos por la amenaza de la explosiva situación antillana, y al estudio de las bahías que podrían habilitarse en breve como puertos comerciales para la exportación del azúcar cubano hacia el mercado atlántico, especialmente hacia los centros urbanos del este de los Estados Unidos.

Según informaba en 1798, al Secretario de Estado Francisco Saavedra, el Conde de Mopox, quien firmaba de este modo al final del documento que cito:[1]

    La insurrección de los negros en la isla de Santo Domingo y la devastación de aquella rica colonia (...) fue una consecuencia forzosa de la revolución de su metrópoli. La idea de la libertad continuamente en la boca de sus dueños, su mala entendida independencia y su indiscreción en sostener estos empeños a la vista de sus siervos no podían producir otros efectos.

Más adelante, en el mismo informe, planteaba su evaluación de la situación, tal y como se percibía desde La Habana, por la oligarquía local y el gobierno colonial a los que pertenecía este militar de rancio origen habanero:

    Los negros levantados de la parte francesa de Santo Domingo se contem(pla)ron al principio de la revolución como unos ene(mi)gos despreciables sin constancia, valor, ni disposición en sus ofensas: y así era muy frecuente que pocos blancos bien establecidos deshacían sin resistencia sus encoambres: pero después de ocho años de familiarizarse con las armas (en) continuas acciones entre sí, ingleses y españoles (,) han adquirido conocimientos militares, aunque no los constituyen en la reputa(ción) de tropas bien disciplinadas , tampoco en el de absolutamente bisoñas.

Parece que ya está dado el primer paso que subvierta las Antillas.[2] Este archipiélago de islas contiguas y situadas sobre un mismo paralelo que abrazan desde la Trinidad hasta Jamaica debe sus producciones al trabajo de los negros esclavos, sin los cuales es impracticable su cultivo ¿pero cómo podrá no propagarse este contagio? ¿Ni como dejarán los de Santo Domingo gemir en la esclavitud a sus semejantes? Así es probable que, comunicada la sublevación de una isla a otras, pierdan las naciones interesadas sus colonias.


    La Habana, martes, 31 de diciembre de 2007



    Notas

    1. Aruca Alonso, L. (2006) "Apuntes para una historia de los puertos y ciudades portuarias de Cuba", en: Von Grafestein, Johanna, (Coordinadora) El Golfo – Caribe y sus puertos, Tomo I, 1600-1850, Historia Internacional, Instituto Mora, México, pp 219-200, cita 42: Del conde de Mopox, Comunicación al Secretario de Estado don Francisco Saavedra, los riesgos que representan para las colonias de las Antillas la sublevación de los negros de Santo Domingo, y propone los métodos de defensa para la isla de Cuba, 2 de julio de 1798, archivo del Museo Naval de Madrid, sobre la papelería de la Real Comisión de Guantánamo.

    2. Se destaca en negritas esta oración por la autora de este artículo.



Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(31 de diciembre del 2007)


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