Este libro es otro de los resultados del trabajo conjunto del "Seminario Permanente sobre Familia, Identidad Cultural y Cambio Social" que coordina la Dra. Ana Vera Estrada, del Instituto Cubano de Investigaciones Culturales "Juan Marinello" de Cuba, junto con otras instituciones tanto cubanas como de varios países; especialmente el Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Murcia, España; el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana (UIA) de México y el Grupo de Trabajo sobre "Familia e Infancia" del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), institución con la que hemos colaborado una parte muy representativa de los científicos sociales cubanos.
La obra se inicia con un texto de Martine Segalen, "De la memoria familiar a la memoria colectiva: apuntes sobre la práctica de la genealogía", donde sintetiza esta especie de contrapunteo entre antropología y patrimonio, así como las implicaciones intergeneracionales para su sostén y continuidad.
El principal volumen del libro está dividido organizacionalmente en dos partes. La primera reúne cinco textos entorno a la "Diversidad de los sistemas familiares" y la segunda agrupa ocho estudios que relacionan las nociones de "Etnias, razas, culturas" con la problemática familiar.
El enlace necesario entre el primer texto que abre el libro y la primera parte sirve para marcar sustanciales diferencias entre las sociedades europeas ya en el vórtice de la globalización y las sociedades latinoamericanas y caribeñas, herederas de una larga dependencia y en la periferia de lo que la modernidad denominó "progreso".
El artículo de David Robichaux sobre los "Sistemas familiares subalternos de América Latina y el Caribe: notas preliminares", enfatiza precisamente, no sólo en la diversidad de sistemas familiares del área, sino en el papel ideológico de los sectores dominantes para tratar de neutralizar las tradiciones endógenas; es decir, autóctonas, y aferrarse al eurocentrismo propio de la referida modernidad.
El análisis que proponen Ana Vera Estrada y Elena Socarrás en "¿Modelos de familia en Cuba? Una aproximación desde la cultura", basadas en una encuesta nacional, atienden al papel de la subjetividad sobre la familia, cuyo estudio representa un importante instrumento para conocer desde dentro la diversidad cultural y las actitudes de las personas hacia o dentro de esta vital institución.
El trabajo de Marisol Pérez Lizaur sobre "Los ejecutivos mexicanos de alto nivel y sus familias", pone de manifiesto la relación entre las estructuras familiares estudiadas y la expansión de las grandes corporaciones trasnacionales, la prioridad que personas con alta preparación hacen por estabilizar su familia, en relación con la movilidad espacial y laboral propia de este tipo de actividad.
El artículo sobre los "Tipos de familias en el México del siglo XX", de Rosario Esteinou Madrid, también hace énfasis en la diversidad de estructuras familiares, tanto en la condición polisemia del término: como unidad residencial, las relaciones de autoridad y afecto en su interior, así como los vínculos entre las unidades residenciales y las relaciones de parentesco. Valora, como en otros países del área, el proceso de disminución de las familias extendidas y el crecimiento de las familias nucleares a partir de múltiples factores legales, demográficos, socioeconómicos, de género, laborales y otros que confluyen en la sociedad.
Esta parte cierra con un amplio estudio de Ana Vera sobre "Continuidades y rupturas en la familia de los cubanos", donde pasa revista a las aventuras, venturas y desventuras de la familia en la mayor de las Antillas, especialmente desde la gran crisis de los años noventa que generó una amplia desarticulación de múltiples tipos de relaciones sociales, entre ellas las familiares. Saca nuevamente a la luz la alta responsabilidad gubernamental, social y personal que implica la estabilidad familiar para dar continuidad a cualquier modelo cultural que se autovalore como sostenible.
La segunda parte da inicio con un trabajo de Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes titulado "Nombrar las cosas. Aproximación a la onomástica de la familia negra en Cuba". Es un estudio que ahonda en esta parte dramática de la cubanía adquirida por africanos y descendientes, durante o tras, el trauma personal de la esclavitud y el estigma del racismo. Las autoras muestran cómo bajo las condiciones más depauperantes de dependencia humana, estas personas lograron reconstruir sus familias y nombrarse mutuamente a partir de las posibilidades que tenían con un abanico de matices registrados documentalmente o retenidos en la memoria.
Le sigue el trabajo sobre "Familia y matrimonio en la pobreza y la marginalidad", de Pablo Rodríguez Ruiz, Claudio Estévez Mezquía y Tania Canet Iglesias. Los autores abordan un estudio de 201 núcleos familiares y 148 parejas matrimoniales en áreas marginales de la Ciudad de La Habana, tras el impacto de la gran crisis de los noventa, formada en su mayoría por migrantes internos ilegales de las provincias orientales. Este trabajo, como otros ya publicados por los autores, desmonta la valoración estrictamente económica de la crisis, y pone sobre el tapete el amplio conjunto de desajustes sociales, psicológicos y existenciales, en este caso desde el ámbito de la familia, que muestran sus características estructurales; es decir, sistémicas.
Por otra parte, el texto sobre "La reciprocidad como mecanismo de control social en los contextos familiares indígenas: los mapuches del sur de Chile", de Julio Tereucán Angulo, Araceli Caro Puentes y Lucy posee, además de los ejemplos abordados durante varios trabajos de campo, un alcance general, ya que el estudio del valor de la reciprocidad y la cooperación entre grupos de una misma pertenencia étnica es un marcador del sentido de identidad y de responsabilidad de sus miembros. Como bien señalan sus autores, "este estudio puede proporcionar una estrategia metodológica de gran capacidad explicativa e interpretativa y […] permite acceder a ciertas implicaciones de tipo ético, moral e ideológico presentes en la reciprocidad, así como al formas materiales de organización y regulación de la vida social" (Ob. cit. p. 279).
El estudio de David Lorente Fernández acerca de "La transmisión intergeneracional del conocimiento mítico a través de la tradición oral: los ahuaques o espíritus del agua en la Sierra de Texcoco, México", aborda otra arista de la problemática familiar y es precisamente el papel de la oralidad como continuidad cultural y como preservación de la memoria colectiva. En este caso los "ahuaques" o espíritus del agua son el motivo para conocer sus variantes: los difuntos fulminados por el rayo, los niños sin bautismo, los expertos en ritos ya fallecidos o "tesifteros" y los que mueren porque los "ahuaques" les capturaron el alma. Estas ideas que forman parte de la cosmovisión también actúan como reguladores de la conducta social y como sostén familiar.
El trabajo de Martha Areli Ramírez Sánchez, "Del nacimiento al matrimonio. Un estudio de la infancia en el México prehispánico y la comunidad nahua contemporánea", aborda una comparación entre la visión de las descripciones del siglo XVI y la actualidad, en relación con el ciclo vital de los miembros de una comunidad rural del Estado de Tlaxcala, en el área central de México. Parte de cinco etapas básicas como:
- nacimiento y cuidados del recién nacido;
- trabajo en el grupo doméstico;
- jerarquía y nombres asignados a las diferentes edades;
- educación y transmisión de valores; y
- la conformación de la nueva pareja como momento en que hombres y mujeres alcanzan el estatus adulto.
El análisis de cada una de ellas desde la cosmovisión y la lengua nahua hace posible valoraciones tendientes a confirmar los núcleos de continuidad cultural y estabilidad en los lazos familiares intraétnicos.
La Profesora Constante R. Sutton en su estudio sobre "La maternidad es poderosa. O cómo se refleja la experiencia de campo en el sistema de los conocimientos", enlaza vivencias profesionales autobiográficas y como madre con su formación y desarrollo como antropóloga. Toma como referencias de estudio sus experiencias en Barbados, 1956-1958; New York, 1959-1975; Nigeria (la parte yoruba) 1976-1979; nuevamente New York, 1980-1992 y Grecia, 1992-1993; lo que le permite una visión intercultural comparativa para valorar las fortalezas de la maternidad en el contexto familiar y la diversidad de sus expresiones como fuentes de conocimiento para la investigación e interpretación de las culturas.
El ensayo de Mirta A. Barbieri sobre "Mujer y familia. Transformación y nuevas identidades en la antropología argentina" se apoya en la crítica feminista contra la tendencia androcéntrica de los estudios sobre familia en su país, para abordar la dinámica de las familias en los últimos decenios, mediante testimonios de los sectores populares y medianos en la ciudad de Buenos Aires. Los resultados del trabajo de campo le hacen posible establecer una periodización por generaciones e identificar determinados cambios como el relacionado con la autoridad paterna, la obediencia de hijos a padres, los roles de género, las nociones sobre el matrimonio y la maternidad, junto con las expectativas de futuro para determinadas familias.
El libro cierra con el texto de Elise Andaya sobre "La reproducción de poblaciones y personas: el acercamiento entre la demografía y la antropología feminista norteamericana". La autora estudia y discute, desde la trinchera del feminismo, un tema nada nuevo aunque nutrido con fuentes escritas, especialmente sustentada por autores estadounidenses e ingleses. Es el tema de los límites generalizadores de la demografía que, independientemente de sus métodos, siempre nos considera dato estadístico y las especificidades de la antropología que, de un modo u otro, trata con personas portadoras de cultura. Para ello sugiere "las conversaciones transdisciplinarias" con el objetivo de crear oportunidades para la innovación teórica y metodológica.
La obra muestra en su rica diversidad que la familia es uno de los universales culturales clave para el devenir histórico de la humanidad, se adentra en una parte representativa de sus dinámicas en este espacio latinoamericano/caribeño en que vivimos y nos invita a reflexionar cuánto se puede hacer en su preservación como garantía de la continuidad cultural de la especie, no sólo en su perdurabilidad biológica, sino muy especialmente en su humanización. Nos advierte de sus peligros y brinda vías y medios para que las políticas y los políticos decisores faciliten programas que de modo directo e indirecto contribuyan a la sostenibilidad de la familia como bien común, independientemente de sus estructuras, cantidades y ubicaciones.
Página enviada por Jesús Guanche Pérez
(4 de mayo de 2009)