Cuba

Una identità in movimento


Del Caribe antillano: pasado y futuro

Lohania Aruca Alonso


La discusión sobre la esclavitud, en particular de los africanos negros en América, tuvo lugar en las cabezas ilustradas de Europa occidental, desde mediados del siglo XVIII. El problema principal era definir cuán humanos podían ser los hombres y mujeres negros y esclavos, de procedencia africana, quienes eran considerados como instrumentos de trabajo al servicio de sus amos más que como personas capaces de razonar y poseer sentimientos. Otros aspectos de interés, y más novedosos para la época, se vinculaban al estímulo o motivación que debían tener los esclavos en su trabajo (lo cual iría aún más allá de la cruel coerción física) y la justicia o no que podía haber en el trato que se le daban a los esclavos por sus amos. Los pensadores ilustrados no se planteaban todavía el radical asunto de la supresión de la trata y de la esclavitud.

En torno al primer aspecto, ya se había planteado y discutido, más o menos, el caso de los pobladores del Nuevo Mundo en las cortes europeas católicas, poco después del "descubrimiento" de dicho territorio por Cristóbal Colón. El problema había quedado resuelto, con grandes argumentaciones y reservas, a favor de los "indios". Una sugerencia, poco afortunada, del Protector de los indios, Bartolomé de las Casas (1484-1566), había hecho recaer en los africanos negros la triste tarea de sustituir a los aborígenes americanos en el rol de los explotados en todo tipo de labores indeseables para los españoles. Así las cosas, había nacido la trata de esclavos en el Caribe insular; y poco después se extendió hacia algunas zonas de la parte continental de América.

En realidad, se trataba de asegurar mano de obra adecuada para los rudos trabajos (mineros, agrícolas, de construcciones, etc.) en las colonias antillanas; a esas labores y vida disciplinada mediante la coerción física (el castigo corporal) y moral (entre ellas, la perdida de la identidad cultural y las creencias religiosas de sometimiento impuestas por el catolicismo), no se adaptaban los primitivos pobladores caribeños, cuya sencilla vida y propósitos habían sido trastornados completamente por sus conquistadores, los "salvadores" de sus almas.

Además, la resistencia que presentaron los pueblos aruacos a las invasiones europeas, su pericia en el territorio que se pretendía ocupar, contribuyeron rápidamente a no estimular la esclavitud entre los aborígenes de las pequeñas islas antillanas. Es notable el uso frecuente del termino cimarrón-na,[1] que denomina, primero en La Española, a los "indios huidos" o rebeldes, y, después, se extiende a los esclavos negros que huyen al monte, en cualquier parte de América colonial. Según concluye el lingüista José Juan Arrom en un interesante estudio publicado en la revista Anales del Caribe (1985)[2] el citado término:

    "(…) es un indigenismo de origen antillano, que se usaba ya en el primer tercio del siglo XVI, y que ha venido a resultar otro de los numerosos antillanismos que la conquista extendió por todo el ámbito del continente e hizo refluir sobre la propia metrópoli".

Por tanto, hacia 1540, se prefirió desistir en los intentos de imponer los cambios con violencia a la escasa población sobreviviente en las islas y se promovió una especie de "alianza", establecida, en aquel tiempo, a través del reconocimiento del vasallaje de los pueblos aborígenes hacia los reyes de España.

De manera que, el juicio ilustrado acerca de los esclavos tuvo antecedentes en la cultura occidental más inmediata -porque, recordaré que, la historia de la esclavitud clásica en Europa se remonta hasta épocas mucho más remotas. No obstante, los debates, que duraron bastante tiempo, coincidieron con el período en que se llevó a cabo el desarrollo y arraigamiento de la fase industrial capitalista en las principales metrópolis, y la demanda en el mercado del trabajo optó por la mano de obra libre asalariada. Como se puede apreciar, la lucha por la abolición de la trata esclavista y de la esclavitud en América es relativamente reciente, corresponde al siglo XIX.

Es innegable que otra importante causa del drástico proceso de cambio económico-social y de las mentalidades europeas hacia la esclavitud, fue la Revolución de la ex colonia de Santo Domingo (francés) y la fundación de la República de Haití en 1804.

Tales hechos demostraron sobradamente la capacidad (no sólo de adaptación y aprendizaje, sino también de transformación), la habilidad, conciencia de sí mismos, y el coraje que los negros ex esclavos alcanzaron en el transcurso de su guerra de liberación nacional contra Francia. Fue bastante certera la valoración sobre la Revolución haitiana y la predicción, dada en 1798, por el conde de Santa Cruz de Mopox y San Juan de Jaruco, el brigadier y segundo cabo de las tropas españolas en la isla de Cuba, al afirmar:

    "Parece que ya está dado el primer paso que subvierta las Antillas".

Desde luego, transcurrieron algunos años hasta que se logró erradicar definitivamente tan ignominioso comercio humano en América, y hasta décadas, que conllevaron guerras de liberación, anticolonialistas, u otras intestinas, como la Guerra de Secesión en los EE. UU. (1867), para que la esclavitud fuera eliminada totalmente. En la isla de Cuba, por ejemplo, la abolición de la esclavitud se efectúa legalmente en el año 1886, después culminada la Guerra de los Diez años (1868-1878) con la Protesta del mayor general Antonio Maceo en Baraguá.

Sin embargo, el fin de la esclavitud no incluyó, en una gran parte de los casos, la soberanía nacional de los territorios colonizados y, casi siempre, habitados por una mayoría de descendientes de africanos negros (que en el siglo XX se conceptualizan como afroamericanos ).

El proceso de descolonización llegaría poco a poco, precedido por una etapa de transición en las relaciones de dependencia (reformismo, autonomismo, integrismo o asimilasionismo, etc.) con la antigua metrópoli. O, por un nexo de dependencia con una nueva metrópoli imperialista: los Estados Unidos de América. O, simplemente, la transformación del estado colonial no cambiaría. Veamos - a modo de sinopsis, muy simplificadamente - cuál era el cuadro general de tal situación en las Antillas mayores y menores, lo que he llamado Caribe antillano, aproximadamente desde 1900 hasta el año 2000.[3]

A fines del siglo XIX, ya es sabido, solamente eran independientes Haití (1804) y la República Dominicana (1844).


Siglo XX

Cuba, la mayor de las Antillas hispanoparlantes, alcanzó su independencia formal, como estado nación en 1902; ya se sabe que en realidad, hasta el 1º de enero de 1959, fue una neocolonia de los Estados Unidos de América. Puerto Rico también pasó a ser una colonia estadounidense, después de 1899. Actualmente mantiene su condición dependiente como estado asociado. Al este de la anterior, se encuentra otra posesión colonial estadounidense en el Caribe: las Islas Vírgenes (Saint Croix, Saint Thomas, Saint John, y cincuenta islotes despoblados) que eran las antiguas Antillas danesas, y fueron compradas por los EE UU a Dinamarca en 1917.

Después de la II Guerra Mundial, en 1946, Francia convirtió sus territorios coloniales, las Antillas francófonas, Guyana francesa, Guadalupe y Martinica, en Departamentos de Ultramar, lo que fue calificado por la historiadora Digna Castañeda Fuertes,[1] como

    "... uno de los métodos más novedosos de opresión".
Fundamenta sus causas, la citada especialista, en "la secular estructura política administrativa impuesta por Francia a sus dependencias caribeñas", y en las peculiaridades propias de la sociedades en dichas colonias y de su lucha política.

Más adelante, en la década del sesenta, del siglo pasado, y con posterioridad al triunfo de la Revolución Cubana, a la I y II Declaraciones de La Habana, referencias imprescindibles porque marcan un momento de cambio histórico estratégico en América, alcanzaron su independencia del Reino Unido de Gran Bretaña las Antillas anglófonas: Jamaica y Trinidad y Tobago en 1962, dentro del marco del Commonwealth; Barbados y Guyana en 1966.

Posteriormente, la década de los setentas es testigo de la independencia de las islas Bahamas (1973), Granada (1974), Surinam (1975), Dominica (1978), Santa Lucía y San Vicente y Granadinas (1979). En los años ochentas, lograron la independencia: Belice y Antigua y Barbuda (1981), y San Kitts y Nevis (1983). Todavía son territorios británicos: Anguila, Montserrat, Islas Vírgenes británicas, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos.

Holanda, por su parte, continúa ocupando los pequeños territorios, autónomos, de las Antillas holandesas o neerlandesas (Curazao y Bonaire, islas de sotavento; e islas de barlovento, San Eustaquio, Saba y la mitad meridional de San Martín) y Aruba, la otra mitad es posesión inglesa.

Obvio, por estar plenamente demostrado, el comentario en torno a la influencia de los Estados Unidos en el Caribe, y de la "batalla" que esa potencia imperial ha dado explícitamente desde el principio del siglo XIX, sin decaer un sólo minuto, hasta la actualidad, para convertir el antiguo "Mediterráneo de América", como lo nombró alguna vez el historiador cubano José Luciano Franco Ferrans, en directa referencia al espacio colonizado por los europeos, en un simple "lago" contaminado por las ambiciones hegemónicas estadounidenses.

Toca a las nuevas generaciones sobrepasar los límites históricos establecidos para desconectar entre sí a nuestros países y pueblos. Un Caribe insular unido, extraordinariamente rico por su diversidad geográfica, histórica, racial y cultural, es uno de los proyectos más ambiciosos, y, a la vez, de los más deseados, que se nos presenta en los inicios del siglo XXI.


    La Habana, martes, 15 de enero de 2008.



    Notas

    1. Colón afirmaba al inicio, que había llegado a la India. Hasta hoy día seguimos pagando por su error, pues, a pesar de los progresos ocurridos en los conocimientos geográficos, étnicos y lingüísticos, perduran los términos colonialistas de "indios", "Indias occidentales", y otras imprecisiones del lenguaje y la historia, al referirse al territorio y la masa de población que habita en el Caribe y en otras partes de Nuestra América.

    2. Ibíd. pp. 174-185.

    3. Los datos que se ofrecen en el texto, a continuación, fueron tomados de distintas fuentes revisadas y comparadas por la autora: Bosch, Juan, De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial, (2003) tercera edición, Ciencias Sociales, La Habana, que a su vez se remite a la 1ª edición realizada en 1981 por Casa de las Américas; Girvan, Norman "Reinterpretar el Caribe" (1999), en: Revista mexicana del Caribe, Chetumal, Quintana Roo, Cuadro 2, Estadísticas básicas del Gran Caribe, pp. (15) a (17); Biblioteca Premium Microsoft Encarta 2006.

    4. Castañeda Fuertes, Digna "Factores que propiciaron la departamentalización de las posesiones francesas en el Caribe" en: Anales del Caribe, Centro de Estudios del Caribe, Casa de las Américas, 7-8/1987-1988, pp. 405-423.



Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(15 de enero del 2008)


Cuba. Una identità in movimento

Webmaster: Carlo NobiliAntropologo americanista, Roma, Italia

© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados

Statistiche - Estadisticas