Cuba

Una identità in movimento


Arqueología histórica en sitios del siglo XVI en el Caribe

Lourdes S. Domínguez



Resumen

A partir de los trabajos arqueológicos efectuados a partir del V centenario, el Caribe resulto ser el área mas seleccionada, sobre todo la ruta de Colón en sus diferentes viajes. Se presenta un recuentos de estos trabajos y para ellos hemos seleccionados una buena cantidad de trabajos efectuados por diferentes colegas en todo el ámbitto de Caribe.



La Arqueología Histórica o Arqueología de la etapa colonial, incrementada ampliamente en América en las últimas décadas, nos permite metodológicamente ordenar el estudio de los sitios, que cronológicamente se ubican a partir de los viajes de descubrimiento en 1492 y durante todo el inicio del proceso de conquista y colonización a partir de 1494 hasta 15l7 fecha tope de la primera parte, antes de comenzar la gran empresa del Continente; son estos 25 años los que se desenvuelven exclusivamente en la cuenca del Caribe.

Mucha es la discusión teórica sobre esta disciplina por el gran auge que ésta ha tomado y por sus estrechas relaciones entre la metódica pura y la historia, pero no es éste, el objetivo para debatir aquí, nos interesa más analizar los trabajos que se han realizado en el espacio antes mencionado y después pasar revista a otros conjuntos de excavaciones que considero acertado enumerar. En los años precedentes al V Centenario del descubrimiento de América se acrecentaron las investigaciones sobre las antigüedades en el Caribe por que es el escenario de los acontecimientos iniciales y la documentación dejaba un sin fin de lagunas, las cuales tenían una sola solución: aplicar la metódica arqueológica para afirmar o desmentir muchas de estas incógnitas (Ewen, 1990).

Con la llegada del Almirante a estos mares se marca el inicio del llamado Nuevo Mundo y comienza la etapa de contacto indohispánico (Deagan, 1998) evento que sale del contexto histórico persé y que no puede abordarse por los métodos tradicionales arqueológicos, es por esto la necesidad de tomar una diferente metodología, lo que nos ofrece la Arqueología Histórica (Lumbreras, 1979: 25).

Cuando España se lanzó al llamado descubrimiento no fue a ciegas como la leyenda colombina nos ha legado, es ya una certeza que Colón conocía mas de lo que decía saber. También cuando se acomete la Conquista y la Colonización observamos que se traía una experiencia nada despreciable adquirida en la contienda Canaria, (Tejera Gaspar, 1992) y en el transcurso de la Reconquista de su propio territorio, ambas acciones, sin lugar a dudas concluyeron en un proceso de expansión territorial, lo que tratan de hacer en estas nuevas tierras.

Las Islas Canarias fueron obligada escala de los viajes de descubrimiento (Alegría, Stevens-Arroyo, 1991) las experiencias hispanas con los habitantes de estas Islas permitieron poner en práctica los diferentes sistemas de asentamiento, estas operaciones fueron paralelas a las gestiones que hiciera Colón antes de 1492.

Las directrices y medidas seguidas para la conquista y colonización fueron ensayadas en las islas "Afortunadas" antes de ser introducidas en América, aún más tuvieron un segundo laboratorio de prueba: Las Antillas, de aquí la similitud en cuanto a implantación de modelos de poblamiento entre ambos territorios en los inicios del siglo XVI (Tejera Gaspar, 1995: 170).

Nos plantea Ramos Gómez sobre este asunto


"... La aparente ausencia de dueños efectivos de aquellas tierras y el nivel cultural de los antillanos hallados fue la causa de que Cristóbal Colón los considerase de inmediato como siervos naturales a los que era fácil adscribir a Castilla mediante los mismos principios que se aplicaron en las Islas Canarias: la incorporación pacífica si se aceptaba la soberanía de los Reyes y el cristianismo o la conquista armada si se repudiaba uno u otro elemento" (Ramos Gómez, 1988: 222).


Para la Arqueología Histórica es un reto la búsqueda de los residuarios mas tempranos relacionados con el primer y segundo viaje de Colón (Deagan, 1988a: 19).

Es a partir de esta problemática que podemos considerar el estado de la cuestión y proponernos hacer un recuento crítico de lo que se ha investigado, de lo que se estudia en este momento y a nuestro entender sugerir algo de futuro.

Este "evento" no será informado por el "descubierto y conquistado" es narrado por el hombre que llega vencedor (Guerrero, 1988: 11); los que reciben primero el impacto de este encuentro inmediato y devastador no dejaron escrito nada (Deagan, 1988: 1) no tenían escritura, pero aunque la hubieran tenido no habrían podido hacerlo, les faltó el tiempo, por tal razón no hay "visión de los vencidos" en el Caribe, por lo tanto sólo la ciencia arqueológica nos permitirá esclarecer, como eran éstos hombres en verdad, y que les sucedió, en realidad, ya que esta disciplina rompe lo infalible del documento y suple su falta (Daniel, 1968: 5).

A raíz del V Centenario se ha laborado mucho en diferentes líneas de investigación y hay resultados muy relevantes como lo prueba la bibliografía consultada, sobresalen los ejecutados por Kathleen Deagan de la Universidad de la Florida, los de José María Cruxent del IVIC de Venezuela, los de Antonio Tejera Gaspar, Francisco Morales Padrón y Luis Ramos Gómez de España entre otros, Manuel García Arévalo, Elpidio Ortega y Marcio Veloz Maggiollo en República Dominicana y los de Ricardo Alegría, Carlos Solis y Miguel Rodríguez en Puerto Rico. En Cuba han trabajado Eusebio Leal, Leandro Romero, Rodolfo Payarés y Lourdes Domínguez entre otros; todos han tratado de solucionar a partir de sus indagaciones, parte de los problemas presentados.

En América y en especial en el Caribe, hay un buen número de pesquisas arqueológicas realizadas, pero considero que han sido inconexas, no han tenido una línea de conducción lógica son estudios por separado, solo conocemos con seguimiento consecuente, a partir del derrotero colombino en el Caribe, lo ejecutado por la Profesora Deagan en Haití, Santo Domingo y la Florida.

Tanto estas exposiciones referenciadas, como las ejecutadas en España, han concluido con resultados brillantes acordes a la celebración del V Centenario, pero, en verdad, cuando se analizan de conjunto, son pocos los esfuerzos conjuntos y la ciencia arqueológica cada vez está más impelida de investigaciones multidisciplinarias, con línea de continuidad, y a largo plazo.

Para entrar en materia metodológica y analizar la tarea arqueológica desarrollada, en un área tan especial como el Caribe, consideramos que debemos partir de dos líneas de acción: la primera basada en la cronología y las áreas geográficas afectadas y la segunda el quehacer de los investigadores que se han dedicado consecuentemente a esta labor, con ello daremos una idea lo más amplia posible de las excavaciones puntuales que se han ejecutado en los sitios relacionados con el descubrimiento y la conquista, la actualidad del tema y lo novedoso de algunos de estos estudios de caso.

Antes de comenzar debemos enmarcar cual es para nosotros el espacio Caribe, que perímetro presenta y la concepción que tenemos de la cuenca caribeña, la cual abarca, todo el sur de Norteamérica, la costa Atlántica de Centroamérica incluyendo el Golfo de México y el norte de América del Sur, el concepto es de una gran bolsa, en cuyo interior se presenta un rosario de islas como las Bahamas, Las Antillas Mayores y Menores y otras muchas más. Hay otras ideas del Caribe, las del espacio limitado, de acuerdo al interés que se tenga.

Tomaremos nosotros la expresión inicial, más abarcadora y en ella se desplegará nuestro objeto de estudio, por que fue donde se efectuó el encuentro de las culturas, donde se desarrollaron los primeros intentos, las primeras escaladas, las primeras victorias y las primeras derrotas y en este Caribe, en un espacio de tiempo récord, se dio el golpe que cercenó el destino de un pueblo para que naciera otro, este Nuevo Mundo en el que vivimos.

La vía cronológica comenzará a partir de 1492 y concluirá en 1517 al abrirse la contienda de México, 25 años marcados, inicialmente por la acción colombina; por eso utilizaremos el derrotero del Almirante para señalar la línea de continuidad al trabajo, ya que pensamos que es una estrategia íntimamente ligada al Caribe.

De acuerdo a la maniobra propuesta en la búsqueda arqueológica de Colón en el Caribe, debemos hacer nosotros otra división lógica, dos etapas con la finalidad de acortar los espacios de tiempo y narrar con más exactitud el marco de los viajes, primero y segundo, diferenciándolos a partir de su finalidad y objetivo, de esta manera, el inicial sería un viaje de "encuentros" y de "asentamientos", el que sigue.

La estancia de Colón en Canarias, como escala obligada de su viaje, apenas se marca en el Diario (Colón, 1961), al parecer era tan común pasar por allí que para que hacer referencias, llega el 7 de agosto a Lanzarote y trata de adobar sus naves o sea ponerlas a punto, saliendo del puerto de la Gomera el 6 de septiembre de 1492. El itinerario colombino debe comenzar por las Bahamas, en la clásica islita del encuentro, la Guanahani aruaca, actualmente conocida como San Salvador, nombre con que le bautizara el Gran Marino ya que fue su presencia la que le salvó la vida.

En 1986, esta pequeña isla fue explorada por Brill, el cual estudió el contorno y determinó que el único posible lugar de recalamiento para el intrépido marino fue Long Bay, en ella se encontraron evidencias y posteriormente se erigió un monumento pequeño y anodino, recordando el gran hecho histórico.

En ese mismo año se ejecutó una prospección exhaustiva de esta limitada rada por los investigadores Hoffman y Gerace, del Bahamas Field Station, en el cual, el perímetro de la playa fue rastreado, las arenas cernidas, lo que trajo por consecuencia el hallazgo de algunos objetos europeos que coinciden con la época, sobre todo el encuentro de una serie de monedas que coinciden con la época y que pudieron ser lanzadas por marineros de los tres barcos de Colón, como era usual en ese momento (Hoffman, 1986).

El punto siguiente del derrotero en la narración, es el encuentro con Cuba, la isla grande augurada y prevista, todavía hoy en nuestro territorio de vez en cuando sale a la palestra la discusión de ¿ dónde fue el lugar de las costas nororientales donde puso su pié el Almirante ? La exposición de Morrison en 1940 (Morrison, 1950) ofreció la información necesaria para que los geógrafos cubanos Van der Gucht y Parajón situaran al puerto de Bariay como el que reunía todas las condiciones enumeradas en el Diario de Colón (Van der Gucht y Parajón, 1943).

A raíz de 1992 arqueólogos cubanos dirigidos por J.M. Guarch, rastrearon el puerto y su entorno, hallando algunas evidencias que bien pudieron ser originadas por la visita del Descubridor. El relato continúa a partir de su Diario, manifestando algunos aspectos sobre su estancia en el famosos Río de Mares, para todos conocido como el puerto de Gibara y ya en este lugar su visita fue más larga, aquí envió emisarios al interior de la Isla y Van der Gucht y Parajón sostienen que el caserío indígena a donde llegaron Rodrigo de Jeréz y Luis de Torres no es otro que el Yayal, enclavado en el barrio de Güirabo,


"... si los exploradores partieron de Gibara, como creemos nosotros, la importante población india que encontraron a 12 leguas de distancia, debía estar en la región de Holguín (...) a orillas del río Pazón y a una media legua del río Matamoros, en un punto conocido como Güirabo..." (Van der Gucht y Parajón, 1943).


El sitio arqueológico El Yayal está analizado desde 1930 por Ernesto Segeth, el cual confeccionó un plano del mismo. (Ortiz, 1935). En 1938, José Antonio García Castañeda, destacado arqueólogo holguinero, realizó numerosas jornadas arqueológicas exhumando la mejor colección existente en Cuba de piezas de contacto y transculturación, (García Castañeda, 1938), este es un sitio agroalfarero de grandes proporciones excavado arqueológicamente en un 50 %, cuyos materiales han sido estudiados exhaustivamente, pudiéndose ver en ellos, la simbiosis cultural que reflejan, en su unión de dos culturas (Domínguez, 1983: 15).

Como lo indica Colón, en su escrito, al continuar su recorrido por la costa norte del oriente de Cuba, el primero de diciembre tomó tierra en lo que hoy es la ciudad de Baracoa y para dar sentido de jurisdicción en esta tierra descubierta para los Reyes Católicos, clavó una cruz de madera, la cual posteriormente fue encontrada por Diego Velázquez al iniciar la conquista en 1511; de acuerdo a la información histórica la misma pasó muchas vicisitudes pero se conservó y actualmente se encuentra en la ciudad de Baracoa provincia de Guantánamo, al oriente de Cuba (Velázquez, 1963); y se le conoce con el nombre de la "Cruz de la Parra", a la misma se le han efectuado una serie de análisis físicos y químicos para demostrar su autenticidad, llegando a la conclusión de su autenticidad. (Deschamp, Carrera, et al. 1989).

La última parte del viaje, como es de todos conocido, Colón tuvo desperfectos en una de sus naves, la Santa María y no le quedó otra alternativa que desmantelar la misma y dejar en tierra a sus tripulantes, esto aconteció en un lugar de la costa norte de la Hispaniola, junto a un poblado aborigen aruaco conocido hoy como chicoide, (Cassá, 1925), con el maderamen del barco construyó un fuerte al cual llamó La Navidad y continuó viaje de regreso a España con la idea de regresar lo antes posible (Colón, 1961, Ramos Gómez, 1991).

El 1975 el director del Museo de la ciudad de Limbé en Haití, realizó una prospección arqueológica en el área donde se creía que fuera posible el enclave del Fuerte, localizándolo en el sitio llamado En Bas Saline. En 1983 la Universidad de la Florida en varias jornadas continuadas de trabajo arqueológico, en esta localidad y dirigido por la arqueológa Kathleen Deagan excavó con gran éxito y demostró que el emplazamiento era donde efectivamente estuvo el Fuerte de la Navidad, también halló el poblado aborigen chicoide, o sea el cacicazgo de Guanacagari. A cuyo cargo dejó Colón a sus hombres (Deagan, 1988, Guerrero, 1988).

Con este estudio arqueológico concluimos lo correspondiente al primer viaje, prácticamente ha quedado cubierta la ruta y verificadas sus escalas mediante la metodología de la Arqueología Histórica.

En 1493 Cristóbal Colón regresa al Caribe en su segundo viaje, éste no será un viaje de "encuentros" sino para comenzar a poblar, viene a quedarse, no creo que haya tenido una idea clara de que quería en verdad en ese momento, pero de hecho llegó con 17 barcos, 1,200 hombres, trayendo además animales, plantas, etc. produciéndose así un contacto por ocupación (Deagan, 1988, Arranz, 1979).

Encuentra a su regreso, el Gran Marino, el Fuerte de la Navidad destruído y sus ocupantes muertos, y no ofreciéndole seguridad aquel lugar, decide emplazar a su comitiva en un área cercana de la propia costa norte, (Veloz Maggiollo, 1980), recalando en una pequeña rada favorable a sus intereses de establecerse.

En 1892 La Isabela, que así se llamó este primer poblado colombino, fue motivo de noticia a los 400 años de fundado al ser encontrado por José G. García, pero no es hasta 1915 que Narciso Alberti Bosch publica un largo ensayo sobre esta ciudad, concurrió al lugar y comprobó que donde el vulgo llamaba "el solar del Almirante" o "El Castillo" estaban los restos de la primada de América, La Isabela (Santiago, 1991).

Arqueológicamente hablando, no es hasta 1940, que un grupo de investigadores formado por el arqueólogo cubano René Herrera Fritot y los también arqueólogos Emile Boyrie de Moya, dominicano y Jhon M., Goggin, norteamericano, son los que enmarcan el lugar y dan su veredicto acerca de la veracidad del asiento como la inicial La Isabela, posteriormente otros arqueólogos dominicanos han excavado el sitio y han dilucidado aún más este vasto lugar (Encinas, 1954, Rodríguez Demorizi, 1945, Chiarelli-Luna Calderón, 1987, Ramos Gómez, 1992).

En 1990 se comienza un trabajo auspiciado por Parques Nacionales de República Dominicana en el cual José M. Cruxent toma la estrategia inicial del rescate arqueológico del sitio, posteriormente K. Deagan se une al grupo y también concursan arqueólogos de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de La Laguna en Canarias; realizando en esta oportunidad un levantamiento total del sitio en varias etapas, con un resultado altamente exitoso, no solo en el rescate de los emplazamientos europeos sino también en el contexto aborigen aledaño a la ciudad (Deagan, 1989, Ramos Gómez, 1992).

La vida de Colón en la Isabela no fue estática, realizó algunas incursiones por el territorio, entre las cuales se encuentra la que han llamado "la ruta de Colón" y que es su llegada al macizo montañosos central de la Hispaniola, conocido como el Cibao, este derrotero fue objeto de estudio del arqueólogo dominicano Elpidio Ortega en 1988, el cual con una gran caravana fue marcando el posible camino a Jánico (Ortega, 1988: 12).

Posteriormente el Gran Marino decide salir en su segundo viaje el cual ha sido objeto de estudio arqueológico también, ya que en el mismo se había explorado la costa sur de Cuba y descubierto Jamaica. En el sur de la gran Antilla, si nos guiamos por el Diario y algunas de las cartas generadas por sus acompañantes, hay dos puntos cruciales, la entrada en el río Guaurabo, donde hoy está enclavada la Villa de Trinidad, fundada años más tarde por Diego Velázquez, la cual ha sido profusamente trabajada por el arqueólogo Alfredo Rankin. Desgraciadamente, como la estancia del Almirante fue en verdad efímera en este lugar no han quedado apenas huellas de su estancia en tierra cubana (Rankin, 1985 c.p.; Lara Zerquera, 1977, Portuondo, 1973).

El Diario de Colón señala también el hallazgo de una isla al sur de Cuba a la cual le puso del Evangelista, la hoy llamada Isla de Juventud al sur de La Habana, punto muy controvertido, lleno de incógnitas, pero de difícil trabajo arqueológico, aunque geográficamente Antonio Nuñez Jiménez la ha investigado ampliamente (Ramírez Corría, 1955).

En el intermedio de este recorrido sureño, Colón se desvió más al sur y descubrió a la isla de Jamaica, marcando en el Diario las similitudes con los otros territorios ya vistos, sobre todo en relación a sus habitantes. El punto inicial de recalamiento en este Isla no ha sido ubicado fielmente, en cambio a partir de un proyecto de Arqueología Subacuática del INA de Texas se trató de rescatar los restos de las dos naves que Colón perdió en 1503, durante este, su cuarto viaje, llamadas La Capitana y La Santiago y que zozobraron en la Bahía de Gloria, hoy conocida por Santa Ana, (Parrent, et al 1991)

Hemos tratado en la primera parte del trabajo y a partir del método que nos ofrece la Arqueología Histórica, comprobar que está prácticamente explorado y cubierto el itinerario de los dos primeros viajes colombinos en el Caribe, sobre todo en los sitios puntuales, pensamos que sería de gran utilidad acopiar toda esta información en una sola obra, algún día se realizará la misma.

Colón después de sus descalabros como conquistador-colonizador, trató de seguir sus viajes de "encuentros", pero eran muchos sus compatriotas los que estaban interesados en lo mismo, además él había perdido el control, la dirección de la gesta se había ido de sus manos y de las de su familia, por esta razón el campo de acción se ampliaba en relación a los lugares encontrados después de 1494. Comienza el nuevo siglo, el XVI, con una pujanza incontrolable, de todas formas trataremos de enumerar algunos de los estudios arqueológicos más sobresalientes efectuados en la cuenca del Caribe, enlazados directamente con el quehacer hispano en estas tierras del Nuevo Mundo, por lo menos en los primeros 25 años del siglo (Morales Padrón, 1979).

Para hacer este inventario no utilizaremos el orden cronológico aplicado a la primera parte de este trabajo, sino comentaremos la labor arqueológica por países y sus principales realizadores..

La plaza principal en este período tan temprano, es indudablemente Santo Domingo, llamada Hispaniola en ese momento. En 1505 se funda Concepción de la Vega Real, investigada arqueológicamente por Elpidio Ortega y actualmente es objeto de estudio de la prof. Deagan (Ortega, 1982).

En el resto del territorio dominicano hay múltiples residuarios arqueológicos analizados a partir de la metódica colonial, pero donde se concentra el mayor número de sitios es en los predios de la capital; fundada en los albores del siglo XVI y de cuyas excavaciones, existen una buena profusión de publicaciones (Ewen, 1990; Ortega, 1982).

Dentro de los yacimientos que más sobresalen en esta antigua ciudad de Santo Domingo, está el Alcázar de Colón, rodeado de un amplio predio y "a tiro de ballesta" del río Ozama, presenta una restauración excelente y está ambientado con mucho tino; aledaño a este monumento se encuentra el conjunto de la Atarazana, dedicado como antaño al comercio; como afluente a la plaza de Colón desemboca la calle de las Damas, reconstruida en casi su totalidad, donde encontramos inmuebles tan puntuales como son Las Casas Reales y el Palacio de Don Nicolás de Ovando, entre otros.

En el resto de la ciudad antigua de Santo Domingo se han realizado innumerables labores arqueológicas, por ejemplo en la Catedral Primada, con sus famosos entierros, entre ellos los de la familia de Colón, y la disputa inacabable de los restos del propio Colón, trasladados ahora al monumento conocido como Faro de Colón.. El Convento de San Francisco, donde también están los restos de un hospital y un cementerio en su parte trasera muy importante, la Casa de Gorjón, la Casa del Cordón con uno de los frontones más bellos e interesantes de la arquitectura del XVI dominicana, etc. los que podemos considerar arqueológicamente hablando como estudios de caso, y que han conformado un conjunto digno de que Santo Domingo sea el exponente más valioso del Caribe representante del siglo XVI. (Ortega, et al 1982).

Puerto Rico es otra de las Islas que conforman a las Antillas Mayores, presentando un amplio placer colonial, tiene en las ruinas de Caparra, la que fuera segunda capital fundada en el Caribe en 1509 por Ponce de León, el primer estudio de Arqueología Histórica hecho en el Caribe, realizado en 1936 por Adolfo de Hostos (Hostos, 1938). Lo que quedó de Caparra a través de los años fue bien poco, pero el arqueólogo Ricardo Alegría realizó trabajos de reconstrucción y restauración montando un museo de sitio, el cual actualmente es considerado, una de las atracciones históricas, de la ciudad de San Juan, en cuanto a patrimonio cultural.

La ciudad de San Juan de Puerto Rico es un museo viviente, concebido desde un principio a partir de esa base, con sus fabulosas calles adoquinadas y su reconstrucción casi total de inmuebles destinados a viviendas; es de destacar que esta estrategia se le debe a Ricardo Alegría, descollando los trabajos hechos por él en la Iglesia del Cristo, la Casa Blanca, La Casa Rosada y el Castillo del Morro. Recientemente se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en el antiguo cuartel de Ballajá por el arqueólogo Carlos Solís y de las cuales se ha exhumado una de las colecciones cerámicas históricas más amplia de todo el Caribe, la cual abarca desde el siglo XVI al XIX. Después de terminado el trabajo arqueológico, en estos predios de Ballajá, se levantó en ellos el Museo de las Américas (Alegría 1994, Solis, 1990).

El conglomerado de yacimientos arqueológicos que se presentan en el Estado de la Florida, se ha convertido en un estudio de caso multicomponente, mirando a la costa Atlántica nos encontramos el enclave de la ciudad de Santa Elena excavada por Stanley South en 1980 y la ciudad de San Agustín de la Florida, objeto de estudio desde los años 50 por los arqueólogos Smith, Fairbanks. Goggin y actualmente por el equipo de K. Deagan. En este pueblo de origen español fundado en 1565 se ha ejecutado la restauración y el estudio arqueológico de más del 90% de su territorio, siendo uno de los predios coloniales mejor conservados en América. Actualmente sigue siendo el lugar de trabajo de campo de la Universidad de la Florida en Gainesville (Lyon, 1988).

De la Arqueología Histórica se han generado especialidades a partir de su metódica, ejemplo de ello lo tenemos en las investigaciones sobre la dieta, el instrumental, las diferentes plantas de los inmuebles y su distribución espacial, de los artefactos de la vida cotidiana exhumados, como por ejemplo el vidrio, los metales y muy especialmente la cerámica (Goggin, 1968; Deagan, 1987 a; Hume, 1984).

Dos emplazamientos coloniales, anexos al Caribe, han sido estudiados ampliamente, Panamá la Vieja fundada en 1513 la que actualmente presenta un vasto plan de restauración y arqueología dirigida por la Prof. Beatriz Rovira; y también el emplazamiento de Nueva Cádiz en la Isla de Cubagua en Venezuela, que fuera un fructífero centro perlero entre 1499 y 1518, excavado en 1950 por los arqueólogos I. Rouse y J.M. Cruxent.

Jamaica tuvo la suerte de tener en su territorio la fundación de la tercera ciudad del Caribe a comienzos del siglo XVI a la cual se le llamó Nueva Sevilla (New Seville, 1984). Su fecha de construcción fue 1509, pero sólo duró 23 años ; esta villa española compartió su espacio con la aldea taína de Maina y de ambas, se han hecho importantes estudios históricos como el de Francisco Morales Padrón (Morales Padrón, 1952) así como algunos trabajos arqueológicos entre los que sobresale el de López y Sebastián de la Universidad Complutense de Madrid.

Lo que hoy es Haití, en el siglo XVI era parte de la Hispaniola, y dentro de su territorio actual,Colón construyó su fuerte de la Navidad, la primera construcción en América, cerca de este lugar en 1503 también se fundó la ciudad de Puerto real, la cual ha sido objeto de estudio con un proyecto de largo alcance auspiciado por la Universidad de la Florida, y donde han trabajado los profesores Hodges, Fairbanks, Williams, McEwen y Deagan, ésta última ha editado un magnífico libro sobre el proceso reconstructivo histórico arqueológico que bien puede ser considerado un ejemplo en la especialidad (Deagan, 1995, Ewen, 1990).

Hemos dejado para el final a Cuba ya que en ella se ha investigado a partir de una estrategia diferente y con mucho menos recursos. En lo que respecta al enclave de las primeras villas fundadas por Diego Velázquez de Cuéllar entre 1511 y 1517, es poco el trabajo arqueológico hecho, nunca como un proyecto conjunto y en verdad se ha publicado también muy poco. Entre los años 1959 y 1960 se restauró y excavó el centro histórico de Santiago de Cuba mediante un proyecto de la Universidad de Oriente y ejecutado por el arqueólogo Francisco Prats Puig (Pichardo Viñals, 1986; Morales,1984).

Un trabajo especial se llevó a cabo, durante este proyecto, en el emplazamiento del Ayuntamiento o casa de Gobierno, donde Prats exhumó una colección de mayólicas españolas del siglo XVI de gran calidad; este investigador también trabajó en la casa, llamada de Diego Velázquez de Cuéllar aledaña al actual parque central de la ciudad santiaguera encontrando en este inmueble los restos del horno de fundición de oro, debido a que en esta casa estuvo enclavado también la Casa de Contratación y la Fundición en los inicios del siglo XVI (Portuondo Zúñiga, 1977).

En 1972 bajo los auspicios de la Academia de Ciencias de Cuba se efectuaron excavaciones arqueológicas en el primer emplazamiento de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, enclavada en la actual Nuevitas, al norte de la provincia de Camagüey, por los arqueólogos Payarés, Calvera y Domínguez. Dentro de un programa de arqueología regional entre 1980-1985 se trabajó en el Centro Sur de Cuba y muy especialmente en la villa de Trinidad por el arql. Alfredo Rankin, que si bien no logró encontrar el enclave inicial de la villa, aportó conocimientos muy valiosos sobre los emplazamientos coloniales del siglo XVIII y XIX.

Este proyecto permitió también el estudio arqueológico del tramo de costa entre Cienfuegos a Casilda, al sur de Cuba, que fue parte del recorrido de Colón en su segundo viaje, excavándose el área donde estuvo emplazada la encomienda del Padre Bartolomé de las Casas, cuando Velázquez le otorgó sus tierras, lugar que hoy se conoce como Loma del Convento, la que estaba emplazada al lado de un sitio aborigen agroalfarero de grandes magnitudes (Domínguez, 1991, 1994).

La arqueología subacuática en Cuba, como parte de la Arqueología Histórica ha sido desarrollada con bastante moderación pero hasta el momento se ha logrado a partir del Programa que lleva a cabo la Empresa Carisub algunos levantamientos de pecios importantes en la costa norte de Pinar del Río, entre los cuales tenemos como ejemplo el del cayo Inés de Soto perteneciente al siglo XVI, del cual se ha rescatado un conjunto de materiales de mucho valor histórico (Cimex, 1998).

Nos resta hablar de la villa más populosa e importante:, La Habana, anexada a su carenero puerto y declarada hoy Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, está dentro de un proyecto excelente de restauración bajo los auspicios de la Oficina del Historiador de la Ciudad y dirigida personalmente por el Dr. Eusebio Leal Spèngler, se trabaja arqueológicamente desde 1968 y se han afectado 28 manzanas del casco histórico de la ciudad enmarcada intramuros; desgraciadamente no se ha podido seguir una línea consecuente de investigación, sino que es la restauración quien puntea el orden de la intervención arqueológica (Plano).

Para concluir, solo esbozaremos el tema del contacto dentro de las especialidades que se adicionan a la Arqueología Histórica, lo que trata del proceso sociológico de la transculturación, tan sutil y olvidado que solo a partir del método que ofrece esta ciencia se puede estudiar en nuestras islas donde la documentación de ese preciso momento histórico es prácticamente nula, esta sería ".... La tarea más importante que aguarda en América a los arqueólogos coloniales..." la resultante del encuentro de las dos culturas, es el reto que queda para el VI centenario del descubrimiento en el año 2,092 (Deagan, 1988).


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Página enviada por Lourdes S. Domínguez
(7 de enero del 2008)


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