Este cuento comenzará como todo cuento que se respeta, había una vez una biblioteca dónde como es normal hay miles de libros y dentro de ellos podemos encontrar y aprender todos los conocimientos que el hombre a través de tantos años ha ido acumulando y con paciencia escribiendo en los libros, tanto de Ciencias, Historia, Literatura, Cuentos y muchísimos más que podemos encontrar en una biblioteca.
Pero la biblioteca de que hablo no es una biblioteca tan seria ni inanimada como las demás, en ella habitan dos duendes, dos pequeños duendes, llamados TODOSE y SABRÉ. ¿Qué cómo son y donde habitan? Pues imagínense que son pequeños, buenos algo traviesos sobre todo SABRÉ que como indica su nombre todo quiere saber y anda metido en problemas que se busca por su curiosidad y que luego su inseparable amigo TODOSE lo ayuda a salir airoso de todas las dificultades. Hasta aquí la presentación formal de estos dos personajes tan importantes en esta historia.
Con lo apresurada que estoy porque ustedes los conozcan se me olvidó decirles que ellos vive en dos libros TODOSE como su nombre indica en un gran Diccionario y SABRÉ en un precioso Libro de Cuentos por supuesto en la biblioteca de que les he hablado.
Una noche ellos salieron a pasear como siempre acostumbraban por los bien dispuestos anaqueles y oyeron claramente como alguien no muy lejos lloraba, los amigos se sorprendieron mucho y se dieron a la tarea de buscar quien así se lamentaba, uno por uno fueron visitando los libros de los diferentes entrepaños donde estaban ordenados hasta que finalmente llegaron a la cubierta del libro de donde salían los inconsolables sollozos de una niña. Se miraron entre sí y decididos entreabrieron la cubierta y cual no sería su asombro cuando vieron ahí mismo a una niña vestida con una caperuza roja y una cestita llena de pasteles sentada sobre una piedra llorando, tan triste estaba ella que no advirtió la presencia de nuestros amigos en lo absoluto, hasta que SABRÉ le preguntó compasivo ¿Qué te sucede jovencita? Ella se sorprendió en un principio, después entre lágrimas les contó brevemente
— Mamá me dio esta cesta que ven aquí para que llevará estos pasteles a mi abuelita como lo hago siempre, pero de pronto cuando voy saliendo de la casa no pude continuar pues me falta el camino, no puedo llegar a casa de la abuela, en el libro donde vivo le han arrancado esa hoja y no sé que otras más así que nunca más podré llevarle pasteles a la abuela y diciendo esto rompió a llorar de nuevo.
TODOSE y SABRÉ se miraron más sorprendidos aún, nunca antes había pasado algo así en la biblioteca. SABRÉ tomando la iniciativa, dirigiéndose a la Caperucita y a su amigo les dijo muy resuelto — vamos muchachos que esperan hay que encontrar la hoja, pero eso no es todo hay que averiguar quién la ha arrancado. — ¿Pero cómo lo haremos preguntó? preocupada la Caperucita.
No te preocupes pequeña respondió TODOSE mi amigo y yo con tu ayuda lo haremos, sécate esas lágrimas y salgamos de este libro. Dicho y hecho salieron del libro y comenzaron a mirar alrededor para ver sin encontraban alguna pista, comenzaron a caminar los tres y no habían caminado más que dos o tres calles de libros cuando escucharon los plañideros maullidos de un gato, más intrigados aún por los que estaba sucediendo en aquel lugar caminaron otro trecho y vieron a un gato muy elegante vestido pero descalzo, quién molesto y triste lanzaba sus maullidos a los cuatro vientos, — ¿quién ha osado llevarse mis botas?, mis botas queridas decía con sus maullidos yo que soy un gato valiente, pero lo peor de todo es que no podré cumplir el encargo de mi amo, se acercaron al que así se lamentaba, esta vez tomó la iniciativa TODOSÉ quién decidido y solidario le preguntó a pesar de que había oído sus reiteradas quejas, — ¿A ver qué te ha sucedido amigo?
— Como ya me han oído porque no he cesado de quejarme me robaron mis botas, un bandido sin corazón, mientras dormía y además falta el camino que tenía que tomar para cumplir el encargo de mi querido amo, pues está rota la hoja del libro donde vivo y no me lo explico, a menos que haya sido obra del Ogro feo ése, pero en verdad dijo bajando apenado la cabeza no sé no me viene a mi cabeza quién pudiera estar interesado en romper mi lindo libro de cuentos.
— No te preocupes amigo, pero nosotros somos; TODOSÉ éste de aquí, la jovencita es la Caperucita Roja y yo soy nada más y nada menos que SABRÉ, a ella como a ti le rompieron su libro de cuentos y no podrá llevarle los pasteles a la abuelita, pero nosotros tres y si quieres tú también te nos unes y vamos a encontrar a quién se está dedicando a romper los libros, no había terminado decir esto cuando los cuatro volvieron la cabeza al oír los lamentos de alguien que en anaquel de al lado lloraba sin consuelo, — Buuu ¡Ay¡ mi espejito mágico, donde estará, quién ha sido tan cruel de separarnos así buuu, y volvió a prorrumpir en llanto, entre sollozos inconsolables una y otra vez decía lamentándose — ¿Cómo podré ahora lucir linda y que me lo diga mi espejo. ¡Ay¡ de mí, ya no tengo un compañero que me quiera, sólo esta escoba con motor incorporado para volar y hacer mis hechicerías, así decía y se lamentaba.
Mientras esto sucedía los cuatro se miraron y tomaron la decisión de ponerse en movimiento y llegaron al lugar donde estaba nada más y nada menos que una brujita de los libros de cuentos, esta vez los cuatro le preguntaron a coro, no sin poco asombro — ¿A ti también te han robado algo? Muy seria y circunspecta para esa ocasión respondió Brunilla que así se llamaba ella, — Claro acaso no me han oído, se han robado el espejo y todo lo que había en mi libro, me han dejado con la escoba pero lo que más me duele es que ya no tengo a mi fiel amigo el espejo mágico, que es el tesoro que yo más quiero, porque el siempre me ve linda, ¿Aunque yo soy linda verdad? Hizo una pausa y tosió un poco, para aclarar la voz, — Bueno como soy bonita les agradezco que hayan pensado todos que sí, porque sin lugar a dudas soy la bruja más linda de todos los libros y todos los cuentos, dándole un matiz diferente a su voz un tanto descompuesta producto de los acontecimientos y realmente embargada por la pena de su pérdida, les dijo, — no me hagan caso a veces soy así un poquitín vanidosa, pero yo soy una brujita buena, moderna, servicial y todo, lo que sucede es que… . ya no tengo libro ni espejo, ¿Qué hago ahora amigos, aquí solita con mi escoba?
Fue el Gato con perdón sin Botas quién tomó la iniciativa en esa ocasión, y dirigiéndose al grupo les dijo muy seguro amigos, — Aquí hay además de Gato robado, una Caperucita sin camino, y ahora una Brujita sin espejo, tenemos que tomar una medida inmediatamente o si no los niños se quedaron sin cuentos que leer, no se han percatado de eso? — Claro respondieron los amigos TODOSÉ y SABRÉ. — Hay que tomar una decisión inteligente y pronto, dijeron casi a coro pero tenemos que cooperar todos, — Alzando un poco la voz dijo entonces el duende TODOSÉ hay que hacer guardias, para saber quién es y a qué hora comete sus fechorías ése tonto que los ha dejado sin caminos robándoles lo que necesitaban. — Veamos quién estará en la mañana de guardia? El Gato fue el primero que respondió yo, a mí me corresponde velar temprano, después echaré mi siestecita,
— Bueno y quién lo hará después crees que tú podrás Caperucita?
— Claro yo lo haré por la tarde sin falta.
Dirigiéndose a Brunilla le preguntó y tu amiga a qué hora te conviene?
— Yo pues yo estaré en vela hasta que no le ponga las manos encima a ese malandrín,…. mira que dejarme sin mi espejo, cambiando un poco el tema les puedo hacer una pregunta.
— Por supuesto dijeron todos.
¿Me veo linda con el sombrero nuevo?
El Gato sin Botas respondió muy halagador, — pues sí como no habría de verse linda una persona tan importante como usted mi querida Brunilla, no lo creen ustedes también amigos.
— Claro dijeron TODOSÉ, SABRÉ y Caperucita.
Tomado ese acuerdo todos se fueron a dormir a sus libros y al despuntar el día cuando abrieron la biblioteca en la mañana comenzaron sus pesquisas, el Gato ocupó un sitio de privilegio en lo alto de los anaqueles, mientras los dos duendes daban paseos por todos los lugares, como eran muy pequeños, además de poseer el don de ser invisibles a las personas si así lo deseaban pues no les fue nada difícil la tarea, yendo de aquí para allá subiéndose en todas mesas donde las personas y los niños leían ávidos los libros que habían solicitado, entraron en todas las salas, hasta que llegaron a una que quedaba al lado de la principal ahí se detuvieron unos instantes, se subieron a la mesa y cual no fue la sorpresa a encontrar un niño que al parecer leía un libro cuando de pronto comenzó a arrancarle pedazos a las hojas. Los dos duendes intercambiaron miradas de entendimiento y permanecieron por unos minutos observándolo con atención, el niño había pedido algunos libros de cuentos que estaban amontonados a su izquierda mientras con rapidez los ojeaba y después les arrancaba las hojas con las cuales hacía barquitos de papel además de tirarlas al piso.
TODOSÉ y SABRÉ, muy rápido hicieron el conjuro y se hicieron visibles en el momento y dirigiéndose al pequeño que absorto en su tarea destructora
no se había percatado de que ahora eran visibles le dijeron con un tono muy serio como la situación lo requería, — Queda usted arrestado por romper el tesoro de todos los niños.
Cual no sería la cara de asombro del pequeño en cuestión cuando vio parados delante de sus narices a los pequeños duendes que muy serios le hablaban.
— Arrestado yo, preguntó pero además quiénes son ustedes.
TODOSÉ tomó la palabra y respondió diciéndole textualmente, — nosotros somos los duendes que custodiamos los libros de cuentos infantiles, guardamos la magia y el encanto que hay en ellos desde hace muchos años, y no es justo que tú precisamente tú uno de los niños para quiénes cuidamos los libros durante tantos años esté rompiéndolos, sin piedad ni consideración.
— Señores duendes yo,... yo pues estaba aburrido, sí así es, porque aún no sé leer muy bien pero me traen a la biblioteca y me dije, — Carlitos no vas a estar sentado todo el tiempo sin hacer nada y se me ocurrió hacer barquitos de papel, vasitos y luego me los llevo en los bolsillos para mi casa allí los guardo en el cajón de mis juguetes, después cuando me vuelvo a aburrir pues los saco y juego, pero no lo he hecho por que sea un niño malo.
SABRÉ se adelantó esta vez preguntándole, — así que tienes las hojas que arrancaste en tu casa? Eso es algo bueno señores, podremos solucionar los problemas finalmente.
— Si señor duende ahí están, y las pueden encontrar en mi caja de juguetes como ya le dije, tengo ya una buena colección de ellos.
— Si ya conocemos los daños, pero creo y se me está ocurriendo una idea los daños que hiciste estás dispuesto a ayudar para repararlos al menos, no es así jovencito?
— Si señor duende con tal de que mis padres no me castiguen, porque ustedes no le van a contar nada ni a ellos ni a la maestra, no es verdad?
— Claro jovencito pero tienes que cooperar con nosotros.
Carlitos estaba muy serio, de su cara había huido la sonrisa y por sus ojos azules cruzaban ahora nubes de preocupación que empañaban su brillo.
— Está bien iré hasta mi casa en cuanto pueda y traeré los papeles.
— Así se dice amigo entre todos te ayudaremos a repara en algo el daño que hiciste, por desconocer el alto valor de los libros, los de cuentos, aventuras y de todos los libros donde se atesora la sabiduría universal, imagínate un cajón mágico que te puede dar todo, éso es un libro amiguito, le dijo esta vez en tono conciliatorio TODOSÉ.
El niño al instante se dirigió a un grupo que se encontraba en la otra mesa donde estaba sentada la maestra allí se estuvo quieto hasta que se fueron.
Mientras TODOSÉ y SABRÉ corrieron a encontrarse con sus compañeros y les contaron lo que habían visto, muy sorprendidos quedaron los demás y a la vez sintieron un alivio grande, La Caperucita podría llevarle como siempre la cesta con pasteles a la abuelita, El Gato Con Botas ahora descalzo cumpliría los encargos de su amo y Brunella tendría de nuevo su espejo y todos serían de nuevo felices, para a su vez hacer felices a los niños que leyeran sus cuentos de ahora en lo adelante.
No bien habían acabado de almorzar todos ellos cuando apareció Carlitos con un puñado de hojas en las manos. TODOSÉ Y SABRÉ salieron a su encuentro y les presentaron a los dañados por el actuar irresponsable de Carlitos quién estaba asombrado y a la vez apenado pero con muchos deseos de enmendar el daño causado.
Rápidamente todos pusieron manos a la obra de ayudar al niño, tomaron un pomo de goma y se dieron a la tarea de pegar las hojas donde debían ir, y que puedo decirles amiguitos quedaron todos muy contentos.
Así que de ahora en lo adelante no rompan los libros, ellos son el tesoro del saber.
Colorín colorán mi segundo cuento he terminado.