Los días finales de noviembre sirvieron de marco para una nueva edición del Taller de Investigaciones Rine Leal que convoca bienalmente el Centro Nacional de Investigaciones de las Artes Escénicas a partir del inicio del milenio.
Los anteriores encuentros han tomado por objeto de análisis los ámbitos de la danza, las artes circenses, la pantomima, el diseño escénico, las propias modalidades de la investigación escénica, en tanto este decidió centrarse en las especialidades teóricas que participan de los procesos de la creación y recepción teatral, algunas de ellas escasamente visibilizadas y cuyo ejercicio resulta en ocasiones actividad poco generosa.
De modo que las reflexiones de estos dos días — 29 y 30 — se dedicaron a la crítica teatral y danzaria, la asesoría teatral y la investigación organizadas en tres jornadas de trabajo.
Las dos primeras sesionaron en la modalidad de panel, mientras la última contó con la presencia de varios expositores.
El tema de la crítica fue examinado a través de las experiencias y visiones de Osvaldo Cano — quien fungió además como moderador —, Vivian Martínez Tabares, Ismael Albelo, Roberto Gacio, Bárbara Rivero y quien suscribe estas líneas. Fue posible compartir con los asistentes las características y limitaciones que imponen los medios de prensa, el aún reducido impacto de los espacios digitales, las altas exigencias del ejercicio crítico, los aspectos que los propios críticos reconocen como deficitarios en sus valoraciones, el lugar de la subjetividad en la evaluación que realiza el crítico, entre otros tópicos.
El asunto contó con un diálogo serio, animado y respetuoso entre los panelistas y el resto de los participantes que creo colaborará no solo en la perfectibilidad de la labor de los críticos, sino, además, en la comprensión por parte de artistas, técnicos, especialistas, directivos y estudiantes de la enorme complejidad que supone dicha labor.
La asesoría teatral fue tratada por Rogelio Díaz Cuesta — toda una autoridad en la materia tras dos décadas de actividad sistemática en la disciplina — y Baby Domínguez, asesora del Teatro de la Luna durante los últimos seis años, profesora de dramaturgia en el nivel medio de la enseñanza teatral (Escuela Nacional de Arte) y en la Facultad de Arte Danzario del Instituto Superior de Arte; una especialista de altísima competencia.
Ambos se refirieron a la trascendencia y grado de dificultad de este trabajo destacando las especificidades del mismo y las múltiples funciones que cumple quien lo ejecuta.
Particular énfasis recibió la idea de las diferentes etapas de esta labor, que puede iniciarse en la búsqueda y propuesta del texto a representar, se continúa con el análisis dramático del mismo, sigue luego en la etapa de montaje y ensayos así como en cada temporada de representación.
Se habló acerca del clima imprescindible de colaboración y del diálogo respetuoso que debía existir entre director y asesor, de la jerarquización indispensable de las funciones de ambos, del trabajo a desarrollar con los actores, de la importancia del asesor como representante del público en los procesos de creación y recepción.
En lo tocante a las operaciones sobre el texto dramático ambos especialistas se refirieron a la repercusión que tenía sobre las sucesivas fases de trabajo el análisis riguroso y minucioso de ese discurso, realizado del modo más objetivo posible sin imposición de visiones o lecturas determinadas a priori.
Numerosas y enriquecedoras intervenciones se realizaron por los demás participantes, entre quienes figuraban directores, actores, productores, especialistas, estudiantes y otros asesores.
La última jornada sirvió de ocasión para la presentación de cuatro experiencias investigativas diversas. La Doctora Elina Miranda se refirió a su estudio de los mitos en el ámbito caribeño, el aún estudiante del ISA Ernesto Fundora, quien se desempeña además dentro del equipo de editores de la casa editorial Tablas-Alarcos, dio lectura al resumen de una investigación sobre la crítica teatral en las páginas de la revista Tablas durante su primer lustro de existencia realizado por la Licenciada en Teatrología Johayna Hernández, imposibilitada de asistir por enfermedad. Junto a ellos Roberto Gacio brindaba algunas noticias acerca de su examen del trabajo del actor en los años cuarenta del pasado siglo, en el espacio del llamado Teatro de Arte, y Armando Morales, con el concurso de los actores Lázaro Hernández, Rigel González y María Luisa de la Cruz, seducía a su público mientras mostraba, como solo él sabe hacerlo, el alcance de los recursos propios del arte titeril dentro de los propósitos de una puesta en escena.
El evento culminó con los homenajes a la Dra. Graziella Pogolotti, una de las más altas figuras de la intelectualidad cubana vinculada íntimamente al desarrollo teatral desde la segunda mitad del pasado siglo; al maestro Rogelio Díaz Cuesta por su intensa labor en la asesoría teatral y su decisivo aporte en tal sentido a la trayectoria de Teatro Estudio, agrupación paradigmática de nuestra escena; y a nuestra imprescindible revista Tablas, próxima a cumplir veinticinco años de polémica existencia.
Una vez más la cita resultó fecunda.
Página enviada por Esther Suárez Durán
(9 de diciembre de 2006)