Cuba

Una identità in movimento


Así ví el mundo y la guerra de Irak hace 5 años

Wilkie Delgado Correa


Cuando el horror de la guerra contra una país más débil se ha prolongado ya durante un lustro, cuando las razones esgrimidas para desatarla fueron totalmente falsas y actualmente ha tenido que ser reconocido por la CIA y el Pentágono, cuando las consecuencias de esa guerra dejan, ante la faz del mundo, una etapa triste y vergonzosa para la humanidad, cuando se persiste en mantener la ocupación y con ello los males infinitos sobre el pueblo iraquí, es conveniente recordar aquel día nefasto en que se dio inicio al genocidio. Por eso comparto con los lectores mi visión de aquel día con sus correspondientes consideraciones.

Hoy amaneció con un sol tan rutilante que pensé que había ocurrido una transformación inusual en el universo. Ante un signo cualquiera a uno se le despierta la imaginación y los pensamientos viajan hacia puntos remotos que son normalmente inimaginables. Sin embargo, el día transcurrió como otro cualquiera en esta vida trajinada del mundo que habitamos.

Las imágenes han desfilado como siempre. Algunas como estrellas fugaces desprendidas del cielo. Otras con los desplazamientos de cuantas cosas se mueven en la tierra. Las imágenes han llegado hasta mis ojos, han penetrado en mí y se han incorporado a los tejidos de mi cuerpo para siempre, aunque algunas parezcan esfumarse.

Hoy he tratado de escudriñar, a la velocidad de la luz, el pasado, presente y futuro de la humanidad.

He visto a la gente que integra a mi pueblo, en su ir y venir con todo lo que lleva por fuera y por dentro. Como son imágenes más cercanas y conocidas, constituye lo cotidiano de la vida compartida cada día.

Hoy he visto imágenes de lejos. Una vez más he presenciado el derrumbamiento de edificios dinamitados en Palestina. Una nueva estrategia de genocidio ya es una noticia vieja y reiterada. Una mujer impotente grita su dolor y su ira con las manos y miradas alzadas hacia el cielo. Pienso debe ser una plegaria dirigida a su Dios o al Dios de Israel.

Hoy sigue la guerra desatada contra Irak por el nuevo imperio terrenal. La guerra, la guerra, gritan incesantemente los voceros y dirigentes del imperio y sus aliados. Y las Naciones Unidas, cuya Carta proclama la misión de preservar la paz y de librar al mundo del horror y consecuencias de la guerra, parece haberse olvidado de su misión. El Consejo de Seguridad también se muestra inmutable. La Comisión de Derechos Humanos de Ginebra permanece también presa en el marasmo de la inconsecuencia. La Carta de las Naciones Unidas parece ocultarse de vergüenza y de tristeza en los anaqueles de no sé qué biblioteca o en las gavetas del buró del Señor Secretario General y también en los archivos de los señores representantes que integran dicha organización.

Hoy he visto al Papa en la Plaza de San Pedro orando y clamando por la paz. Ha implorado una vez más al Dios que representa en la tierra. Pienso que además de su homilía pública, el Papa debe estar rogando a Dios, en un murmullo que nadie puede escuchar algo parecido a:

    "Escúchame tú, Señor, ya que muchos en la tierra padecen de sordera".

No sé porque razones imagino que Dios está nuevamente crucificado en los cielos, y casi sin voz, ya agonizante, implora a su Dios Padre:

    "Apiádate de mí, Señor".

Hoy han desfilado también las imágenes de miles y millones de personas que desfilan en defensa de la paz y en condena de la guerra. Gritos y cantos, mensajes escrito y verbales, gesto alegres o airados, actos pacíficos o violentos, actos tolerados o reprimidos hasta la violencia y la muerte: todo se mezcla en una armonía extraña mientras ocurre el desfile y la concentración, un mar de pueblo, en calles, plazas y ciudades. Pienso — no puedo dejar de pensar — que el imperio, ciego de prepotencia no los verá; ensordecido por su propia vocinglería que difunde por todos los medios apabullantes de que dispone, no escuchará nada de lo que manifiestan las multitudes que protestan. El imperio debe pensar que se trata de unos infelices y alienados que pretenden erigir equivocadamente un monumento a la paz en el nuevo mundo concebido como de guerras infinitas.

Hoy siguen las bombas, mísiles y todo tipo de metralla, cayendo sin piedad sobre el pueblo de Irak. Un pueblo entero sufre los rigores y la muerte por las armas esgrimidas por un bando de los hombres que Martí calificara como los que odian y destruyen. Este bando se sustenta en la filosofía del despojo y en el desprecio a los que considera como inferiores.

Hoy pienso en los sueños de que el mundo tome un mejor camino. Pienso que quizás mañana, estoy seguro que mañana, no importa la medida de tiempo que ese mañana tendrá, el mundo dejará de ser lo que hoy he visto desde lejos, a través de imágenes dantescas, y mostrará un rostro bello, un alma buena, un sentimiento de felicidad y, por supuesto una vida y un ambiente de paz y solidaridad.

¡Ese día vendrá, que no le quepan dudas a nadie, aunque traten de asesinarlo y desaparecerlo del planeta! ¡Los conquistadores no tendrán futuro!

Cinco años después se ha corroborado el vaticinio, aunque sigue la guerra ejerciendo el martirio, pero ya destrozada por su propia muerte en lo legal y moral. Los conquistadores ya no tienen presente y menos tendrán un futuro.




    Wilkie Delgado Correa
    Doctor en Ciencias Médicas
    Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
    Escritor y periodista





Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(23 de marzo del 2008)


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