Cuba

Una identità in movimento


Rubén Martínez Villena: Con Martí, Marx y Lenin

Juana Rosales García


Rubén Martínez Villena (1899-1934), fue uno de los más brillantes intelectuales revolucionarios cubanos de su época. El mundo de la actividad político social de Martínez Villena ha sido explorado con serios estudios, tanto desde el ejercicio biográfico como en la situación de época, pero no ha tenido la misma suerte la intelección sobre su pensamiento político, en particular el estudio de su evolución política. Muy poco se conoce de sus últimos años como líder comunista y en ocasiones se le ha generalizado como un seguidor acrítico de los dictados de la Internacional Comunista.

Para entender el aporte revolucionario de Rubén resulta particularmente interesante detenerse en el último año de su existencia. Precisamente este es el período de la vida de esta imprescindible figura, que menos se ha estudiado. Hoy se han dado a conocer documentos que prueban el intenso drama político de quien dentro de las filas del Partido Comunista, defendió un pensamiento propio y se opuso a las incorporaciones miméticas que desafortunadamente orientaba la Internacional Comunista para nuestro país.


El año 1933

En enero de 1933, Villena arriba a New York procedente de la URSS y de inmediato se pone en contacto con los grupos de emigrados revolucionarios y con la dirección del Partido Comunista de los Estados Unidos. En mayo llega a la patria después de más tres años de ausencia.

El pensamiento antimperialista de Villena se hace patente entonces, en la intensa batalla que estableció contra todas aquellas corrientes que consideraba demagógicas e intentaban limitar la lucha popular a un simple cambio de gobierno, dejando intacta la estructura neocolonial. A este imperativo fundamental respondió su artículo "Que significa la transformación del ABC y cuál es el propósito de esta maniobra" (marzo-abril, 1933),[1] en el cual desarrolla su polémica contra la organización fascistoide ABC, recién convertida en partido político reformista.

En uno de sus ensayos políticos más relevantes "Las contradicciones internas del imperialismo yanqui y el alza del movimiento revolucionario" (mayo, 1933), realiza un magistral estudio de la situación cubana. Comienza su trabajo enunciando un pensamiento martiano: "En la naturaleza, como en los pueblos, todo lo necesario se crea, a su hora oportuna, de lo mismo que se le opone y contradice" y a partir de esa idea esencial, realiza un profundo análisis económico del problema cubano en el que desempeña un papel determinante la dependencia del imperialismo yanqui.[2]

Rubén dedica todas sus fuerzas a las labores de dirección, cohesión y movilización del movimiento obrero y revolucionario para derrotar a Machado. Este propósito se logra tras desencadenarse la huelga política que en agosto de 1933, derribaría la dictadura.


Rubén y la Internacional

Del estudio de los documentos y su evaluación se hace evidente que si bien desde 1930 la dirección del Partido cubano había aceptado la táctica orientada por la Internacional Comunista, esta fue objeto de notables objeciones y fuertes debates; y que en ello ocupó un papel central el pensamiento antidogmático de Villena, reiteradamente distante de los dictados de la organización internacional.

El denominado "error de agosto" ha sido esgrimido para fundamentar el dogmatismo y el seguidismo acrítico de Villena y el Partido respecto a las orientaciones de la Internacional. Tal apreciación no resiste el juicio de los propios acontecimientos: En los momentos en que ocurre la huelga de agosto de 1933, Rubén y la dirección del Partido, trabajan para ir a un debilitamiento paulatino del régimen. Tenían el criterio — y en ello coincidían con el Buró del Caribe —, de que era mejor un Machado debilitado por las presiones yanquis para que renunciara al gobierno, y obligado a hacer concesiones frente al amplio movimiento opositor, que el establecimiento de un nuevo gobierno impuesto por una intervención estadounidense. Consideraban que el Partido y la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), carecían de posibilidades para tomar el poder de inmediato, y pensaban que postergando la salida final del dictador, tendrían tiempo para organizarse más, ganar mayor apoyo de masas y llevar a feliz término la revolución democrática y antimperialista.

Precisamente estos criterios de mantener a un "Machado debilitado", fueron los que pesaron en el error de ordenar la vuelta al trabajo, sin apreciar que dado el grado de agudización de la situación revolucionaria, la huelga devenía en indetenible insurgencia popular. La rectificación de esta orientación frente a la inobjetable realidad de los acontecimientos, demostró la capacidad de reacción de Villena y el Partido.

En el informe al IV Congreso de Unidad Sindical, Villena realiza por primera vez, un análisis crítico de la huelga y del "error de agosto". El documento valora los éxitos alcanzados por la clase obrera bajo la dirección del Partido y la CNOC, así como los errores y limitaciones que estuvieron presentes. Se trata en todo momento de la reevaluación de sus posiciones, independientemente de que estas coincidieran o no con la Internacional. Villena examina dialécticamente los hechos y demuestra una vez más su oposición a interpretar el marxismo como un dogma. Recordemos que en aquellos momentos — 4 de agosto de 1933 — publica "La aventura del artículo de un comunista y sus enseñanzas", en el cual esclarecía la esencia del marxismo como un método para orientar el pensamiento y la acción.[3]

Villena discrepó de la formación de "soviet de obreros, campesinos y soldados"[4] como la forma que adoptaría el poder después del triunfo de la primera etapa de la revolución. Para Villena y otros compañeros del Partido la mejor manera de enfrentar a los yanquis era la lucha política a partir de procedimientos y formas organizativas propias, como la formación de Comités de Acción. Por ello se opuso a la instrucción absurda del Buró del Caribe de instauración de los soviets, los cuales aislarían al Partido de las masas, afectaría el trabajo dentro de las fuerzas armadas e incluso la propia palabra "soviet" podría asustar a la gente. Analiza dialécticamente la situación y advierte que debía hacerse la revolución y que el Partido debía tomar el poder allí donde haya algún vacío de éste, y expone el programa de acción a ser aplicando donde y cuando esto se produzca, precisando, entre otros puntos: que los Comités de Acción tomen el poder y se arme a los trabajadores. Simultáneamente, en el resto del país es preciso continuar creando sindicatos revolucionarios y células de fábrica del Partido, para arraigarse en la masa.[5]

El clima de tensiones de Villena con la dirección de la Internacional en la región, tiene como uno de los momentos más dramáticos, una reunión efectuada al parecer en la segunda quincena del mes de septiembre de 1933, a la que asistieron varios representantes del Buró del Caribe y del Secretariado Sudamericano de la Internacional. Allí se presentó una resolución de acuerdo por la que si el Partido no aceptaba la consigna de los soviets, se le consideraría traidor a la clase obrera y ganado por el oportunismo de la II Internacional. Los representantes de la Internacional insultaron a Villena llamándole cínico, lo acusaron de mantener una posición reformista, y pidieron su expulsión del Partido, actitud que ganó la airada respuesta de la mayoría de los militantes cubanos presentes.[6]

En medio del agudo debate ideológico y político que se produjo en el seno del Partido contra la línea de la Internacional, Villena cuestionó además la incorrecta propuesta de la Internacional que orientaba "eludir un enfrentamiento abierto con el imperialismo", si en Cuba


"... cada huelga era un movimiento contra el imperialismo".


En consonancia con estas ideas propuso no cumplimentar esa directiva de la Internacional,


"... cuestionándose como podía la Comintern ‘considerar que puede ser establecido un gobierno obrero y campesino que al mismo tiempo oculte la lucha antimperialista’, olvidándose de que Cuba es un país colonial. Por lo que concluye diciendo que: "Creo que desde Moscú no se puede prever todo esto".[7]


De hecho Rubén continuó trabajando desde su lecho de enfermo, por la formación de un frente único para la revolución antimperialista, hasta los últimos meses de su vida, como lo atestiguan los trabajos que escribió y las actividades y reuniones partidistas en que participó liderando el movimiento obrero, sindical y partidista. Recordemos que desde su lecho de enfermo escribiría el mencionado informe al IV Congreso Obrero de Unidad Sindical de enero de 1934.


Fundador del marxismo cubano

En continuidad con la línea de Mella, Villena asume la militancia revolucionaria como organización y acción en las filas del Partido Comunista. Ni las más fuertes polémicas y acusaciones, lo llevaron a renunciar a su condición de militante. Había aprendido en Martí el valor estratégico de la unidad dentro del Partido de la Revolución, y tal criterio lo defendió hasta su último aliento.

Desde la alerta martiana contra la copia mimética, servil y acrítica de experiencias válidas para otros pueblos con culturas, tradiciones y problemáticas diferentes, el marxismo y el leninismo constituyen para Villena inspiración ideológica, retos teóricos e instrumental metodológico para pensar a Cuba, y hallar las vías de su transformación revolucionaria. Sin dudas este eje de articulación dialéctica que continúa Villena, forja la sólida base del desarrollo de la matriz marxista y leninista en la cultura política revolucionaria cubana del Siglo XX.





Notas

  1. "Que significa la transformación del ABC y cual es el propósito de esta maniobra". Rubén Martínez Villena: Poesía y prosa, ob. cit., pp. 225-226.
  2. "Las contradicciones internas del imperialismo yanqui y el alza del movimiento revolucionario", Mundo obrero, mayo de 1933. En: Rubén Martínez Villena: Poesía y prosa, ob. cit., pp. 231-250.
  3. Es publicado el 4 de agosto de 1933, en El trabajador. Consúltese: Rubén Martínez Villena. Ideario político, ob. cit., pp. 286-291.
  4. Consúltese: "Artículo de Bandera Roja sobre los soviets". Bandera Roja. Órgano central del Partido Comunista de Cuba. Sección de la Internacional Comunista. Año 1. No. 2. pp. 3–7. La Habana. Octubre de 1933. Fondo Primer Partido. Instituto de Historia de Cuba.
  5. Angelina Rojas: Primer Partido Comunista de Cuba. Sus tácticas y estrategias. 1925-1935, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, pp. 190-191.
  6. Las violentas discusiones, fueron nefastas para Rubén, no solo por el esfuerzo físico que exigió de él, sino por la forma injusta en que fue tratado por los representantes de la IC. No obstante la masa mayoritaria fue "convencida de la necesidad de llevar a cabo el proyecto de los soviets". Ibídem, p. 191. Consúltese además: Caridad Massón: Rubén: desde el recuerdo y la esperanza, Editorial Unicornio, La Habana, 2006, pp.138-144 y 151-152 y siguientes; Ana Núñez Machín: El Rubén que vive aún, SEAP, Ciudad de La Habana, 2005, p. 87.
  7. Caridad Massón, ob. cit., pp.138-144 y 151-152 y siguientes.





    Juana Rosales García
    Máster en Filosofía
    Investigadora Auxiliar del Instituto de Filosofía







Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(19 de enero de 2009)


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