Una cerrada descarga de fusiles, derribó al jinete, que con más valor que sentido común, cabalgaba sobre el brioso y magnífico corcel para entrar en la muerte, victorioso a la eternidad.
Era la mañana gloriosa del 19 de mayo de 1895, en los terrenos de Dos Ríos, situado en la región oriental de Cuba el lugar escogido por la historia para inmortalizar a José Martí.
Cuando ha transcurrido más de un siglo de aquel hecho, el pensamiento del Apóstol mantiene plena y absoluta vigencia.
Dentro de las muchas aristas de la universalidad del ideario martiano destaca un tema, que no por poco tratado, deja de tener esencial importancia para los pueblos Latinoamericanos, la Economía.
El pensamiento económico de Martí fue de los más avanzado del continente en el siglo XIX y por su profundidad y alcance, mantiene presencia activa en nuestros días, algo singular si tomamos en consideración que en los países colonizados, o los que se mantienen bajo el viejo ropaje neocolonial, no existe una tradición teórica y doctrinal consolidada al respecto.
El Héroe Nacional cubano sin una formación académica economicista, si tuvo presente la particularidad del caso cubano cuyas concepciones están estrechamente vinculadas a la política, a la soberanía e independencia.
En su afán de liberar a Cuba del yugo de España, y de contribuir en ese empeño a la segunda y definitiva independencia americana, evitando la penetración del pulpo imperialista yanqui en los pueblos del Bravo a la Patagonia, es que José Martí se adentra en las ideas económicas.
Pudiera hablarse de muchos artículos por él elaborados, pero baste uno solo como documento trascendente y de plena actualidad, el cual se título "El tratado comercial entre Estados Unidos y México", publicado en el diario Las Américas en Nueva York en marzo de 1883.
En ese trabajo Martí dice: