El más grave de los problemas que enfrenta el sistema capitalista contemporáneo es su liderazgo a escala mundial, no deseo exagerar al expresarme mediante una rotunda afirmación. La falta de una política domestica e internacional consistente, sostenible, por parte del gobierno de los Estados Unidos de América, ha creado progresivamente una situación histórica que es apreciada por muchos analistas como una debilidad verdadera; no sólo constituye una amenaza, por la crisis que acusa el dólar estadounidense, un emblema económico cuestionado, y al que se enfrentan nuevas alternativas de unidad monetaria internacional, tales como el euro.
La política militarista, las guerras de agresión, ha sido la opción elegida por los gobiernos estadounidenses pasados y contemporáneos para llevar a cabo su "destino manifiesto, hegemónico" o dominación mundial. En realidad, no hay nada nuevo en ello. Esta fue una estrategia trazada con la visión de los "padres fundadores" de esa nación, y se remonta al primer cuarto del siglo XIX, es decir, pronto cumplirá ¡doscientos años! También la guerra contra todos marcó la expansión territorial hacia el sur y el oeste de los pequeños estados federados del este, que se conformaron a partir de las trece colonias inglesas en América del Norte. Es bueno repasar la historia, hay que repensar el presente y el futuro de nuestros poco amistosos vecinos.
Sin embargo, ese aferramiento desmedido a las rupturas civilizatorias, fundamentadas en el genocidio y el ecocidio -a causa de las guerras de conquistas y colonización- no parece ser una tendencia muy avanzada, sino conservadora, del pensamiento político en el marco de la actual "cultura occidental". A fines del siglo XX, la iglesia católica pidió perdón, humilde y estratégicamente, por los crímenes contra la Humanidad cometidos por los católicos europeos durante el proceso bélico de la conquista y colonización de América. Más recientemente, en Australia, también se han pedido oficialmente disculpas a los pueblos aborígenes, a sus sobrevivientes, por otro genocidio y ecocidio similar al practicado en Améica.
Si hiciéramos una revisión cuidadosa -que no cabría en este pequeño trabajo, pero debe ser elaborada con más amplitud en otros- acerca de las políticas empleadas por las ex potencias colonialistas europeas (Holanda, Inglaterra, Francia, las más desarrolladas económica y culturalmente, "cunas" del pensamiento capitalista, presentes aún en el Caribe (región geopolítica a la cual pertenecemos por derecho propio), se podría percibir otra tendencia, particularmente sostenida a lo largo de los siglos XIX y XX. Esta consiste en buscar soluciones políticas de reforma a las contingencias o riesgos políticos graves, que amenazan de alguna forma la integridad y seguridad de la nación metropolitana.
Así, los burgueses ingleses elaboraron la fórmula del parlamento para limitar el absolutismo real en sus islas (fines del siglo XVII), y, de este modo, crearon su espacio de poder político, a costa de los intereses de la nobleza de sangre, de cuyos privilegios también se adueñaron posteriormente, poco a poco, solicitando y obteniendo títulos reales.
La solución abolicionista, para hallar una salida "pacífica" a la esclavitud de los africanos negros, practicada ferozmente en sus colonias del Caribe, neutralizó, hasta cierto punto, la expansión de la Revolución haitiana en las cercanas tierras de Jamaica, por citar un caso, y puso en jaque el crecimiento económico de otros sistemas plantacionistas-esclavistas azucareros, o de otros cultivos, que participaban como sus competidores en el mercado mundial. Esto ocurrió en la colonia española de la Isla de Cuba, durante varias décadas fue presionada fuertemente por los ingleses para suprimir la trata y eliminar la esclavitud, al igual que en Puerto Rico.
O, la del autonomismo provincial, aplicado a sus colonias para dar cabida a los grupos de poder "criollos", que fue aplicada tempranamente en Canadá, justamente al norte de los expansionistas estadounidenses. El departamentalismo francés (creación de las "provincias de ultramar"), aplicado después de 1946 por Francia, en sus colonias antillanas, es más bien tardío, pero fue eficaz para la política conservadora: creó un "freno" a la cabalgata de las luchas por la liberación nacional en estos lugares. Hay muchos otros ejemplos; es probable que en la India, Ghandi tuviera en cuenta este sentido reformista o "evolucionista" en la política metropolitana para elaborar los principios de su accionar pacifista.
Es decir, imaginar una hipótesis alrededor de las diferentes soluciones políticas "pacificas" que se han engendrado en el sistema capitalista y han tenido como objetivos centrales: alcanzar su predominio sobre sistemas anticuados impuestos por otras clases explotadoras, mantener la subsistencia del régimen capitalista, acelerar su evolución y , finalmente, ganar la hegemonía a escala mundial aplastando nuevos sistemas emergentes, frente a las políticas guerreristas, de origen cavernícola, tales como las planteadas por el fascismo y el nazismo en el siglo XX, proseguida por la ultra derecha, francamente antiliberal, los neonazis estadounidenses, en Viet Nam y en Afganistán e Irak a inicios del siglo XXI, no me parece el fruto de un análisis histórico descabellado.
Es más bien una necesidad histórica la revisión total de los métodos politiqueros, no políticos, de los Estados Unidos, si es que pretenden mantener la condición del liderato del capitalismo mundial. Desde luego, tienen que apurarse en esta materia, pues podría llegar antes el verdadero fin de la historia a través del colapso ecológico del planeta -muy bien explicado por el ex vicepresidente Albert Gore-, y ningún agradecimiento merecerían sus "políticos", ni sería posible a esa altura del cambio o transición hacia otro mundo peor que el actual.
No hace falta argumentar mucho acerca de la posición revolucionaria de Fidel Castro Ruz hacia las cuestiones del poder en Cuba socialista basta su Mensaje del 18 de febrero de 2008. Este es ya, casi instantáneamente, un documento clásico para enseñar qué es y como llevar a cabo magistralmente una acción de alta política. Sin bombo ni platillos. No obstante, los efectos del hecho a escalas nacional y mundial lo indican así.
Desarmar y desnudar al enemigo ideológico de una vez, tan sólo con una breve estocada epistolar. Arrojar luz cegadora sobre la verdad de la opción del pueblo cubano por su total independencia, soberanía, y libertad plena para realizar su propio destino. Esto, que es algo evidente y común para una gran parte de los cubanos y cubanas, quienes comentan y opinan cada día (libremente y en cualquier lugar donde se encuentren) sobre el proceso revolucionario, acerca de sus virtudes y defectos, que surgen en su realización dialéctica, no es tan fácil de digerir en otros lares.
Lo que es, en apariencias, sencillo, fácil, cotidiano, resulta incomprensible para quienes tienen aspiraciones e intereses puestos en la "lucha" sin límites, ni éticos, ni políticos, por vivir mejor, sobre todo mucho mejor que otros, a costa de ellos, y, además, hacerlo de modo bien ostentoso. Entre aquellos, la solidaridad por otros seres humanos es una frase hueca, una bobada, un ideal romántico ultrapasado, fuera de moda, al que no se presta una persona que sea "inteligente".
He leído ayer, cuando empecé este artículo, dos artículos profundos y serios. El primero, publicado en "La Jornada", México, está firmado por el corresponsal David Brooks y fechado el 20 de febrero, en Nueva York, dos días después del citado Mensaje. Su autor evalúa las opiniones y efectos producidos por el documento entre diversos grupos de poder de la sociedad estadounidense.
Ante todo, se expresa un sentimiento de puro desconcierto. Quedaron desordenados y atónitos, una vez más, los políticos estadounidenses. Fidel los puso fuera de toda posible participación en su decisión y de los efectos de ésta sobre el futuro gobierno cubano (el cual se elegirá hoy, domingo 24 de febrero). ¿Cómo es posible tal situación? La élite de los "súper poderosos", la misma que se considera a sí misma "imprescindible" en el liderato del destino mundial hace el RIDÍCULO, así inscrito, en letras mayúsculas y posiblemente doradas, en la Historia Universal. ¡Qué desconsideración de parte del líder cubano! Textualmente dice el analista en un párrafo clave:
"Mientras se procede con una transición política en Cuba, nadie aquí espera algún cambio durante los pocos meses que quedan de la presidencia de George W. Bush, el décimo presidente estadounidense que prometió imponer cambios en la isla, sólo para acabar su periodo con Fidel Castro aun definiendo la política de su propio país y desafiando al superpoder".
El otro trabajo periodístico[2] hecho con inteligencia y sentimiento patriótico, se publicó en Granma (viernes 22 de febrero de 2008, p. 3), y su análisis se refiere a un discurso de Fidel, del 16 de febrero de 1959, en el antiguo Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución), el cual, releído ahora, significa mucho para la evaluación histórica del momento que vivimos. Citaré brevemente dos párrafos del mentado discurso:
"En los instantes en que recibo este honor de ponerme al frente del Consejo de Ministros, no experimento sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he puesto en el cumplimiento de mi deber".
Más adelante redondea ese pensamiento:
"Los hombres que sirvan al Estado tienen que ser hombres de vocación para que la administración del Estado, que es la del pueblo; para que el Estado, que representa los intereses del pueblo, funcione mejor que cualquier otro tipo de institución".
Este es el desafío de la política verdadera. Los cubanos y cubanas no medimos a los pueblos y sus aspiraciones por la cantidad de kilómetros cuadrados que posee el territorio donde se asientan, ni por las riquezas materiales acumuladas con su trabajo(o el de otros), sino por el humanismo que encierra su gestión política, por el valor y la integridad ética y moral de los actores políticos que los interpretan, guían, y orientan su Historia.
La Habana, domingo, 24/02/2008 11:58:29 a.m.
Notas
- Para definir estos conceptos he consultado el Diccionario Real de la Academia Española (DRAE) confiablemente conservador en su trasfondo político: Politiquear. intr. Intervenir o brujulear en política. || 2. Tratar de política con superficialidad o ligereza. || 3. Am. Hacer política de intrigas y bajezas. Pacotilla. (De paca2). || ser de ~ algo. fr. Ser de inferior calidad, o estar hecho sin esmero. (Utilizo solo la última acepción del término.)
- El autor del artículo "Nuestro Fidel" es Joel Mayor Lorán.
Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(24 de febrero del 2008)