Han venido ocurriendo acontecimientos políticos, trascendentes e inusitados, en América Latina. Después del derrumbe del socialismo en Europa, con sus efectos apabullantes para la mayoría de la izquierda en el mundo, que originó la deserción de muchos, el mimetismo de otros, la derechización o centrismo de otros, la avalancha del pesimismo, el descreimiento general. Y también, por qué no decirlo, con el desplome de los abanderados y la inclinación o pérdida de las banderas, emergió con su fuerza descomunal el triunfalismo de la globalización neoliberal, presidida por la hegemonía del imperialismo norteamericano.
Después de dos o tres lustros de aquellos acontecimientos trágicos para una gran parte de la humanidad, en que se proclamó el "fin de la historia", y, por lo tanto, la extinción para siempre de la experiencia socialista, pues se esperaba y pronosticaba el desplome consiguiente en Cuba, China, Vietnam y Corea, emergen pujantes, apoyados por las masas de varios países latinoamericanos, procesos que proclaman la opción socialista. Lo interesante de estos hechos es que el triunfo de los gobernantes que postulan esta política, se ha producido en el marco de las elecciones de la llamada democracia representativa y esgrimiendo como programa de gobierno el carácter socialista y definiendo las estrategias contrarias al modelo neoliberal imperante. Por tanto, en países como Venezuela, promotor del socialismo del siglo XXI, Bolivia, Ecuador y Nicaragua han surgido situaciones políticas que jamás hubieran pensado los ideólogos capitalistas. A éstos se unen procesos como los de Brasil, Argentina y Uruguay, que conforman en conjunto un vasto ejemplo de otra alternativa política para los pueblos de América Latina y el mundo. Se ha roto así el maleficio neoliberal que parecía condenar a los pueblos a la indefensión ante el mercado y la privatización más despiadada.
Estas reflexiones sobre la política en el mundo contemporáneo y,, especialmente, en esta era de capitalismo neoliberal, centrará sus aproximaciones en la lógica de los acontecimientos históricos y en la esencia de los fenómenos políticos predominantes y aceptados por las clases dominantes y dominadas, y que han sido elevados al rango de verdades universales por las constituciones de los países, y por las declaraciones, cartas y pactos de las organizaciones internacionales: la democracia y el sistema electoral prevaleciente que postula que alcanzarán el poder del Estado o Gobierno, quienes obtengan la mayoría de los votos en las elecciones, y que el voto es un derecho humano universal de los ciudadanos.
En la democracia primigenia — la misma no era tal — las clases plebeyas y los esclavos y otras, que eran la inmensa mayoría entre la población total, carecían del derecho al voto y, por lo tanto, del derecho a decidir la política de las ciudades y naciones. En las épocas de los señores feudales y de los reyes, las reglas de la política eran trazadas por mandato de éstos. En el capitalismo se fue universalizando, con el surgimiento de las repúblicas, el modelo democrático con el establecimiento de elecciones para acceder a los cargos públicos y a la dirección del Estado. Hasta ahora, el sistema político, dominado por la clase capitalista, ha podido manejar o manipular, por métodos legítimos e ilegítimos, a la gran mayoría del pueblo, y las llamadas elecciones democráticas han sido el instrumento teórico y práctico para legitimar a todos los gobernantes y políticos que representan al régimen capitalista. Las mayorías explotadas y desconocidas, cuyos intereses no son representados ni tenidos en cuenta por los gobernantes, sólo han servido, sin imaginarlo siquiera, para cohonestar la legitimidad de quienes han ejercido el poder "democráticamente" a favor de una minoría explotadora y hechicera. Atomizada en un grado mayor o menor en partidos de distintas tendencias, siempre bajo la égida de los partidos dominantes de las oligarquías, poco han podido lograr las masas en el proceso de la redención necesaria.
Con el triunfo de los proceso revolucionarios, propulsados bajo la invocación de la política de tipo socialista, se ha venido produciendo en la América Latina un acontecimiento sui génesis, que quizás — lo esperamos — constituya el surgimiento de una nueva época en la historia: el triunfo del socialismo, de manos del voto de la mayoría de los pueblos. Los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador son ejemplos palmarios de este aserto.
A partir de ahora todos los políticos revolucionarios, aquellos que busquen "cambiar todo lo que debe ser cambiado", como ha dicho Fidel, bajo la óptica de cambios socialistas verdaderos, deben proceder al análisis de la realidad contemporánea de sus países, aplicando las matemáticas en sus estrategias para la conquista del poder por el pueblo.
Si aplican las ideas revolucionarias como instrumentos de la educación de los pueblos, se aplican creativamente los análisis matemáticos a sus necesidades, si hacen partícipes a las masas de esos conocimientos ideológicos y matemáticos para las posibilidades de los cambios de situaciones reinantes, los resultados podrán ser obtenidos a corto o largo plazo, en dependencia de la celeridad con que las masas accedan a los cálculos y las operaciones necesarias para el resultado final integral: la victoria de las mayorías en las elecciones celebradas en cada país.
No debe olvidarse esta reflexión de José Martí:
"Las matemáticas tienen su progresión geométrica, que acelera las cantidades y las sube a maravillosa altura: la naturaleza humana tiene la educación".
Como parte de estos análisis hay que tener presente otros presupuestos martianos, y es que todo cambio que favorezca a las mayorías, lastimará intereses de las minorías, y que éstas se opondrán tenazmente a toda reforma o cambio. Pero para que los cambios triunfen, la necesidad de éstos debe ser tan visible para sus defensores como para aquellos que se negarán espantados a aceptarlos.
Y hoy, afortunadamente, en la mayoría de los países subdesarrollados donde se ha implantado el despiadado sistema neoliberal, existen condiciones objetivas propicias para que sea visible la necesidad de los cambios.
Es cuestión de poner luz e ideas en la conciencia de los pueblos. Es preciso acelerar el factor subjetivo. Se trata de que todo el mundo alcance y ejerza efectivamente el derecho al voto, y que éste sirva de instrumento para su liberación y ascenso a los niveles superiores de la escala humana y social. Se trata de que el voto unitario de los oprimidos vaya a parar a quienes producirán el cambio, y nunca apoyen a los partidos reaccionarios actualmente en el gobierno.
A la luz de las matemáticas empecemos el planteo de los problemas, de las operaciones y soluciones a partir de resultados concretos.
¿Quiénes son mayoría, los explotados o los explotadores? ¿Cuántos suman en personas y votos unos y otros? ¿Cuántos de la mayoría realmente explotada tiene posibilidad real de ejercer el voto, por contar o no con la cédula electoral? ¿Cuántos pueden votar en forma efectiva por lo que desearan? ¿A cuántos hay que otorgarles el acceso al voto, a cuántos enseñarles a votar, a pesar de que no sepan leer ni escribir? ¿A cuántos hay que persuadir que un voto descuidado es un derecho perdido, y que la indiferencia en el sufragio es la antesala o la eternización del despotismo, según afirmara Martí?
¿Cuántos suman los que se beneficiarían con los cambios? ¿Cuántos son los hambrientos, los analfabetos, los desocupados, los sanos o enfermos sin acceso a los servicios básicos y especializados de salud, los desamparados de la seguridad social? ¿Cuántos son los sin tierra, o los con tierra, sin esperanza de desarrollo alguno? ¿Cuántos son los que no tienen acceso a los niveles primarios, secundarios y superiores de enseñanza? ¿Cuántos no tienen acceso a la cultura, al arte, a la ciencia y al deporte? ¿Cuántos no tienen acceso real a la política decisoria de su país?
¿Cuántos carecen de viviendas o requieren de una más decente y humana? ¿Cuántos son los que están condenados a morir prematuramente por causas fácilmente evitables? ¿Cuántos carecen del agua indispensable y de calidad para la vida? ¿Cuántos habitan en poblados que carecen de las mínimas condiciones en una época que se precia de civilizada? ¿Cuántos carecen de vías de comunicaciones para abrirse mejor paso a su país? ¿Cuántos carecen de acceso a los medios para informarse sobre el país en que viven o el planeta que pueblan? ¿A cuántos hombres y mujeres de todas las edades y de todas las etnias y estratos sociales, les está impedido el ejercicio real de sus derechos humanos civiles, políticos, sociales, culturales y económicos? ¿Cuántos sufren discriminación social, por su origen, su raza? ¿Cuántos están afectados y desamparados realmente por el sistema de justicia clasista imperante en sus países? ¿Cuántos son los integrantes de familias cuyos hijos e hijas se prostituyen en instituciones públicas vergonzosas? ¿Cuántos son los impedidos de distintas naturaleza que carecen de la más elemental protección del Estado? ¿Cuántos son los que viven al servicio, como nuevos esclavos de la época, de los señores más pudientes de los estratos sociales? ¿Cuántos son los pequeños o medianos burgueses, que a pesar de ser propietarios o tener algún desenvolvimiento económico, tienen negados para sus familias el acceso a determinados servicios de alta categoría, ya sea educacional, cultural, científica, de salud? ¿Cuántos son los trabajadores de la ciudad y del campo, y cuántos los parásitos que viven de su explotación inhumana?
En fin, los políticos y ciudadanos de cada país, pueden continuar la inclusión de categorías diversas que hoy no tienen esperanza ni la tendrán en el futuro en el esquema de organización social del capitalismo neoliberal, pero que, en cambio, sí lo tendrían en el modelo socialista inclusivo, solidario, cooperativo, donde la libertad, la justicia, la equidad, la igualdad tendrán una concreción palpable y evidente.
Por lo tanto la estrategia política es sumar e integrar estos factores sociales numerosos. No permitir la división atomizante que hasta ahora ha hecho posible la dictadura democrática burguesa. No tolerar la resta de factores que pueden decidir, por su número, el resultado electoral que es necesario para alcanzar o mantenerse en el poder. Multiplicar también los sentimientos de humanismo, patriotismo y dignidad de nuestros hombres y mujeres. Y, por supuesto, antes y después del triunfo, destruir mitos y mentiras añejas y levantar paradigmas y verdades viejas y nuevas.
Si este mundo es horrible es necesario crear otro mundo. Si se produce lo más pronto posible la caída al suelo de las vendas en los ojos de las multitudes, estaremos a la víspera de un mundo nuevo: el socialismo del siglo XXI.
Y podremos confiar con Martí en que
"... el mundo es un templo hermoso, donde caben en paz los hombres todos de la tierra, porque todos han querido conocer la verdad, y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido y peleado por la libertad... "
Pero a la vez hay que presumir que
"... las reformas — toda reforma origina un cambio — sólo son fecundas cuando penetran en el espíritu de los pueblos".
Y vale preguntarse con una cita de una novela de Saramago lo siguiente:
"Y yo pregunto a los economistas, y a los moralistas, el número de individuos que es forzoso condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmovilización, a la orfandad, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico".
La respuesta puede ser precisa: el número de individuos es la mayoría en nuestras sociedades y aspiran a que cambie su mala suerte y fatal situación.
La política es ciencia y es arte. Tiene su práctica que significa una solución salvadora. Si Gandhi derrotó en la India al imperio colonial británico con la resistencia pasiva de las mayorías de sus habitantes, también se puede vencer a los regimenes neoliberales actuales, representantes del imperio norteamericano, con el voto activo de la mayoría del pueblo. Es cuestión que el pueblo se ponga de pie como un solo hombre, o como millones de hombres.
ESTAMOS EN EPOCAS DE ELECCIONES DE DISTINTOS TIPOS Y ES NECESARIO SEGUIR UNA ESTRATEGIA CORRECTA, SABER ELEGIR Y TRIUNFAR. PARA ELLO ES INDISPENSABLE SABER UNIR, SUMAR E INTEGRAR.
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(14 de septiembre del 2007)
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas
Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
Escritor y periodista