Como casi siempre, la historia la escriben los vencedores y, por tanto, los vencidos se observan con la psicología y la visión de las clases dominantes. Tal suerte corrió el Partido Independiente de Color, humillado y ultrajado por la política y la historiografía burguesas durante la república neocolonial. Los cubanos todos, tenemos una gran deuda con aquellos patriotas que el 7 de agosto de 1908, hace cien años, un día como hoy fundaron, encabezados por Pedro Ivonnet y Evaristo Estenoz, en la casa de este último, un partido que fue estigmatizado por casi cien años.
Es el momento de hacer algunas reflexiones sobre aquel movimiento y su contexto histórico. Sus fundadores eran, fundamentalmente, oficiales veteranos del Ejército Libertador, con suficientes méritos ganados en los campos de batalla por Cuba Libre. Sin embargo, aquella república los había excluido de la máxima martiana de "Con todos y para el bien de todos".
La Enmienda Morúa, como se conoce por el apellido de Martín Morúa Delgado, legislador matancero, mestizo, hijo de padre gallego y madre lucumí, fue utilizada indiscriminadamente para reprender al Partido Independiente de Color. La Enmienda, en cuestión, planteaba la ilegalidad de partidos políticos integrados por personas de una sola raza o color de la piel; la idea de Morúa, no estaba concebida, en nuestra opinión, para esa finalidad sino todo lo contrario, para evitar las discriminaciones y que todos los partidos estuvieran matizados por los componentes de nuestra nacionalidad; él mismo era mulato de pura mezcla hispanoafricana. Y ya se había expresado contra todo tipo de partido gremialista.
El partido, además de reclamar los derechos civiles para los negros y mulatos cubanos, tenían un amplio programa social de beneficio público para las capas más humildes sin distinción de color, entre ellas, el derecho a huelga, la jornada laboral de ocho horas, el derecho a la instrucción incluso hasta niveles superiores, a la salubridad y otros beneficios que habían sido conquistas sociales sin precedentes en la historia del continente.
No solo fueron "personas de color" — según el término de la época — los que integraron el partido o simpatizaron con él, era un partido esencialmente cubano. Los que no actuaron como patriotas fueron sus represores, verdaderos jenízaros que cometieron un imperdonable holocausto.
En el año 1908, Cuba estaba ocupada militarmente por segunda ocasión por la soldadesca yanqui. Sabemos que el naciente imperio empleó todos los métodos a su alcance para dominar económica y políticamente a nuestro país y la discriminación racial y social formaba parte de su estrategia como lo era en los propios EE.UU., cuyo esquema se aplicó a la Isla mecánicamente y dejó huellas que aún no se han borrado.
A la ocupación seguiría, a partir del 20 de mayo de 1909, el gobierno del Mayor General José Miguel Gómez, con su consabido alias, de "El tiburón", que se bañaba y salpicaba a sus padrinos y correligionarios y que demostró, en 1912, con la masacre a los miembros de este partido, su profundo racismo, su condición de criminal, su apego a la oligarquía dominante norteña y criolla y su olvido de los más elementales principios éticos, pues se trataba de antiguos compañeros de armas. Ya lo había dicho en el senado Salvador Cisneros Betancourt: