Cuba

Una identità in movimento


Perpetuar la memoria

Miguel Barnet Lanza


Miguel Barnet LanzaComo casi siempre, la historia la escriben los vencedores y, por tanto, los vencidos se observan con la psicología y la visión de las clases dominantes. Tal suerte corrió el Partido Independiente de Color, humillado y ultrajado por la política y la historiografía burguesas durante la república neocolonial. Los cubanos todos, tenemos una gran deuda con aquellos patriotas que el 7 de agosto de 1908, hace cien años, un día como hoy fundaron, encabezados por Pedro Ivonnet y Evaristo Estenoz, en la casa de este último, un partido que fue estigmatizado por casi cien años.

Es el momento de hacer algunas reflexiones sobre aquel movimiento y su contexto histórico. Sus fundadores eran, fundamentalmente, oficiales veteranos del Ejército Libertador, con suficientes méritos ganados en los campos de batalla por Cuba Libre. Sin embargo, aquella república los había excluido de la máxima martiana de "Con todos y para el bien de todos".

La Enmienda Morúa, como se conoce por el apellido de Martín Morúa Delgado, legislador matancero, mestizo, hijo de padre gallego y madre lucumí, fue utilizada indiscriminadamente para reprender al Partido Independiente de Color. La Enmienda, en cuestión, planteaba la ilegalidad de partidos políticos integrados por personas de una sola raza o color de la piel; la idea de Morúa, no estaba concebida, en nuestra opinión, para esa finalidad sino todo lo contrario, para evitar las discriminaciones y que todos los partidos estuvieran matizados por los componentes de nuestra nacionalidad; él mismo era mulato de pura mezcla hispanoafricana. Y ya se había expresado contra todo tipo de partido gremialista.

El partido, además de reclamar los derechos civiles para los negros y mulatos cubanos, tenían un amplio programa social de beneficio público para las capas más humildes sin distinción de color, entre ellas, el derecho a huelga, la jornada laboral de ocho horas, el derecho a la instrucción incluso hasta niveles superiores, a la salubridad y otros beneficios que habían sido conquistas sociales sin precedentes en la historia del continente.

No solo fueron "personas de color" — según el término de la época — los que integraron el partido o simpatizaron con él, era un partido esencialmente cubano. Los que no actuaron como patriotas fueron sus represores, verdaderos jenízaros que cometieron un imperdonable holocausto.

En el año 1908, Cuba estaba ocupada militarmente por segunda ocasión por la soldadesca yanqui. Sabemos que el naciente imperio empleó todos los métodos a su alcance para dominar económica y políticamente a nuestro país y la discriminación racial y social formaba parte de su estrategia como lo era en los propios EE.UU., cuyo esquema se aplicó a la Isla mecánicamente y dejó huellas que aún no se han borrado.

A la ocupación seguiría, a partir del 20 de mayo de 1909, el gobierno del Mayor General José Miguel Gómez, con su consabido alias, de "El tiburón", que se bañaba y salpicaba a sus padrinos y correligionarios y que demostró, en 1912, con la masacre a los miembros de este partido, su profundo racismo, su condición de criminal, su apego a la oligarquía dominante norteña y criolla y su olvido de los más elementales principios éticos, pues se trataba de antiguos compañeros de armas. Ya lo había dicho en el senado Salvador Cisneros Betancourt:


"... los negros en la guerra eran más que los blancos y jamás hubo una rebelión de negros contra blancos. Los negros jamás harán por dividirse de los blancos (…)".


El eufemísticamente llamado ejército permanente, organizado por Gómez no era sino un ejército paramilitar de la época, un gigantesco escuadrón de la muerte que preludiaba los órganos represivos de hoy en América Latina.

Algo similar, había sucedido con su predecesor Tomás Estrada Palma, en la Guerrita de agosto de 1906, al ordenar el asesinato del General de División del Ejército Mambí Quintín Bandera, mancillado por una república que se alejaba cada día más de los ideales mambises.

La historia no ha hecho justicia al movimiento de los independientes de color. La historia de Cuba ha sido la historia de los genocidios: el de nuestros aborígenes en el siglo XVI que disminuyó en varios centenares de miles a los primeros habitantes de la Isla, el de la conspiración de la Escalera, el de la reconcentración de Valeriano Weyler en la última contienda libertaría, el del tirano Fulgencio Batista que hizo gala de métodos de tortura y terror mostrados en el Moncada, en las calles de las ciudades y en las Pascuas sangrientas, el genocidio de las agresiones militares y terroristas contra la Revolución, pero casi nunca se menciona el genocidio a los valerosos cubanos que, entre 1908 y 1912, defendieron los derechos del pueblo cubano integrándose a un partido que en la época era el único que los representaba dignamente.

Nuestro mejor homenaje a ellos en este centenario es la tarja conmemorativa develada esta mañana como parte de otras actividades que se han desarrollado en distintas ocasiones a lo largo de este año y que continuarán en los sucesivos.

Hacer realidad cada vez, con más conciencia revolucionaria, la justicia social que preconizamos los que llevamos adelante nuestro proyecto socialista, martiano, y fidelista, que entraña la plena igualdad social, es recordar a Ivonnet y Estenoz y a todos los patriotas que les siguieron. Es reconocer el derecho humano al conocimiento de la verdad histórica. Es evitar que crímenes como el de la Guerrita del 12 se repitan. Es perpetuar la memoria de hombres como Aponte, Estenoz e Ivonnet que no pueden quedar ni un día más en el olvido.

Gloria a ellos.



    Fuente: CUBARTE | 21 de Agosto 2008


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