Desde la VIII reunión de Consulta de la OEA, celebrada del 22 al 31 de enero de 1962, en Punta del Este, Uruguay, hasta el 39 Período Ordinario de la OEA, iniciada el 2 de Junio del 2009 en San Pedro Sula, Honduras, muchas cosas han cambiado en América Latina y el Caribe, para bien de nuestros pueblos.
Es evidente que en cuarenta y siete años ha transcurrido una historia triste, cargada de agonías e infamias, en que la política regional ha estado marcada negativamente por la influencia de la OEA, este "ministerio de colonias de los Estados Unidos", tal como la calificara con justeza magistral Raúl Roa García, el Canciller de la Dignidad de Cuba.
Sólo en estos diez últimos años los acontecimientos han tomado un rumbo diametralmente diferente, y por eso hoy la OEA está en crisis mortal en lo político y en lo moral.
En la actual Asamblea de la OEA, compuesta ahora por 38 naciones, se discute una posible resolución o acuerdo que derogue aquella infamante resolución de 1962, aprobada por 14 miembros de los 21 que entonces integraban la organización y por la cual se produjo la expulsión de Cuba de su participación en el llamado Sistema Interamericano.
Pero con aquel acto no concluyeron las maniobras vengativas de la OEA contra Cuba, promovidas, como no podía dejar de ser, por su titiritero el gobierno de los Estados Unidos. En Julio de 1964 se dispuso la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares con Cuba, lo cual fue cumplido con obsecuencia servil por todos los gobiernos, excepto por el de México.
Este último acuerdo fue sufriendo los embates del tiempo y las realidades políticas de los países de América Latina y del Caribe, y se ha dado la coincidencia feliz que cuarenta y cinco años después, con el acuerdo reciente del gobierno de Salvador sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, ya treinta y siete de los países integrantes de la OEA mantienen relaciones oficiales con Cuba. Estados Unidos, que las rompió en 1962, es la excepción contumaz que además, ha ejercido por igual tiempo un bloqueo criminal y genocida, que a pesar de la condena mundial, aún se resiste a ponerle fin.
Así que hoy en día, la medida de carácter más grave contra Cuba, que fue la del aislamiento para desvincularla de los pueblos de su entorno natural, tanto geográfico como histórico, ya ha sido derrotada lenta pero aplastantemente. Estados Unidos, el promotor de esta estrategia miserable, ha tenido que contemplar, impotente pero con ojeriza, que poco a poco se fueron cortando los tentáculos que pretendían asfixiar a la rebelde y revolucionaria Cuba.
Aún hoy en día — fuera de toda lógica y realismo de la política contemporánea — el gobierno actual de Estados Unidos que prometió cambios en todos los terrenos, parece no saber cómo romper con aquel pasado de 1962 y restablecer relaciones normales con Cuba, con la eliminación consiguiente del bloqueo.
Hoy — fuera de todas las posibilidades de imponer lo que pudo en el pasado — pretende aún y se opone con cuantos subterfugios puede utilizar, para que la OEA no reniegue y repruebe aquel acto espurio que sólo fue posible por la movida de sus marionetas en aquella época de servilismo. Sin embargo, hoy la persona de Hillary Clinton, como antes Obama en la Cumbre de las Américas, han debido sufrir en carne propia las culpas que descargan justamente sobre sus hombros, como representantes del imperio, los gobiernos dignos de nuestra América.
La resolución que apasionadamente defienden muchos de los gobiernos de la región dentro de la OEA, no implica la posibilidad del reingreso de Cuba a esa desprestigiada institución, pues es conocido que Cuba jamás aceptará tal condición y promueve, sin embargo, la creación de una organización que integre exclusivamente a los países de América Latina y del Caribe.
En San pedro Sula, mal que les pese a los Estados Unidos y al Secretario General Insulza, la OEA está en el banquillo de los acusados. Es sólo un juicio histórico parcial que implica el caso de Cuba. Podrían surgir juicios históricos particulares de cada uno de los casos en que la OEA fue partícipe por acción u omisión en decisiones que afectaron grave y criminalmente a prácticamente a todos los pueblos de la región. Si ese análisis se realizara en su seno con la crudeza y contundencia de las realidades dolorosas, vinculadas a la América Latina y el Caribe, la existencia de la OEA estallaría y nadie podría salir dignamente en su defensa.
Se produzca o no su muerte natural o provocada en el futuro inmediato, se puede afirmar que las malas acciones acumuladas por la OEA, la ha conducido inexorablemente al suicidio político.
El día en que la mayoría o todos los gobiernos de América Latina y del Caribe, mucho más cercanos históricamente para conformar una unión e integración verdaderas, decidan fundar una nueva organización que represente mejor sus intereses legítimos y rompa con una herencia bochornosa, el destino de la OEA quizás habrá terminado para siempre, y con su extinción habrá pagado todas las traiciones que acumuló contra nuestros pueblos durante su desalmada y nefasta existencia.
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas
Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
Escritor y periodista
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(3 de junio de 2009)