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Cuba |
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Una identità in movimento
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Christine Hatzky: Un nuevo libro sobre Julio Antonio Mella
Felipe de J. Pérez Cruz
La Feria del Internacional del Libro de La Habana, nos trajo entre sus propuestas la primera edición en español del libro Julio Antonio Mella. Una Biografía, (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008). La historiadora alemana Christine Hatzky, docente en la Universidad Duisburg-Essen, autora del nuevo texto, con modestia propone "una", no "la" biografía de Mella. Y ya desde el título, anuncia su respeto por la historiografía nacional, que le ha dedicado al joven revolucionario una especial atención. Escrito primero como tesis doctoral, este libro constituye un acontecimiento historiográfico que motiva el comentario y la evaluación.
No conocía a la autora. Nos la presentó a la más amplia comunidad académica, en la revista Calibán, la prestigiosa historiadora cubana Angelina Rojas Blaquier, autoridad por excelencia en el estudio de la historia del movimiento comunista cubano, quien también hace el prólogo del libro. Al finalizar el Encuentro de Historiadores que se realizó día 14 de febrero, en La Cabaña como parte de programa académico de la Feria, el joven historiador Rainer Schultz, compatriota de Christine, me brindó el placer de conversar brevemente con la autora. Antes, ya había reparado en aquella mujer de ojos grandes, hermosos, que por casi tres horas, nos había seguido atenta a la lectura de ponencias y los debates que ellas suscitaron. Diez días después tuve la oportunidad de escucharla en la interesante intervención que realizó para los investigadores del Instituto de Historia de Cuba. Ya para entonces con la primera lectura recién terminada, felicité a la autora por su trabajo y le entregué personalmente mis primeras reflexiones sobre su obra.
En la proximidad del 25 de marzo, fecha que nos recuerda el nacimiento de Julio Antonio Mella en 1903, pienso necesario retomar las opiniones que le manifesté a la autora.
Julio Antonio Mella. Una Biografía
La única biografía sobre Mella que se ha publicado en el país, se remonta a los días del Primer Congreso de Partido en 1975, y se debió al esfuerzo de Erasmo Dumpierre, pionero en estos estudios. Desde entonces varios proyectos de corte biográfico, no han encontrado el favor y la posibilidad de su publicación. El libro de Christine ocupa por tanto un espacio que necesita atención. No obstante si existieran otras biografías, está proclamaría su propio mérito.
Se trata de un macizo texto biográfico donde Christine ha logrado compilar el conjunto de la información existente, reevaluarla y aportar nuevos elementos. No elude la autora el análisis de situación, sustentado en una abundante — y en varios temas novedoso — aparato referencial. En ciencia no solo vale el discurso del texto, lo más importante está en la demostración del camino del conocimiento, la verificabilidad de los resultados, y a ello Christine le ha concedido una especial atención en casi toda su obra.
Muy interesante la invitación que hace la autora a revisar varias "verdades establecidas". Es muy probable que el método de trabajo que ha seguido para alcanzar resultados de investigación y construir el discurso de su texto, constituyen de por sí, una sustantiva contribución al difícil oficio de crear una biografía.
Julio Antonio Mella. Una Biografía, incluye como anexos la publicación íntegra por primera vez en el país, de documentos largamente esperados. La mayoría de los estudiosos y público solo habíamos tenido acceso a los fragmentos citados, como parte del ensayo de Alfredo Martin, Mella. Nacimiento de un líder (Ediciones Extramuros, La Habana, 2001), que al ser publicado por la capitalina Editorial Extramuros, no contó con el privilegio del formato hermoso, la cantidad de ejemplares y el impacto de circulación que otorgan las editoriales nacionales. No obstante el libro de Alfredo en buena lid es el primero que ahondó en los pormenores de la sanción de separación — no de expulsión — de Mella del partido cubano, después de su huelga de hambre a finales de 1925. Recomiendo a mi estimada colega Angelina, hacer justicia al libro de Alfredo, en una próxima — de seguro habrán varias — edición del prólogo.
Una biografía siempre será una construcción muy subjetiva de la corporalidad, idealidad y vitalidad de una persona. Por ello el biógrafo debe ser asumido con buena dosis de tolerancia. Más si se propone y lo logra, romper algunos esquemas que previamente nos hemos formado. El Mella de Christine es eminentemente el que esta investigadora se construyó, y el que ha fundamentado con mucho trabajo, paciencia y buena dosis de amor. El "discrepar" de uno u otro aspecto propiamente biográfico no será en mi criterio lo esencial. Si son varios los puntos que he subrayado como posibles sugerencias, más que sobre Mella, en lo relativo al escenario cubano y al movimiento revolucionario de la época. Solo me referiré a lo más sustantivo.
Sobre Cuba
Christine califica a las elecciones que se desarrollaron el 31 de diciembre de 1901 como "libres" (p. 51 de la edición citada). Los documentos, prensa y testimonios de forma abrumadora, dan fe de qué tipo de proceso electoral de voto restringido, se desarrolló en el país intervenido y ocupado por el Ejército estadounidense. Fue tanto el ambiente de favoritismo de los ocupantes a favor del candidato Tomás Estrada Palma, y el clima de coacciones y fraude, que el digno patriota Bartolomé Masó, retiró su candidatura. A continuación la autora nos dibuja un Estrada Palma "primer presidente de la República" "muy proclive a los Estados Unidos, pero un hombre honesto". Siempre es aconsejable que el historiador se atenga a los hechos y cuide colocarse en el papel de juez. Sugiero a la autora acercarse más a la obra de historiadores como Emilio Roig de Leuchsenring, que documenta y explica el servilismo de quien denomina "Padre Cubano de la Enmienda Platt". La Historia siempre nos dejará tareas para la ética y en este caso para la ética política. Pienso que Christine después de profundizar más en la figura de Estrada Palma debe responderse una pregunta sustantiva: ¿Cómo se puede ser traidor a su patria y a la vez hombre honesto?
La propia historia que Christine reconstruye, contradice su dibujo del Embajador estadounidense Enoch H. Crowder: ¿Quiénes lo tenían "por persona íntegra, por un gran amigo" (p. 56)? Sin dudas los oligarcas y su grupos afines. Leland Jenks, de quien no hay dudas "ideológicas" hizo la comparación exacta: Un procónsul romano. Por eso el joven Julio Antonio Mella y sus condiscípulos de la universidad habanera, interrumpen el acto de genuflexión con el que pretendían honrarlo por "sus servicios" y otorgarle el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. La ausencia en la autora de un enfoque que le permita encontrar el eje del análisis cualitativo en las relaciones neocoloniales de poder, en los principales contrarios históricos, se hace sentir en este y otros pasajes del libro.
Si de Mella y la historia del movimiento obrero y comunista se trata, el texto es muy pálido en el abordaje de la figura de Carlos Baliño. El pensamiento y vínculo de quien en justicia fue considerado el primer marxista cubano, con el joven Julio Antonio resulta decisivo en su tránsito al pensamiento revolucionario, en la elaboración de su novedosa visión sobre José Martí. La obra de Baliño ha sido en Cuba objeto de variados trabajos, con diversas ópticas. Desde 1964 se editó una compilación de los Documentos de Carlos Baliño, que revisada fue reimpresa en 1976. Recomendamos a Christine tener presente estas referencias.
¿Mella "blanco"?
El Mella racialmente "blanco" de Christine no puede convencerme. Me acostumbré durante años al secreto de ver cada noche en el Noticiero de la Televisión Nacional, la imagen de un compatriota que se parecía mucho a Mella. Fue la confesión que me hizo Sarah Pascual, una noche que en su casa coincidí con la hora de nuestro popular noticiero. En aquella ocasión la entrañable amiga de Mella, señalo la pequeña pantalla, y me sorprendió con su peculiar gracia: "Como me recuerda ese joven locutor a Julio Antonio", y se refería por supuesto a quien por entonces era un joven mulato — "mulato blanconazo" se dice en mi barrio —, que comenzaba sus lides de presentador, devenido hoy en una popular y querida personalidad de la locución cubana. Nelio Contreras, tan rápida y fatalmente desaparecido, recogió numerosos testimonios de quienes conocieron a Mella. En su entusiasmo juvenil mi querido amigo mulato, sentía además el orgullo de que en no pocas ocasiones sus entrevistados le afirmaban que el solo era un "poquito" más "trigueño" que Mella. El origen dominicano del joven biografiado es otra una pista que Christine puede reevaluar. En los dominicanos — como en muchos santiagueros y santiagueras —, es muy fuerte esa mezcla peculiar y maravillosa de nuestra negritud.
El Mella blanco de la autora le es necesario para conformar otras explicaciones. Al parecer de la mano de los estudios comparativos sobre el problema racial y el siboneyismo, hechos Matthias Röhring Assuncao y Michael Zauske para el Siglo XIX brasileño y cubano, Christine adjudica a los "XX Manicatos", grupo de jóvenes convocados por Mella para luchar contra la corrupción en la universidad habanera, una herencia blanco-racista (p. 71). No conozco la obra de Röhring Assuncao y Zauske que cita la autora, pero si tengo un conocimiento básico de la profusa producción culturológica e histórica que existe en el país sobre el siboneyismo y su época. Esta producción — que no aparece consultada por Christine — da otras claves para entender este movimiento cultural y su trascendencia.
Coincido con Fernando Martínez Heredia en el hecho de fijar que las construcciones sociales de raza y de racismo tienen su historia en Cuba —como en todas partes—, pero sus contenidos y funciones, sus conflictos y procesos en la historia del país son muy poco conocidos y manejados. Del momento decimonono de José Fornaris y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) a La Habana de Mella y los Manicatos, había transcurrido medio siglo y treinta años de guerra de liberación, donde el protagonismo patriótico de los negros, tuvo entre otras consecuencias la de modificar profundamente la construcción racial y de racismo elaborada durante el siglo XIX.
Resulta también limitada la lectura que hace la autora de la llamada "negritud" en tanto no solo fue un movimiento tendiente a convertir la tradición afrocubana en "fenómenos artísticos representables". Hay mucho más. Respondió sobre todo a una voluntad de identidad nacional, de demostración de mestizaje y sentido de unidad. El por qué definitivo de este movimiento no está entonces en "la moda internacional proveniente de París" (p. 79), sino en procesos mucho más íntimos, que no solo son patrimonio de Cuba, sino que acreditan similar consonancia en toda la franja de cultura afro que recorre el Gran Caribe, llega hasta Brasil por el Sur y se emparenta al Norte con Nueva Orleans.
Insisto en el tema racial para abrir al debate un punto de vista que considero más esencial. La africanía en los cubanos y cubanas no es un problema epitelar, es una resultante histórica, condición psicológica, riqueza cultural, que la Revolución en 1959 recuperó para siempre, que hoy está en un nuevo momento de consolidación, en el fin de las reminiscencias prejuiciosas, en la defensa de lo alcanzado frente un capitalismo individualista y racista, que multiplica su impacto feroz desde el mundo comunicacional y audiovisual, y definitivamente en los retrocesos y/o no-avances que podamos tener, en la hegemonía del mundo moral y las relaciones materiales objetivas socialistas. "Queremos y amamos la fraternidad entre todas las razas y entre todos los pueblos pero a condición de estar en pie de igualdad", definiría Mella en marzo de 1925 en un editorial de su revista Juventud. Y hoy seguimos en tal combate por la plenitud de la igualdad alcanzada.
No resiste análisis el lugar más débil de todo el libro: La especulación de Christine sobre un mestizaje de Mella como
"... construcción elaborada en Cuba después de 1959, con el objetivo de integrar en el sistema a la población afrocubana mediante una figura política con la fuerza simbólica de Mella" (p. 212-13).
Este es un favor que se que la autora no quiere hacerle a quienes intentan con fines diversionistas, introducir entre nosotros toda clase de tergiversaciones y manipulaciones sobre la problemática racial. Los hombres y las mujeres se conocen por sus obras, y todo su texto de Christine es una negación rotunda a tan flacos fines. Si hay un responsable de tal dislate, no es la autora que no tiene necesariamente que estar al tanto del día-día de la agresión ideológica que resistimos, en lo fundamental son sus editores cubanos los que debieron estar más atentos.
Una visión polar
No trasciende la autora la visión polar que privilegia la suma de críticas y juicios negativos, sobre la Internacional Comunista y la actuación histórica de los partidos comunistas. En tal perspectiva se desdibuja el desbalance brutal de las acciones imperialistas, en tanto antagonista principal de los acontecimientos cubanos y latinoamericanos.
La sanción de separación que le fue impuesta a Mella y el desarrollo de este conflicto en Cuba, México y el seno de la Internacional, ofrecen un material valioso para entender, con las pasiones desatadas y las miserias humanas incluidas, las limitaciones del movimiento comunista, y también los altísimos valores éticos, ideológicos y políticos que en sus filas prevalecían. La actuación de la Internacional más que medida, sabia en el manejo y solución de este complejo problema, merece destacarse. Sin embargo Christine se limita a narrar los hechos con distanciamiento y parcialidad. Nada le concede a la Internacional. Afortunadamente las simpatías y antipatías de la autora no nublan completamente su compromiso mayor con la ciencia, y nos adjunta valiosos documentos que nos permiten entender lo que evidentemente si sucedió en la historia.
El conflicto de Mella con los oportunistas — liquidacionistas y contrarrevolucionarios en su mayor parte —, que bajo el naciente estalinismo fueron copando el aparato de la Internacional, cuya huella ya se pueden encontrar en la Congreso Antimperialista de Bruselas en 1927, no ha sido suficientemente anotado, situación que impide apreciar el conjunto de circunstancias que desembocan en los choques con el sectarismo y el seguidismo acrítico a que se rendía la dirección del Partido Comunista Mexicano, después del VI Congreso de la Internacional, que concluyó en septiembre de 1928.
Christine se dedica a profundizar en el programa nacional liberador de la Asociación Nacional de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). Pienso que le faltó subrayar — como si lo hace Lionel Soto en su obra sobre "La Revolución del 33" (Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 1977, Tomo I, p. 497) —, el hecho de que en la ANERC, Mella logra nuclear dentro del amplio grupo de exiliados cubanos, a los militantes comunistas que habían tenido que abandonar el país por la represión de la dictadura machadista, algunos como Alejandro Barreiro, miembro de Comité Central, que incluso había integrado el jurado que propuso la controvertida sanción de 1926. Ya en estos días de 1928 el Partido Comunista cubano compartía los criterios tácticos y estratégicos de Mella, a contrapelo de la "orientación" de la Internacional Comunista. Rubén Martínez Villena con el liderazgo efectivo del Partido secundaba a Mella en el archipiélago. Esta realidad vista desde los duros intercambios realizados en los momentos de la sanción a Mella, dan la dimensión ética y política de salida de aquel conflicto, y permiten con justicia considerarlo como un hecho desafortunado y coyuntural. Explicitar esta verdad hubiera permitido a la autora trascender la anécdota y brindar el proceso de la tan publicitada sanción, en su ineludible historicidad.
A diferencia de lo que anuncia la autora (p. 36), el libro que nos brinda es demostrativo de la plena asunción por Mella de la ideología comunista. Sus contradicciones nunca fueron "ideológicas". Tampoco difirió el joven cubano de la concepción política marxista. Fue un leninista consecuente. Discrepó y criticó orientaciones políticas específicas que sin dudas eran erróneas.
Christine no entiende a Mella porque no incorpora la dialéctica, que aún sin proponérselo devela la biografía que ha hecho. No comprende la articulación entre las tradiciones nacionales y el marxismo que en Mella se da de manera nítida, como proceso lógico e histórico. Este aspecto ha sido suficientemente dilucidado, en los más actuales estudios sobre historia del pensamiento político filosófico en el Siglo XX, que se han realizado en el país. Le propongo considerar los trabajos de los filósofos e historiadores marxistas, en especial los de Isabel Monal, Rigoberto Pupo Pupo y Olivia Miranda Francisco.
El APRA
No coincido con los criterios de Christine sobre Víctor Raúl Haya de la Torre y el APRA. Se puede probar con una masa abrumadora de evidencias, la evolución hacia el oportunismo y el reformismo que acreditó el político peruano ya desde 1926-1927. El APRA en tanto Partido fue — como lo señaló Mella en su momento — una asociación de arrepentidos y traidores al movimiento revolucionario y antimperialista, independientemente de que Haya de la Torre, logro confundir y cohesionar en sus filas a elementos revolucionarios y a no pocas personas honestas. No se trata en este punto de las opiniones distintas que como colegas podamos tener con la autora, el problema está en la insuficiente sustentación que en esta parte del libro se hace presente.
Christine construye un Haya de la Torre en lo fundamental, sobre la base de los criterios del teólogo católico y filósofo cubano Raúl Fornet-Betancourt. Un recorrido por la biobibliografía del compatriota Fornet-Betancourt, formado y radicado en Alemania, permite constatar su importante y profusa obra, junto al hecho de que el área de estudios de Christine no es precisamente un objeto central de su trabajo. Pero sobre todo es decisiva la ausencia de la importante historiografía peruana sobre el fundador del APRA, sobre José Carlos Mariátegui y el escenario latinoamericano y mundial que ambos comparten con Mella. Es ese Haya de la Torre esquemática e insuficientemente sustentado, el que la autora pone a dialogar con Mella. Las claves que el propio autobiografiado facilita para entender la evolución del político peruano son desatendidas por Christine. Para la autora constituyen solo
"... un alarga lista de errores políticos...(con el objetivo de) ...poner en duda la integridad moral de su contrincante" (p. 312).
No explica por ninguna parte, porque desacredita a Mella a favor de Halla de la Torre.
Para Christine es la "dirección de Moscú" la que "rompió" (p. 310) con Haya de la Torre. Ni siquiera autores comprometidos con el aprismo y su líder como Luis Alva Castro, sostienen esta victimización (El sueño del Libertador. Haya de la Torre y la unidad de América, Fondo Editorial Congreso del Perú, Lima, 2004, p. 26). La parcialidad de la autora vuelve a manifestarse.
Christine recurre a la lectura de "¿Que es el ARPA?" conocido folleto de Mella, para realiza una comparación, donde a todas luces el cubano siempre es el equivocado. No voy a extenderme en el análisis de tales criterios. Lo esencial está en que la autora parte de considerar que
"... la crítica de Mella al APRA se movía en el marco de la reducción, de acuerdo con la lógica marxista, de todos los problemas sociales a la cuestión de las clases. Debido a ello no pudo comprender que el surgimiento del APRA estaba vinculado, ante todo, con la inadecuación de la teoría marxista para captar las complejas interrelaciones sociales que conducían al desarrollo de una conciencia nacional en América Latina" (p. 306).
Claro está que Mella no estuvo — no lo podía estar — libre de las limitaciones del marxismo que se conocía y aplicaba por entonces y en "¿Que es el ARPA?" pueden hallarse esas huellas de lo que no podía saber. Lo significativo en el joven líder cubano, es cómo con las herramientas que poseía, tuvo una de las visiones más certeras de su entorno. Y el caso que nos ocupa así lo prueba. Christine no repara en que si del APRA se trata, Mella no discrepaba por razón de un clasicismo abstracto. La crítica a los apristas y a su pretendido marxismo y revolucionarismo indoamericano, bien dicha la dejó en el texto que tratamos:
"... no es una defensa del dogma porque sus consignas sean antimarxistas, anticomunistas, antileninistas, si no porque están contra la realidad americana, son impracticables y reaccionarias, utópicas..." (Julio Antonio Mella: "Glosas al pensamiento de José Martí". Instituto de Historia del Movimiento Obrero y la Revolución Socialista de Cuba, Julio Antonio Mella. Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 386).
¿Y alguien puede probar que no tenía razón?
La responsabilidad que la autora otorga al marxismo en el nacimiento del APRA no resiste análisis. Por ese camino pudiéramos acusar a los comunistas alemanes o italianos de ser responsables de la aparición del fascismo. En este particular Mella no falla al buscar la raíz del APRA más que en las ideas, en las condiciones económicas y sociales específicas del Perú.
También incursiona Christine en la comparación entre Mella y Mariátegui, y nuevamente Mella resulta el "atrasado". Pienso que se repite la insuficiente sustentación que ya anotamos en el tratamiento del tema anterior. Un universo como el del Amauta peruano no se puede intentar atrapar solo con la lectura de los Siete Ensayos por muy sustantiva que llegue a ser esta obra, ni con textos generales de otros autores. No obstante en este punto Christine intenta un contrapunteo que las historiografías cubana y peruana aún no han sumido en magnitud. Su intención merece reconocerse.
Hito importante
Más de una lectura al texto de Christine, confirmaron mi impresión inicial: Se trata de un trabajo serio y enjundioso. Que se propuso metas ambiciosas y alcanzó buena parte de ellas. Sin dudas no comparto posicionamientos ideológicos e históricos de la autora, pero ello no me impide situar este libro como un hito a considerar en la historiografía que hasta ahora poseemos sobre Julio Antonio Mella.
Es saludable que la Revolución Cubana recupere y publique trabajos como el que comentamos. Se trata de un camino válido para confrontar nuestras opiniones, aprender y compartir saberes, fortalecer nuestras certezas y fijar lo que nos queda por crecer. Y si de Mella hablamos Christine Hatzky nos deja un reto: Vale que discrepemos de uno u otro pasaje de su libro, incluso que nos "autoproclamemos" poseedores de la visión más cercana a la verdad histórica, pero: ¿Dónde está la — o las — biografías y los ensayos cubanos que sobre Mella estos tiempos demandan? ¿Cuántos son ya proyectos terminados? ¿Cuántos están en las editoriales? Se al menos de una biografía que lleva un buen tiempo en proceso editorial, en espera de su definitiva publicación: ¿Nos sorprenderá en este marzo insular la alegría de la nueva entrega?
Página enviada por Felipe de J. Pérez Cruz
(25 de marzo de 2009)
Cuba. Una identità in movimento
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