: procedente de "liberales" con distintos matices, desde los menos audaces hasta los que reconociendo un enfoque marxista llegan a enunciar y proclamar el socialismo del siglo XXI.
El meollo del problema ha sido y es, mostrar y hacer efectiva ante sus pueblos su voluntad de independencia política contra los designios imperiales; llevar adelante políticas propias, que responden a muy antiguas necesidades del desarrollo sostenible de las economías y a equilibrios políticos y sociales latinoamericanos; en ultima instancia, para potenciar el avance real de su población.
La primera meta a llegar es la erradicación del analfabetismo, la preparación de una fuerza de trabajo capaz; igual jerarquía tiene la atención médica a estos mismos pobladores, los más humildes, que habitan en los barrios menos favorecidos, en los lugares más recónditos del país. Este es el reconocimiento a los derechos humanos más elementales, a la existencia del ser humano.
A ello también ha colaborado eficazmente la Revolución cubana; directamente, los cubanos y cubanas que han nacido y crecido en este período, que fueron educados bajo los principios solidarios del socialismo y el internacionalismo. Es decir, lo que sí es posible en Cuba, se ha extendido humanitariamente hacia Nuestra América, sin tener en cuenta el sistema político y económico del país beneficiado, solamente favoreciendo a su pueblo.
Cuba es diferente (¡es socialista, es unipartidista, comunista!), sí, pero nunca ha sido indiferente a las verdaderas tragedias de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Y, por supuesto, esta ética política es el fundamento, lo esencial, para los cambios a que se aspiran y ocurren actualmente, tanto en América Latina como en los propios EUA; en especial, cuando es candente la necesidad histórica de acudir al replanteamiento de sus relaciones con este grupo de naciones — que pertenecen al mismo continente americano; son parte de su geopolítica — pero que a doscientos años de los gritos, primero por la autonomía, y después por la independencia primera, de la metrópoli española, reclaman otra posición en el orden internacional, otros derechos de soberanía e igualdad; y, por si fuera poco, se disponen a la unidad, en cuadro cerrado, para conseguirlo.
Frente a ello, por parte del gobierno de los EUA solamente es previsible un reconocimiento pragmático de la realidad, de estos cambios, que tienen lugar en un momento de crisis y debilidad imperial; y, desde luego, este debe ser un movimiento sincero, creíble, y sostenido. Una alianza con los más débiles, indecisos, o dependientes; con los gobiernos latinoamericanos más convencidos ideológicamente de la invulnerabilidad y la capacidad de sobrevivencia del sistema capitalista actual, encabezado por el poderoso imperio estadounidense. Así se debilita al enemigo antagónico, se gana algo del tiempo histórico.
La división de América Latina en dos bloques, por lo menos, es perceptible. Para esta nueva situación se trabaja fuertemente ahora mismo. Por un bloque que pretende diseñar y llevar adelante el presidente Obama: este mantiene tenazmente su unión y fidelidad a la metrópoli yanki; defiende su clientelismo a cambio de concesiones mercantiles y de seguridad militar. Estas prerrogativas son bastante cuestionables, se debaten fuertemente en el Congreso de los EUA, pues hay que probar cuán fuerte es su factibilidad, en la política interna, como gobiernos "democráticos, respetuosos de los derechos humanos", para recibir el espaldarazo de un TLC (véase el caso de Colombia, o, el del propio gobierno "fallido" de México); sobre todo para no correr el riesgo de ser derrocados por el repudio de los movimientos sociales. Esta última es una fuerza potente, aún poco conocida en su magnitud explosiva.
Otro bloque existe ya bajo los auspicios del ALBA, y poco a poco se desarrolla, crece y prueba su fuerza de liderato colectivo en batallas importantes — como la que transcurre ahora mismo en Honduras. ¿Constituye ya un polo de poder o no? Eso lo veremos en breve.
El mundo cambia, todo cambia continuamente. El movimiento permanente y dialéctico de la historia se confirma una vez más. Allá los que no son capaces, por miopía o por intereses muy egoístas, de no observarlo y sacar conclusiones de las evidencias irrefutables de una nueva realidad que va emergiendo, de las viejas y nuevas fuerzas en plena lucha; de la parición de otro mundo que es posible y, que ojalá sea mucho mejor que el nuestro.
La Habana, martes, 30 de junio de 2009.