Terrorismo, terrorista, terror, no son palabras nuevas en la historia política. Su significado esencial: uso de la violencia con fines políticos de cualquier índole, se remonta muy atrás. En la raíz misma de las primigenias sociedades humanas ya aparecen diversas formas de terror utilizadas como instrumentos de dominación de un grupo social sobre otro, con objetivos de represión sexista (contra la mujer), racista, étnica, hasta llegar a la clasista, cuando emergen las diferencias económico sociales o clases sociales en las sociedades precapitalistas (según la interpretación histórico materialista de Carlos Marx y Federico Engels), y con ellas la explotación de un hombre sobre otros hacia el final de la comunidad primitiva; o los intereses de conquista de nuevas riquezas fuera del territorio guiaron las guerras de agresión o invasiones más antiguas.
Recuerdo el exterminio de pueblos enteros, o su esclavización, decretado por Alejandro magno contra la resistencia u oposición a su paso de vencedor macedonio. Similares actitudes y prácticas en etapas más recientes desenvolvieron los fascistas y nazistas. ¿Parecido o no a lo que en el siglo XXI, la alianza ultra reaccionaria del imperio capitalista lleva adelante contra los pueblos de Irak y Afganistán?
El terrorismo se practicó como una política de instituciones gubernamentales, el ejemplo antes citado, bajo el sistema esclavista, o civiles, fue el caso de algunas organizaciones religiosas que impusieron mecanismos (tales como la Inquisición llevada a cabo por la iglesia católica) bajo el feudalismo tardío, contrarreforma, como modo de represión a otras alternativas religiosas. En la conquista de América, el terror de estado fue ampliamente ejercido por los invasores europeos de estas tierras, en el proceso de sometimiento de las poblaciones y culturas aborígenes.
Muchos movimientos emancipadores radicales ejercieron el terrorismo como medio de atacar y destruir estructuras sociales obsoletas: ocurrió en la Revolución Francesa, en la Revolución haitiana. Fue definido como el terror de la revolución contra una clase social opresora, frente al terror indistinto, que es caracteristico de las etapas contrarrevolucionarias, hasta la actualidad. Estos hechos constan en la Historia.
Al terrorismo se unen otros conceptos que, hoy en día, constituyen delitos universales: genocidio, ecocidio, tortura, masacre, entre otros. Por ello, el humanismo como tendencia filosófica que reconoce el valor de la vida humana y la dignidad de la persona, es totalmente opuesto al terrorismo, y a cualquier tipo de práctica terrorista, independientemente de sus fines. No existe el terrorismo bueno y el terrorismo malo; todos son execrables por igual, ya que ponen en riesgo la vida o la dignidad de gente inocente, no sólo de las partes beligerantes.
Sin embargo, el empleo del epíteto de terrorista, actualmente, va mucho más allá de lo que hemos descrito con anterioridad. Sin distinciones de tipo alguno, la expresión se aplica por igual a tendencias conservadoras (es el caso del terrorismo de estado) o liberales; a luchadores por la liberación de sus pueblos del yugo colonial o neocolonial (a quienes en el siglo XX se les denominaba peyorativamente "comunistas") y a verdaderas mafias terroristas nacionales o internacionales (por ejemplo, las que se dedican al tráfico ilegal de drogas, personas, u organos humanos). De esta forma el vocablo se convierte en abarcador, irrestricto, sin matices ni contrastes, y se pone en escena como medio de una política unipolar, que aspira al dominio universal: el neoliberalismo impuesto por el imperio capitalista.
¿Funcionan esos mecanismos de confusión ideológica? Por supuesto que sí. He escuchado aplicar el término terrorista en el ámbito político doméstico, en lugar de lo que antes se llamaba persona conflictiva (troublemaker, traducida al inglés), o sea, que crea conflictos o problemas a alguien, o algunos responsables, con sus demandas, críticas o denuncias justas en mayor o menor grado. Hay muchas formas de "presionar" contra "los otros", para imponer formas de pensar y actuar, reduciendo al mínimo la resistencia o la oposición contra ideas diferentes a las que de algún modo, aunque sean erróneas y ofensivas, alcanzan el predominio en el marco de la opinión pública. Es importante el desenvolvimiento del pensamiento crítico, desde su acepción científica, pues, es sabido que todas las ideas, pueden contener elementos no positivos, contradictorios al avance del desarrollo humano. Es lo que plantea y prueba la lógica dialéctica. Según, un refrán popular: "De buenas intenciones está empedrado el infierno".
Sería muy útil, re-definir a la luz de hoy día qué es terrorismo, y quiénes son los terroristas. No se deben admitir, y mucho menos usar en el discurso cotidiano, palabras que definen y dan significados confusos, o ideas incorrectas, enemigas de nuestra ideología revolucionaria. Esas que nada tienen que ver con los propósitos humanistas de quienes luchan y se sacrifican en defensa de la Humanidad, del adelanto verdadero del hombre y la mujer sin distinciones, de la igualdad, la justicia social, y la liberación verdadera, en contra los yugos de la explotación clasista de la burguesía. Debemos rescatar, pensar, escribir y hablar, mediante las palabras que han sido históricamente validadas.
La Habana, jueves, 20 de marzo de 2008
Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(20 de marzo de 2008)