Cuba

Una identità in movimento


La realidad de América Latina a través de una visión de Rulfo

Wilkie Delgado Correa


En América Latina, y se puede añadir que en el mundo entero, las masas pobres, la mayor parte de la humanidad, espera en sus rincones olvidados a que llegue la justicia y el desarrollo para poner fin al estancamiento de sus vidas. En fin, para no continuar muriendo desoladoramente en vida.

Y, naturalmente, la suerte de miles de millones de hombres depende, en gran medida, de la política aplicada por los gobiernos de sus países, pero también de los países ricos que, con su poderío e influencia, contribuyen generalmente a hacerles más difícil la vida, cuando podría ser totalmente diferente, si sus actos estuvieran inspirados por la solidaridad y no por el egoísmo y la avaricia.

La realidad muestra los resultados de la indeferencia e inacción de los gobiernos que hacen poco o nada por la educación, la salud, la alimentación, el nivel y calidad de vida y el desarrollo de sus pueblos. Y para contribuir a la mayor explotación de las clases oprimidas, gran parte de esos gobiernos están dispuestos a vender al mejor postor todas las riquezas naturales de sus países y con ello, sumirlos en la dependencia y sumisión extranjeras.

Juan Rulfo, el genial escritor mejicano, nos describió magistralmente la existencia real de los pobladores pobres en su relato Luvina. Puede ser un retrato de un punto geográfico de su Méjico, como también puede serlo de cualquier otro país. La historia conserva todos los visos de realismo y vigencia; de ahí que sea aleccionadora desde el punto de vista político.

Cuenta Rulfo que en Luvina


"... el tiempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años. Los días comienzan y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una esperanza".

"Un día traté de convencerlos — relata el personaje — de que se fueran a otro lugar, donde la tierra fuera buena".

"¡Vámonos de aquí! — les dije —. No faltará modo de acomodarnos en alguna parte. El gobierno nos ayudará".

"Ellos me oyeron, sin parpadear, mirándose desde el fondo de sus ojos, de los que sólo se asomaba una lucecita allá muy adentro".

— ¿Dice que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno?


Les dije que sí.


— También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del gobierno.


Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron sus dientes molenques y me dijeron que no, que el gobierno no tenía madre, y tienen razón, ¿sabe usted? El señor ése sólo se acuerda de ellos cuando alguno de sus muchachos ha hecho alguna fechoría acá abajo. Entonces mandan por él hasta Luvina y se lo matan. De ahí en más no saben si existe.


— Tú nos quieres decir que dejemos Luvina porque, según tú, ya estuvo bueno de aguantar hambre sin necesidad — me dijeron —. Pero si nosotros nos vamos, ¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos.


Y allá siguen. Usted los verá ahora que vaya. Mascando bagazos de mezquite seco y tragándose su propia saliva para engañar el hambre. Los mirará pasar como sombras, repegados al muro de las casas, casi arrastrados por el viento.


"... Me salí de Luvina y no he vuelto ni pienso regresar".

"... Pero mire las maromas que da el mundo. Usted va para allá ahora, dentro de pocas horas. Tal vez ya se cumplieron quince años que me dijeron lo mismo: Usted va a ir a San Juan de Luvina".


En el relato de Rulfo está encerrada toda la realidad de los sectores pobres de nuestros países, donde los gobiernos aún no tienen madre, según la significación de la expresión. Están presentes la indiferencia y la represión de los gobiernos desmadrados; la filosofía, la claridad, el descreimiento, el sufrimiento, la lealtad a sus raíces, de los pobres pobladores de los campos; está la desesperanza; tal vez se intuya la esperanza que volverá después de muchos años.

Sin embargo, hay que estar atentos a las vueltas o maromas que da el mundo. Existen cambios en América Latina que producen asombro. A sitios iguales o parecidos a San Juan de Luvina, a sitios de toda la inmensa geografía de algunos países, están llegando nuevos visitantes, misioneros de nuevo tipo, actores sociales de las buenas causas, que andan pertrechados de fuerzas colosales. Llegan cargados de ideas. Y van con esa carga para plasmarla en todas partes y producir las transformaciones necesarias. En países como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras y otros, llegan maestros para enseñar a leer y a escribir y a interpretar mejor el mundo. Llegan médicos para remediar males físicos y sociales. Llega un ejército de luz para salvar el cuerpo y el alma de los seres antes olvidados y abandonados a su mala suerte. Se acerca la mano fraterna de Cuba para estrechar las manos de los pueblos hermanos del tercer mundo.

Ante estas nuevas experiencias sociales, se constata fehacientemente que todo puede cambiar cuando los gobiernos tienen madres, según el decir sabio de la gente transformada de Luvina. Y es verdad: ¡Los gobiernos pueden tener madres! ¡Pueden tener la Patria que necesitan los pueblos para ser felices! ¡Por eso es hora ya que todos los gobiernos tengan madres!




    Wilkie Delgado Correa
    Doctor en Ciencias Médicas
    Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
    Escritor y periodista





Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(19 de agosto de 2008)


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